Adicciones, ansiedad y violencia con los niños y adultos: la otra cara del aislamiento en Chubut

Aseguran que el consumo de alcohol y psicofármacos se incrementó en los últimos 100 días. La población de entre 35 y 50 años es la más afectada por las conductas adictivas. Los niños y ancianos sufren más situaciones de violencia. Recomiendan pedir asistencia porque el encierro “traerá secuelas”.

05 JUL 2020 - 20:31 | Actualizado

El estado de incertidumbre que generó un aislamiento de más de 100 días por el coronavirus dejará rastros en la salud mental de la población: aumentó la demanda de consultas a psicólogos y psiquiatras, que detectan con preocupación el crecimiento de la ansiedad, de las conductas adictivas, de consumos de sustancias y de violencia hacia ancianos y niños.

El alcohol y los psicofármacos, especialmente relacionados a problemas de ansiedad y de sueño, registran un notable incremento de consumo y la preocupación se centra en la fuerte dependencia que generan.

Pero la tendencia también se percibe en el consumo de tabaco, marihuana y otras sustancias adictivas. Por ejemplo, se advierte que ante el cierre de los casinos, las personas con adicción al juego encuentran otras vías nocivas como juegos online, que los llevan a estar hasta 12 horas frente a una pantalla.

El presidente de la Asociación de Psiquiatras de Chubut, Ulises Loskin (MP 3.351) advirtió que “una de las cosas que más daño produce es la incertidumbre, porque no sabemos hasta cuándo dura esto, no sabemos qué va a pasar”. Esto “ya es una amenaza imperceptible que mantiene activados todos los circuitos del estrés y ansiedad y hace que nos mantengamos en alerta constante”.

La falta de controles en la salud mental, sumada al confinamiento, las adicciones y la violencia, hace prever “muchísimas complicaciones en el futuro próximo inmediato” advirtió Loskin. “No hay que pintar el panorama tan sombrío, pero hay que darle visibilidad y transmitir un mensaje claro”. El mensaje es que habrá secuelas y que es necesario consultar con profesionales.

En su análisis, Loskin se apoya en las tendencias que registran desde la práctica diaria de los conversatorios de las asociaciones de psiquiatras de Chubut y de la Argentina antes que en las estadísticas por encuestas, por considerar que ese método “está validado, pero tiene muchísimas limitaciones metodológicas”. En cuanto a datos certeros “no hay mucho porque estamos viendo transcurrir la película y es complejo pararse en el lugar del observador metodológico que es el que debe obtener la estadística”.

Desde las consultas en el inicio de la cuarentena, se registró un aumento del temor y la ansiedad por el virus. Con la extensión de las medidas se sumaron otras preocupaciones, resultado del confinamiento. “La gente ya no está tan preocupada por el virus, estamos más preocupados por la economía, las horas de encierro, qué va a pasar con los chicos y la escuela, qué va a pasar en nuestra casa, en nuestra pareja, con nuestros amigos, con nuestro trabajo”. El psiquiatra advirtió que “hay que ser cuidadoso con eso” porque como consecuencia se empiezan a relajar los mecanismos de prevención “y volvemos a aumentar el riesgo real”.

Al redescubrirse la intimidad en el hogar aparecieron nuevas situaciones problemáticas, como la escolaridad en el domicilio. “No todos los padres están preparados para tener conductas pedagógicas”, observó. “Después que pase la pandemia se van a ver, por ejemplo, divorcios y separaciones”.

Loskin advirtió que así como se visibilizó el aumento de casos de violencia de género, sucede lo mismo con otras minorías vulnerables y menos visibles. “Hay reportes de la violencia hacia los ancianos y hacia los niños durante el confinamiento”. Estos dos grupos, “como son los dos extremos de la vida, suelen ser los menos visibles”. Planteó la importancia de prestar atención a estas situaciones.

