Revivir la tragedia: perder todo por segunda vez

La destrucción de la casa de una familia por los incendios. En 2011 también lo habían perdido todo.

13 MAR 2021 - 21:03 | Actualizado

Por Martín Tacón / Enviado especial -Fotografía: Daniel Feldman

Por ruta 25, entre Trelew y Tecka, vimos los primeros vestigios de la solidaridad. Camiones y camionetas enfilando hacia el oeste, cargadas de víveres y donaciones que serían destinadas a las familias afectadas por los incendios. En el ingreso a la Comarca, el drama se volvió palpable.

Las rutas atestadas de vehículos. Policías. Bomberos. Helicópteros. Viajantes que provenían de distintos puntos de la Patagonia con su baúl cargado de provisiones. Todos querían ayudar. Dar una mano. Solidarizarse.

Atravesamos El Hoyo, y sobre una curva en cuesta, en un mirador que alguna vez obsequió un panorama del paraíso, ahora era el avistamiento del espanto. La devastación.

Dos mujeres en un auto al costado del camino nos saludaron. Eran de Bariloche. Daban vueltas en círculos buscando a alguien a quien ayudar. Así de grande es el corazón del pueblo.

Una casa en ruinas

A un costado de la ruta, entre una profusión de árboles carbonizados y sobre un manto de cenizas, yacían los restos de una casa en ruinas. Devorada por el fuego. Sobre los escombros y algunos rescoldos aún humeantes, dos niñas jugaban con un perrito. Fue la primera imagen del horror.

La niña mayor se llamaba Lorena San Martín Damiana. “Lo que pasó acá es que por la noche el incendio llegó hasta la casa de mi abuelo y la quemó toda”, esas fueron sus primeras palabras. Sus padres, acostumbrados al ir y venir de vehículos ajenos por la sola razón de entregar un pedazo de su corazón, nos recibieron con una sonrisa al ver ingresar nuestro móvil de Jornada a su propiedad.

Las niñas jugaban en la casa quemada de su abuelo. Era la segunda vez en diez años que esa casa sufría la catástrofe del fuego. La niña mayor, mirando la inmensidad del bosque quemado a sus espaldas, siguió contando: “Los afectados perdieron todo, como le pasó a mi abuelo, por eso necesitan comida, agua y hogares. Mi abuelo perdió su invernadero y sus casas”. En ella aún residía un vestigio de esperanza. “Tal vez el bosque vuelva a recuperarse. Cuando estaba a punto de recuperarse del último incendio, otra vez se volvió a quemar. Y eso afectó los campos de murra que mi abuelo tenía en la entrada; mi mamá y yo hacíamos dulce con eso, pero ahora se quemó todo.

El padre de la niña vino a saludarnos. A la vera de ruta 40, en la Bajada de Ponce, Sebastián San Martín estaba junto a varios amigos que habían venido a ayudarlo a reconstruir la casa quemada. “Es la segunda vez que se nos quema la casa. Acá vive mi papá y nosotros. En el 2011 ya nos pasó una vez de haber perdido la casa y ahora nos pasó de nuevo”.

Sebastián relató la noche del horror. El primer incendio le enseñó que no hay que salir en vehículo por los cortes de ruta. Subió entonces a su bicicleta. “Yo estaba en El Bolsón, me vine en bicicleta. Papá estaba acá. Son momentos en que uno hace cosas y no se da cuenta con la adrenalina del momento”.

Cuatro días después del incendio, Sebastián ayudaba a su padre a reconstruir la casa. “Vienen todos los días, amigos de papá, amigos míos, la familia, nos dan una mano. Nosotros lo que necesitamos son herramientas y materiales de construcción para levantar cosas. No nos queremos quedar quietos. Mi papá tiene 70 años y es un golpe duro empezar de vuelta”.

La senda devastada

Nosotros seguimos camino hacia Lago Puelo, pero fue inevitable detenerse ante cada persona solicitando ayuda, cada casa destruida, cada buen samaritano que orillaba su camioneta para regalar una parte de su ser.

Sin quererlo, nos topamos con el taller de Marcelo, el mecánico que perdió su lugar de trabajo. El fuego le consumió también 12 autos de clientes que tenía en su propiedad. Una foto suya fue elegida foto del día en nuestro diario: en la imagen se venía a Marcelo junto a sus amigos reconstruyendo el taller, trepados a las altas estructuras de madera que habían erguido para poner en pie otra vez su empresa.

En todas partes, a un lado de la ruta, se encuentran los evacuados. Duermen en carpas. Duermen en chozas. Duermen bajo el primer techo que logran construir para pasar la noche. Porque si no acampan en su casa quemada, otros vendrán a quitarles las pertenencias que se salvaron. Así de dura es la vida de los desamparados. La gente resiste, de pie sobre un manto de cenizas.

