Un vino de sabor patagónico en restaurantes del mundo

Sergio Rodríguez, responsable del proyecto Bodegas del Nant y Fall, define que todos los esfuerzos que representan producir vino en Patagonia se explica cuando se tiene el producto embotellado. “Generar una botella de vino, producir un racimo de uva nos cuesta tres veces más que a un productor de Mendoza. El esfuerzo para producir es mayor pero el producto final es tan superior que todo ese esfuerzo cobra sentido”.

25 ABR 2021 - 19:58 | Actualizado

Por Ismael Tebes / @ismatebes

Trevelin, tocado por la naturaleza, es el lugar elegido. Y el punto de partida que despierta el interés por la lejanía y la aridez del clima reflejado en la excelencia del sabor. “Vivimos en un lugar favorecido geográficamente desde lo comercial; al sur del planeta y en una provincia recientemente declarada vitivinícola”. Lo exótico del lugar despierta un interés inusual y posiciona al vino patagónico entre los mejores del mundo. “Recientemente el Instituto Nacional Vitivinícola le otorgó la IG (Identidad Geográfica) lo que resalta la identidad propia de nuestro vino. El frío de la zona hace que la intensidad de aromas y sabores sea mucho más marcada”, describió Rodríguez en Cadena Tiempo Comodoro.

En un restaurante exclusivo cerca de París o con el Restaurant Central de Lima, Perú, Nant y Fall ya marca presencia, con sello y sabor patagónico, con sensación de cercanía inclusive en el restaurante del argentino Mauro Colaretto, elegido mejor chef y mejor restaurante del mundo también en Francia. “Estar presente en estos lugares no solo es un orgullo para nosotros, sino para todos los chubutenses. Sentimos que en cada botella va un pedacito de Chubut y oficia de embajadora en cada lugar del mundo donde sea destapada”.

Rodríguez explica que ese posicionamiento mundial no quita que el mercado nacional también sea una alternativa comercial.

“Nos concentramos puntualmente en Argentina y nuestra provincia es lo inmediato para nosotros. Tenemos muy buenas ventas y siempre miramos lo propio, nuestra mirada es inmediato y hacia lo más lejano”, agregó.

“El rubro tiene muchas aristas interesantes. Se desarrollan en superficies pequeñas ya que nosotros tenemos una chacra de hectáreas de las cuales 3 están afectadas a cultivo. Antes esto era una cantera y no tenía mucha posibilidad de generar otra cosa”, detalló.

“Nuestro año productivo es de noviembre a noviembre. El viñedo demanda atención; una vez al año, la planta da para cosechar y elaborar el vino y dentro de ese mismo año, se produce la uva y se hace el vino. Se experimenta con la planta, el manejo de los racimos para aumentar el potencial, siempre se busca lo mejor. Tomamos desiciones todo el tiempo para tener resguardada la calidad y eso es lo que nos distingue”.

“La actividad requiere pasión. Nosotros le entregas la vida porque hay que darle atención todos los días y todo el año. Son proyectos transgeneracionales porque hoy hacemos cosas que van a dar fruto dentro de muchos años. Se involucran como concepto básico a la familia”.

“Nosotros hacemos todo el proceso, desde cosechar la botella hasta concentrarla y etiquetarla. En muy poca superficie se genera un producto de gran valor agregado y de gran mercado porque el mundo es consumidor y en muchas partes del mundo hay gente que está interesada en beber vino. No son nichos específicos”.

La adaptación al clima y al proceso de las cepas hasta la botella, el motor humano siempre trasciende el propósito comercial. “Lo que hay que tener en claro es que por encima de querer hacer un negocio tiene que haber pasión; saber que esto requiere de mucho esfuerzo y hay que dedicarle la vida al emprendimiento. Representa un gran orgullo porque el vino sale del esfuerzo y de las bondades de ésta tierra”.

