La huelga estudiantil por la destitución del rector del Colegio Nacional de Trelew, Adolfo Margara

Un mes después del golpe contra Perón, los personeros de la "Revolución Libertadora" en Chubut persiguieron al entonces rector del tradicional establecimiento educativo y a otros docentes, lo que provocó un histórico reclamo de los alumnos.

Adolfo Margara, rector del Colegio Nacional de Trelew en 1955. Foto: José Feldman / Jornada
19 SEP 2020 - 19:32 | Actualizado

Por Gonzalo Pérez Álvarez, historiador, investigador del CONICET y de la UNPSJB

Especial para Jornada

Otro hecho de singular importancia fue la huelga y movilización estudiantil que se generó contra la destitución del Dr. Adolfo Margara como rector del Colegio Nacional.

Comes narra este episodio en su libro a partir de las palabras de uno de los alumnos, David Patricio Romero:

“Los hechos se desarrollaron en octubre de 1955. El rector del Colegio Nacional de Trelew era el Dr. Adolfo Margara. Los que nos hallábamos cursando en ese momento el último año –quinto- no habíamos conocido otra gestión al frente de la institución. Es decir que Margara y el Colegio Nacional, para nosotros, eran una misma cosa. El 16 de septiembre de 1955 había ocurrido el golpe de Estado que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón”.

Sigue su narración: “Mi memoria me lleva a recordar que la noticia de la remoción de Margara se comenzó a conocer y comentar con una semana de antelación. Y ante la posible eventualidad los estudiantes tuvimos varias reuniones. La decisión se fue formando de a poco, pero al iniciarse la semana ya estaba tomada. Íbamos a resistir el desplazamiento de Margara. Fue el día martes 18 de octubre de 1955. En el Colegio Nacional de la calle Sarmiento se reunió al alumnado en el patio. La decisión estaba tomada y la huelga se inició al día siguiente, es decir el miércoles 19. La adhesión fue total, salvo algunas presencias producidas sobre todo por la presión paterna. Por supuesto que nos manejábamos por medio de asambleas. La primera derivación del paro fue la renuncia del Interventor designado”, recordaba Romero.

Esa fue la primera victoria. Sin embargo, Romero recuerda que “nuestro objetivo, que era en principio obtener la reinstalación de Margara, se planteaba como muy remoto. Hubo que volver y explicarlo a la asamblea de estudiantes”.

Pero además ocurrió algo más grave. La máxima autoridad provincial en ese momento, el teniente de navío Manuel Schneidewind, citó a una reunión a los referentes del movimiento estudiantil, entre ellos Romero, intimándolos a levantar la huelga y amenazándolos con reprimir. Romero rememora esas palabras: “Si en Buenos Aires ellos no tenían problemas en reprimir y encarcelar a los huelguistas, no tenían porque no hacerlo donde fuera necesario”.

Y concluye: “Fue directamente una amenaza. Indudablemente que salimos bastante preocupados y amedrentados, porque nunca nos hubiéramos imaginado una cosa semejante. La huelga fue levantada luego de distintas conversaciones. La masividad de la protesta fue notable. Directamente no hubo clases”.

El relevamiento del diario Jornada aporta más datos sobre este conflicto y la centralidad que le adjudicó el proceso dictatorial a controlarlo. El primer rasgo a destacar es que la intervención fue impuesta el 17 de octubre (no el 18, como recuerda Romero), día en que también asumía el nuevo gobierno provisional en Rawson, con una importante presencia de grupos que apoyaban la dictadura.

Con presencia del ministro de gobierno Simonet, el jefe de policía, prensa, ex alumnos y ex profesores, se imponía en el Colegio Nacional (y sus anexos Normal y Comercial), a Esteban Fermé a cargo del rectorado. La presencia de esa delegación brindaba indicios sobre la importancia del procedimiento y el temor de encontrar alguna resistencia.

Margara se dirigió al patio, donde los estudiantes se habían formado, y les comunicó la decisión que se acababa de tomar. Expresó que mientras durase la intervención permanecería ausente del establecimiento y se retiró sin esperar que Simonet hablara. Los estudiantes “rubricaron con prolongada y sostenida salva de aplausos las palabras del doctor Margara, significando de este modo evidentemente una adhesión” (Jornada, 18/10/55, p. 5).

Simonet sostuvo que la intervención pretendía investigar la actuación de cada profesor, prometiendo que Margara no sería desplazado de sus cátedras.

