Instrumentos con vida propia: el arte del luthier

El comodorense Adrián Gianni es un luthier “de acá y de ahora”. Descubrió en el arte de la profesión un medio para crear, construir y disfrutar con los instrumentos de los músicos, que son su bien más preciado. La mística de una profesión que trasciende las épocas.

Orgulloso. Adrián Gianni en el taller de su casa familiar en Kilómetro Tres de Comodoro Rivadavia.
27 JUN 2021 - 20:17 | Actualizado

Por Ismael Tebes / @ismatebes

Cuando un simple pedazo de madera cobra vida y multiplica sonidos, termina convirtiéndose en una genuina expresión del arte. Desde el siglo XXI hacia acá los instrumentos de cuerda, violines; violonchelos y guitarras han tenido un origen artesanal con un soporte único de quienes construyen sonidos desde la propia herramienta que les da vida. Importa el ritmo, el pedido especial del destinatario del trabajo pero sobre todo, la mística de una profesión que se sostiene en el tiempo. Menos romántica pero sí adaptada a la música más variada y al gusto exclusivo de quien ejecuta con más o menos maestría, la pieza terminada.

Adrián Gianni se puede describir como un luthier “de acá y “de ahora”. Tiene un taller específico en su casa familiar en Km. 3 de Comodoro Rivadavia y hace más de una década, encontró en este antiguo arte no solamente su profesión sino un medio que le permite crear, construir y disfrutar de cada instrrumento con su sello. “Empecé porque quería fabricarme un charango. En ese momento encontré un tronco en la casa de un amigo en Buenos Aires, empecé a darle forma con un machete y después lo llevé a cepillar. Así arranqué, en esa época estudiaba Bellas Artes en el IUNA porque me gustaba la escultura” .

Adrián recordó que paralelamente a sus estudios terciarios comenzó a asistir a un taller en la denominada “Manzana de las luces” en la cuadra del Cabildo donde funciona un taller antiquísimo iniciado por los mismísimos sacerdotes jesuitas. “Terminé ahí el charango, me motivé, fabriqué unos instrumentos más por mi cuenta y me decidí ir a estudiar luthería a Tucumán durante cuatro años”. Adrián Gianni (34) disfruta su trabajo y dice haber superado las frustraciones propias del oficio, por falta de herramientas; fallas en la madera o innumerables “volver a empezar”.

“Fabrico y reparo instrumentos; hice muchos charangos, ukeleles, guitarras e incluso instrumentos extraños como balalaikas rusas, `cuatros´ venezolanos; cajones peruanos, quenas y sikus”, explicó Gianni en Cadena Tiempo Comodoro.

Músicos de distintos géneros transitan por su taller con su elemento más preciado, para afinarlos y repararlos siendo por lógica, su bien más preciado. “Tengo el trabajo de arreglar la mayoría de las guitarras de los folkloristas, algunas vienen destruidas y hay que volver a darles vida, hacer que vuelvan a sonar. Todos los días alguien me trae algún instrumento roto aunque también termino arreglando guitarras que no tienen dueño todavía”. Y además del fin comercial abona la teoría de que “no hay guitarra que no se repare” por tratarse de un vehículo sensorial único. “Uno no sabe en manos de quién va a terminar. No debe ser una utopía tener una guitarra y todo niño puede ser un futuro gran músico”.

Y define que ser luthier implica más que un oficio una “forma de vida” en la que se debe acompañar cada parte del proceso. “No sólo tenés que construir sino conseguir la madera. La materia prima local y las especies de madera que tenemos no son las mejores y a veces es necesario recurrir al reciclado. He llegado a usar puertas y mesas antiguas para construir un instrumento porque es madera estacionada y maciza para que el instrumento sea después sea estable. Se busca un corte particular y que esté bien estacionado, la tapa de una guitarra es más blanda que el fondo, los aros y el mango. Es para que vibre más”.

