Fofocahuel es una aldea escolar ubicada a 30 kilómetros de Cushamen, atravesada por la Ruta provincial Nº 35, que un poco más lejos, en el sentido contrario, llega hasta Gualjaina. Es un recorrido agitado, venga uno de donde venga, porque ese tipo de caminos, desgastados, dejan incapacitadas, con suma rapidez, incluso hasta las ambulancias más resistentes. “Si no es la lluvia, es la nieve, y sino las heladas. La tierra se hace greda y los caminos parecen de arcilla”, contó Natalia Sbil, una vecina de la zona.
Al lugar lo pueblan 20 familias y una escuela que sigue el régimen de internado, habitada por estudiantes de campos cercanos. No llega Internet. Y la señal de teléfono está a una loma de distancia. Un camino de 10 minutos a pie, cruzado por un arroyo, que crece con cada tormenta.
Dice Sbil que en lugares así, cuando uno regresa, después de un tiempo, encuentra todo en el sitio donde lo dejó. “Acá se acercan en tiempos de campaña, después quedamos olvidados”.
En su testimonio, Sbil entiende que es una comunidad privada de comodidades. “No son las mejores condiciones, por la falta de gas y la incomunicación, aunque uno se termine adaptando, es difícil vivir de esa manera. Las heladas siguen rompiendo los generadores, dejándonos sin luz y agua”.
Fofocahuel es una aldea escolar ubicada a 30 kilómetros de Cushamen, atravesada por la Ruta provincial Nº 35, que un poco más lejos, en el sentido contrario, llega hasta Gualjaina. Es un recorrido agitado, venga uno de donde venga, porque ese tipo de caminos, desgastados, dejan incapacitadas, con suma rapidez, incluso hasta las ambulancias más resistentes. “Si no es la lluvia, es la nieve, y sino las heladas. La tierra se hace greda y los caminos parecen de arcilla”, contó Natalia Sbil, una vecina de la zona.
Al lugar lo pueblan 20 familias y una escuela que sigue el régimen de internado, habitada por estudiantes de campos cercanos. No llega Internet. Y la señal de teléfono está a una loma de distancia. Un camino de 10 minutos a pie, cruzado por un arroyo, que crece con cada tormenta.
Dice Sbil que en lugares así, cuando uno regresa, después de un tiempo, encuentra todo en el sitio donde lo dejó. “Acá se acercan en tiempos de campaña, después quedamos olvidados”.
En su testimonio, Sbil entiende que es una comunidad privada de comodidades. “No son las mejores condiciones, por la falta de gas y la incomunicación, aunque uno se termine adaptando, es difícil vivir de esa manera. Las heladas siguen rompiendo los generadores, dejándonos sin luz y agua”.