“Reaccionar con tristeza, ansiedad y angustia puede considerarse pertinente y adecuado”

En una charla exclusiva con Jornada, el presidente de la Asociación de Psiquiatras de la Argentina, Santiago Levin, ensayó respuestas acerca de cómo la aparición del coronavirus afectó todas las estructuras humanas. “Es una crisis inesperada que interrumpió el funcionamiento de todo el planeta”, dijo.

29 AGO 2020 - 20:53 | Actualizado

Durante la histórica visita de Richard Nixon a China en 1972, alguien de su delegación le preguntó a Mao Tsé-Tung qué opinaba de la Revolución Francesa. “Es demasiado pronto para sacar conclusiones”, respondió el líder chino. Y aunque algunas versiones dudan de la veracidad de la anécdota, vale como ejemplo de prudencia a la hora de analizar fenómenos complejos, como esta pandemia de Covid-19.

Para reflexionar sobre el posible impacto que tendrá en el curso de la historia lo que hoy vive el mundo con tanta angustia como incertidumbre –y como la incertidumbre parece más difícil de abordar-, Jornada optó por enfocarse en la angustia y sus derivados –odio, frustración, miedos- y por ello entrevistó a Santiago Levin, titular de la Asociación Psiquiatras de la Argentina (APSA), quien a mediados de agosto fuera convocado por el presidente Alberto Fernández a Olivos para participar de una reunión junto a otros especialistas que lo asesoran desde el inicio de la crisis.

-¿Esta pandemia es el fenómeno de mayor impacto en la psiquis de la sociedad contemporánea? ¿Cuáles otros eventos tuvieron un efecto similar?

-Me parece un poco apresurado aún como para expedirse con tanta seguridad. Sin dudas esta pandemia constituye una crisis inédita y de consecuencias potencialmente espectaculares en su aspecto negativo. Pero no dejaría de lado las guerras mundiales, la muerte por pobreza y hambre (millones de personas, sobre todo niños, cada año), el Holocausto, Hiroshima y Nagasaki, el HIV. La gripe “española” de 1918 produjo entre 50 y 100 millones de muertes. Sin subestimar la presente pandemia, que produce una catástrofe sanitaria, económica y social de alcances aún desconocidos, vale recordar al primer ministro de Salud, Ramón Carrillo: “Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas”.

-En esta época de “encierro” aumentaron los casos de violencia familiar y los femicidios. ¿Cómo lo interpretan la psicología y qué propone? ¿Es concebible una psiquiatría sin fármacos?

-Los determinantes de la violencia familiar por motivos de género son previos a la pandemia. El confinamiento ofrece, probablemente, condiciones especiales para estas violencias. Muy tempranamente se establecieron estrategias de prevención de la violencia familiar y por motivos de género. Lo primero que se hizo fue habilitar una línea de denuncia por vía de mensaje de texto, considerando que la llamada tradicional, en voz alta, podría llegar a ser imposible (o riesgosa) en el contexto de la cuarentena. En relación a si es concebible una psiquiatría sin psicofármacos, la respuesta es no. No por el momento. El psicofármaco bien utilizado es un instrumento indispensable en la terapéutica de los trastornos mentales. La psicoterapia también lo es.

-En las marchas anticuarentena se expresan fuertes manifestaciones de odio, aunque no ocurre sólo en esos actos. ¿Cómo analiza ese sentimiento, qué incidencia tiene en la sociedad?

-Ha sucedido en muchas partes del mundo. No debemos entender esto como un problema local. Han pasado más de 150 días desde el inicio del aislamiento y es lógico cierto cansancio, hastío y hasta fastidio. Es una crisis inesperada que interrumpió el funcionamiento de todo el planeta. Proyectos colectivos, personales, sueños, trabajos, viajes, emprendimientos. Todo quedó truncado por este fuerte revés global. Una pandemia es una mala noticia global. No se sale bien de una pandemia, siempre se sale con diversos grados de daño, y se trata de salir lo menos mal posible. Por todo esto, no se puede esperar felicidad y alegría por parte de la población confinada, sometida al bombardeo informativo, procesando el duelo por todo lo perdido, intentando adaptarse lo mejor posible con las herramientas a mano. Entonces, que reaccionar con tristeza, con ansiedad, con bronca y hasta con angustia momentánea puede ser considerado como pertinente, adecuado.

