El soldado que casi mata a su superior para terminar con los maltratos en Malvinas

Ramón Urquiza fue a Malvinas con 18 años. Por un largo tiempo, recibió golpes y patadas por parte de un teniente, que le desfiguró la cara, hasta que un día tuvo la oportunidad de cobrarse venganza. Conocé su historia en el siguiente reportaje de Jornada Play.

17 JUN 2021 - 12:25 | Actualizado

“Yo soy Ramón Urquiza, veterano de guerra del regimiento N°25 de la compañía de comando de Sarmiento. Nunca me imaginé que iba a ir a Malvinas. En la guerra preferí que me maten los ingleses antes de que me mate a golpes un teniente”.

Con apenas 18 años, sin saber leer ni escribir. Viajó amontonado en un avión Hércules como gran parte de los 2.500 soldados que participaron en la guerra. No conocía las islas, ni pensaba que podía llegar a estar tantos días, ni tampoco ser víctimas de maltratos. Su calvario empezó unos días después de su arribo cuando su superior lo agarró de punto frente al resto de sus compañeros.

Por un largo tiempo, recibió golpes y patadas, que le desfiguraron la cara, hasta que un día tuvo la oportunidad de cobrarse venganza. Conoce su historia en el siguiente reportaje de Jornada Play.

En Argentina hay una sola causa judicial por torturas y tratos crueles contra 95 militares en el juzgado federal de Río Grande, Tierra del Fuego. Solo siete de ellos están cerca de ser llevados a juicios por la magistrada Mariel Borruto. La causa ha provocado que otros veteranos hablen de los maltratos sufridos y presenten acciones judiciales contra sus victimarios, como planea hacerlo Ramón. El Centro de Combatientes de La Plata invita a que otros también lo hagan con la campaña “Yo también hablo”.

“Nunca me imaginé que iba a ir a Malvinas. Yo cumplí 18 años en la colimba. Lo único que sabía escribir era mi nombre porque había hecho hasta primer grado. En la colimba podías ser mecánico, cocinero o chofer. Todos querían ser chofer porque creían que íbamos a manejar el transporte del teniente coronel para estar más tranquilos y que nadie te moleste”, contó Ramón Urquiza.

El calvario comenzó un 30 de marzo

“Hacía una semana que todo era paz. Comer, dormir. Todo era silencio. De repente nos empezaron a dar ropa de combate y nos subieron a todos en un colectivo. El sargento Albarracín se paró frente a todos y dijo: 'Les tengo que hacer un anuncio… vamos a Malvinas'. El 2 de abril a las 7 de la mañana llegamos a puerto argentino todos amontonados en un avión Hércules. En ese momento no sentí miedo. Les tenía más miedo a los superiores que a la guerra”.

“Apenas llegamos comenzó el maltrato”, agregó Ramón sobre el comienzo de la guerra y el desembarco en las Islas Malvinas: “Se presentó el teniente Rafael Bitti ante los soldados. Nos observó a todos y clavó la mirada en mí. Cuando terminó de hablar, se hizo a un costado, mi miró fijamente y mi tiró una piña a la cara. Yo me cubrí. Entonces me pegó una patada en los tobillos. La agresión era conmigo, con el resto de los soldados no. Para el 10 de abril nos sacaron de puerto argentino y nos llevaron a hacer pozos en una bahía. Yo hacía guardia en el pozo del teniente, mientras él me maltrataba. Me decía negro.

Un día me quedé sentado en una lata de chapa hasta la mañana siguiente haciendo guardia. Cuando me quise levantar estaba tullido por el frío. El teniente me vio y me pegó una patada que me hizo levantar. No sé si me quebró el hueso dulce”

“El que dé un paso para atrás en combate lo mato”

“El 28 de mayó, cuando cae en combate un teniente, este empezó a los gritos y nos dijo: 'El que dé un paso para atrás en combate lo mato'. Ese día me pegó un varillazo atrás de la espalda y cuando caí me levanté a encararlo y ahí me pega otro varillazo cruzado que me reventó la nariz. Me desfiguró la cara.

Este señor le pegaba hasta a los sargentos. Al sargento Sosa le pegó un bife porque se le paró de manos. Le dijo: 'A mis soldados no los toques, si tenes que hacer algo entonces hacelo conmigo. Fue porque un soldado de apellido Martínez había sido estaqueado. Le sacaron el pantalón. Lo dejaron en calzoncillos y ramera. Y ahí quedó, atado al suelo. Gritaba como condenado”.

Hasta que Ramón tuvo la oportunidad de tomarse revancha cuando la tropa fue a practicar disparos al mar: “Todos estaban tirando y me dije: 'Esta es mi oportunidad '. Pasaron todos y el teniente me grita: 'Usted no piensa tirar soldado'. Entonces le apunté, apreté el gatillo y se me trabó la bala en el cañón. Después, no sé cómo hizo, el teniente primero que me sacó el fusil y me pegó en la cabeza. Caigo a la orilla del mar y sentí que me corría algo caliente atrás de la oreja. Era sangre. Entonces subí corriendo para sacudirle y me pegó una patada y caí otra vez. Creo que después de eso se asustó porque me mandó de vuelta para el pozo y me dejó dos días haciendo guardia sin fusil”.