El diario relevó rumores sobre una posible huelga, sin poder confirmarla con los estudiantes. Sí entrevistó al interventor, quien exhortó “a los alumnos a concurrir a clase en los horarios habituales y que no cometieron actos descabellados que solamente perjudicarían a ellos mismos” (Jornada, 18/10/55, p. 6). La implícita amenaza no acobardó a los estudiantes.

Recién el 21 de octubre se publicaron novedades cuando el conflicto fue controlado por la intervención dictatorial. En la página 2 se tituló “La asistencia a clases en Secundaria fue Normal”, destacándose que durante el miércoles 19 los estudiantes no concurrieron casi en su totalidad, y si bien no hubo pronunciamiento formal la decisión de ir a la huelga circuló de boca en boca, hasta hacerse masiva.

Los estudiantes también dirigieron un telegrama al Ministerio de Educación, expresando su disconformidad. El peso que le dio la dictadura a esta acción se registra al observar que intervino la máxima autoridad de la provincia: el teniente de navío Schneidewind asumió el rectorado del Colegio Nacional tras la renuncia de Fermé, además de generar una tensa reunión con representantes estudiantiles, como ya se narró desde la memoria de Romero.

La situación en el Colegio fue de permanente persecución. Tras distintas citaciones a declarar, el 4 de noviembre la comisión investigadora local que presidía el ingeniero Jorge López cesanteó a seis profesores: el rector y vicerrector del Colegio Nacional, Margara y Heraclio Ruival; y a los profesores Celia de Vázquez, Delia de Polanco, Roberto Genovesio y Luis Marzullo. Además, se había intervenido con fuerzas policiales la Seccional 4ª de escuelas y se abrieron investigaciones contra Celso Romero (inspector seccional), el inspector de zona Alberto Gómez Huarte, y el director adscripto David Topi, quienes no podían alejarse de la zona sin autorización. La continuidad de conflictos estudiantiles en el país y la centralidad que a detener esa situación le daba la dictadura, se denotan en otras dos noticias publicadas. El 10 de noviembre se reseñó que por una huelga estudiantil se reintegró a una directora en Ezeiza, Provincia de Buenos Aires, y el gobierno decidió al otro día la culminación de las clases en todo el país: “La medida está fundada en razones de orden técnico y ha sido adoptada ante la necesidad de resolver inmediatamente los problemas creados en los establecimientos de Enseñanza por el régimen depuesto” (Jornada, 12/11/55, p. 1).

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Adolfo Margara, rector del Colegio Nacional de Trelew en 1955. Foto: José Feldman / Jornada
19 SEP 2020 - 19:32

Por Gonzalo Pérez Álvarez, historiador, investigador del CONICET y de la UNPSJB

Especial para Jornada

Otro hecho de singular importancia fue la huelga y movilización estudiantil que se generó contra la destitución del Dr. Adolfo Margara como rector del Colegio Nacional.

Comes narra este episodio en su libro a partir de las palabras de uno de los alumnos, David Patricio Romero:

“Los hechos se desarrollaron en octubre de 1955. El rector del Colegio Nacional de Trelew era el Dr. Adolfo Margara. Los que nos hallábamos cursando en ese momento el último año –quinto- no habíamos conocido otra gestión al frente de la institución. Es decir que Margara y el Colegio Nacional, para nosotros, eran una misma cosa. El 16 de septiembre de 1955 había ocurrido el golpe de Estado que derrocó al gobierno de Juan Domingo Perón”.

Sigue su narración: “Mi memoria me lleva a recordar que la noticia de la remoción de Margara se comenzó a conocer y comentar con una semana de antelación. Y ante la posible eventualidad los estudiantes tuvimos varias reuniones. La decisión se fue formando de a poco, pero al iniciarse la semana ya estaba tomada. Íbamos a resistir el desplazamiento de Margara. Fue el día martes 18 de octubre de 1955. En el Colegio Nacional de la calle Sarmiento se reunió al alumnado en el patio. La decisión estaba tomada y la huelga se inició al día siguiente, es decir el miércoles 19. La adhesión fue total, salvo algunas presencias producidas sobre todo por la presión paterna. Por supuesto que nos manejábamos por medio de asambleas. La primera derivación del paro fue la renuncia del Interventor designado”, recordaba Romero.

Esa fue la primera victoria. Sin embargo, Romero recuerda que “nuestro objetivo, que era en principio obtener la reinstalación de Margara, se planteaba como muy remoto. Hubo que volver y explicarlo a la asamblea de estudiantes”.