En una cotidianeidad normal ambos grupos etarios no son registrados. “A los chicos los vemos poco porque están la mayor parte del tiempo escolarizados y a los viejos también, porque si tenemos suerte tenemos a alguien que los cuida por lo general”. Pero en la pandemia, “cuando empezamos a estar mucho tiempo con estas personas con las que no estamos acostumbrados, pasan cosas. Y no siempre son buenas”.

Se suma que los niños y los ancianos tienen más barreras de accesibilidad, por lo que su aislamiento aumenta. “No los visibilizamos porque estamos en todos los demás problemas como vivir, trabajar, la pareja, el divorcio, la ansiedad. Es muy compleja la situación y muy difícil de sobrellevar”. Planteó que así es muy difícil detectar cuándo necesitan asistencia, atención o la están pasando mal. “En este contexto su vulnerabilidad aumenta”.

De acuerdo a las observaciones, las personas de entre 35 y 50 años son las que tienen más vulnerabilidad para las adicciones. Se potencia con el estrés y el encierro. “Somos la franja más vulnerable. Tenemos una responsabilidad muy grande, porque somos los que estamos en el pico de la pirámide productiva, estamos en edad productiva. Tenemos el deber de asistencia, de brindar atención a los que están en los dos extremos: los chicos y los viejos”.

Según Loskin, hay un aumento muy significativo del consumo de bebidas alcohólicas y psicofármacos. “Principalmente de ansiolíticos sedantes como son las benzodiazepinas, que además son de potencial abuso porque generan gran dependencia y adicción”. El dato está reportado por los Colegios Farmacéuticos. “Vemos un aumento en la venta, con la complejidad de que las personas empiezan a consumir estos medicamentos sin los debidos controles porque a la vez que aumenta el consumo, disminuyen las consultas médicas para especialistas”. No sucede necesariamente porque las personas deseen clandestinamente, sino porque “aumentan las barreras de accesibilidad a la salud y es más complejo asistir a la consulta y paralelamente no es tan difícil acceder al fármaco”. La situación se agrava porque bajan los controles.

“Las benzodiazepinas tienen la particularidad de que son ampliamente prescriptas por personas no médicas”, advirtió. “Todos conocemos y no debemos ser hipócritas, personas que nos dicen ´Tomate un clonazepán´ o ´Tomate un Alprazolán´. Están la tía, la amiga, la vecina, que no tiene la receta pero sí el medicamento y se lo facilita a alguien. Ya no es un consumo dentro del ámbito médico sino perjudicial o abusivo, al igual que sucede con otras sustancias legales como el alcohol o el tabaco; o ilegales, de todo tipo”. Sobre las drogas ilegales, remarcó que “las restricciones a la circulación trajeron una disminución de la distribución minorista y hay que poner atención a las adicciones sin sustancia”.

Loskin planteó la problemática que generan pantallas y dispositivos en situación de confinamiento. “Tenemos por ejemplo los casinos cerrados y sabemos que hay una adicción al juego”. En cuarentena “las personas pasan mucho tiempo encerradas en su casa frente a un terminal electrónico que muchas veces tiene acceso al consumo de determinados productos como juego patológico, pornografía, etcétera, que a nivel neurobiológico actúa del mismo modo que una sustancia”.

“Una persona que se pasa 12, 13 o14 horas frente a una pantalla, consumiendo una serie, es una persona con una conducta perjudicial como mínimo”.

El encierro, por ser una condición contra la naturaleza del ser humano, ocasiona trastornos que deben ser tratados. Loskin se apoyó en la opinión de Santiago Levin, presidente de la Asociación de Psiquiatras de la Argentina, afirmando que “del confinamiento se sale más o menos dañado, pero se sale igual” según la capacidad de adaptación de cada persona. “En un encierro masivo, prima la incertidumbre de hasta cuándo vamos a estar así. Aparece la amenaza y reaccionamos: luchamos, huimos, escapamos y punto” argumentó el psiquiatra. Cuando pasan 100 días y la amenaza sigue “ese mecanismo se agota y todo nuestro sistema entra fase de colapso. El circuito del estrés crónico se activa y genera un montón de trastornos o enfermedades”.

