Se retira la "Dama de las medias"

15 DIC 2020 - 8:56 | Actualizado

Cierra “Casa Verónica”, un emblemático comercio de lencería arraigado hace medio siglo en el corazón de Trelew. Con 51 años de trayectoria en el mercado de la ropa interior se retiró María Delia Reinhart. Se retiró la “Dama de las medias”.

Su historia cuenta en parte la historia de la ciudad. No han sido pocos los embates que atentaron contra el cierre definitivo de su comercio. El 2019 fue económicamente duro, pero el 2020 aún peor. “Pasé tres periodos malos desde el punto de vista financiero, pero como los últimos años ninguno. Fue la peor época de toda mi vida”, repasó Reinhart en una nota con JornadaPlay.

Si el futuro sucediera antes que el pasado, podría decirse que a María Reinhart la invade la misma pena que cuando terminó 6° grado del primario y se dio cuenta de que no había plata en la casa. Debía trabajar. Empezando con su papá, que era albañil. “Hago cosas desde los 13 años. De a poco la gente que me conocía me fue sacando de la calle y llevándome a otros lugares. Pasé por una fábrica hasta que el doctor Atilio Viglione me dijo que me vaya de ahí porque me hacía mal todo ese nailon que volaba en mi sector de trabajo. Después vino el Sr. Antón y me dio empleo en una fiambrería y verdulería, por mucho tiempo. De ahí me fui con Ignacio Rivas a su oficina. Tenía un taburete y un libro muy grande donde hacía las anotaciones”, recuerda.

Fue divertido descubrir su vocación de vendedora. Cuando se casó y fueron de vacaciones con su pareja vio en algún lugar de Mendoza una casa chiquita donde vendían medias. Recuerda las estanterías llenas de cajas de colores y dos viejitas detrás del mostrador. Fue como si los detalles más mínimos de aquella imagen atrajeran de repente su atención.

Lo cierto es que, al cabo de un tiempo, su marido la citó y le dijo: “Vos no vas a trabajar más en ningún lado”. Se asustó, cuenta María, porque no sirve para estar adentro de la casa. A continuación, la calmó diciéndole que él, con la ayuda de su papá, le iba a poner un local chiquito en el centro para que vendiera medias, que es lo que a ella le gustaba hacer. Y como lo dijo lo hizo.

Aún recuerda el ritmo de la casa de medias, ella que acumula en su mente las mejores viejas épocas. Tal vez no sea su mejor historia, pero le encanta acordarse cuando un desconocido entró al local: “¿Tiene medias sexis para regalarle a mi señora? Me preguntó y le mostré toda la mercadería. Llevó una y hasta se la envolví para regalo. Y se fue. Un día de invierno el lugar estaba alborotado de gente y este mismo señor entró junto a su pareja. Yo le pregunté cómo le habían funcionado las medias a su pareja”, entonces el señor le disparó una mirada fácil de entender, “y mientras, con señales de las manos, insinuaba que me calle la boca”.

Acá crie a mis tres hijos, a mi nieta y mi bisnieta”, confiesa. “Tuve épocas de mucho trabajo hasta que empezaron a andar mal las cosas. Es difícil porque ya no puedo pagar alquiler. Al no tener ventas no puedo ir a comprar mercadería a Buenos Aires porque, además, los proveedores también dejaron de trabajar”. Otro factor que se suma es que la fábrica a la que hace 50 años le vendía las medias también cerró por motivos económicos. “Me quedé sin nada. Y a eso se le sumó la pandemia”, señala y en los ojos se refleja la tristeza que intenta disimular entre sonrisas que se apagan fácilmente. Con lágrimas en los ojos confiesa: “Los clientes no quieren que me vaya, pero me tengo que ir”.

Como esos temporales que se llevan consigo ciudades enteras, este virus, que surgió de la nada, se llevó parte de la vida de la vendedora. Cierra “Casa Verónica” y mientras en torno a la Plaza Independencia algunos comerciantes se preparan para abrir sus establecimientos, la "Dama de las medias" escucha desde su local el tráfico en el viento que sopla por la calle, voces, risas, con la desagradable sensación de que el mundo sigue adelante, incluso sin ella.