Pero además ocurrió algo más grave. La máxima autoridad provincial en ese momento, el teniente de navío Manuel Schneidewind, citó a una reunión a los referentes del movimiento estudiantil, entre ellos Romero, intimándolos a levantar la huelga y amenazándolos con reprimir. Romero rememora esas palabras: “Si en Buenos Aires ellos no tenían problemas en reprimir y encarcelar a los huelguistas, no tenían porque no hacerlo donde fuera necesario”.

Y concluye: “Fue directamente una amenaza. Indudablemente que salimos bastante preocupados y amedrentados, porque nunca nos hubiéramos imaginado una cosa semejante. La huelga fue levantada luego de distintas conversaciones. La masividad de la protesta fue notable. Directamente no hubo clases”.

El relevamiento del diario Jornada aporta más datos sobre este conflicto y la centralidad que le adjudicó el proceso dictatorial a controlarlo. El primer rasgo a destacar es que la intervención fue impuesta el 17 de octubre (no el 18, como recuerda Romero), día en que también asumía el nuevo gobierno provisional en Rawson, con una importante presencia de grupos que apoyaban la dictadura.

Con presencia del ministro de gobierno Simonet, el jefe de policía, prensa, ex alumnos y ex profesores, se imponía en el Colegio Nacional (y sus anexos Normal y Comercial), a Esteban Fermé a cargo del rectorado. La presencia de esa delegación brindaba indicios sobre la importancia del procedimiento y el temor de encontrar alguna resistencia.

Margara se dirigió al patio, donde los estudiantes se habían formado, y les comunicó la decisión que se acababa de tomar. Expresó que mientras durase la intervención permanecería ausente del establecimiento y se retiró sin esperar que Simonet hablara. Los estudiantes “rubricaron con prolongada y sostenida salva de aplausos las palabras del doctor Margara, significando de este modo evidentemente una adhesión” (Jornada, 18/10/55, p. 5).

Simonet sostuvo que la intervención pretendía investigar la actuación de cada profesor, prometiendo que Margara no sería desplazado de sus cátedras.

El diario relevó rumores sobre una posible huelga, sin poder confirmarla con los estudiantes. Sí entrevistó al interventor, quien exhortó “a los alumnos a concurrir a clase en los horarios habituales y que no cometieron actos descabellados que solamente perjudicarían a ellos mismos” (Jornada, 18/10/55, p. 6). La implícita amenaza no acobardó a los estudiantes.

Recién el 21 de octubre se publicaron novedades cuando el conflicto fue controlado por la intervención dictatorial. En la página 2 se tituló “La asistencia a clases en Secundaria fue Normal”, destacándose que durante el miércoles 19 los estudiantes no concurrieron casi en su totalidad, y si bien no hubo pronunciamiento formal la decisión de ir a la huelga circuló de boca en boca, hasta hacerse masiva.

Los estudiantes también dirigieron un telegrama al Ministerio de Educación, expresando su disconformidad. El peso que le dio la dictadura a esta acción se registra al observar que intervino la máxima autoridad de la provincia: el teniente de navío Schneidewind asumió el rectorado del Colegio Nacional tras la renuncia de Fermé, además de generar una tensa reunión con representantes estudiantiles, como ya se narró desde la memoria de Romero.

La situación en el Colegio fue de permanente persecución. Tras distintas citaciones a declarar, el 4 de noviembre la comisión investigadora local que presidía el ingeniero Jorge López cesanteó a seis profesores: el rector y vicerrector del Colegio Nacional, Margara y Heraclio Ruival; y a los profesores Celia de Vázquez, Delia de Polanco, Roberto Genovesio y Luis Marzullo. Además, se había intervenido con fuerzas policiales la Seccional 4ª de escuelas y se abrieron investigaciones contra Celso Romero (inspector seccional), el inspector de zona Alberto Gómez Huarte, y el director adscripto David Topi, quienes no podían alejarse de la zona sin autorización. La continuidad de conflictos estudiantiles en el país y la centralidad que a detener esa situación le daba la dictadura, se denotan en otras dos noticias publicadas. El 10 de noviembre se reseñó que por una huelga estudiantil se reintegró a una directora en Ezeiza, Provincia de Buenos Aires, y el gobierno decidió al otro día la culminación de las clases en todo el país: “La medida está fundada en razones de orden técnico y ha sido adoptada ante la necesidad de resolver inmediatamente los problemas creados en los establecimientos de Enseñanza por el régimen depuesto” (Jornada, 12/11/55, p. 1).


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