Una luchadora que vende tortas fritas y calzones rotos en la Costanera y se hizo viral en las redes

Verónica Reyes es madre de cinco hijas y gracias a internet los vecinos conocieron su producción casera y su esfuerzo para salir adelante. Su marca es “Comidas Caseras Amores Míos”. La pandemia la obligó a una vuelta de tuerca pero aún así sigue amasando a mano 10 kilos de masa cada día.

28 FEB 2021 - 19:54 | Actualizado

Por Ismael Tebes / @ismatebes

Las redes sociales expusieron una rutina que lleva ya varios años en “su” espacio sin límites, que recorre en la Playa Costanera. En ese ámbito, cada día de playa se convierte para ella en una oportunidad, en el modo más directo que entiende de hacer las cosas: con su propio esfuerzo. Elabora a diario sus productos, con un sello inconfundible y un toque casero que los hace únicos. Y solicitados. “Estoy feliz por el impacto que esta publicación. La hizo una prima y luego otra página la replicó, tuvo muchísimas visitas y se hizo tan conocida que la gente ya me conoce por mi nombre. Todos me llaman “Vero” y eso me acerca mucho más a la gente”.

Verónica Reyes es madre de cinco hijas, la inspiración que la ha llevado a comercializar comidas y hasta iniciar, su propio emprendimiento gastronómico nada casual en cuanto a su nombre, “Comidas Caseras Amores Míos” como reza su sitio en Facebook.

“Es algo sano, me encanta cocinar, siento que siempre fue lo mío. Además de ganarme la vida, mantener a mis hijas la considero una bendición”. Su historia comienza con la venta ambulante de churros, alternando su rol y sus obligaciones de mamá.

“Un día cualquiera de mi vida pasa haciendo cosas, no me gusta estar quieta; ni sentarme a esperar nada. Siempre trato de vender algo, inclusive con algo de la ganancia hice un pedido de ropa interior a Buenos Aires y voy a vender también lencería”, dijo Verónica ampliando su faceta comercial.

A diferencia de muchas actividades que debieron alterarse en la pandemia, decidió reinventarse y darle una “vuelta de rosca” a su tarea. “No tengo movilidad y eso me complicó un poco, siempre llevo los pedidos a pie o vienen a buscarlo a mi domicilio o en algún punto de encuentro”.

“A veces –lamenta- duelen un poco los brazos porque no tengo una amasadora industrial, amaso a mano, en promedio diez kilos de masa por día y todas las cosas que vendo, son caseras totalmente, íntegramente hechas por mí desde las tortas fritas hasta los calzones rotos. También hago las milanesas de mis sándwiches, amaso las empanadas y el picadillo también”.

Su historia de vida la llevó a asumir compromisos siendo apenas una adolescente y reconoce haber heredado de su madre, la “mano” para cocinar. “Me casé muy joven, tenía dieciseis años y fui mamá temprano. Con decirte que tengo 38 años, una hija de 21 e inclusive soy abuela. Empecé con la comida como trabajo con empanadas, pizzas y demás. Todo me lo enseñó mi mamá aunque también innové con la elaboración de sorrentinos y raviolones; hamburgue-pizzas y hamburguesones. Es increíble lo que se aprende mirando o simplemente, intentándolo”.

La venta es su modo de vida y sus hijas, el motor que potencia su esfuerzo. “El amor es por ellas y para darles lo mejor a ellas”. Disfruta que sus ocasionales clientes la identifiquen por su nombre y con conocimiento de su trabajo, a partir del boom provocado en las redes. “Comprénle que ésta señora anda vendiendo sus calzones. Se compartió tanto la publicación que se hizo viral. La gente que me compra me dice “Vero” o “Verito” y eso es incomparable”, describe.

“Yo solía hacer y las llevaba a distintas ferias, son las empanadas de manzana pero con el calor del horno en esta época del año, se hace complicado. Salen mucho, antes de la pandemia, vendía diez docenas en un lapso de cuatro a cinco horas. Todo lo que es comida se vende, lo que uno quiere y sale del corazón, se vende. Hay trabajo cuando hay ganas”.

Determinación

Sin delivery, con el solo empuje de su determinación, en el medio de los protocolos explica que siempre se puede proponer algo diferente.

“En fiestas patrias llegué a vender setenta porciones de locro; en Navidad y Año Nuevo caigo muy tarde con la comida que logró rescatar porque a veces no me queda ni para mí. Todo el año siento que tengo trabajo. Hago empanadas de atún; tartas y roscas de Pascua en Semana Santa”, promocionó.

