Maia, la joven de Trelew que le ganó al Covid

El conmovedor testimonio de Maia Liñán, la joven de Trelew de 18 años que le ganó al Covid. “Quiero darle gracias a la gente que oró por mí. Que hizo cadenas de oración, a todos los doctores, enfermeras y chicas de limpieza en Terapia”. Pide a todos los vecinos que se cuiden.

01 JUL 2021 - 20:48 | Actualizado

Por Lorena Leeming / @loreleeming

El alma volvió a al cuerpo de miles de personas. El caso de Maia Liñán conmocionó Trelew. Es la joven de 18 años que contrajo Covid-19, su cuadro se agravó y estuvo en terapia intensiva 2 semanas, intubada. Pero salió del cuadro crítico. Las cadenas de oración solicitadas por las redes sociales no pararon hasta su recuperación. Es la paciente más joven que este virus puso en jaque. “No quería cerrar los ojos porque creía que me iba a morir”, dijo a Jornada. La vida tenía otro plan para ella: hoy llora de felicidad, abraza a sus seres queridos, agradece al personal médico que la asistió y dijo que en Terapia nació su vocación: “Me propuse estudiar y ser enfermera. Lo voy a lograr”.

Maia es una joven muy noble, de una sencillez inmensa y en los ojos denota la gratitud de sentirse otra vez entre los suyos, en su casa, con su familia, con su pareja. El 12 de junio comenzó una pesadilla con los primeros síntomas. El 13 es derivada a Terapia. Su estado era crítico. Los partes médicos asustaban. Pero evolucionó. El 25 de junio, casi dos semanas después, el Hospital confirmaba que la joven había sido dada de alta y pasaba a sala común lúcida y con buena oxigenación, sin antibióticos y estable.

Ese día, el nosocomio publicó en su cuenta oficial de Facebook una foto en la que se la veía sonriente con médicos y enfermeras. Dos días después pudo volver a su casa.

En su vivienda rodeada de sus seres queridos que no paraban de mirarla con una sonrisa, habló con Jornada. Relató la angustia que sintió pero el optimismo y la felicidad de saberse recuperada es hoy más fuerte que todo.

“Fui a hacerme el test. No me lo hicieron porque dije los síntomas y me indicaron que me tenía que aislar. Pensé que no iba a ser para tanto. Sentía como una gripe. El 12 de junio fui al médico a la mañana, sentía que me quedaba sin aire y me agarraba el pecho, sentía que no podía respirar. Estaba esperando que mi pareja termine de preguntar si estaban atendiendo. Me hicieron entrar a la sala. Me atendió una médica y pasé a otro médico. Ahí me preocupé. Me pusieron oxígeno. Ya de eso no me acuerdo. Sentía que me faltaba mucho”, describió.

“Me llevaron a la camilla. Me acuerdo que me saqué una foto pero no el momento en el que fue. Estuve todo el día en el hospital. No me acuerdo de nada. Me llevaron a hacer una radiografía de pulmones. Cuando me dieron el alta, recién escuché los audios en los que le decía a mi tía que mis pulmones estaban mal. Después no me acuerdo más nada. Si recuerdo que mi papá lloraba y mi mamá estaba orando al lado mío. Yo no entendía por qué, qué tan grave era. Entré en coma”, afirmó bajando la voz.

Maia no sabe cómo se contagió y dijo no tener contactos estrechos que hagan presumir dónde contrajo el virus. “No salía de mi casa, estaba todo el día encerrada con mi pareja. Si salíamos era para ir a su casa, siempre cuidándonos. No sé dónde me contagié. Fue inesperado. Estuve 2 semanas en coma”.

Sus días en Terapia Intensiva del Hospital Zonal no fueron fáciles. Hubo momentos en que la incertidumbre y el miedo parecían asomarse para ganarle. “Me desperté y no me acuerdo si me tenían atada o si me querían atar. Y ahí tuve un ataque. No entendía nada. No me habían dicho nada, no tenía idea. Me querían sedar y lo hicieron. No quería cerrar los ojos porque sentía que me iba a morir. Veía una tela roja y no quería cerrar los ojos, sentía que me iba a ir. Cuando me desperté del coma no me acuerdo en qué momento fue. En Terapia vi un día a mi mamá pero no me acuerdo qué día fue”. Describió una seguidilla de situaciones que aún hoy le son muy confusas.

