Del año que vivimos en peligro al año en que no habrá excusas para no despegar

Leé La Columna del Domingo, el análisis de la edición impresa de Jornada.

26 DIC 2020 - 20:12 | Actualizado

El de hoy es último editorial del año. Es la época en donde los balances abundan y los pronósticos abruman. Como hace casi 67 años, Jornada ha aportado en todas las épocas una mirada chubutense a los dilemas de Chubut. Con aciertos y errores, desde esta columna y a lo largo de casi siete décadas se han venido aportando análisis, críticas y propuestas para mejorar la vida de los chubutenses.

Cuando Chubut nació como provincia en 1957, Jornada ya hacía cuatro años que contaba la realidad de esta vasta región. Alguna autoridad le cabe para seguir siendo una tribuna desde donde se proclaman ideas.

Ahora que aparece la luz al final del túnel con aspecto de vacuna, hay que mirar hacia adelante para que 2021 no sea otro año perdido. Si la situación sanitaria se encarrilla, habrá que tomar medidas de fondo, construir poder y demostrarles a los ciudadanos que alguien piensa que lo más importante es lo que hay que hacer por la Provincia, no seguir defendiendo intereses mezquinos de unos pocos, alimentando internas partidarias, haciendo acuerdos espurios o fomentando esa sensación de estado asambleario permanente en el que nadie lidera y la “voluntad popular” se la arroga el que grita más fuerte.

Agenda de cambios

No es posible que los empleados públicos sigan cobrando sus salarios de manera irregular. Ni que la mitad de esos trabajadores no haya ido ni una sola vez a trabajar durante casi toda la pandemia. Ni que cientos de miles de alumnos hayan tenido apenas 80 días de clases presenciales en los últimos dos años.

Tampoco es posible que los gremios de estatales hayan perdido el control de sus bases. La crisis de representatividad en este sector es preocupante.

La responsabilidad de hacer lo que hay que hacer con el Estado es exclusiva del gobernador Mariano Arcioni, al menos hasta 2023: hacer trabajar más y mejor a todos los empleados públicos; echar a los “ñoquis”; y dejar de despilfarrar en estructuras políticas innecesarias.

A Arcioni se le termina el tiempo de las excusas. Le quedan tres años de gobierno y debe gobernar. No tiene en el horizonte político nada más importante que terminar su gestión de la mejor manera posible.

Es el empleo, estúpido

No se puede seguir admitiendo que con tasas por encima del 10% de desocupación en la zona del Valle, por ejemplo, no haya una política de empleo clara para esa región.

Ya se cometió el error durante muchos años de convertir al Estado en una fábrica de empleo seguro. La crisis actual de los sueldos tiene que ver con la creación de ese virtual “Estado paterno” que les consiguió empleo a muchos sin previsiones y ahora no alcanza la plata para sostener a toda la cría. La salida de ese laberinto no será gratuita.

Es necesario que haya una expansión laboral. La obra pública podría ayudar en mucho para reactivar la economía. Pero también se requiere que el sector privado demande empleo y para eso se necesitan empresarios que arriesguen y políticas públicas claras y de fondo.

Tampoco se puede soslayar el despilfarro de cientos de millones de dólares de endeudamiento que muchos y diversos diputados provinciales ayudaron a conseguir a los gobiernos de turno. Ahora se hacen todos los distraídos. La fiesta es linda mientras dura. El problema es cuando hay que pagarla.

En menor medida, los municipios también se convirtieron en bolsas de trabajo que ahora hay que solventar con tarifas más altas que pagan los contribuyentes. Salvo Comodoro Rivadavia y su zona de influencia, en donde la mayor actividad industrial genuina nunca dejó de funcionar, más allá de los vaivenes del precio internacional de petróleo, en el resto de la provincia las actividades económicas apenas si logran sostener el carro para que no se dé vuelta.

El aluminio en Puerto Madryn y la pesca, en la ciudad portuaria y en Rawson, salvaron la ropa en medio de semejante crisis. Pero no alcanzan. Generan riqueza para unos pocos pero no derraman lo suficiente.