Rodríguez insiste en la bendición de la naturaleza, un valle fotográfico y la mística de la Patagonia en un producto que surgió de la propia tierra sureña. “Llegar es el primer paso, el segundo es mantenerse con una marca y una calidad, algo que requiere mucho más esfuerzo que lo primero. Hay todo un mundo asociado al turismo que tiene gran interés en la industria vitivinícola y eso también es sinónimo de un gran desarrollo”.

25 ABR 2021 - 19:58

Por Ismael Tebes / @ismatebes

Trevelin, tocado por la naturaleza, es el lugar elegido. Y el punto de partida que despierta el interés por la lejanía y la aridez del clima reflejado en la excelencia del sabor. “Vivimos en un lugar favorecido geográficamente desde lo comercial; al sur del planeta y en una provincia recientemente declarada vitivinícola”. Lo exótico del lugar despierta un interés inusual y posiciona al vino patagónico entre los mejores del mundo. “Recientemente el Instituto Nacional Vitivinícola le otorgó la IG (Identidad Geográfica) lo que resalta la identidad propia de nuestro vino. El frío de la zona hace que la intensidad de aromas y sabores sea mucho más marcada”, describió Rodríguez en Cadena Tiempo Comodoro.

En un restaurante exclusivo cerca de París o con el Restaurant Central de Lima, Perú, Nant y Fall ya marca presencia, con sello y sabor patagónico, con sensación de cercanía inclusive en el restaurante del argentino Mauro Colaretto, elegido mejor chef y mejor restaurante del mundo también en Francia. “Estar presente en estos lugares no solo es un orgullo para nosotros, sino para todos los chubutenses. Sentimos que en cada botella va un pedacito de Chubut y oficia de embajadora en cada lugar del mundo donde sea destapada”.

Rodríguez explica que ese posicionamiento mundial no quita que el mercado nacional también sea una alternativa comercial.

“Nos concentramos puntualmente en Argentina y nuestra provincia es lo inmediato para nosotros. Tenemos muy buenas ventas y siempre miramos lo propio, nuestra mirada es inmediato y hacia lo más lejano”, agregó.

“El rubro tiene muchas aristas interesantes. Se desarrollan en superficies pequeñas ya que nosotros tenemos una chacra de hectáreas de las cuales 3 están afectadas a cultivo. Antes esto era una cantera y no tenía mucha posibilidad de generar otra cosa”, detalló.

“Nuestro año productivo es de noviembre a noviembre. El viñedo demanda atención; una vez al año, la planta da para cosechar y elaborar el vino y dentro de ese mismo año, se produce la uva y se hace el vino. Se experimenta con la planta, el manejo de los racimos para aumentar el potencial, siempre se busca lo mejor. Tomamos desiciones todo el tiempo para tener resguardada la calidad y eso es lo que nos distingue”.

“La actividad requiere pasión. Nosotros le entregas la vida porque hay que darle atención todos los días y todo el año. Son proyectos transgeneracionales porque hoy hacemos cosas que van a dar fruto dentro de muchos años. Se involucran como concepto básico a la familia”.

“Nosotros hacemos todo el proceso, desde cosechar la botella hasta concentrarla y etiquetarla. En muy poca superficie se genera un producto de gran valor agregado y de gran mercado porque el mundo es consumidor y en muchas partes del mundo hay gente que está interesada en beber vino. No son nichos específicos”.

La adaptación al clima y al proceso de las cepas hasta la botella, el motor humano siempre trasciende el propósito comercial. “Lo que hay que tener en claro es que por encima de querer hacer un negocio tiene que haber pasión; saber que esto requiere de mucho esfuerzo y hay que dedicarle la vida al emprendimiento. Representa un gran orgullo porque el vino sale del esfuerzo y de las bondades de ésta tierra”.

Rodríguez insiste en la bendición de la naturaleza, un valle fotográfico y la mística de la Patagonia en un producto que surgió de la propia tierra sureña. “Llegar es el primer paso, el segundo es mantenerse con una marca y una calidad, algo que requiere mucho más esfuerzo que lo primero. Hay todo un mundo asociado al turismo que tiene gran interés en la industria vitivinícola y eso también es sinónimo de un gran desarrollo”.


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