-En un cuento de Ambrose Bierce un hombre cree ver una serpiente en su habitación y entra en pánico. A la mañana siguiente ha muerto de un infarto, pero sólo se trataba de una soga. Proyectar “fantasmas” es peligroso. Y con la multiplicación de medios y redes, se agrava. ¿Son los medios el núcleo del tema?

-Las palabras y las metáforas tienen un rol trascendente en la comunicación durante la pandemia. Pero esta afirmación no es novedosa: los seres humanos lo sabemos desde hace milenos. Desde los lejanos orígenes míticos en los que el homo sapiens ingresa en la cultura, ya nunca volvimos a ser seres instintivos. Desde ese momento necesitamos de un instrumento especial para contactarnos con eso que llamamos “realidad”: las palabras, esos símbolos que nos permiten comprender, construir teorías, comunicarnos, pensar. Los medios de comunicación tienen un rol importante en el estímulo de situaciones irracionales o de conductas de cuidado. Cuando la ética editorial es reemplazada por la lógica comercial, cuando un medio concentrado y diversificado de comunicación decide operar políticamente a favor o en contra de un gobierno, la respuesta social ante una emergencia sanitaria mundial puede verse distorsionada.

-¿Es posible aspirar a algún tipo de “vacuna” -o método preventivo- para las patologías mentales que se exacerban en estas situaciones extraordinarias?

La prevención sigue siendo la mejor de las opciones en salud, y en salud mental. Puede haber prevención en todas las áreas de la salud, pero su implementación solo es posible en el marco de un sistema sanitario universal, justo y equitativo. La prevención en salud requiere, también, de la educación (en todos los niveles), la comunicación, el cambio cultural. Y todo ello requiere de políticas activas, tiempo, presupuesto y voluntad política. También de un replanteo social del lugar que ocupa la salud en nuestra escala de valores. Estamos muy lejos de un sistema sanitario de esas características.

-Shakespeare escribió Rey Lear y Macbeth durante el encierro de la peste negra en Londres de 1606. Medio siglo después, con otro rebrote, Newton también se recluyó obligado, y generó obras notables. Pero en esta época parece muy difícil vivir en la “quietud”, y mucho menos que sea productiva. Es una época de vértigo, aceleración. ¿Esto no es una patología per se?

-Yo no hablaría de patología al describir cambios histórico-sociales. Vivimos épocas vertiginosas. La actual pandemia de Sars-Cov-2 es la primera pandemia de la era digital. La primera en transmitirse 24 por 7, sin cesar, sin respiro. La primera en la era de las fake news, de las redes sociales, del big data. No hablaría de patología sino de un profundo cambio cultural en las últimas décadas, de la mano de un sistema capitalista financiarizado, con multinacionales que tienen más poder que muchos Estados nacionales, en un mundo marcado por la inequidad social y la concentración de la riqueza. En este contexto, la cuarentena vino a romper el mandato de mantener al mundo (injusto mundo) en permanente funcionamiento. Esto, que hizo que las aguas de Venecia se hicieran cristalinas y los patos volvieran a caminar por sus calles, que hizo detener el turismo mundial y tantas otros símbolos del sistema, alentó a pensadores y filósofos a pronosticar un cambio radical que sobrevendría en la post pandemia. Yo no hablaría de patologías sino de un mundo desquiciado caminando hacia su autodestrucción que de pronto debe frenar debido a un fenómeno natural incontrolable. ¿Vendrán cambios maravillosos? Lo dudo, pero lo deseo profundamente.

-Hace poco los cosmólogos captaron la imagen de una galaxia muy muy lejana, a 10.000 millones de años-luz de distancia. Esta época exhibe logros tecnológicos sorprendentes. ¿En el ámbito de los “mundos interiores” hay avances similares?