El turismo, la cuarta actividad que mueve el Producto Bruto Regional (PBR) de Chubut, está sujeta a cuestiones externas que la hacen inestable (hantavirus en la Cordillera, falta de nieve, ciudades cerradas por la pandemia, etcétera) y a una informalidad económica y laboral que genera muchos dólares pero no todos terminan volcándose en la economía “blanca” de la provincia.

Es una verdad de Perogrullo decir que a Chubut le faltan más actividades económicas. La minería golpea la puerta cada tanto pero nadie se anima a atender. El desarrollo nunca fue para temerosos.

Tampoco se puede seguir esperando que los gobernantes de turno se den cuenta que hay otra actividad por ahora subdesarrollada y poco valorada: la generación de energía en todas sus formas.

Tanto que se habla del agua (muchas veces, sin argumentos), resulta inadmisible que un recurso natural por excelencia no sea contemplado con visión estratégica para la construcción de un modelo de gestión territorial alternativo.

Tampoco se puede soslayar el viento, que hace rato dejó de ser una promesa. Ya es una realidad que genera enormes ganancias a las operadoras de los parques eólicos pero que deja pocos ingresos a la Provincia y casi ni una “gota” de la energía generada en los pueblos que los circundan. No hay que abonar ideas retrógradas como el “impuesto al viento” o tributos de ocasión, pero sí hay que barajar y dar de nuevo para que nadie sienta que se llevan mucho y dejan poco.

Además, es tiempo de sembrar las bases para tener un Sistema de Interconectado Eléctrico en Chubut, una obra de infraestructura fundamental para comenzar a revertir las décadas de atraso.

Hay mucho por hacer y en 2021 se debería comenzar a sentar las bases. Si la clase dirigente, la empresaria y las organizaciones sociales no se alinean para discutir en serio de qué va a vivir la Provincia, pues entonces seguirá habiendo un enorme hueco en el que se seguirán cayendo personas, empleos, empresas y proyectos políticos.

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26 DIC 2020 - 20:12

El de hoy es último editorial del año. Es la época en donde los balances abundan y los pronósticos abruman. Como hace casi 67 años, Jornada ha aportado en todas las épocas una mirada chubutense a los dilemas de Chubut. Con aciertos y errores, desde esta columna y a lo largo de casi siete décadas se han venido aportando análisis, críticas y propuestas para mejorar la vida de los chubutenses.

Cuando Chubut nació como provincia en 1957, Jornada ya hacía cuatro años que contaba la realidad de esta vasta región. Alguna autoridad le cabe para seguir siendo una tribuna desde donde se proclaman ideas.

Ahora que aparece la luz al final del túnel con aspecto de vacuna, hay que mirar hacia adelante para que 2021 no sea otro año perdido. Si la situación sanitaria se encarrilla, habrá que tomar medidas de fondo, construir poder y demostrarles a los ciudadanos que alguien piensa que lo más importante es lo que hay que hacer por la Provincia, no seguir defendiendo intereses mezquinos de unos pocos, alimentando internas partidarias, haciendo acuerdos espurios o fomentando esa sensación de estado asambleario permanente en el que nadie lidera y la “voluntad popular” se la arroga el que grita más fuerte.

Agenda de cambios

No es posible que los empleados públicos sigan cobrando sus salarios de manera irregular. Ni que la mitad de esos trabajadores no haya ido ni una sola vez a trabajar durante casi toda la pandemia. Ni que cientos de miles de alumnos hayan tenido apenas 80 días de clases presenciales en los últimos dos años.

Tampoco es posible que los gremios de estatales hayan perdido el control de sus bases. La crisis de representatividad en este sector es preocupante.

La responsabilidad de hacer lo que hay que hacer con el Estado es exclusiva del gobernador Mariano Arcioni, al menos hasta 2023: hacer trabajar más y mejor a todos los empleados públicos; echar a los “ñoquis”; y dejar de despilfarrar en estructuras políticas innecesarias.