Explica que en el folclore prevalecen las guitarras de algarrobo por su sonido agudo, un tono único que denota fortaleza y que suelen utilizarse. También se utiliza algorrobo, nogal y caoba. La rapidez no tiene que ver con el resultado final pero un instrumento desde cero, con la paciencia de “esperar” puede demorar un mes.#

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Orgulloso. Adrián Gianni en el taller de su casa familiar en Kilómetro Tres de Comodoro Rivadavia.
27 JUN 2021 - 20:17

Por Ismael Tebes / @ismatebes

Cuando un simple pedazo de madera cobra vida y multiplica sonidos, termina convirtiéndose en una genuina expresión del arte. Desde el siglo XXI hacia acá los instrumentos de cuerda, violines; violonchelos y guitarras han tenido un origen artesanal con un soporte único de quienes construyen sonidos desde la propia herramienta que les da vida. Importa el ritmo, el pedido especial del destinatario del trabajo pero sobre todo, la mística de una profesión que se sostiene en el tiempo. Menos romántica pero sí adaptada a la música más variada y al gusto exclusivo de quien ejecuta con más o menos maestría, la pieza terminada.

Adrián Gianni se puede describir como un luthier “de acá y “de ahora”. Tiene un taller específico en su casa familiar en Km. 3 de Comodoro Rivadavia y hace más de una década, encontró en este antiguo arte no solamente su profesión sino un medio que le permite crear, construir y disfrutar de cada instrrumento con su sello. “Empecé porque quería fabricarme un charango. En ese momento encontré un tronco en la casa de un amigo en Buenos Aires, empecé a darle forma con un machete y después lo llevé a cepillar. Así arranqué, en esa época estudiaba Bellas Artes en el IUNA porque me gustaba la escultura” .

Adrián recordó que paralelamente a sus estudios terciarios comenzó a asistir a un taller en la denominada “Manzana de las luces” en la cuadra del Cabildo donde funciona un taller antiquísimo iniciado por los mismísimos sacerdotes jesuitas. “Terminé ahí el charango, me motivé, fabriqué unos instrumentos más por mi cuenta y me decidí ir a estudiar luthería a Tucumán durante cuatro años”. Adrián Gianni (34) disfruta su trabajo y dice haber superado las frustraciones propias del oficio, por falta de herramientas; fallas en la madera o innumerables “volver a empezar”.

“Fabrico y reparo instrumentos; hice muchos charangos, ukeleles, guitarras e incluso instrumentos extraños como balalaikas rusas, `cuatros´ venezolanos; cajones peruanos, quenas y sikus”, explicó Gianni en Cadena Tiempo Comodoro.

Músicos de distintos géneros transitan por su taller con su elemento más preciado, para afinarlos y repararlos siendo por lógica, su bien más preciado. “Tengo el trabajo de arreglar la mayoría de las guitarras de los folkloristas, algunas vienen destruidas y hay que volver a darles vida, hacer que vuelvan a sonar. Todos los días alguien me trae algún instrumento roto aunque también termino arreglando guitarras que no tienen dueño todavía”. Y además del fin comercial abona la teoría de que “no hay guitarra que no se repare” por tratarse de un vehículo sensorial único. “Uno no sabe en manos de quién va a terminar. No debe ser una utopía tener una guitarra y todo niño puede ser un futuro gran músico”.

Y define que ser luthier implica más que un oficio una “forma de vida” en la que se debe acompañar cada parte del proceso. “No sólo tenés que construir sino conseguir la madera. La materia prima local y las especies de madera que tenemos no son las mejores y a veces es necesario recurrir al reciclado. He llegado a usar puertas y mesas antiguas para construir un instrumento porque es madera estacionada y maciza para que el instrumento sea después sea estable. Se busca un corte particular y que esté bien estacionado, la tapa de una guitarra es más blanda que el fondo, los aros y el mango. Es para que vibre más”.

Explica que en el folclore prevalecen las guitarras de algarrobo por su sonido agudo, un tono único que denota fortaleza y que suelen utilizarse. También se utiliza algorrobo, nogal y caoba. La rapidez no tiene que ver con el resultado final pero un instrumento desde cero, con la paciencia de “esperar” puede demorar un mes.#


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