-Creo que sí los hay. Y pongo ejemplos. Uno, el maravilloso descubrimiento freudiano, de hace más de un siglo: estamos constituidos por otra realidad, el inconsciente, que nos determina de un modo categórico aún sin saber nosotros prácticamente nada de él. El psicoanálisis, ese invento que es a la vez una teoría, una técnica y un método de investigación, vino a habilitar modos inéditos y fértiles de indagación de ese “mundo interior”. El segundo ejemplo es la neurociencia. Aún de modo muy preliminar, ya que se halla en sus etapas iniciales, esta rama del conocimiento nos permite augurar grandes descubrimientos en el futuro cercano. Si hay mentes, como dice un amigo, con seguridad hay cerebros en algún lugar cercano. Tal vez algún día podamos construir la teoría monista que nos merecemos. Mientras tanto, seguiremos diciendo, junto a Juan Carlos Stagnaro, que somos monistas ontológicos pero dualistas metodológicos. Hay un tercer ejemplo aún: el arte. No podemos hablar de las vías del conocimiento de nuestros mundos interiores sin hacer referencia al arte. A las artes.

-Una distinguida socióloga, Pía López, contó que en el Yoga encontró el único equilibrio ante esta situación. ¿La psiquiatría admite algunas terapéuticas alternativas colaboren en la salud mental?

-Por supuesto que sí. La psiquiatría es un discurso en crisis, razón por la cual no puede ser otra cosa que un discurso abierto, en proceso de reformulación. Solo un discurso cerrado podría darse el lujo de dejar afuera alternativas posibles. Por otro lado, la psiquiatría es una de las cinco ramas troncales de la medicina, y la medicina no es una ciencia. Es una práctica social científicamente informada (volvemos a Stagnaro), cuyo objeto es la preservación o recuperación de la salud de las personas, no el conocimiento científico en sí. Y en el terreno clínico, importan más las verdades clínicas que las verdades científicas. Si algo hace claramente bien, con independencia de su mecanismo de producción de bienestar, ese algo merece ser considerado. Luego se discutirá cómo funciona el “remedio” desde el punto de vista de la ciencia. Por último, no todo es entendible desde el discurso científico. Sería atribuirle a la ciencia un poder omnímodo de explicación, convertirla en una cosmovisión, tentación que el mismo Freud rechazaba para el psicoanálisis. Cada cosa en su lugar.

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29 AGO 2020 - 20:53

Durante la histórica visita de Richard Nixon a China en 1972, alguien de su delegación le preguntó a Mao Tsé-Tung qué opinaba de la Revolución Francesa. “Es demasiado pronto para sacar conclusiones”, respondió el líder chino. Y aunque algunas versiones dudan de la veracidad de la anécdota, vale como ejemplo de prudencia a la hora de analizar fenómenos complejos, como esta pandemia de Covid-19.

Para reflexionar sobre el posible impacto que tendrá en el curso de la historia lo que hoy vive el mundo con tanta angustia como incertidumbre –y como la incertidumbre parece más difícil de abordar-, Jornada optó por enfocarse en la angustia y sus derivados –odio, frustración, miedos- y por ello entrevistó a Santiago Levin, titular de la Asociación Psiquiatras de la Argentina (APSA), quien a mediados de agosto fuera convocado por el presidente Alberto Fernández a Olivos para participar de una reunión junto a otros especialistas que lo asesoran desde el inicio de la crisis.

-¿Esta pandemia es el fenómeno de mayor impacto en la psiquis de la sociedad contemporánea? ¿Cuáles otros eventos tuvieron un efecto similar?

-Me parece un poco apresurado aún como para expedirse con tanta seguridad. Sin dudas esta pandemia constituye una crisis inédita y de consecuencias potencialmente espectaculares en su aspecto negativo. Pero no dejaría de lado las guerras mundiales, la muerte por pobreza y hambre (millones de personas, sobre todo niños, cada año), el Holocausto, Hiroshima y Nagasaki, el HIV. La gripe “española” de 1918 produjo entre 50 y 100 millones de muertes. Sin subestimar la presente pandemia, que produce una catástrofe sanitaria, económica y social de alcances aún desconocidos, vale recordar al primer ministro de Salud, Ramón Carrillo: “Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas”.

