El bosque enmudecido con islas de salvación

Crónica de un terreno quemado.

14 MAR 2021 - 21:03 | Actualizado

Por Martín Tacón / Fotografía Daniel Feldman / Enviados especiales

No se oye cantar a las aves. Silencio en el bosque. Lo que queda de él: cenizas. Troncos carbonizados sobre los caminos. Una chimenea en pie, solitaria. Una bañadera en medio de la nada. Un horno calcinado con una pila de ollas ennegrecidas. Una antena de DirecTV por el suelo. Árboles abrasados. Un letrero chamuscado que dice “Bienvenidos al paraíso”. La ironía impensada de un campo de batalla entre la devastación y la naturaleza.

De tanto en tanto, entre las negras tierras quemadas, surgen las islas de la salvación. Allí algunas casas se levantan, indemnes. Son los milagros en medio del horror. Sus propietarios tampoco lo pueden creer. Junto a sus casas señalan los gigantes robles, también intactos. Porque el roble es noble.

Poco a poco algunos van llegando. Son las familias que perdieron todo. Vuelven a sus terrenos, ahí donde antes estaban sus casas, donde ahora solo queda la memoria del humo. Caminan entre la destrucción. Escarban con el pie esperando encontrar algo. Buscan entre los escombros como un peritaje del dolor. Lo afectivo, destruido.

Pero también llegan los amigos. Esos hermanos del alma. Los que se solidarizan. Los que dan una mano. Traen sus herramientas y se ponen manos a la obra. No importa qué hacer: lo importante es ayudar.

Al otro lado de este silencio sepulcral, en la civilización, crecen las voces afectivas de los que organizan el soporte solidario. En el Cuartel de Bomberos Voluntarios de El Hoyo, observamos el arribo de un camión de colectas de Grupo Solidario y la Cruz Roja de Comodoro Rivadavia. Acababa de llegar, cargado de suministros. Los brigadistas formaron dos hileras y comenzaron a descargar en pasamanos, hasta formar una montaña de donaciones en el fondo del galpón.

Los bomberos nos mostraron sus instalaciones. Ellos querían que veamos las condiciones en las que trabajan. Sus equipos vetustos. Algunos vencidos. Sus camiones fuera de mantenimiento. La desidia de una fuerza fundamental.

En Lago Puelo, visitamos un refugio de mascotas. Allí reciben a perros y gatos que han sufrido heridas durante los incendios. Algunos los llevan sus dueños, otros son animales rescatados o perdidos. La gente llega al refugio y deja donaciones: alimentos, medicinas, jaulas. Porque a nadie le gusta ver sufrir a los animales.

Algunos se aventuran a formular las teorías del origen. En el fondo, todos quisieran saber qué pasó. Por qué. Pero casi no quedan fuerzas para eso. Toca volver a empezar. De cero. Desde abajo, más literal que nunca. Desde el primer ladrillo hasta el último tronco. Para volver a ser lo que alguna vez fueron.#

Enterate de las noticias de PROVINCIA a través de nuestro newsletter

Anotate para recibir las noticias más importantes de esta sección.

Te podés dar de baja en cualquier momento con un solo clic.

Las más leídas

14 MAR 2021 - 21:03

Por Martín Tacón / Fotografía Daniel Feldman / Enviados especiales

No se oye cantar a las aves. Silencio en el bosque. Lo que queda de él: cenizas. Troncos carbonizados sobre los caminos. Una chimenea en pie, solitaria. Una bañadera en medio de la nada. Un horno calcinado con una pila de ollas ennegrecidas. Una antena de DirecTV por el suelo. Árboles abrasados. Un letrero chamuscado que dice “Bienvenidos al paraíso”. La ironía impensada de un campo de batalla entre la devastación y la naturaleza.

De tanto en tanto, entre las negras tierras quemadas, surgen las islas de la salvación. Allí algunas casas se levantan, indemnes. Son los milagros en medio del horror. Sus propietarios tampoco lo pueden creer. Junto a sus casas señalan los gigantes robles, también intactos. Porque el roble es noble.

Poco a poco algunos van llegando. Son las familias que perdieron todo. Vuelven a sus terrenos, ahí donde antes estaban sus casas, donde ahora solo queda la memoria del humo. Caminan entre la destrucción. Escarban con el pie esperando encontrar algo. Buscan entre los escombros como un peritaje del dolor. Lo afectivo, destruido.

Pero también llegan los amigos. Esos hermanos del alma. Los que se solidarizan. Los que dan una mano. Traen sus herramientas y se ponen manos a la obra. No importa qué hacer: lo importante es ayudar.

Al otro lado de este silencio sepulcral, en la civilización, crecen las voces afectivas de los que organizan el soporte solidario. En el Cuartel de Bomberos Voluntarios de El Hoyo, observamos el arribo de un camión de colectas de Grupo Solidario y la Cruz Roja de Comodoro Rivadavia. Acababa de llegar, cargado de suministros. Los brigadistas formaron dos hileras y comenzaron a descargar en pasamanos, hasta formar una montaña de donaciones en el fondo del galpón.

Los bomberos nos mostraron sus instalaciones. Ellos querían que veamos las condiciones en las que trabajan. Sus equipos vetustos. Algunos vencidos. Sus camiones fuera de mantenimiento. La desidia de una fuerza fundamental.

En Lago Puelo, visitamos un refugio de mascotas. Allí reciben a perros y gatos que han sufrido heridas durante los incendios. Algunos los llevan sus dueños, otros son animales rescatados o perdidos. La gente llega al refugio y deja donaciones: alimentos, medicinas, jaulas. Porque a nadie le gusta ver sufrir a los animales.

Algunos se aventuran a formular las teorías del origen. En el fondo, todos quisieran saber qué pasó. Por qué. Pero casi no quedan fuerzas para eso. Toca volver a empezar. De cero. Desde abajo, más literal que nunca. Desde el primer ladrillo hasta el último tronco. Para volver a ser lo que alguna vez fueron.#


NOTICIAS RELACIONADAS