Editorial / Querer gobernar sin ganar elecciones, hablar de moral con la bragueta abierta

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27 FEB 2021 - 20:44 | Actualizado

Pasaron apenas dieciséis días entre una visita y otra pero las diferencias fueron notables. El 9 de febrero se fue custodiado por la Policía, en medio de una turba que lo insultaba, le pateó el auto y le gritó “No es no”.

El jueves pasado, por las dudas, llegó de incógnito, estuvo varias horas reunido con el gobernador y los gremios de docentes y auxiliares de la Educación, y terminó saludando “puñito con puñito” a los gremialistas más combativos que hacía casi tres años dejaron a Chubut casi sin educación.

El rol clave que le cupo al ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, en la ardua negociación para destrabar el extenso conflicto docente fue destacado hasta por los propios sindicalistas que a comienzos de febrero se preguntaron para qué había venido.

Pero también hay entrelíneas que explican con mayor precisión cómo Chubut pudo hacerse en pocos días de más de 9.000 millones de pesos para dejar al día a los rangos 1 y 2 del sector docente y de auxiliares (sueldos de hasta 65.000 pesos de bolsillo); achicar a un mes de atraso al resto de este importante grupo de empleados públicos; saldar el medio aguinaldo de diciembre de todos los agentes estatales; y hasta devolver 100 millones de pesos de retención de Ganancias de los salarios más altos de la Administración Pública.

En principio, para que dejar blanco sobre negro, todos los fondos que se utilizarán para destrabar el conflicto docente son de Chubut. No hubo ayuda extra ni “salvataje”. En todo caso, el Ministerio de Economía armó una ingeniería financiera para disponer de ese dinero constante y sonante. El Gobierno eligió cambiar de acreedor: deberle a una tasa manejable al Estado nacional y empezar a saldar parte de la deuda con miles de empleados públicos que vienen reclamando hace tiempo.

Lo pudo hacer porque antes se refinanció la deuda sin mayores conflictos con los acreedores, como ocurre con otras provincias. Y también porque hubo un gestor político que muchos no suelen tener en cuenta, como el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Sergio Massa, que hace rato es el principal operador político de Chubut ante el Gobierno nacional.

El dedo acusador

Si alguien en el Gobierno provincial decía hace un mes que iban a destrabar el conflicto docente o que saldarían de una vez el aguinaldo de diciembre de todos los empleados públicos, probablemente hubiera sido internado por tener alucinaciones.

Arcioni está lejos de haber resuelto todos los problemas que tiene que resolver, pero que mañana arranque formalmente el ciclo lectivo es un logro político que nadie puede soslayar.

Hay ministros que siempre están al pie del cañón, como José Grazzini, el titular de Gobierno, y Oscar Antonena, el de Economía, que suelen recibir críticas desde la platea pero siempre están arriba del ring intentando acercar una solución.

Tampoco hay que soslayar esta nueva etapa en la relación con el vicegobernador Ricardo Sastre y varios intendentes, que no es menor para empezar a poner en caja la amplia agenda de problemas.

Como en aquel viejo dibujo animado en el que Mister Magoo conducía en medio de vías de tren sin ser embestido por la locomotora, o sobre una montaña rusa sin terminar estrellado contra el suelo, o en medio de edificios que se van derrumbando pero nunca recibe ni un escombro en la cabeza, el gobierno de Arcioni siempre parece estar a punto de estrellarse hasta que la realidad le da una nueva oportunidad.

Sin exagerar ni un poco, eso es lo que ha venido ocurriendo en todos estos años. Claro, sin olvidarse tampoco que en el medio ganó una reelección con una contundencia que ahora algunos –sobre todos en el peronismo de facto, ese en el que se detentan cargos que ningún afiliado votó- quieren poner en duda porque es difícil de explicar cómo alguien que tiene tantos problemas para conducir la provincia les ganó en las urnas.

