Anuario 2020: delivery, DNI para circular y rezos con protocolo

Horarios estrictos, no más de 3 clientes, no más de uno por familia, colas, registro de nombres y teléfonos, alcohol en gel y barbijos obligatorios, pistolas de temperatura. Se vio en comercios de toda la provincia, obligados a respetar eso que empezamos a llamar “protocolos”.

30 DIC 2020 - 18:58 | Actualizado

El delivery explotó: desde comnida y remedios hasta artículos de consumo personal se distribuyeron puerta por puerta. El ingenio se maximizó para salvar locales y empleos. Sólo abriría lo imprescindible.

El objetivo fue bajar la circulación urbana al máximo y que quienes salieran corrieran el menor riesgo de contagio. La medida más extrema fue permitir las salidas a la vía pública según el día y la terminación del DNI. Para algunos, ideas absurdas. Para otros, remedios excepcionales para una situación excepcional. Debimos acostumbrarnos, aún a regañadientes.

Tampoco hubo deporte y las actividades físicas se habilitaron muy lento, priorizando las que no tuvieran contacto humano. Runners y ciclistas hicieron lo suyo con distancia.

La actividad cultural se paralizó: sin cines ni teatros ni shows. Se suspendieron los espectáculos masivos y generó gran perjuicio económico en esta cadena, desde firmas de catering hasta los DJ´s. Las salidas fueron creativas, cuando no desesperadas: autocines, venta de combos de pochoclo y gaseosas, alquiler de espacios para otras actividades habilitadas, streaming.

Los extremos de la vida se transitaron en soledad. Hospitales y clínicas permitieron sólo a los padres estar en los nacimientos y los bebés conocieron a sus familias, en muchos casos, por videollamada. Ni besos ni abrazos ni caricias. Del otro lado, se suspendieron los velorios. Quienes pudieron dar el último adiós fueron contados con las manos y en situaciones muy íntimas. Los entierros se convirtieron en trámites administrativos que se miran desde la reja del cementerio.

Las iglesias y sedes de todos los cultos tampoco pudieron abrir a sus fieles. Hoy por hoy sus agendas se reactivaron pero con pocos creyentes por sala. Ni agua bendita se usa.

Sufrieron fuerte los cuentapropistas, los trabajadores que recorren las ciudades desde temprano ofreciendo tortas fritas, pan, frutillas, o desmalezar patios y jardines.

Sin embargo, el sector que primero cerró y que será el último en activarse por completo es el turismo, uno de los motores económicos de la provincia. La Hoya, los pingüinos, las ballenas, los múltiples paisajes paradisíacos sufrieron un durísimo golpe ante las restricciones para la circulación interna y, especialmente, las prohibiciones para ingresar a Chubut. Las reservas se derrumbaron y hubo durísimos cruces con el Ministerio de Salud, el guardián más celoso de poner límites. En la última parte del año se levantaron algunas barreras y pudieron verse, por ejemplo, avistajes con barbijo.

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30 DIC 2020 - 18:58

El delivery explotó: desde comnida y remedios hasta artículos de consumo personal se distribuyeron puerta por puerta. El ingenio se maximizó para salvar locales y empleos. Sólo abriría lo imprescindible.

El objetivo fue bajar la circulación urbana al máximo y que quienes salieran corrieran el menor riesgo de contagio. La medida más extrema fue permitir las salidas a la vía pública según el día y la terminación del DNI. Para algunos, ideas absurdas. Para otros, remedios excepcionales para una situación excepcional. Debimos acostumbrarnos, aún a regañadientes.

Tampoco hubo deporte y las actividades físicas se habilitaron muy lento, priorizando las que no tuvieran contacto humano. Runners y ciclistas hicieron lo suyo con distancia.

La actividad cultural se paralizó: sin cines ni teatros ni shows. Se suspendieron los espectáculos masivos y generó gran perjuicio económico en esta cadena, desde firmas de catering hasta los DJ´s. Las salidas fueron creativas, cuando no desesperadas: autocines, venta de combos de pochoclo y gaseosas, alquiler de espacios para otras actividades habilitadas, streaming.

Los extremos de la vida se transitaron en soledad. Hospitales y clínicas permitieron sólo a los padres estar en los nacimientos y los bebés conocieron a sus familias, en muchos casos, por videollamada. Ni besos ni abrazos ni caricias. Del otro lado, se suspendieron los velorios. Quienes pudieron dar el último adiós fueron contados con las manos y en situaciones muy íntimas. Los entierros se convirtieron en trámites administrativos que se miran desde la reja del cementerio.

Las iglesias y sedes de todos los cultos tampoco pudieron abrir a sus fieles. Hoy por hoy sus agendas se reactivaron pero con pocos creyentes por sala. Ni agua bendita se usa.

Sufrieron fuerte los cuentapropistas, los trabajadores que recorren las ciudades desde temprano ofreciendo tortas fritas, pan, frutillas, o desmalezar patios y jardines.

Sin embargo, el sector que primero cerró y que será el último en activarse por completo es el turismo, uno de los motores económicos de la provincia. La Hoya, los pingüinos, las ballenas, los múltiples paisajes paradisíacos sufrieron un durísimo golpe ante las restricciones para la circulación interna y, especialmente, las prohibiciones para ingresar a Chubut. Las reservas se derrumbaron y hubo durísimos cruces con el Ministerio de Salud, el guardián más celoso de poner límites. En la última parte del año se levantaron algunas barreras y pudieron verse, por ejemplo, avistajes con barbijo.


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