Luz de esperanza para Ariel Murillo, una víctima del cierre de Sedamil

Tras el cierre de la empresa consiguió un nuevo trabajo.

16 AGO 2020 - 20:07 | Actualizado

Por Francisco Caputo

Ariel Murillo es una de las víctimas del cierre de Sedamil. A sus 32 años, en plena pandemia de coronavirus, el árbitro de la Liga del Valle y de la Confederación Argentina de Futsal perdió su puesto de trabajo.

Por la falta de ingresos se quedó sin techo propio y la incertidumbre se apoderó de su horizonte. Sin embargo, a la semana de su cese laboral, consiguió un nuevo empleo y la esperanza floreció de las cenizas. Cuenta a Jornada su historia, que incluyó la toma de la planta de Sedamil.

La toma y el adiós

A finales de marzo comenzó el declive final de la empresa textil, que mantuvo su presencia en Trelew por 45 años. “Los últimos meses fueron durísimos. Cuando se declaró la cuarentena, la empresa dejó de producir. Pero la cosa venía mal de antes. Te dabas cuenta. Ver que te estás quedando sin trabajo es muy dificil”, relató Murillo, de 32 años.

“Estuve 13 años en Sedamil. Los prmeros 12, en la sección de Tintorería. El último año manejaba el camión que traía tela cruda a la fábrica”, expresó. “De pasar a hacer cuatro viajes, hacías sólo uno y el camión no estaba lleno. Pero pese a todo, me tenía fe de que la empresa no iba a cerrar”, graficó. Con la parálisis de la producción, se agudizaron los problemas, los sueldos impagos no se saldaban y los rumores eran incesantes.

A mediados de mayo los operarios tomaron la planta. Murillo participó de la toma pacífica. “Estuvimos afuera de la fabrica, con frío y lluvia, sin cobrar, era durisimo”, describió. “No queríamos dejar la fábrica porque era la garantía de que no podían llevarse las cosas de adentro y quedarnos sin nada”, comentó. “Yo estaba en el turno noche. Hacíamos vigilia hasta las seis de la madrugada”, explicó.

El final era inevitable. Y a finales de agosto, Sedamil anunciaba su cierre. Murillo accedió a acordar con la empresa su salida. “Jamás me lo imaginé, pensé que me iba a jubilar en Sedamil. Sin trabajo, era volver a empezar, era volver a empezar a tirar (sic) currículums,”, relató.

Su vida se resintió en ese estado de situación. Como primera consecuencia, al no poder pagar el alquiler, debió mudarse con su esposa y tres hijos a la casa de su madre.

Murillo hizo una crítica a los dueños. “No les guardo rencor. Pero desde la patronal podrían habernos dicho que iban a cerrar. Nos hubiésemos evitado estar tantos días a la intemperie, en el frío, lejos de las familia, que siempre me apoyó”, describió.

Pero Murillo no solo cuestionó a Sedamil. “SETIA no nos tenía informados de lo que estaba sucediendo”, detalló Murillo.

La esperanza

El contexto era desolador. Pero Murillo consiguió otro empleo. “A los tres días de enviar currículums me llamaron de Electrocity, a prueba. Le estoy muy agradecido”, detalló. Otros compañeros de empresa y de lucha no tuvieron esa fortuna. “Ojalá consigan todos trabajo. Son buena gente. Quedó demostrado en la toma que clase de gente son. Se lo merecen”, concluyó.

Ariel Murillo, el hombre que tras la angustia, empieza a esbozar una sonrisa de esperanza entre el caos.

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16 AGO 2020 - 20:07

Por Francisco Caputo

Ariel Murillo es una de las víctimas del cierre de Sedamil. A sus 32 años, en plena pandemia de coronavirus, el árbitro de la Liga del Valle y de la Confederación Argentina de Futsal perdió su puesto de trabajo.

Por la falta de ingresos se quedó sin techo propio y la incertidumbre se apoderó de su horizonte. Sin embargo, a la semana de su cese laboral, consiguió un nuevo empleo y la esperanza floreció de las cenizas. Cuenta a Jornada su historia, que incluyó la toma de la planta de Sedamil.

La toma y el adiós

A finales de marzo comenzó el declive final de la empresa textil, que mantuvo su presencia en Trelew por 45 años. “Los últimos meses fueron durísimos. Cuando se declaró la cuarentena, la empresa dejó de producir. Pero la cosa venía mal de antes. Te dabas cuenta. Ver que te estás quedando sin trabajo es muy dificil”, relató Murillo, de 32 años.

“Estuve 13 años en Sedamil. Los prmeros 12, en la sección de Tintorería. El último año manejaba el camión que traía tela cruda a la fábrica”, expresó. “De pasar a hacer cuatro viajes, hacías sólo uno y el camión no estaba lleno. Pero pese a todo, me tenía fe de que la empresa no iba a cerrar”, graficó. Con la parálisis de la producción, se agudizaron los problemas, los sueldos impagos no se saldaban y los rumores eran incesantes.

A mediados de mayo los operarios tomaron la planta. Murillo participó de la toma pacífica. “Estuvimos afuera de la fabrica, con frío y lluvia, sin cobrar, era durisimo”, describió. “No queríamos dejar la fábrica porque era la garantía de que no podían llevarse las cosas de adentro y quedarnos sin nada”, comentó. “Yo estaba en el turno noche. Hacíamos vigilia hasta las seis de la madrugada”, explicó.

El final era inevitable. Y a finales de agosto, Sedamil anunciaba su cierre. Murillo accedió a acordar con la empresa su salida. “Jamás me lo imaginé, pensé que me iba a jubilar en Sedamil. Sin trabajo, era volver a empezar, era volver a empezar a tirar (sic) currículums,”, relató.

Su vida se resintió en ese estado de situación. Como primera consecuencia, al no poder pagar el alquiler, debió mudarse con su esposa y tres hijos a la casa de su madre.

Murillo hizo una crítica a los dueños. “No les guardo rencor. Pero desde la patronal podrían habernos dicho que iban a cerrar. Nos hubiésemos evitado estar tantos días a la intemperie, en el frío, lejos de las familia, que siempre me apoyó”, describió.

Pero Murillo no solo cuestionó a Sedamil. “SETIA no nos tenía informados de lo que estaba sucediendo”, detalló Murillo.

La esperanza

El contexto era desolador. Pero Murillo consiguió otro empleo. “A los tres días de enviar currículums me llamaron de Electrocity, a prueba. Le estoy muy agradecido”, detalló. Otros compañeros de empresa y de lucha no tuvieron esa fortuna. “Ojalá consigan todos trabajo. Son buena gente. Quedó demostrado en la toma que clase de gente son. Se lo merecen”, concluyó.

Ariel Murillo, el hombre que tras la angustia, empieza a esbozar una sonrisa de esperanza entre el caos.


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