Para atenuar ese impacto se mencionan herramientas como mantener los hábitos y rutinas. “Eso salva. Mantener el orden: comer en horas de luz, dormir cuando no hay luz, hacer actividad física y recreativa, trabajar aunque no se concurra al lugar de trabajo”, enumeró.

El factor común es que “la situación que se atraviesa no es normal” y hay que estar atentos y pedir ayuda. “Esto va a concluir y tendremos muchas cosas que revisar. Debemos tener presente que a la larga o a la corta vamos a requerir asistencia de alguna manera”, subrayó el profesional.

“Si bien es probable que haya muchas barreras hoy y quizá mañana también, tenemos que tratar de transformarlas y que no sean absolutas. Y no perder de vista la importancia de buscar ayuda, porque esto que vivimos va a traer muchas consecuencias que no necesariamente van a ser irreparables o definitivas, pero hay que consultar” remarcó.

“No tenemos que transformar el confinamiento en barreras de aislamiento y hay que poner principal atención no sólo en las personas que consumen o que tienen conductas adictivas, sino también a los que están en los extremos de la vida”.#

“Salir sin daño no existe”

El presidente de la Asociación de Psiquiatras de la República Argentina, Santiago Levin, dijo en Cadena Tiempo que del confinamiento “se sale muy mal o menos mal, pero salir sin daño no existe”. Desde una mirada política y social pidió “rediscutir cómo queremos vivir o vendrá más de lo mismo, empeorado por la enorme crisis económica”.

Levin consideró que “hay que volver a tejer el tejido social” e invitó a practicar la solidaridad. “con tantas desigualdades sociales no es lo mismo el aislamiento en una casa con techo, calefactor y heladera que en situación de calle, en un barrio de emergencia o sin dinero”, observó.

“El mundo cambió bruscamente y estamos aprendiendo en gerundios. La situación está difícil porque sobre llovido, mojado; la mayoría de los que la estaban pasando mal, hoy la pasan peor”, resumió el psiquiatra, que comparó al coronavirus con el líquido revelador de fotos: “Revela todas las fallas, muestra claramente las injusticias sociales, la violencia de género, y la diferencia de clases y en el acceso a la salud”.

Entre conflictos, ataques de pánico y la tensión en la dinámica de las familias

La licenciada en Psicología Tania Nazaruk (M.P. N° 788) asiste a menores y a adultos. En cuarentena registró un incremento en la demanda de atención psicológica aunque la asistencia a los niños, en cambio, disminuyó porque la modalidad de consulta virtual no funciona con los menores. “Con los niños se dificulta, es imposible de sostener”. Muchos suspendieron el tratamiento hasta que mejore la situación sanitaria. Los adultos, en cambio, “aumentaron la asistencia a terapia con la modalidad virtual como una nueva forma de atención”.

La demanda de pacientes aumentó consecuencia “del impacto que generó a nivel emocional y conductual la restricción de salidas”.

A su criterio el aislamiento “desorganizó la estructura social y psíquica” provocando el aumento de “los niveles de ansiedad, depresión y adicción”.

Sin cigarros

Nazaruk puso como ejemplo la situación que se evidenció cuando faltaron cigarrillos. “Es una droga legalizada y se pudieron observar largas filas en kioscos por muchas horas, con la gente poniendo en riesgo el aislamiento por tabaco o por un atado con precios remarcados”. El adicto – en este caso al tabaquismo- , accede a esto “para bajar los niveles de malestar”.

Para la psicóloga “la sintomatología se agravó, dado que con todas las restricciones de salidas no pudieron llevar adelante estrategias de afrontamiento y como consecuencia surgen mayores trastornos en el sueño”. Esto alimenta un círculo vicioso ya que “a menor descanso, mayor rumia de pensamiento y las sintomatologías se agravan sensiblemente, dado que impacta directamente sobre las emociones y la conducta”.