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13 MAR 2021 - 21:03

Por Martín Tacón / Enviado especial -Fotografía: Daniel Feldman

Por ruta 25, entre Trelew y Tecka, vimos los primeros vestigios de la solidaridad. Camiones y camionetas enfilando hacia el oeste, cargadas de víveres y donaciones que serían destinadas a las familias afectadas por los incendios. En el ingreso a la Comarca, el drama se volvió palpable.

Las rutas atestadas de vehículos. Policías. Bomberos. Helicópteros. Viajantes que provenían de distintos puntos de la Patagonia con su baúl cargado de provisiones. Todos querían ayudar. Dar una mano. Solidarizarse.

Atravesamos El Hoyo, y sobre una curva en cuesta, en un mirador que alguna vez obsequió un panorama del paraíso, ahora era el avistamiento del espanto. La devastación.

Dos mujeres en un auto al costado del camino nos saludaron. Eran de Bariloche. Daban vueltas en círculos buscando a alguien a quien ayudar. Así de grande es el corazón del pueblo.

Una casa en ruinas

A un costado de la ruta, entre una profusión de árboles carbonizados y sobre un manto de cenizas, yacían los restos de una casa en ruinas. Devorada por el fuego. Sobre los escombros y algunos rescoldos aún humeantes, dos niñas jugaban con un perrito. Fue la primera imagen del horror.

La niña mayor se llamaba Lorena San Martín Damiana. “Lo que pasó acá es que por la noche el incendio llegó hasta la casa de mi abuelo y la quemó toda”, esas fueron sus primeras palabras. Sus padres, acostumbrados al ir y venir de vehículos ajenos por la sola razón de entregar un pedazo de su corazón, nos recibieron con una sonrisa al ver ingresar nuestro móvil de Jornada a su propiedad.

Las niñas jugaban en la casa quemada de su abuelo. Era la segunda vez en diez años que esa casa sufría la catástrofe del fuego. La niña mayor, mirando la inmensidad del bosque quemado a sus espaldas, siguió contando: “Los afectados perdieron todo, como le pasó a mi abuelo, por eso necesitan comida, agua y hogares. Mi abuelo perdió su invernadero y sus casas”. En ella aún residía un vestigio de esperanza. “Tal vez el bosque vuelva a recuperarse. Cuando estaba a punto de recuperarse del último incendio, otra vez se volvió a quemar. Y eso afectó los campos de murra que mi abuelo tenía en la entrada; mi mamá y yo hacíamos dulce con eso, pero ahora se quemó todo.

El padre de la niña vino a saludarnos. A la vera de ruta 40, en la Bajada de Ponce, Sebastián San Martín estaba junto a varios amigos que habían venido a ayudarlo a reconstruir la casa quemada. “Es la segunda vez que se nos quema la casa. Acá vive mi papá y nosotros. En el 2011 ya nos pasó una vez de haber perdido la casa y ahora nos pasó de nuevo”.

Sebastián relató la noche del horror. El primer incendio le enseñó que no hay que salir en vehículo por los cortes de ruta. Subió entonces a su bicicleta. “Yo estaba en El Bolsón, me vine en bicicleta. Papá estaba acá. Son momentos en que uno hace cosas y no se da cuenta con la adrenalina del momento”.

Cuatro días después del incendio, Sebastián ayudaba a su padre a reconstruir la casa. “Vienen todos los días, amigos de papá, amigos míos, la familia, nos dan una mano. Nosotros lo que necesitamos son herramientas y materiales de construcción para levantar cosas. No nos queremos quedar quietos. Mi papá tiene 70 años y es un golpe duro empezar de vuelta”.

La senda devastada

Nosotros seguimos camino hacia Lago Puelo, pero fue inevitable detenerse ante cada persona solicitando ayuda, cada casa destruida, cada buen samaritano que orillaba su camioneta para regalar una parte de su ser.

Sin quererlo, nos topamos con el taller de Marcelo, el mecánico que perdió su lugar de trabajo. El fuego le consumió también 12 autos de clientes que tenía en su propiedad. Una foto suya fue elegida foto del día en nuestro diario: en la imagen se venía a Marcelo junto a sus amigos reconstruyendo el taller, trepados a las altas estructuras de madera que habían erguido para poner en pie otra vez su empresa.

En todas partes, a un lado de la ruta, se encuentran los evacuados. Duermen en carpas. Duermen en chozas. Duermen bajo el primer techo que logran construir para pasar la noche. Porque si no acampan en su casa quemada, otros vendrán a quitarles las pertenencias que se salvaron. Así de dura es la vida de los desamparados. La gente resiste, de pie sobre un manto de cenizas.


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