Editorial / Un cóctel de desinterés, enojo y dispersión

Con el panorama un poco más claro tras el cierre de listas, aunque todavía hay cuestiones legales que definir en el caso del Chusoto, el camino hacia las PASO del 12 de septiembre es una gran incógnita. Como pocas veces en los últimos turnos electorales, la combinación de desinterés, enojo y dispersión del electorado podría deparar sorpresas al final del camino. Después, el 14 de noviembre, vendrán las generales. Pero esa será otra historia, por ahora más difusa.

24 JUL 2021 - 19:54 | Actualizado

Hoy, sin encuestas a la vista –recién ahora con nombres y apellidos empezarán a medirse las intenciones de voto de cada candidato-, casi todo el mundo camina a tientas tratando de entender este jeroglífico político en el que se ha convertido Chubut.

Lo primero que hay que entender es que tratándose de una elección legislativa, ganar o perder tienen una importancia relativa. En la categoría de Senadores, por ejemplo, en donde se repartirán tres bancas, la ley electoral indica que no hay fórmula matemática de reparto sino una simple pluralidad. En otras palabras, la agrupación que saque más votos se llevará dos bancas; y la que salga segunda, sin importar diferencias o porcentajes, la restante.

En el caso de Diputados Nacionales el reparto es proporcional. Entonces, al haber sólo dos bancas en juego casi que no hay margen en esta elección para que alguna fuerza aspire a quedarse con los dos lugares en la Cámara Baja, como ocurrió en 2005 con Aldo Marconetto y Eva García de Moreno, que de la mano del entonces invencible Mario Das Neves dejó afuera del Congreso –y de la política- al otrora imbatible Carlos Maestro; o del propio Das Neves en fórmula con la veterana Nelly Lagoria, que en 2015 dejaron sin banca al kirchnerista Norberto Yauhar.

Hoy no hay margen para barrer rivales. Ni el peronismo, ni sus “primos” del Chusoto y mucho menos la desvencijada alianza Juntos por el Cambio están en condiciones de ganar de esa manera. Peor aún: hacen números y se comen las uñas como un chico que cuenta las monedas. Los caramelos no están garantizados para nadie en este turno.

¿Unidos? Unificados

El peronismo que tanto habló de “unidad” terminó el viernes cerrando una lista con fórceps, unificada a la fuerza, con representación regional pero con nombres que en la mayoría de los casos hay que explicar quiénes son o a quiénes representan.

Aunque hasta el cierre de esta edición se especulaba con la presentación de otra lista, la verdad es que la unificada tendrá en las PASO su mayor desafío. Aunque es obvio que lo que importa es lo que suceda dos meses después en las generales, para el PJ las primarias abiertas será el gran escollo a superar. Al no competir contra nadie por el voto peronista, el resultado de las PASO marcará el caudal real de la lista pejotista. Es decir, si los votos alcanzan en las PASO para superar con holgura a los adversarios, saldrá el sol entre los nubarrones. Pero si la conquista es escasa, pues entonces la tormenta perfecta empezará antes de lo que muchos presagian.

El cierre del PJ dejó mucha tela para cortar. Por ejemplo, la notoria ausencia de las organizaciones sindicales en la lista. Y ni hablar de las agrupaciones, o las ramas femeninas, que fueron espectadores. Y ni siquiera presenciales.

Carlos Linares, que viene de perder por amplio margen con Mariano Arcioni en 2019 –inclusive, en su propia ciudad-, se tiene fe. Cristina Fernández –por sugerencia del empresario Cristóbal López- ungió a Florencia Papaiani, que hizo una gran elección en Trelew pero también perdió en su intento de destronar a Adrián Maderna.

En Diputados, los casi desconocidos Eugenia Alianello y Rafael De Bernardi la tendrán cuesta arriba.

Pro y contras

Al peronismo podría ayudarlo la Secretaría Electoral, si es que finalmente termina bajando la candidatura de Federico Massoni por el Chusoto –está en duda la chance de que un extrapartidario integre las lista del partido creado por Das Neves-; o la interna de la alianza de centro-derecha que encarnan la UCR y el PRO. La división de votos que seguramente habrá entre el ala radical que encabezan Sergio Ongarato, Jacqueline Caminoa (Senadores) y Gustavo Menna (Diputados), y el “macrismo larretista” que encarnan “Nacho” Torres y Ana Clara Romero (sin contar los votos que se fugarán a opciones más puristas, como Mario Cimadevilla u Orlando Vera), podrían aplanar el reparto de votos en las PASO y abrir una chance de triunfo para el PJ, que debería apelar a un fuerte apoyo del Gobierno nacional, que por otra parte tiene sus propios desafíos en Provincia de Buenos Aires, CABA y Córdoba.

