A 40 años del "Tejerazo", el fallido golpe de Estado que marcó a España

El "Tejerazo", conmemorado hoy en España en su 40° aniversario, fue un fallido golpe de Estado militar que consolidó la incipiente democracia tras la extensa dictadura franquista (1939-1975) y desató una sinfín de teorías conspirativas que siguen siendo debatidas en la actualidad.

23 FEB 2021 - 12:10 | Actualizado 06 NOV 2022 - 18:11

La ceremonia por el aniversario reunió al Congreso y al rey Felipe VI, cuyo padre Juan Carlos I, abdicado en 2014, jugó un rol decisivo para frenar la intentona, aunque muchos continúan sospechando hoy de posibles vínculos con los golpistas.

Tal vez, la imagen más icónica de aquel 23 de febrero de 1981 sea la de oficiales armados irrumpiendo en el Congreso de Diputados, bajo el mando de Antonio Tejero, el teniente coronel de la Guardia Civil que, pistola en mano, encabezó la lluvia de disparos a la bóveda del edificio.

La otra imagen que quedó impresa en la memoria de todos los españoles es la de los legisladores en el piso, tratando de protegerse de los tiros, mientras el presidente de Gobierno saliente, Adolfo Suárez desafiaba a los golpistas de pie.

Antes de que irrumpieran los oficiales armados, los legisladores se preparaban para votar la investidura del Gobierno centrista de Leopoldo Calvo-Sotelo, quien asumiría como segundo presidente elegido en democracia, tras 37 años de dictadura.

Suárez, cada vez más aislado políticamente y sin apoyo, había renunciado sorpresivamente tras asistir a una reunión, avalada por el rey Juan Carlos I, con los mandos militares en el palacio real para intentar calmar la creciente tensión.

Tras conseguir la dimisión de Suárez, Alfonso Armada, un sinuoso y ambicioso general que había sido instructor militar del monarca y más tarde su secretario, entre 1976 y 1977, intentó aprovechar su cercanía con la Corona para conseguir que lo designara candidato a presidente del gobierno.

Sin embargo, cuando las cosas no resultaron como Armada había planeado y el monarca eligió a Calvo-Sotelo, aceleró los preparativos del golpe, solo seis años después de la muerte del dictador Francisco Franco.

Horas después del asalto al Congreso, el capitán general Jaime Milans del Bosch, un veterano del bando franquista durante la Guerra Civil, ordenó sacar los tanques a las calles de Valencia y redactar un decreto para instalar el estado de excepción bajo su mando.

En medio de la tensión y el temor de una población que aún sangraba las heridas de la Guerra Civil de 1936-1939 y de la cruenta dictadura franquista posterior, el silencio del rey Juan Carlos I, recluido en el Palacio de la Zarzuela, resonó con más fuerza durante el día.

Por eso, cuando a la noche el monarca instó a los capitanes a respetar la legalidad democrática de una joven Constitución que había nacido apenas tres años atrás, en 1978, la mayoría del país que no añoraba el pasado franquista volvió a respirar.

En esas vertiginosas horas, dos decisiones del monarca fueron decisivas: primero le impidió a Armada ingresar a la Zarzuela, y luego lo desautorizó para acudir en su nombre al Congreso, donde pretendía erigirse ante un Gobierno de facto que se decía de unidad nacional.

"La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum", dijo, finalmente el rey a la madrugada en una cadena nacional por televisión.

La toma del Congreso duró 17 horas y media; los golpistas se dieron por vencidos el martes 24 al mediodía.

Pese a las dudas que aún rondan sobre el rol que tuvo el rey en el intento de golpe, en ese momento Juan Carlos I salió fortalecido de esa dramática jornada.

Hasta la revista Times se ufanó de la imagen del monarca, a quien describió como "uno de los héroes más inverosímiles e inspiradores de la libertad del siglo XX, desafiando un intento de golpe militar que buscaba subvertir la incipiente democracia posfranquista española".

Los militares dijeron iniciar una transformación interna, pero no se hicieron purgas masivas. Sí, en cambio, se promovieron líderes con perfiles más cercanos a los nuevos principios democráticos; se profesionalizaron las filas, se abolió el servicio militar obligatorio y se permitió el ingreso a mujeres.

También en estos años muchos militares dieron el salto a la política y se sumaron a diversos partidos políticos, una relación que volvió a ganar los titulares a fines de 2020 cuando trascendió un chat privado de militares retirados virulentamente críticos con el actual Gobierno socialista, en el que incluso proponen "fusilar" a 26 millones de españoles.

