Lourdes, en defensa de la inclusión

Tiene 12 años, vive en Trelew y padece acondroplasia genética (baja talla) y contó junto a su madre cómo ha sido su lucha desde que nació para convivir con esta patología. La mirada de la gente, la falta de empatía y el llamado a una sociedad más inclusiva es el mensaje que ambas resaltan en su testimonio.

21 NOV 2020 - 9:28 | Actualizado

Detrás de las palabras se pone todo lo que una nena de 12 años y su familia luchan todos los días. Lourdes Guerrero pasó 21 días en terapia intensiva por una complicación en el embarazo de su madre. No era igual que los otros chicos que estaban en el hospital, a ella solo le crecía el torso y no las extremidades. Carina Carabajal, su mamá, les señaló la anormalidad a los médicos: “Lo primero que me dijeron fue que necesitaba un psiquiatra porque al mismo tiempo yo había perdido a mi otro bebé y eso, supuestamente, hacía que yo buscara una enfermedad en Lourdes”.

Cuando detectaron que padecía acondroplasia genética, en términos vulgares “enanismo”, comenzaron los viajes a Buenos Aires. “Lo primero que nos aconsejaron allá”, contó Carabajal, fue que la burla y los chistes iban a estar presentes en la vida de su hija mientras la sociedad continuara viendo la discapacidad antes de ver a la persona.

“No es lindo que la gente te quede mirando de arriba abajo como si fueras algo distinto”, contó Lourdes. Aun así, a su corta edad, admite que no le afectaron tanto las burlas: “Lo que me pasaba lo podía charlar con mi mamá y después se me pasaba”.

Pese a eso, la joven sintió las desigualdades. Hizo tenis y natación, pero dejó porque había cosas que no le gustaban. “A los chicos con discapacidad nos separan por un lado a y a los 'normales' por otro”.

Su mamá sabe que el futuro de su hija no está resuelto y comparte los mismos temores que cualquier otro padre. “Una persona con enanismo pasa por cirugías, enfermedades, sufren otitis crónica y dolor de oídos, por eso necesitan tratamiento de por vida”.

Con el fin de evitar la desproporción social con Lourdes hicieron todo al revés. Fue a una escuela pública, tomó clases de murga, hizo teatro y hoy practica carate y repostería.

Aun así, su madre señala que no hay inclusión social y coincide en que los discapacitados son naturalmente forzados a formar “un grupo aparte” en distintos ámbitos de la vida cotidiana, reforzando la idea de que no son integrados a la sociedad.

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21 NOV 2020 - 9:28

Detrás de las palabras se pone todo lo que una nena de 12 años y su familia luchan todos los días. Lourdes Guerrero pasó 21 días en terapia intensiva por una complicación en el embarazo de su madre. No era igual que los otros chicos que estaban en el hospital, a ella solo le crecía el torso y no las extremidades. Carina Carabajal, su mamá, les señaló la anormalidad a los médicos: “Lo primero que me dijeron fue que necesitaba un psiquiatra porque al mismo tiempo yo había perdido a mi otro bebé y eso, supuestamente, hacía que yo buscara una enfermedad en Lourdes”.

Cuando detectaron que padecía acondroplasia genética, en términos vulgares “enanismo”, comenzaron los viajes a Buenos Aires. “Lo primero que nos aconsejaron allá”, contó Carabajal, fue que la burla y los chistes iban a estar presentes en la vida de su hija mientras la sociedad continuara viendo la discapacidad antes de ver a la persona.

“No es lindo que la gente te quede mirando de arriba abajo como si fueras algo distinto”, contó Lourdes. Aun así, a su corta edad, admite que no le afectaron tanto las burlas: “Lo que me pasaba lo podía charlar con mi mamá y después se me pasaba”.

Pese a eso, la joven sintió las desigualdades. Hizo tenis y natación, pero dejó porque había cosas que no le gustaban. “A los chicos con discapacidad nos separan por un lado a y a los 'normales' por otro”.

Su mamá sabe que el futuro de su hija no está resuelto y comparte los mismos temores que cualquier otro padre. “Una persona con enanismo pasa por cirugías, enfermedades, sufren otitis crónica y dolor de oídos, por eso necesitan tratamiento de por vida”.

Con el fin de evitar la desproporción social con Lourdes hicieron todo al revés. Fue a una escuela pública, tomó clases de murga, hizo teatro y hoy practica carate y repostería.

Aun así, su madre señala que no hay inclusión social y coincide en que los discapacitados son naturalmente forzados a formar “un grupo aparte” en distintos ámbitos de la vida cotidiana, reforzando la idea de que no son integrados a la sociedad.


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