Iris Bejar recuerda vívidamente el día en que la despidieron de su trabajo O de su trabajo en. Justo antes de volver de vacaciones, “me llamó por teléfono la ministra Cecilia Torres Otarola y me dijo que ya no estaba más en mi cargo”.
El despido la sorprendió. Es que guardaba más de 30 años en la función pública. “Me dolió y hasta el día de hoy me duele la manera en la que me sacaron. La ministra lo hizo de una manera muy desordenada”, considera Bejar.
En JornadaPlay la trabajadora social, recientemente jubilada, contó parte de la historia de su labor con los adultos mayores de Trelew y de una vocación que descubrió a los 9 años.
“El destino ya estaba marcado. Vengo de una familia humilde de 12 hermanos, y antes los papás te ponían a trabajar. A los 9 años cuidaba chicos y a su vez le hacía compañía a una abuela, ahí empezó todo”.
Abordar el hambre en la ciudad ha sido su otra misión como referente y apoyo de asociaciones vecinales. “En el año 1989 empecé a trabajar ad honorem para el Rotary Club y la Iglesia Católica. En ese tiempo usurpé una casa en el barrio Menfa. Con el tiempo me ofrecieron trabajo en un puesto público y me pude mudar a una casa. Tuve un comedor comunitario donde llegué a tener más de 100 chicos y abuelos”.
Iris Bejar recuerda vívidamente el día en que la despidieron de su trabajo O de su trabajo en. Justo antes de volver de vacaciones, “me llamó por teléfono la ministra Cecilia Torres Otarola y me dijo que ya no estaba más en mi cargo”.
El despido la sorprendió. Es que guardaba más de 30 años en la función pública. “Me dolió y hasta el día de hoy me duele la manera en la que me sacaron. La ministra lo hizo de una manera muy desordenada”, considera Bejar.
En JornadaPlay la trabajadora social, recientemente jubilada, contó parte de la historia de su labor con los adultos mayores de Trelew y de una vocación que descubrió a los 9 años.
“El destino ya estaba marcado. Vengo de una familia humilde de 12 hermanos, y antes los papás te ponían a trabajar. A los 9 años cuidaba chicos y a su vez le hacía compañía a una abuela, ahí empezó todo”.
Abordar el hambre en la ciudad ha sido su otra misión como referente y apoyo de asociaciones vecinales. “En el año 1989 empecé a trabajar ad honorem para el Rotary Club y la Iglesia Católica. En ese tiempo usurpé una casa en el barrio Menfa. Con el tiempo me ofrecieron trabajo en un puesto público y me pude mudar a una casa. Tuve un comedor comunitario donde llegué a tener más de 100 chicos y abuelos”.