Aparece la ansiedad

La psicóloga Cintia Correa (M.P. 674) trabaja con niños y adolescentes, con orientación congnitiva conductual. “Se agravó la sintomatología ansiosa de manera significativa en quienes la presentaban antes de la pandemia y apareció como nuevo síntoma en los que no la presentaban anteriormente”, detalló. “En menor medida apareció sintomatología depresiva, sobre todo en adolescentes”.

Las manifestaciones más habituales son “miedo al virus y a la muerte de un ser querido, sobre todo de abuelos y padres; ansiedad relacionada al encierro; trastornos de sueño; irritabilidad; malestar por falta de actividad física; ansiedad por sobre exigencia escolar; tristeza por la falta de contacto con pares y seres queridos significativos; sensación de futuro desolador y pérdida del interés en actividades”.

Todo esto se reflejó en un aumento significativo en la demanda de atención durante los últimos meses. Correa suspendió la atención las tres primeras semanas y los pacientes comenzaron a pedir atención virtual; los niños más pequeños implementaron el seguimiento a través de los padres.

Analiz Folco (MP 408) es psicóloga de adultos con experiencia en el sector público de salud mental. Desde su experiencia observó que la mayoría de los pacientes en tratamiento psicológico presentaron “un incremento de síntomas de ansiedad como ataques de pánico con y sin agorafobia, síntomas de estrés, insomnio, irritabilidad, sentimientos de soledad, desesperanza vinculada a no poder proyectar, síntomas de depresión, síntomas psicosomáticos como malestar en garganta y pecho, así como dolores inespecíficos en diversos lugares del cuerpo”.

Esta situación se asocia a la imposibilidad de desarrollar actividades con normalidad, a la falta de contacto con otras personas y al incremento de las tareas en el hogar.

“A la rutina de la casa se agregó la tarea de acompañar y sostener a los hijos con las tareas, debido a la no concurrencia a instituciones escolares y estas exigencias elevaron la tensión en la dinámica de las familias, surgiendo sentimientos de incompetencia, inhabilidad y presentándose conflictos maritales, materno- paterno filiales entre otros”.

En este contexto emergieron conflictos familiares “que mientras se sostenía un funcionamiento automático ligado a la rutina laboral, escolar, recreativa se evitaban”. La demanda de consultas se incrementó.

Folco confirmó que se incrementó el consumo de sustancias adictivas, lo que aumenta la vulnerabilidad de los pacientes.

Las diferencias socioeconómicas influyeron en la modalidad de atención y en la continuidad de tratamientos. “Las personas de menores recursos económicos lamentablemente no tienen la misma accesibilidad, debido a los espacios reducidos en los que viven y la escasa privacidad que conlleva, sumado a que no disponen de conexión a internet o datos suficientes en el celular para trabajar”.

“Empiezan a sentir agobio y hartazgo”

El licenciado Leandro Aguilar (MP 680) es especialista en trauma. Afirma que la difusión de información confusa y fatalista relacionada a la pandemia, sumada a la prolongación de la cuarentena, contribuyeron a incrementar las sensaciones desagradables que derivan en síntomas.

“Los pacientes que ya estaban llevando adelante un tratamiento psicoterapéutico sufrieron de diferentes maneras el impacto. Muchos se mantuvieron con un buen grado de adaptación al aislamiento. Otros incrementaron episodios de ansiedad, miedo y tristeza”, diferenció.

Después de más de cien días “la mayoría de los pacientes a estas alturas empieza a sentir el agobio y hartazgo debido al aislamiento, que a la vez es visto como la forma más eficaz de protección ante el virus”.

Nuevo hábito

En cuanto a la modalidad de atención, en la primera fase de la cuarentena “debido a la incertidumbre en cuanto a la posibilidad y modalidad de atención hubo una merma en la demanda”.

Pero con el tiempo se generó el hábito de las entrevistas virtuales: registró por un lado el retorno de los pacientes que ya cursaban un tratamiento y por otro subrayó que “el incremento de los que consultan por primera vez fue notable; en este momento hay una demanda normal, que generalmente es numerosa”.