Maia no tiene que esforzarse para recordar los días previos a la internación. Están grabados en su retina. “El día que fui al médico fue el 12 de junio. Fue la última vez que vi a mis papás. Luego pasó mucho tiempo para volver a verlos. En Terapia todos se portaron muy bien conmigo. Los doctores, excelentes. Las enfermeras, las chicas de limpieza, todos súper bien. Muchas gracias a todos”.

El caso conmocionó la sociedad y por su edad, preocupó a un sector que venía algo más relajado con respecto a la pandemia: los jóvenes. Por Maia la lupa se puso en la juventud como sector para extremar los cuidados. En las redes hubo publicaciones de adolescentes preocupados por el estado de la chica. Maia sintió la necesidad de un mensaje a sus pares. “Que se cuiden los chicos porque uno nunca sabe cuándo le pueden pasar estas cosas. Es reinesperado. Que usen barbijo, alcohol todo el tiempo, traten de no juntarse, no hacer juntadas, de no salir si no es necesario. Uno nunca sabe lo que le puede pasar”.

Vestirse, juntar sus cosas y recibir el alta médica fue realidad luego de dos semanas para el olvido, las más difíciles de su vida. “Estaba re ansiosa. Cuando llegué al barrio empecé a llorar un montón. Tengo una felicidad enorme. Tantos días lejos de casa y volver, ver la calle se sintió raro, es muy lindo. Una felicidad en el corazón enorme”.

Maia no se olvida de nada y de nadie. Su agradecimiento a quienes la ayudaron desde lo médico hasta lo espiritual es infinito. “Doy gracias a la gente que oró por mí. Que hizo cadenas de oración, a todos los doctores. A toda la gente que estuvo, que está, a mi familia que se tiene que cuidar. Me siguen mandando mensajes. Les mando un beso. Gracias a Dios ya estoy en casa, bien, recuperándome de a poco. Cuídense mucho”.

Ya fija su mente en el futuro, con energía y con alegría. “Tengo que seguir yendo al médico, al cardiólogo, etcétera. Estoy sana, estoy bien. Pude salir. De aquí a un mes me puedo vacunar y me queda seguir yendo al médico. Me propuse en la terapia estudiar y ser enfermera. Lo voy a lograr. Decidí terminar la escuela y ser enfermera. Les pido a todos que se cuiden mucho, que no hagan juntadas, ¿para qué? No es necesario con esta pandemia”, concluyó con una sonrisa que le ilumina la cara y traspasa el barbijo.#

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01 JUL 2021 - 20:48

Por Lorena Leeming / @loreleeming

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Maia es una joven muy noble, de una sencillez inmensa y en los ojos denota la gratitud de sentirse otra vez entre los suyos, en su casa, con su familia, con su pareja. El 12 de junio comenzó una pesadilla con los primeros síntomas. El 13 es derivada a Terapia. Su estado era crítico. Los partes médicos asustaban. Pero evolucionó. El 25 de junio, casi dos semanas después, el Hospital confirmaba que la joven había sido dada de alta y pasaba a sala común lúcida y con buena oxigenación, sin antibióticos y estable.

Ese día, el nosocomio publicó en su cuenta oficial de Facebook una foto en la que se la veía sonriente con médicos y enfermeras. Dos días después pudo volver a su casa.

En su vivienda rodeada de sus seres queridos que no paraban de mirarla con una sonrisa, habló con Jornada. Relató la angustia que sintió pero el optimismo y la felicidad de saberse recuperada es hoy más fuerte que todo.

“Fui a hacerme el test. No me lo hicieron porque dije los síntomas y me indicaron que me tenía que aislar. Pensé que no iba a ser para tanto. Sentía como una gripe. El 12 de junio fui al médico a la mañana, sentía que me quedaba sin aire y me agarraba el pecho, sentía que no podía respirar. Estaba esperando que mi pareja termine de preguntar si estaban atendiendo. Me hicieron entrar a la sala. Me atendió una médica y pasé a otro médico. Ahí me preocupé. Me pusieron oxígeno. Ya de eso no me acuerdo. Sentía que me faltaba mucho”, describió.