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15 DIC 2020 - 8:56

Cierra “Casa Verónica”, un emblemático comercio de lencería arraigado hace medio siglo en el corazón de Trelew. Con 51 años de trayectoria en el mercado de la ropa interior se retiró María Delia Reinhart. Se retiró la “Dama de las medias”.

Su historia cuenta en parte la historia de la ciudad. No han sido pocos los embates que atentaron contra el cierre definitivo de su comercio. El 2019 fue económicamente duro, pero el 2020 aún peor. “Pasé tres periodos malos desde el punto de vista financiero, pero como los últimos años ninguno. Fue la peor época de toda mi vida”, repasó Reinhart en una nota con JornadaPlay.

Si el futuro sucediera antes que el pasado, podría decirse que a María Reinhart la invade la misma pena que cuando terminó 6° grado del primario y se dio cuenta de que no había plata en la casa. Debía trabajar. Empezando con su papá, que era albañil. “Hago cosas desde los 13 años. De a poco la gente que me conocía me fue sacando de la calle y llevándome a otros lugares. Pasé por una fábrica hasta que el doctor Atilio Viglione me dijo que me vaya de ahí porque me hacía mal todo ese nailon que volaba en mi sector de trabajo. Después vino el Sr. Antón y me dio empleo en una fiambrería y verdulería, por mucho tiempo. De ahí me fui con Ignacio Rivas a su oficina. Tenía un taburete y un libro muy grande donde hacía las anotaciones”, recuerda.

Fue divertido descubrir su vocación de vendedora. Cuando se casó y fueron de vacaciones con su pareja vio en algún lugar de Mendoza una casa chiquita donde vendían medias. Recuerda las estanterías llenas de cajas de colores y dos viejitas detrás del mostrador. Fue como si los detalles más mínimos de aquella imagen atrajeran de repente su atención.

Lo cierto es que, al cabo de un tiempo, su marido la citó y le dijo: “Vos no vas a trabajar más en ningún lado”. Se asustó, cuenta María, porque no sirve para estar adentro de la casa. A continuación, la calmó diciéndole que él, con la ayuda de su papá, le iba a poner un local chiquito en el centro para que vendiera medias, que es lo que a ella le gustaba hacer. Y como lo dijo lo hizo.

Aún recuerda el ritmo de la casa de medias, ella que acumula en su mente las mejores viejas épocas. Tal vez no sea su mejor historia, pero le encanta acordarse cuando un desconocido entró al local: “¿Tiene medias sexis para regalarle a mi señora? Me preguntó y le mostré toda la mercadería. Llevó una y hasta se la envolví para regalo. Y se fue. Un día de invierno el lugar estaba alborotado de gente y este mismo señor entró junto a su pareja. Yo le pregunté cómo le habían funcionado las medias a su pareja”, entonces el señor le disparó una mirada fácil de entender, “y mientras, con señales de las manos, insinuaba que me calle la boca”.

Acá crie a mis tres hijos, a mi nieta y mi bisnieta”, confiesa. “Tuve épocas de mucho trabajo hasta que empezaron a andar mal las cosas. Es difícil porque ya no puedo pagar alquiler. Al no tener ventas no puedo ir a comprar mercadería a Buenos Aires porque, además, los proveedores también dejaron de trabajar”. Otro factor que se suma es que la fábrica a la que hace 50 años le vendía las medias también cerró por motivos económicos. “Me quedé sin nada. Y a eso se le sumó la pandemia”, señala y en los ojos se refleja la tristeza que intenta disimular entre sonrisas que se apagan fácilmente. Con lágrimas en los ojos confiesa: “Los clientes no quieren que me vaya, pero me tengo que ir”.

Como esos temporales que se llevan consigo ciudades enteras, este virus, que surgió de la nada, se llevó parte de la vida de la vendedora. Cierra “Casa Verónica” y mientras en torno a la Plaza Independencia algunos comerciantes se preparan para abrir sus establecimientos, la "Dama de las medias" escucha desde su local el tráfico en el viento que sopla por la calle, voces, risas, con la desagradable sensación de que el mundo sigue adelante, incluso sin ella.


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