“El encierro, la pérdida de rutinas, la falta de contactos con seres queridos, y un estado constante de alerta ante un peligro como un posible contagio, sin duda son factores que predisponen al incremento de síntomas de ansiedad y adicciones”, explicó Aguilera.

Remarcó que sostener los tratamientos ayuda a conservar la estabilidad psico-emocional. “Es importante tener en cuenta herramientas como psicoeducación, estrategias de estabilización y regulación emocional, meditación, y contar con modelos terapéuticos que favorezcan el procesamiento emocional”, explicó el profesional.#

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05 JUL 2020 - 20:31

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El alcohol y los psicofármacos, especialmente relacionados a problemas de ansiedad y de sueño, registran un notable incremento de consumo y la preocupación se centra en la fuerte dependencia que generan.

Pero la tendencia también se percibe en el consumo de tabaco, marihuana y otras sustancias adictivas. Por ejemplo, se advierte que ante el cierre de los casinos, las personas con adicción al juego encuentran otras vías nocivas como juegos online, que los llevan a estar hasta 12 horas frente a una pantalla.

El presidente de la Asociación de Psiquiatras de Chubut, Ulises Loskin (MP 3.351) advirtió que “una de las cosas que más daño produce es la incertidumbre, porque no sabemos hasta cuándo dura esto, no sabemos qué va a pasar”. Esto “ya es una amenaza imperceptible que mantiene activados todos los circuitos del estrés y ansiedad y hace que nos mantengamos en alerta constante”.

La falta de controles en la salud mental, sumada al confinamiento, las adicciones y la violencia, hace prever “muchísimas complicaciones en el futuro próximo inmediato” advirtió Loskin. “No hay que pintar el panorama tan sombrío, pero hay que darle visibilidad y transmitir un mensaje claro”. El mensaje es que habrá secuelas y que es necesario consultar con profesionales.

En su análisis, Loskin se apoya en las tendencias que registran desde la práctica diaria de los conversatorios de las asociaciones de psiquiatras de Chubut y de la Argentina antes que en las estadísticas por encuestas, por considerar que ese método “está validado, pero tiene muchísimas limitaciones metodológicas”. En cuanto a datos certeros “no hay mucho porque estamos viendo transcurrir la película y es complejo pararse en el lugar del observador metodológico que es el que debe obtener la estadística”.

Desde las consultas en el inicio de la cuarentena, se registró un aumento del temor y la ansiedad por el virus. Con la extensión de las medidas se sumaron otras preocupaciones, resultado del confinamiento. “La gente ya no está tan preocupada por el virus, estamos más preocupados por la economía, las horas de encierro, qué va a pasar con los chicos y la escuela, qué va a pasar en nuestra casa, en nuestra pareja, con nuestros amigos, con nuestro trabajo”. El psiquiatra advirtió que “hay que ser cuidadoso con eso” porque como consecuencia se empiezan a relajar los mecanismos de prevención “y volvemos a aumentar el riesgo real”.

Al redescubrirse la intimidad en el hogar aparecieron nuevas situaciones problemáticas, como la escolaridad en el domicilio. “No todos los padres están preparados para tener conductas pedagógicas”, observó. “Después que pase la pandemia se van a ver, por ejemplo, divorcios y separaciones”.

Loskin advirtió que así como se visibilizó el aumento de casos de violencia de género, sucede lo mismo con otras minorías vulnerables y menos visibles. “Hay reportes de la violencia hacia los ancianos y hacia los niños durante el confinamiento”. Estos dos grupos, “como son los dos extremos de la vida, suelen ser los menos visibles”. Planteó la importancia de prestar atención a estas situaciones.

En una cotidianeidad normal ambos grupos etarios no son registrados. “A los chicos los vemos poco porque están la mayor parte del tiempo escolarizados y a los viejos también, porque si tenemos suerte tenemos a alguien que los cuida por lo general”. Pero en la pandemia, “cuando empezamos a estar mucho tiempo con estas personas con las que no estamos acostumbrados, pasan cosas. Y no siempre son buenas”.