23 FEB 2021 - 12:10

La ceremonia por el aniversario reunió al Congreso y al rey Felipe VI, cuyo padre Juan Carlos I, abdicado en 2014, jugó un rol decisivo para frenar la intentona, aunque muchos continúan sospechando hoy de posibles vínculos con los golpistas.

Tal vez, la imagen más icónica de aquel 23 de febrero de 1981 sea la de oficiales armados irrumpiendo en el Congreso de Diputados, bajo el mando de Antonio Tejero, el teniente coronel de la Guardia Civil que, pistola en mano, encabezó la lluvia de disparos a la bóveda del edificio.

La otra imagen que quedó impresa en la memoria de todos los españoles es la de los legisladores en el piso, tratando de protegerse de los tiros, mientras el presidente de Gobierno saliente, Adolfo Suárez desafiaba a los golpistas de pie.

Antes de que irrumpieran los oficiales armados, los legisladores se preparaban para votar la investidura del Gobierno centrista de Leopoldo Calvo-Sotelo, quien asumiría como segundo presidente elegido en democracia, tras 37 años de dictadura.

Suárez, cada vez más aislado políticamente y sin apoyo, había renunciado sorpresivamente tras asistir a una reunión, avalada por el rey Juan Carlos I, con los mandos militares en el palacio real para intentar calmar la creciente tensión.

Tras conseguir la dimisión de Suárez, Alfonso Armada, un sinuoso y ambicioso general que había sido instructor militar del monarca y más tarde su secretario, entre 1976 y 1977, intentó aprovechar su cercanía con la Corona para conseguir que lo designara candidato a presidente del gobierno.

Sin embargo, cuando las cosas no resultaron como Armada había planeado y el monarca eligió a Calvo-Sotelo, aceleró los preparativos del golpe, solo seis años después de la muerte del dictador Francisco Franco.

Horas después del asalto al Congreso, el capitán general Jaime Milans del Bosch, un veterano del bando franquista durante la Guerra Civil, ordenó sacar los tanques a las calles de Valencia y redactar un decreto para instalar el estado de excepción bajo su mando.

En medio de la tensión y el temor de una población que aún sangraba las heridas de la Guerra Civil de 1936-1939 y de la cruenta dictadura franquista posterior, el silencio del rey Juan Carlos I, recluido en el Palacio de la Zarzuela, resonó con más fuerza durante el día.

Por eso, cuando a la noche el monarca instó a los capitanes a respetar la legalidad democrática de una joven Constitución que había nacido apenas tres años atrás, en 1978, la mayoría del país que no añoraba el pasado franquista volvió a respirar.

En esas vertiginosas horas, dos decisiones del monarca fueron decisivas: primero le impidió a Armada ingresar a la Zarzuela, y luego lo desautorizó para acudir en su nombre al Congreso, donde pretendía erigirse ante un Gobierno de facto que se decía de unidad nacional.

"La Corona, símbolo de la permanencia y unidad de la patria, no puede tolerar en forma alguna acciones o actitudes de personas que pretendan interrumpir por la fuerza el proceso democrático que la Constitución votada por el pueblo español determinó en su día a través de referéndum", dijo, finalmente el rey a la madrugada en una cadena nacional por televisión.

La toma del Congreso duró 17 horas y media; los golpistas se dieron por vencidos el martes 24 al mediodía.

Pese a las dudas que aún rondan sobre el rol que tuvo el rey en el intento de golpe, en ese momento Juan Carlos I salió fortalecido de esa dramática jornada.

Hasta la revista Times se ufanó de la imagen del monarca, a quien describió como "uno de los héroes más inverosímiles e inspiradores de la libertad del siglo XX, desafiando un intento de golpe militar que buscaba subvertir la incipiente democracia posfranquista española".

Los militares dijeron iniciar una transformación interna, pero no se hicieron purgas masivas. Sí, en cambio, se promovieron líderes con perfiles más cercanos a los nuevos principios democráticos; se profesionalizaron las filas, se abolió el servicio militar obligatorio y se permitió el ingreso a mujeres.

También en estos años muchos militares dieron el salto a la política y se sumaron a diversos partidos políticos, una relación que volvió a ganar los titulares a fines de 2020 cuando trascendió un chat privado de militares retirados virulentamente críticos con el actual Gobierno socialista, en el que incluso proponen "fusilar" a 26 millones de españoles.


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