La clave del día / Alarma

El dato dice mucho sobre el escenario que sufrimos: en Dolavon hay 30 personas aisladas por participar de fiestas clandestinas.

02 JUN 2021 - 21:20 | Actualizado

Estos eventos se convirtieron en una mala costumbre y en el símbolo de la inconciencia. Parece que no se entiende que las nuevas cepas del coronavirus son más agresivas y que afectan seriamente a los más jóvenes. Las redes sociales siguen difundiendo estos encuentros ilegales y a los organizadores y participantes parece caerles gracioso gambetear el control estatal.

No por nada el Gobierno exige más dureza de parte de los fiscales y de la Justicia Federal. Es que está todo dicho: se sabe cuáles son las medidas sanitarias para cuidarse y se saben las consecuencias de la imprudencia.

Los más jóvenes deben entender que la pandemia no es un ningún chiste. Y que aunque ellos tienen más chances de no caer en una Terapia Intensiva –si es que hubiera alguna cama desocupada- pueden llevar el Covid consigo y contagiar a sus padres, hermanos o abuelos.

No son todos, claro: otros chicos en cambio respetan lo que se les pide y sufren la falta de clases tanto como la imposibilidad de divertirse con sus pares como hasta antes del inicio de la pandemia.

Las fiestas clandestinas deben parar. No son un acto de rebeldía ni una forma de incorrección política sino un síntoma de egoísmo y poca empatía con una comunidad harta del encierro, de los barbijos y del alcohol en gel. Allí debe caer todo el peso de la ley.

Todos nos estamos jugando la vida.

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02 JUN 2021 - 21:20

Estos eventos se convirtieron en una mala costumbre y en el símbolo de la inconciencia. Parece que no se entiende que las nuevas cepas del coronavirus son más agresivas y que afectan seriamente a los más jóvenes. Las redes sociales siguen difundiendo estos encuentros ilegales y a los organizadores y participantes parece caerles gracioso gambetear el control estatal.

No por nada el Gobierno exige más dureza de parte de los fiscales y de la Justicia Federal. Es que está todo dicho: se sabe cuáles son las medidas sanitarias para cuidarse y se saben las consecuencias de la imprudencia.

Los más jóvenes deben entender que la pandemia no es un ningún chiste. Y que aunque ellos tienen más chances de no caer en una Terapia Intensiva –si es que hubiera alguna cama desocupada- pueden llevar el Covid consigo y contagiar a sus padres, hermanos o abuelos.

No son todos, claro: otros chicos en cambio respetan lo que se les pide y sufren la falta de clases tanto como la imposibilidad de divertirse con sus pares como hasta antes del inicio de la pandemia.

Las fiestas clandestinas deben parar. No son un acto de rebeldía ni una forma de incorrección política sino un síntoma de egoísmo y poca empatía con una comunidad harta del encierro, de los barbijos y del alcohol en gel. Allí debe caer todo el peso de la ley.

Todos nos estamos jugando la vida.


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