Se suma que los niños y los ancianos tienen más barreras de accesibilidad, por lo que su aislamiento aumenta. “No los visibilizamos porque estamos en todos los demás problemas como vivir, trabajar, la pareja, el divorcio, la ansiedad. Es muy compleja la situación y muy difícil de sobrellevar”. Planteó que así es muy difícil detectar cuándo necesitan asistencia, atención o la están pasando mal. “En este contexto su vulnerabilidad aumenta”.

De acuerdo a las observaciones, las personas de entre 35 y 50 años son las que tienen más vulnerabilidad para las adicciones. Se potencia con el estrés y el encierro. “Somos la franja más vulnerable. Tenemos una responsabilidad muy grande, porque somos los que estamos en el pico de la pirámide productiva, estamos en edad productiva. Tenemos el deber de asistencia, de brindar atención a los que están en los dos extremos: los chicos y los viejos”.

Según Loskin, hay un aumento muy significativo del consumo de bebidas alcohólicas y psicofármacos. “Principalmente de ansiolíticos sedantes como son las benzodiazepinas, que además son de potencial abuso porque generan gran dependencia y adicción”. El dato está reportado por los Colegios Farmacéuticos. “Vemos un aumento en la venta, con la complejidad de que las personas empiezan a consumir estos medicamentos sin los debidos controles porque a la vez que aumenta el consumo, disminuyen las consultas médicas para especialistas”. No sucede necesariamente porque las personas deseen clandestinamente, sino porque “aumentan las barreras de accesibilidad a la salud y es más complejo asistir a la consulta y paralelamente no es tan difícil acceder al fármaco”. La situación se agrava porque bajan los controles.

“Las benzodiazepinas tienen la particularidad de que son ampliamente prescriptas por personas no médicas”, advirtió. “Todos conocemos y no debemos ser hipócritas, personas que nos dicen ´Tomate un clonazepán´ o ´Tomate un Alprazolán´. Están la tía, la amiga, la vecina, que no tiene la receta pero sí el medicamento y se lo facilita a alguien. Ya no es un consumo dentro del ámbito médico sino perjudicial o abusivo, al igual que sucede con otras sustancias legales como el alcohol o el tabaco; o ilegales, de todo tipo”. Sobre las drogas ilegales, remarcó que “las restricciones a la circulación trajeron una disminución de la distribución minorista y hay que poner atención a las adicciones sin sustancia”.

Loskin planteó la problemática que generan pantallas y dispositivos en situación de confinamiento. “Tenemos por ejemplo los casinos cerrados y sabemos que hay una adicción al juego”. En cuarentena “las personas pasan mucho tiempo encerradas en su casa frente a un terminal electrónico que muchas veces tiene acceso al consumo de determinados productos como juego patológico, pornografía, etcétera, que a nivel neurobiológico actúa del mismo modo que una sustancia”.

“Una persona que se pasa 12, 13 o14 horas frente a una pantalla, consumiendo una serie, es una persona con una conducta perjudicial como mínimo”.

El encierro, por ser una condición contra la naturaleza del ser humano, ocasiona trastornos que deben ser tratados. Loskin se apoyó en la opinión de Santiago Levin, presidente de la Asociación de Psiquiatras de la Argentina, afirmando que “del confinamiento se sale más o menos dañado, pero se sale igual” según la capacidad de adaptación de cada persona. “En un encierro masivo, prima la incertidumbre de hasta cuándo vamos a estar así. Aparece la amenaza y reaccionamos: luchamos, huimos, escapamos y punto” argumentó el psiquiatra. Cuando pasan 100 días y la amenaza sigue “ese mecanismo se agota y todo nuestro sistema entra fase de colapso. El circuito del estrés crónico se activa y genera un montón de trastornos o enfermedades”.

Para atenuar ese impacto se mencionan herramientas como mantener los hábitos y rutinas. “Eso salva. Mantener el orden: comer en horas de luz, dormir cuando no hay luz, hacer actividad física y recreativa, trabajar aunque no se concurra al lugar de trabajo”, enumeró.