Algunos dirigentes peronistas tienen que dejar de levantar el dedito acusador contra el Gobierno provincial y ponerse a trabajar para armar un proyecto serio que le permita al PJ volver al poder. Parafraseando a Aníbal Fernández, que siempre cuestiona ácidamente al macrismo por “hablar de moralidad con la bragueta abierta”, el peronismo de Chubut debería dejar de hablar todo el tiempo del que le ganó las últimas dos elecciones (legislativas de 2017 y generales de 2019) y subirse el cierre del pantalón.

Es la energía, estúpido

Hay una agenda paralela a la urgente que nunca hay que perder de vista. De hecho, hay muchos funcionarios, dirigentes políticos y gremiales que hace tiempo vienen marcando la importancia de diseñar un plan energético sobre el que debería montarse un desarrollo productivo integral que saque a Chubut de su “monocultivo”, la extracción de petróleo.

La semana pasada, el secretario de Energía de la Nación, el neuquino Darío Martínez, se reunió vía Zoom con autoridades provinciales e intendentes, con la gestión del diputado nacional Santiago Igon y del coordinador de Municipios de la Región Patagonia Sur del Ministerio del Interior de la Nación, Emanuel Coliñir.

El problema de las interrupciones constantes en el suministro de la energía eléctrica que acarrea, además, otros inconvenientes como el corte de agua o la pérdida de las comunicaciones, fue el eje central de la charla.

Gustavo Aguilera, el ministro de Infraestructura, explicó tras el encuentro que se habló puntualmente de los problemas de energía en Río Mayo, Río Senguer y Gobernador Costa, y lo que se está haciendo para solucionarlos. Además de la interconexión de Camarones.

El ministro se puso al hombro de su gestión años y años de desinversiones y se comprometió que antes de 2023 van a estar solucionados los problemas de estas localidades. Para ello hacen falta hacer inversiones fuertes que no se realizan de un día para el otro. Martínez escuchó con atención y prometió llegar a Chubut en las próximas semanas.

Poner en marcha un plan energético es clave. Es el camino que hay que empezar a cimentar si se pretende salir del pozo con una estrategia sólida. Si no, el riesgo es volver a patinar hacia el fondo.

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27 FEB 2021 - 20:44

Pasaron apenas dieciséis días entre una visita y otra pero las diferencias fueron notables. El 9 de febrero se fue custodiado por la Policía, en medio de una turba que lo insultaba, le pateó el auto y le gritó “No es no”.

El jueves pasado, por las dudas, llegó de incógnito, estuvo varias horas reunido con el gobernador y los gremios de docentes y auxiliares de la Educación, y terminó saludando “puñito con puñito” a los gremialistas más combativos que hacía casi tres años dejaron a Chubut casi sin educación.

El rol clave que le cupo al ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, en la ardua negociación para destrabar el extenso conflicto docente fue destacado hasta por los propios sindicalistas que a comienzos de febrero se preguntaron para qué había venido.

Pero también hay entrelíneas que explican con mayor precisión cómo Chubut pudo hacerse en pocos días de más de 9.000 millones de pesos para dejar al día a los rangos 1 y 2 del sector docente y de auxiliares (sueldos de hasta 65.000 pesos de bolsillo); achicar a un mes de atraso al resto de este importante grupo de empleados públicos; saldar el medio aguinaldo de diciembre de todos los agentes estatales; y hasta devolver 100 millones de pesos de retención de Ganancias de los salarios más altos de la Administración Pública.

En principio, para que dejar blanco sobre negro, todos los fondos que se utilizarán para destrabar el conflicto docente son de Chubut. No hubo ayuda extra ni “salvataje”. En todo caso, el Ministerio de Economía armó una ingeniería financiera para disponer de ese dinero constante y sonante. El Gobierno eligió cambiar de acreedor: deberle a una tasa manejable al Estado nacional y empezar a saldar parte de la deuda con miles de empleados públicos que vienen reclamando hace tiempo.

Lo pudo hacer porque antes se refinanció la deuda sin mayores conflictos con los acreedores, como ocurre con otras provincias. Y también porque hubo un gestor político que muchos no suelen tener en cuenta, como el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Sergio Massa, que hace rato es el principal operador político de Chubut ante el Gobierno nacional.