Cargada con sus implementos, con cuatro contenedores plásticos llenos de mercadería, agradece a todos los que eligen saborear su “arte” y también sostienen su economía familiar.

“Le agradezco a Dios el don de cocinar, de las manos y por las enseñanzas de mi mamá que me enseñó a cocinar desde chica. Cocinar para la gente es un premio para mí, no solamente la manera de trabajar y mantenerme”.

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28 FEB 2021 - 19:54

Por Ismael Tebes / @ismatebes

Las redes sociales expusieron una rutina que lleva ya varios años en “su” espacio sin límites, que recorre en la Playa Costanera. En ese ámbito, cada día de playa se convierte para ella en una oportunidad, en el modo más directo que entiende de hacer las cosas: con su propio esfuerzo. Elabora a diario sus productos, con un sello inconfundible y un toque casero que los hace únicos. Y solicitados. “Estoy feliz por el impacto que esta publicación. La hizo una prima y luego otra página la replicó, tuvo muchísimas visitas y se hizo tan conocida que la gente ya me conoce por mi nombre. Todos me llaman “Vero” y eso me acerca mucho más a la gente”.

Verónica Reyes es madre de cinco hijas, la inspiración que la ha llevado a comercializar comidas y hasta iniciar, su propio emprendimiento gastronómico nada casual en cuanto a su nombre, “Comidas Caseras Amores Míos” como reza su sitio en Facebook.

“Es algo sano, me encanta cocinar, siento que siempre fue lo mío. Además de ganarme la vida, mantener a mis hijas la considero una bendición”. Su historia comienza con la venta ambulante de churros, alternando su rol y sus obligaciones de mamá.

“Un día cualquiera de mi vida pasa haciendo cosas, no me gusta estar quieta; ni sentarme a esperar nada. Siempre trato de vender algo, inclusive con algo de la ganancia hice un pedido de ropa interior a Buenos Aires y voy a vender también lencería”, dijo Verónica ampliando su faceta comercial.

A diferencia de muchas actividades que debieron alterarse en la pandemia, decidió reinventarse y darle una “vuelta de rosca” a su tarea. “No tengo movilidad y eso me complicó un poco, siempre llevo los pedidos a pie o vienen a buscarlo a mi domicilio o en algún punto de encuentro”.

“A veces –lamenta- duelen un poco los brazos porque no tengo una amasadora industrial, amaso a mano, en promedio diez kilos de masa por día y todas las cosas que vendo, son caseras totalmente, íntegramente hechas por mí desde las tortas fritas hasta los calzones rotos. También hago las milanesas de mis sándwiches, amaso las empanadas y el picadillo también”.

Su historia de vida la llevó a asumir compromisos siendo apenas una adolescente y reconoce haber heredado de su madre, la “mano” para cocinar. “Me casé muy joven, tenía dieciseis años y fui mamá temprano. Con decirte que tengo 38 años, una hija de 21 e inclusive soy abuela. Empecé con la comida como trabajo con empanadas, pizzas y demás. Todo me lo enseñó mi mamá aunque también innové con la elaboración de sorrentinos y raviolones; hamburgue-pizzas y hamburguesones. Es increíble lo que se aprende mirando o simplemente, intentándolo”.

La venta es su modo de vida y sus hijas, el motor que potencia su esfuerzo. “El amor es por ellas y para darles lo mejor a ellas”. Disfruta que sus ocasionales clientes la identifiquen por su nombre y con conocimiento de su trabajo, a partir del boom provocado en las redes. “Comprénle que ésta señora anda vendiendo sus calzones. Se compartió tanto la publicación que se hizo viral. La gente que me compra me dice “Vero” o “Verito” y eso es incomparable”, describe.

“Yo solía hacer y las llevaba a distintas ferias, son las empanadas de manzana pero con el calor del horno en esta época del año, se hace complicado. Salen mucho, antes de la pandemia, vendía diez docenas en un lapso de cuatro a cinco horas. Todo lo que es comida se vende, lo que uno quiere y sale del corazón, se vende. Hay trabajo cuando hay ganas”.

Determinación

Sin delivery, con el solo empuje de su determinación, en el medio de los protocolos explica que siempre se puede proponer algo diferente.

“En fiestas patrias llegué a vender setenta porciones de locro; en Navidad y Año Nuevo caigo muy tarde con la comida que logró rescatar porque a veces no me queda ni para mí. Todo el año siento que tengo trabajo. Hago empanadas de atún; tartas y roscas de Pascua en Semana Santa”, promocionó.

Cargada con sus implementos, con cuatro contenedores plásticos llenos de mercadería, agradece a todos los que eligen saborear su “arte” y también sostienen su economía familiar.

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