El factor común es que “la situación que se atraviesa no es normal” y hay que estar atentos y pedir ayuda. “Esto va a concluir y tendremos muchas cosas que revisar. Debemos tener presente que a la larga o a la corta vamos a requerir asistencia de alguna manera”, subrayó el profesional.

“Si bien es probable que haya muchas barreras hoy y quizá mañana también, tenemos que tratar de transformarlas y que no sean absolutas. Y no perder de vista la importancia de buscar ayuda, porque esto que vivimos va a traer muchas consecuencias que no necesariamente van a ser irreparables o definitivas, pero hay que consultar” remarcó.

“No tenemos que transformar el confinamiento en barreras de aislamiento y hay que poner principal atención no sólo en las personas que consumen o que tienen conductas adictivas, sino también a los que están en los extremos de la vida”.#

“Salir sin daño no existe”

El presidente de la Asociación de Psiquiatras de la República Argentina, Santiago Levin, dijo en Cadena Tiempo que del confinamiento “se sale muy mal o menos mal, pero salir sin daño no existe”. Desde una mirada política y social pidió “rediscutir cómo queremos vivir o vendrá más de lo mismo, empeorado por la enorme crisis económica”.

Levin consideró que “hay que volver a tejer el tejido social” e invitó a practicar la solidaridad. “con tantas desigualdades sociales no es lo mismo el aislamiento en una casa con techo, calefactor y heladera que en situación de calle, en un barrio de emergencia o sin dinero”, observó.

“El mundo cambió bruscamente y estamos aprendiendo en gerundios. La situación está difícil porque sobre llovido, mojado; la mayoría de los que la estaban pasando mal, hoy la pasan peor”, resumió el psiquiatra, que comparó al coronavirus con el líquido revelador de fotos: “Revela todas las fallas, muestra claramente las injusticias sociales, la violencia de género, y la diferencia de clases y en el acceso a la salud”.

Entre conflictos, ataques de pánico y la tensión en la dinámica de las familias

La licenciada en Psicología Tania Nazaruk (M.P. N° 788) asiste a menores y a adultos. En cuarentena registró un incremento en la demanda de atención psicológica aunque la asistencia a los niños, en cambio, disminuyó porque la modalidad de consulta virtual no funciona con los menores. “Con los niños se dificulta, es imposible de sostener”. Muchos suspendieron el tratamiento hasta que mejore la situación sanitaria. Los adultos, en cambio, “aumentaron la asistencia a terapia con la modalidad virtual como una nueva forma de atención”.

La demanda de pacientes aumentó consecuencia “del impacto que generó a nivel emocional y conductual la restricción de salidas”.

A su criterio el aislamiento “desorganizó la estructura social y psíquica” provocando el aumento de “los niveles de ansiedad, depresión y adicción”.

Sin cigarros

Nazaruk puso como ejemplo la situación que se evidenció cuando faltaron cigarrillos. “Es una droga legalizada y se pudieron observar largas filas en kioscos por muchas horas, con la gente poniendo en riesgo el aislamiento por tabaco o por un atado con precios remarcados”. El adicto – en este caso al tabaquismo- , accede a esto “para bajar los niveles de malestar”.

Para la psicóloga “la sintomatología se agravó, dado que con todas las restricciones de salidas no pudieron llevar adelante estrategias de afrontamiento y como consecuencia surgen mayores trastornos en el sueño”. Esto alimenta un círculo vicioso ya que “a menor descanso, mayor rumia de pensamiento y las sintomatologías se agravan sensiblemente, dado que impacta directamente sobre las emociones y la conducta”.

Aparece la ansiedad

La psicóloga Cintia Correa (M.P. 674) trabaja con niños y adolescentes, con orientación congnitiva conductual. “Se agravó la sintomatología ansiosa de manera significativa en quienes la presentaban antes de la pandemia y apareció como nuevo síntoma en los que no la presentaban anteriormente”, detalló. “En menor medida apareció sintomatología depresiva, sobre todo en adolescentes”.