“Me llevaron a la camilla. Me acuerdo que me saqué una foto pero no el momento en el que fue. Estuve todo el día en el hospital. No me acuerdo de nada. Me llevaron a hacer una radiografía de pulmones. Cuando me dieron el alta, recién escuché los audios en los que le decía a mi tía que mis pulmones estaban mal. Después no me acuerdo más nada. Si recuerdo que mi papá lloraba y mi mamá estaba orando al lado mío. Yo no entendía por qué, qué tan grave era. Entré en coma”, afirmó bajando la voz.

Maia no sabe cómo se contagió y dijo no tener contactos estrechos que hagan presumir dónde contrajo el virus. “No salía de mi casa, estaba todo el día encerrada con mi pareja. Si salíamos era para ir a su casa, siempre cuidándonos. No sé dónde me contagié. Fue inesperado. Estuve 2 semanas en coma”.

Sus días en Terapia Intensiva del Hospital Zonal no fueron fáciles. Hubo momentos en que la incertidumbre y el miedo parecían asomarse para ganarle. “Me desperté y no me acuerdo si me tenían atada o si me querían atar. Y ahí tuve un ataque. No entendía nada. No me habían dicho nada, no tenía idea. Me querían sedar y lo hicieron. No quería cerrar los ojos porque sentía que me iba a morir. Veía una tela roja y no quería cerrar los ojos, sentía que me iba a ir. Cuando me desperté del coma no me acuerdo en qué momento fue. En Terapia vi un día a mi mamá pero no me acuerdo qué día fue”. Describió una seguidilla de situaciones que aún hoy le son muy confusas.

Maia no tiene que esforzarse para recordar los días previos a la internación. Están grabados en su retina. “El día que fui al médico fue el 12 de junio. Fue la última vez que vi a mis papás. Luego pasó mucho tiempo para volver a verlos. En Terapia todos se portaron muy bien conmigo. Los doctores, excelentes. Las enfermeras, las chicas de limpieza, todos súper bien. Muchas gracias a todos”.

El caso conmocionó la sociedad y por su edad, preocupó a un sector que venía algo más relajado con respecto a la pandemia: los jóvenes. Por Maia la lupa se puso en la juventud como sector para extremar los cuidados. En las redes hubo publicaciones de adolescentes preocupados por el estado de la chica. Maia sintió la necesidad de un mensaje a sus pares. “Que se cuiden los chicos porque uno nunca sabe cuándo le pueden pasar estas cosas. Es reinesperado. Que usen barbijo, alcohol todo el tiempo, traten de no juntarse, no hacer juntadas, de no salir si no es necesario. Uno nunca sabe lo que le puede pasar”.

Vestirse, juntar sus cosas y recibir el alta médica fue realidad luego de dos semanas para el olvido, las más difíciles de su vida. “Estaba re ansiosa. Cuando llegué al barrio empecé a llorar un montón. Tengo una felicidad enorme. Tantos días lejos de casa y volver, ver la calle se sintió raro, es muy lindo. Una felicidad en el corazón enorme”.

Maia no se olvida de nada y de nadie. Su agradecimiento a quienes la ayudaron desde lo médico hasta lo espiritual es infinito. “Doy gracias a la gente que oró por mí. Que hizo cadenas de oración, a todos los doctores. A toda la gente que estuvo, que está, a mi familia que se tiene que cuidar. Me siguen mandando mensajes. Les mando un beso. Gracias a Dios ya estoy en casa, bien, recuperándome de a poco. Cuídense mucho”.

Ya fija su mente en el futuro, con energía y con alegría. “Tengo que seguir yendo al médico, al cardiólogo, etcétera. Estoy sana, estoy bien. Pude salir. De aquí a un mes me puedo vacunar y me queda seguir yendo al médico. Me propuse en la terapia estudiar y ser enfermera. Lo voy a lograr. Decidí terminar la escuela y ser enfermera. Les pido a todos que se cuiden mucho, que no hagan juntadas, ¿para qué? No es necesario con esta pandemia”, concluyó con una sonrisa que le ilumina la cara y traspasa el barbijo.#


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