Editorial / Las consecuencias de una desarticulación democrática que impone cambios de fondo

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08 MAY 2021 - 20:54 | Actualizado

La suerte que corrió el proyecto de Iniciativa Popular para prohibir la minería en Chubut dejó al descubierto la endeblez que tiene la base de sustentación del sistema político en la provincia. Gran parte de la responsabilidad de haber llegado a esta situación hay que buscarla en la desorganización y desmovilización de las organizaciones políticas tradicionales, que históricamente eran los articuladores de las demandas sociales.

El surgimiento de los movimientos de autoconvocados, muchos de los cuales nacieron de expresiones políticas de izquierda pero que ahora están desarticulados, han sumado de manera horizontal a distintos estratos sociales, no tienen líderes visibles, deciden de manera asamblearia y están convencidos que la lucha ambiental está por encima de todo. Representan un fenómeno que el resto de la sociedad, y sobre todo la clase política chubutense, debería mirar con mayor atención.

Miedo y demagogia

Hasta ahora, la interacción de estos grupos con las estructuras tradicionales es nula. Algunos sectores y dirigentes políticos les temen tanto como los aborrecen. Otros, en cambio, han decidido correr detrás de sus demandas ambientales porque ahora incluyen a una parte de la sociedad que los puede votar y, entonces, terminan actuando con una demagogia y un oportunismo poco menos que patético.

A nadie parece importarle demasiado cómo funciona el sistema legislativo; qué pasa cuando no se tienen los votos para imponer una idea; y cómo integrarse a un sistema democrático en donde los intereses opuestos se defienden tendiendo puentes de diálogo y negociación.

Nadie puso hasta ahora sobre la mesa la posibilidad de discutir con argumentos empíricos e información académica la convivencia que puede haber entre ambientalismo y desarrollo económico. “No es no” o “sí porque tengo los votos” no parecen ser un camino que conduzca a algún lado donde valga la pena ir.

La Iniciativa Popular terminó en la papelera de reciclaje de la Legislatura de la provincia porque estos grupos no supieron articular un solo consenso político.

Es que, en general, detestan a la clase política, no confían en ella ni en sus instituciones pero así y todo eligieron aliarse a sectores residuales del peronismo y el radicalismo a los que cualquier colectivo los deja bien y en donde esos dirigentes siempre viajan sentados.

Cuando, como era obvio, el proyecto fracasó en la Legislatura, mucha de la clase media enojada que se había sumado a la defensa del agua se quedó en sus casas y a través de sus celulares siguieron las imágenes de los sectores más combativos que fueron a cortar la Ruta 3 y la Ruta 40. Algunos, inclusive, se quejaron porque el piquete les impidió ir a trabajar o volver a sus casas. Ya se dijo muchas veces: ambientalismo sin lucha social es jardinería.

Tampoco ninguno de los “líderes políticos” o los diputados que pusieron su banca al servicio de la demagogia fueron hasta las rutas a dar la cara. Los usan para determinados fines pero cuando las cámaras del Zoom legislativo se apagan, desaparecen.

Provincia alternativa

Es necesario que las demandas de estos grupos movilizados sean atendidas como corresponde. Y que ellos se sumen a la vida institucional plena, en donde se gana y se pierde, se negocia y se acuerda. Cualquier otra expresión de intolerancia es echarle abono –consciente o inconscientemente- a la antipolítica. Y ese camino es cualquier cosa menos democrático.

La desarticulación social que se vive en Chubut apura las definiciones de fondo dentro del PJ, el partido que casi siempre le ha sabido tomar mejor el pulso al humor social. El peronismo se viene debatiendo claramente entre dos modelos opuestos que encarnan los que prefieren el “statu quo” actual, que casi sin votos les permite ocupar espacios de poder, siempre dependientes de los designios que vienen de arriba.

Y un grupo heterogéneo de dirigentes que entiende que llegó la hora de un proyecto de integración regional en serio, con listas electorales amplias que no dependan de la billetera de nadie y que el objetivo final sea gobernar para transformar.

Esta semana que pasó hubo más reuniones integradoras a las que ya vienen liderado el vicegobernador Ricardo Sastre, el intendente Gustavo Sastre y el líder de Luz y Fuerza, Héctor González, entre otros dirigentes peronistas que vienen abriendo puertas que hace muchos años están clausuradas.