Las manifestaciones más habituales son “miedo al virus y a la muerte de un ser querido, sobre todo de abuelos y padres; ansiedad relacionada al encierro; trastornos de sueño; irritabilidad; malestar por falta de actividad física; ansiedad por sobre exigencia escolar; tristeza por la falta de contacto con pares y seres queridos significativos; sensación de futuro desolador y pérdida del interés en actividades”.

Todo esto se reflejó en un aumento significativo en la demanda de atención durante los últimos meses. Correa suspendió la atención las tres primeras semanas y los pacientes comenzaron a pedir atención virtual; los niños más pequeños implementaron el seguimiento a través de los padres.

Analiz Folco (MP 408) es psicóloga de adultos con experiencia en el sector público de salud mental. Desde su experiencia observó que la mayoría de los pacientes en tratamiento psicológico presentaron “un incremento de síntomas de ansiedad como ataques de pánico con y sin agorafobia, síntomas de estrés, insomnio, irritabilidad, sentimientos de soledad, desesperanza vinculada a no poder proyectar, síntomas de depresión, síntomas psicosomáticos como malestar en garganta y pecho, así como dolores inespecíficos en diversos lugares del cuerpo”.

Esta situación se asocia a la imposibilidad de desarrollar actividades con normalidad, a la falta de contacto con otras personas y al incremento de las tareas en el hogar.

“A la rutina de la casa se agregó la tarea de acompañar y sostener a los hijos con las tareas, debido a la no concurrencia a instituciones escolares y estas exigencias elevaron la tensión en la dinámica de las familias, surgiendo sentimientos de incompetencia, inhabilidad y presentándose conflictos maritales, materno- paterno filiales entre otros”.

En este contexto emergieron conflictos familiares “que mientras se sostenía un funcionamiento automático ligado a la rutina laboral, escolar, recreativa se evitaban”. La demanda de consultas se incrementó.

Folco confirmó que se incrementó el consumo de sustancias adictivas, lo que aumenta la vulnerabilidad de los pacientes.

Las diferencias socioeconómicas influyeron en la modalidad de atención y en la continuidad de tratamientos. “Las personas de menores recursos económicos lamentablemente no tienen la misma accesibilidad, debido a los espacios reducidos en los que viven y la escasa privacidad que conlleva, sumado a que no disponen de conexión a internet o datos suficientes en el celular para trabajar”.

“Empiezan a sentir agobio y hartazgo”

El licenciado Leandro Aguilar (MP 680) es especialista en trauma. Afirma que la difusión de información confusa y fatalista relacionada a la pandemia, sumada a la prolongación de la cuarentena, contribuyeron a incrementar las sensaciones desagradables que derivan en síntomas.

“Los pacientes que ya estaban llevando adelante un tratamiento psicoterapéutico sufrieron de diferentes maneras el impacto. Muchos se mantuvieron con un buen grado de adaptación al aislamiento. Otros incrementaron episodios de ansiedad, miedo y tristeza”, diferenció.

Después de más de cien días “la mayoría de los pacientes a estas alturas empieza a sentir el agobio y hartazgo debido al aislamiento, que a la vez es visto como la forma más eficaz de protección ante el virus”.

Nuevo hábito

En cuanto a la modalidad de atención, en la primera fase de la cuarentena “debido a la incertidumbre en cuanto a la posibilidad y modalidad de atención hubo una merma en la demanda”.

Pero con el tiempo se generó el hábito de las entrevistas virtuales: registró por un lado el retorno de los pacientes que ya cursaban un tratamiento y por otro subrayó que “el incremento de los que consultan por primera vez fue notable; en este momento hay una demanda normal, que generalmente es numerosa”.

“El encierro, la pérdida de rutinas, la falta de contactos con seres queridos, y un estado constante de alerta ante un peligro como un posible contagio, sin duda son factores que predisponen al incremento de síntomas de ansiedad y adicciones”, explicó Aguilera.

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