-En esta época de “encierro” aumentaron los casos de violencia familiar y los femicidios. ¿Cómo lo interpretan la psicología y qué propone? ¿Es concebible una psiquiatría sin fármacos?

-Los determinantes de la violencia familiar por motivos de género son previos a la pandemia. El confinamiento ofrece, probablemente, condiciones especiales para estas violencias. Muy tempranamente se establecieron estrategias de prevención de la violencia familiar y por motivos de género. Lo primero que se hizo fue habilitar una línea de denuncia por vía de mensaje de texto, considerando que la llamada tradicional, en voz alta, podría llegar a ser imposible (o riesgosa) en el contexto de la cuarentena. En relación a si es concebible una psiquiatría sin psicofármacos, la respuesta es no. No por el momento. El psicofármaco bien utilizado es un instrumento indispensable en la terapéutica de los trastornos mentales. La psicoterapia también lo es.

-En las marchas anticuarentena se expresan fuertes manifestaciones de odio, aunque no ocurre sólo en esos actos. ¿Cómo analiza ese sentimiento, qué incidencia tiene en la sociedad?

-Ha sucedido en muchas partes del mundo. No debemos entender esto como un problema local. Han pasado más de 150 días desde el inicio del aislamiento y es lógico cierto cansancio, hastío y hasta fastidio. Es una crisis inesperada que interrumpió el funcionamiento de todo el planeta. Proyectos colectivos, personales, sueños, trabajos, viajes, emprendimientos. Todo quedó truncado por este fuerte revés global. Una pandemia es una mala noticia global. No se sale bien de una pandemia, siempre se sale con diversos grados de daño, y se trata de salir lo menos mal posible. Por todo esto, no se puede esperar felicidad y alegría por parte de la población confinada, sometida al bombardeo informativo, procesando el duelo por todo lo perdido, intentando adaptarse lo mejor posible con las herramientas a mano. Entonces, que reaccionar con tristeza, con ansiedad, con bronca y hasta con angustia momentánea puede ser considerado como pertinente, adecuado.

-En un cuento de Ambrose Bierce un hombre cree ver una serpiente en su habitación y entra en pánico. A la mañana siguiente ha muerto de un infarto, pero sólo se trataba de una soga. Proyectar “fantasmas” es peligroso. Y con la multiplicación de medios y redes, se agrava. ¿Son los medios el núcleo del tema?

-Las palabras y las metáforas tienen un rol trascendente en la comunicación durante la pandemia. Pero esta afirmación no es novedosa: los seres humanos lo sabemos desde hace milenos. Desde los lejanos orígenes míticos en los que el homo sapiens ingresa en la cultura, ya nunca volvimos a ser seres instintivos. Desde ese momento necesitamos de un instrumento especial para contactarnos con eso que llamamos “realidad”: las palabras, esos símbolos que nos permiten comprender, construir teorías, comunicarnos, pensar. Los medios de comunicación tienen un rol importante en el estímulo de situaciones irracionales o de conductas de cuidado. Cuando la ética editorial es reemplazada por la lógica comercial, cuando un medio concentrado y diversificado de comunicación decide operar políticamente a favor o en contra de un gobierno, la respuesta social ante una emergencia sanitaria mundial puede verse distorsionada.

-¿Es posible aspirar a algún tipo de “vacuna” -o método preventivo- para las patologías mentales que se exacerban en estas situaciones extraordinarias?

La prevención sigue siendo la mejor de las opciones en salud, y en salud mental. Puede haber prevención en todas las áreas de la salud, pero su implementación solo es posible en el marco de un sistema sanitario universal, justo y equitativo. La prevención en salud requiere, también, de la educación (en todos los niveles), la comunicación, el cambio cultural. Y todo ello requiere de políticas activas, tiempo, presupuesto y voluntad política. También de un replanteo social del lugar que ocupa la salud en nuestra escala de valores. Estamos muy lejos de un sistema sanitario de esas características.