“Una tarde me escapé”

“Antes que terminara la guerra me escapé. Una tarde agarré mis cosas y volví a puerto argentino. Fui al hospital de la Cruz Roja. Había muchos gritos de los soldados heridos. Me apoyé contra una pared y me caí. Cuando desperté estaba en una casa de la Cruz Roja”.

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17 JUN 2021 - 12:25

“Yo soy Ramón Urquiza, veterano de guerra del regimiento N°25 de la compañía de comando de Sarmiento. Nunca me imaginé que iba a ir a Malvinas. En la guerra preferí que me maten los ingleses antes de que me mate a golpes un teniente”.

Con apenas 18 años, sin saber leer ni escribir. Viajó amontonado en un avión Hércules como gran parte de los 2.500 soldados que participaron en la guerra. No conocía las islas, ni pensaba que podía llegar a estar tantos días, ni tampoco ser víctimas de maltratos. Su calvario empezó unos días después de su arribo cuando su superior lo agarró de punto frente al resto de sus compañeros.

Por un largo tiempo, recibió golpes y patadas, que le desfiguraron la cara, hasta que un día tuvo la oportunidad de cobrarse venganza. Conoce su historia en el siguiente reportaje de Jornada Play.

En Argentina hay una sola causa judicial por torturas y tratos crueles contra 95 militares en el juzgado federal de Río Grande, Tierra del Fuego. Solo siete de ellos están cerca de ser llevados a juicios por la magistrada Mariel Borruto. La causa ha provocado que otros veteranos hablen de los maltratos sufridos y presenten acciones judiciales contra sus victimarios, como planea hacerlo Ramón. El Centro de Combatientes de La Plata invita a que otros también lo hagan con la campaña “Yo también hablo”.

“Nunca me imaginé que iba a ir a Malvinas. Yo cumplí 18 años en la colimba. Lo único que sabía escribir era mi nombre porque había hecho hasta primer grado. En la colimba podías ser mecánico, cocinero o chofer. Todos querían ser chofer porque creían que íbamos a manejar el transporte del teniente coronel para estar más tranquilos y que nadie te moleste”, contó Ramón Urquiza.

El calvario comenzó un 30 de marzo

“Hacía una semana que todo era paz. Comer, dormir. Todo era silencio. De repente nos empezaron a dar ropa de combate y nos subieron a todos en un colectivo. El sargento Albarracín se paró frente a todos y dijo: 'Les tengo que hacer un anuncio… vamos a Malvinas'. El 2 de abril a las 7 de la mañana llegamos a puerto argentino todos amontonados en un avión Hércules. En ese momento no sentí miedo. Les tenía más miedo a los superiores que a la guerra”.

“Apenas llegamos comenzó el maltrato”, agregó Ramón sobre el comienzo de la guerra y el desembarco en las Islas Malvinas: “Se presentó el teniente Rafael Bitti ante los soldados. Nos observó a todos y clavó la mirada en mí. Cuando terminó de hablar, se hizo a un costado, mi miró fijamente y mi tiró una piña a la cara. Yo me cubrí. Entonces me pegó una patada en los tobillos. La agresión era conmigo, con el resto de los soldados no. Para el 10 de abril nos sacaron de puerto argentino y nos llevaron a hacer pozos en una bahía. Yo hacía guardia en el pozo del teniente, mientras él me maltrataba. Me decía negro.

Un día me quedé sentado en una lata de chapa hasta la mañana siguiente haciendo guardia. Cuando me quise levantar estaba tullido por el frío. El teniente me vio y me pegó una patada que me hizo levantar. No sé si me quebró el hueso dulce”

“El que dé un paso para atrás en combate lo mato”

“El 28 de mayó, cuando cae en combate un teniente, este empezó a los gritos y nos dijo: 'El que dé un paso para atrás en combate lo mato'. Ese día me pegó un varillazo atrás de la espalda y cuando caí me levanté a encararlo y ahí me pega otro varillazo cruzado que me reventó la nariz. Me desfiguró la cara.

Este señor le pegaba hasta a los sargentos. Al sargento Sosa le pegó un bife porque se le paró de manos. Le dijo: 'A mis soldados no los toques, si tenes que hacer algo entonces hacelo conmigo. Fue porque un soldado de apellido Martínez había sido estaqueado. Le sacaron el pantalón. Lo dejaron en calzoncillos y ramera. Y ahí quedó, atado al suelo. Gritaba como condenado”.

Hasta que Ramón tuvo la oportunidad de tomarse revancha cuando la tropa fue a practicar disparos al mar: “Todos estaban tirando y me dije: 'Esta es mi oportunidad '. Pasaron todos y el teniente me grita: 'Usted no piensa tirar soldado'. Entonces le apunté, apreté el gatillo y se me trabó la bala en el cañón. Después, no sé cómo hizo, el teniente primero que me sacó el fusil y me pegó en la cabeza. Caigo a la orilla del mar y sentí que me corría algo caliente atrás de la oreja. Era sangre. Entonces subí corriendo para sacudirle y me pegó una patada y caí otra vez. Creo que después de eso se asustó porque me mandó de vuelta para el pozo y me dejó dos días haciendo guardia sin fusil”.

“Una tarde me escapé”

“Antes que terminara la guerra me escapé. Una tarde agarré mis cosas y volví a puerto argentino. Fui al hospital de la Cruz Roja. Había muchos gritos de los soldados heridos. Me apoyé contra una pared y me caí. Cuando desperté estaba en una casa de la Cruz Roja”.


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