El dedo acusador

Si alguien en el Gobierno provincial decía hace un mes que iban a destrabar el conflicto docente o que saldarían de una vez el aguinaldo de diciembre de todos los empleados públicos, probablemente hubiera sido internado por tener alucinaciones.

Arcioni está lejos de haber resuelto todos los problemas que tiene que resolver, pero que mañana arranque formalmente el ciclo lectivo es un logro político que nadie puede soslayar.

Hay ministros que siempre están al pie del cañón, como José Grazzini, el titular de Gobierno, y Oscar Antonena, el de Economía, que suelen recibir críticas desde la platea pero siempre están arriba del ring intentando acercar una solución.

Tampoco hay que soslayar esta nueva etapa en la relación con el vicegobernador Ricardo Sastre y varios intendentes, que no es menor para empezar a poner en caja la amplia agenda de problemas.

Como en aquel viejo dibujo animado en el que Mister Magoo conducía en medio de vías de tren sin ser embestido por la locomotora, o sobre una montaña rusa sin terminar estrellado contra el suelo, o en medio de edificios que se van derrumbando pero nunca recibe ni un escombro en la cabeza, el gobierno de Arcioni siempre parece estar a punto de estrellarse hasta que la realidad le da una nueva oportunidad.

Sin exagerar ni un poco, eso es lo que ha venido ocurriendo en todos estos años. Claro, sin olvidarse tampoco que en el medio ganó una reelección con una contundencia que ahora algunos –sobre todos en el peronismo de facto, ese en el que se detentan cargos que ningún afiliado votó- quieren poner en duda porque es difícil de explicar cómo alguien que tiene tantos problemas para conducir la provincia les ganó en las urnas.

Algunos dirigentes peronistas tienen que dejar de levantar el dedito acusador contra el Gobierno provincial y ponerse a trabajar para armar un proyecto serio que le permita al PJ volver al poder. Parafraseando a Aníbal Fernández, que siempre cuestiona ácidamente al macrismo por “hablar de moralidad con la bragueta abierta”, el peronismo de Chubut debería dejar de hablar todo el tiempo del que le ganó las últimas dos elecciones (legislativas de 2017 y generales de 2019) y subirse el cierre del pantalón.

Es la energía, estúpido

Hay una agenda paralela a la urgente que nunca hay que perder de vista. De hecho, hay muchos funcionarios, dirigentes políticos y gremiales que hace tiempo vienen marcando la importancia de diseñar un plan energético sobre el que debería montarse un desarrollo productivo integral que saque a Chubut de su “monocultivo”, la extracción de petróleo.

La semana pasada, el secretario de Energía de la Nación, el neuquino Darío Martínez, se reunió vía Zoom con autoridades provinciales e intendentes, con la gestión del diputado nacional Santiago Igon y del coordinador de Municipios de la Región Patagonia Sur del Ministerio del Interior de la Nación, Emanuel Coliñir.

El problema de las interrupciones constantes en el suministro de la energía eléctrica que acarrea, además, otros inconvenientes como el corte de agua o la pérdida de las comunicaciones, fue el eje central de la charla.

Gustavo Aguilera, el ministro de Infraestructura, explicó tras el encuentro que se habló puntualmente de los problemas de energía en Río Mayo, Río Senguer y Gobernador Costa, y lo que se está haciendo para solucionarlos. Además de la interconexión de Camarones.

El ministro se puso al hombro de su gestión años y años de desinversiones y se comprometió que antes de 2023 van a estar solucionados los problemas de estas localidades. Para ello hacen falta hacer inversiones fuertes que no se realizan de un día para el otro. Martínez escuchó con atención y prometió llegar a Chubut en las próximas semanas.

Poner en marcha un plan energético es clave. Es el camino que hay que empezar a cimentar si se pretende salir del pozo con una estrategia sólida. Si no, el riesgo es volver a patinar hacia el fondo.


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