A Arcioni se le termina el tiempo de las excusas. Le quedan tres años de gobierno y debe gobernar. No tiene en el horizonte político nada más importante que terminar su gestión de la mejor manera posible.

Es el empleo, estúpido

No se puede seguir admitiendo que con tasas por encima del 10% de desocupación en la zona del Valle, por ejemplo, no haya una política de empleo clara para esa región.

Ya se cometió el error durante muchos años de convertir al Estado en una fábrica de empleo seguro. La crisis actual de los sueldos tiene que ver con la creación de ese virtual “Estado paterno” que les consiguió empleo a muchos sin previsiones y ahora no alcanza la plata para sostener a toda la cría. La salida de ese laberinto no será gratuita.

Es necesario que haya una expansión laboral. La obra pública podría ayudar en mucho para reactivar la economía. Pero también se requiere que el sector privado demande empleo y para eso se necesitan empresarios que arriesguen y políticas públicas claras y de fondo.

Tampoco se puede soslayar el despilfarro de cientos de millones de dólares de endeudamiento que muchos y diversos diputados provinciales ayudaron a conseguir a los gobiernos de turno. Ahora se hacen todos los distraídos. La fiesta es linda mientras dura. El problema es cuando hay que pagarla.

En menor medida, los municipios también se convirtieron en bolsas de trabajo que ahora hay que solventar con tarifas más altas que pagan los contribuyentes. Salvo Comodoro Rivadavia y su zona de influencia, en donde la mayor actividad industrial genuina nunca dejó de funcionar, más allá de los vaivenes del precio internacional de petróleo, en el resto de la provincia las actividades económicas apenas si logran sostener el carro para que no se dé vuelta.

El aluminio en Puerto Madryn y la pesca, en la ciudad portuaria y en Rawson, salvaron la ropa en medio de semejante crisis. Pero no alcanzan. Generan riqueza para unos pocos pero no derraman lo suficiente.

El turismo, la cuarta actividad que mueve el Producto Bruto Regional (PBR) de Chubut, está sujeta a cuestiones externas que la hacen inestable (hantavirus en la Cordillera, falta de nieve, ciudades cerradas por la pandemia, etcétera) y a una informalidad económica y laboral que genera muchos dólares pero no todos terminan volcándose en la economía “blanca” de la provincia.

Es una verdad de Perogrullo decir que a Chubut le faltan más actividades económicas. La minería golpea la puerta cada tanto pero nadie se anima a atender. El desarrollo nunca fue para temerosos.

Tampoco se puede seguir esperando que los gobernantes de turno se den cuenta que hay otra actividad por ahora subdesarrollada y poco valorada: la generación de energía en todas sus formas.

Tanto que se habla del agua (muchas veces, sin argumentos), resulta inadmisible que un recurso natural por excelencia no sea contemplado con visión estratégica para la construcción de un modelo de gestión territorial alternativo.

Tampoco se puede soslayar el viento, que hace rato dejó de ser una promesa. Ya es una realidad que genera enormes ganancias a las operadoras de los parques eólicos pero que deja pocos ingresos a la Provincia y casi ni una “gota” de la energía generada en los pueblos que los circundan. No hay que abonar ideas retrógradas como el “impuesto al viento” o tributos de ocasión, pero sí hay que barajar y dar de nuevo para que nadie sienta que se llevan mucho y dejan poco.

Además, es tiempo de sembrar las bases para tener un Sistema de Interconectado Eléctrico en Chubut, una obra de infraestructura fundamental para comenzar a revertir las décadas de atraso.

Hay mucho por hacer y en 2021 se debería comenzar a sentar las bases. Si la clase dirigente, la empresaria y las organizaciones sociales no se alinean para discutir en serio de qué va a vivir la Provincia, pues entonces seguirá habiendo un enorme hueco en el que se seguirán cayendo personas, empleos, empresas y proyectos políticos.


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