-Shakespeare escribió Rey Lear y Macbeth durante el encierro de la peste negra en Londres de 1606. Medio siglo después, con otro rebrote, Newton también se recluyó obligado, y generó obras notables. Pero en esta época parece muy difícil vivir en la “quietud”, y mucho menos que sea productiva. Es una época de vértigo, aceleración. ¿Esto no es una patología per se?

-Yo no hablaría de patología al describir cambios histórico-sociales. Vivimos épocas vertiginosas. La actual pandemia de Sars-Cov-2 es la primera pandemia de la era digital. La primera en transmitirse 24 por 7, sin cesar, sin respiro. La primera en la era de las fake news, de las redes sociales, del big data. No hablaría de patología sino de un profundo cambio cultural en las últimas décadas, de la mano de un sistema capitalista financiarizado, con multinacionales que tienen más poder que muchos Estados nacionales, en un mundo marcado por la inequidad social y la concentración de la riqueza. En este contexto, la cuarentena vino a romper el mandato de mantener al mundo (injusto mundo) en permanente funcionamiento. Esto, que hizo que las aguas de Venecia se hicieran cristalinas y los patos volvieran a caminar por sus calles, que hizo detener el turismo mundial y tantas otros símbolos del sistema, alentó a pensadores y filósofos a pronosticar un cambio radical que sobrevendría en la post pandemia. Yo no hablaría de patologías sino de un mundo desquiciado caminando hacia su autodestrucción que de pronto debe frenar debido a un fenómeno natural incontrolable. ¿Vendrán cambios maravillosos? Lo dudo, pero lo deseo profundamente.

-Hace poco los cosmólogos captaron la imagen de una galaxia muy muy lejana, a 10.000 millones de años-luz de distancia. Esta época exhibe logros tecnológicos sorprendentes. ¿En el ámbito de los “mundos interiores” hay avances similares?

-Creo que sí los hay. Y pongo ejemplos. Uno, el maravilloso descubrimiento freudiano, de hace más de un siglo: estamos constituidos por otra realidad, el inconsciente, que nos determina de un modo categórico aún sin saber nosotros prácticamente nada de él. El psicoanálisis, ese invento que es a la vez una teoría, una técnica y un método de investigación, vino a habilitar modos inéditos y fértiles de indagación de ese “mundo interior”. El segundo ejemplo es la neurociencia. Aún de modo muy preliminar, ya que se halla en sus etapas iniciales, esta rama del conocimiento nos permite augurar grandes descubrimientos en el futuro cercano. Si hay mentes, como dice un amigo, con seguridad hay cerebros en algún lugar cercano. Tal vez algún día podamos construir la teoría monista que nos merecemos. Mientras tanto, seguiremos diciendo, junto a Juan Carlos Stagnaro, que somos monistas ontológicos pero dualistas metodológicos. Hay un tercer ejemplo aún: el arte. No podemos hablar de las vías del conocimiento de nuestros mundos interiores sin hacer referencia al arte. A las artes.

-Una distinguida socióloga, Pía López, contó que en el Yoga encontró el único equilibrio ante esta situación. ¿La psiquiatría admite algunas terapéuticas alternativas colaboren en la salud mental?

-Por supuesto que sí. La psiquiatría es un discurso en crisis, razón por la cual no puede ser otra cosa que un discurso abierto, en proceso de reformulación. Solo un discurso cerrado podría darse el lujo de dejar afuera alternativas posibles. Por otro lado, la psiquiatría es una de las cinco ramas troncales de la medicina, y la medicina no es una ciencia. Es una práctica social científicamente informada (volvemos a Stagnaro), cuyo objeto es la preservación o recuperación de la salud de las personas, no el conocimiento científico en sí. Y en el terreno clínico, importan más las verdades clínicas que las verdades científicas. Si algo hace claramente bien, con independencia de su mecanismo de producción de bienestar, ese algo merece ser considerado. Luego se discutirá cómo funciona el “remedio” desde el punto de vista de la ciencia. Por último, no todo es entendible desde el discurso científico. Sería atribuirle a la ciencia un poder omnímodo de explicación, convertirla en una cosmovisión, tentación que el mismo Freud rechazaba para el psicoanálisis. Cada cosa en su lugar.


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