En este sentido, las agrupaciones más jóvenes del peronismo

Y desde el kirchnerismo también quieren sentarse a la mesa a construir una alternativa de provincia, que en definitiva es lo único que debería importar.#

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08 MAY 2021 - 20:54

La suerte que corrió el proyecto de Iniciativa Popular para prohibir la minería en Chubut dejó al descubierto la endeblez que tiene la base de sustentación del sistema político en la provincia. Gran parte de la responsabilidad de haber llegado a esta situación hay que buscarla en la desorganización y desmovilización de las organizaciones políticas tradicionales, que históricamente eran los articuladores de las demandas sociales.

El surgimiento de los movimientos de autoconvocados, muchos de los cuales nacieron de expresiones políticas de izquierda pero que ahora están desarticulados, han sumado de manera horizontal a distintos estratos sociales, no tienen líderes visibles, deciden de manera asamblearia y están convencidos que la lucha ambiental está por encima de todo. Representan un fenómeno que el resto de la sociedad, y sobre todo la clase política chubutense, debería mirar con mayor atención.

Miedo y demagogia

Hasta ahora, la interacción de estos grupos con las estructuras tradicionales es nula. Algunos sectores y dirigentes políticos les temen tanto como los aborrecen. Otros, en cambio, han decidido correr detrás de sus demandas ambientales porque ahora incluyen a una parte de la sociedad que los puede votar y, entonces, terminan actuando con una demagogia y un oportunismo poco menos que patético.

A nadie parece importarle demasiado cómo funciona el sistema legislativo; qué pasa cuando no se tienen los votos para imponer una idea; y cómo integrarse a un sistema democrático en donde los intereses opuestos se defienden tendiendo puentes de diálogo y negociación.

Nadie puso hasta ahora sobre la mesa la posibilidad de discutir con argumentos empíricos e información académica la convivencia que puede haber entre ambientalismo y desarrollo económico. “No es no” o “sí porque tengo los votos” no parecen ser un camino que conduzca a algún lado donde valga la pena ir.

La Iniciativa Popular terminó en la papelera de reciclaje de la Legislatura de la provincia porque estos grupos no supieron articular un solo consenso político.

Es que, en general, detestan a la clase política, no confían en ella ni en sus instituciones pero así y todo eligieron aliarse a sectores residuales del peronismo y el radicalismo a los que cualquier colectivo los deja bien y en donde esos dirigentes siempre viajan sentados.

Cuando, como era obvio, el proyecto fracasó en la Legislatura, mucha de la clase media enojada que se había sumado a la defensa del agua se quedó en sus casas y a través de sus celulares siguieron las imágenes de los sectores más combativos que fueron a cortar la Ruta 3 y la Ruta 40. Algunos, inclusive, se quejaron porque el piquete les impidió ir a trabajar o volver a sus casas. Ya se dijo muchas veces: ambientalismo sin lucha social es jardinería.

Tampoco ninguno de los “líderes políticos” o los diputados que pusieron su banca al servicio de la demagogia fueron hasta las rutas a dar la cara. Los usan para determinados fines pero cuando las cámaras del Zoom legislativo se apagan, desaparecen.

Provincia alternativa

Es necesario que las demandas de estos grupos movilizados sean atendidas como corresponde. Y que ellos se sumen a la vida institucional plena, en donde se gana y se pierde, se negocia y se acuerda. Cualquier otra expresión de intolerancia es echarle abono –consciente o inconscientemente- a la antipolítica. Y ese camino es cualquier cosa menos democrático.

La desarticulación social que se vive en Chubut apura las definiciones de fondo dentro del PJ, el partido que casi siempre le ha sabido tomar mejor el pulso al humor social. El peronismo se viene debatiendo claramente entre dos modelos opuestos que encarnan los que prefieren el “statu quo” actual, que casi sin votos les permite ocupar espacios de poder, siempre dependientes de los designios que vienen de arriba.

Y un grupo heterogéneo de dirigentes que entiende que llegó la hora de un proyecto de integración regional en serio, con listas electorales amplias que no dependan de la billetera de nadie y que el objetivo final sea gobernar para transformar.

Esta semana que pasó hubo más reuniones integradoras a las que ya vienen liderado el vicegobernador Ricardo Sastre, el intendente Gustavo Sastre y el líder de Luz y Fuerza, Héctor González, entre otros dirigentes peronistas que vienen abriendo puertas que hace muchos años están clausuradas.

En este sentido, las agrupaciones más jóvenes del peronismo

Y desde el kirchnerismo también quieren sentarse a la mesa a construir una alternativa de provincia, que en definitiva es lo único que debería importar.#


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