Para el Chusoto arcionista, con Massoni en Senadores y el ministro Fabián Puratich en Diputados, hay chances de competir. El primero podría captar mucho voto no peronista, inclusive el de radicales disgustado con un eventual resultado en la interna de Juntos por el Cambio. A Puratich, un peronista cercano al Gobierno nacional, le sobra conocimiento en el electorado, después de un año y medio de recorrer la provincia y los medios a caballo de la pandemia.

Los que conocen el paño aseguran que la falta de interés, el enojo con buena parte de la clase política y la falta de sanciones serias a quienes violan la obligación de ir a votar, son una combinación casi perfecta para que el electorado sea este año una incógnita mayor a lo habitual.

Hay mucho en juego en el futuro de Chubut como para que el desinterés o el enojo primen por sobre la obligación de ir a las urnas a expresar el apoyo o la queja con sentido cívico.

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24 JUL 2021 - 19:54

Hoy, sin encuestas a la vista –recién ahora con nombres y apellidos empezarán a medirse las intenciones de voto de cada candidato-, casi todo el mundo camina a tientas tratando de entender este jeroglífico político en el que se ha convertido Chubut.

Lo primero que hay que entender es que tratándose de una elección legislativa, ganar o perder tienen una importancia relativa. En la categoría de Senadores, por ejemplo, en donde se repartirán tres bancas, la ley electoral indica que no hay fórmula matemática de reparto sino una simple pluralidad. En otras palabras, la agrupación que saque más votos se llevará dos bancas; y la que salga segunda, sin importar diferencias o porcentajes, la restante.

En el caso de Diputados Nacionales el reparto es proporcional. Entonces, al haber sólo dos bancas en juego casi que no hay margen en esta elección para que alguna fuerza aspire a quedarse con los dos lugares en la Cámara Baja, como ocurrió en 2005 con Aldo Marconetto y Eva García de Moreno, que de la mano del entonces invencible Mario Das Neves dejó afuera del Congreso –y de la política- al otrora imbatible Carlos Maestro; o del propio Das Neves en fórmula con la veterana Nelly Lagoria, que en 2015 dejaron sin banca al kirchnerista Norberto Yauhar.

Hoy no hay margen para barrer rivales. Ni el peronismo, ni sus “primos” del Chusoto y mucho menos la desvencijada alianza Juntos por el Cambio están en condiciones de ganar de esa manera. Peor aún: hacen números y se comen las uñas como un chico que cuenta las monedas. Los caramelos no están garantizados para nadie en este turno.

¿Unidos? Unificados

El peronismo que tanto habló de “unidad” terminó el viernes cerrando una lista con fórceps, unificada a la fuerza, con representación regional pero con nombres que en la mayoría de los casos hay que explicar quiénes son o a quiénes representan.

Aunque hasta el cierre de esta edición se especulaba con la presentación de otra lista, la verdad es que la unificada tendrá en las PASO su mayor desafío. Aunque es obvio que lo que importa es lo que suceda dos meses después en las generales, para el PJ las primarias abiertas será el gran escollo a superar. Al no competir contra nadie por el voto peronista, el resultado de las PASO marcará el caudal real de la lista pejotista. Es decir, si los votos alcanzan en las PASO para superar con holgura a los adversarios, saldrá el sol entre los nubarrones. Pero si la conquista es escasa, pues entonces la tormenta perfecta empezará antes de lo que muchos presagian.

El cierre del PJ dejó mucha tela para cortar. Por ejemplo, la notoria ausencia de las organizaciones sindicales en la lista. Y ni hablar de las agrupaciones, o las ramas femeninas, que fueron espectadores. Y ni siquiera presenciales.

Carlos Linares, que viene de perder por amplio margen con Mariano Arcioni en 2019 –inclusive, en su propia ciudad-, se tiene fe. Cristina Fernández –por sugerencia del empresario Cristóbal López- ungió a Florencia Papaiani, que hizo una gran elección en Trelew pero también perdió en su intento de destronar a Adrián Maderna.

En Diputados, los casi desconocidos Eugenia Alianello y Rafael De Bernardi la tendrán cuesta arriba.

Pro y contras

Al peronismo podría ayudarlo la Secretaría Electoral, si es que finalmente termina bajando la candidatura de Federico Massoni por el Chusoto –está en duda la chance de que un extrapartidario integre las lista del partido creado por Das Neves-; o la interna de la alianza de centro-derecha que encarnan la UCR y el PRO. La división de votos que seguramente habrá entre el ala radical que encabezan Sergio Ongarato, Jacqueline Caminoa (Senadores) y Gustavo Menna (Diputados), y el “macrismo larretista” que encarnan “Nacho” Torres y Ana Clara Romero (sin contar los votos que se fugarán a opciones más puristas, como Mario Cimadevilla u Orlando Vera), podrían aplanar el reparto de votos en las PASO y abrir una chance de triunfo para el PJ, que debería apelar a un fuerte apoyo del Gobierno nacional, que por otra parte tiene sus propios desafíos en Provincia de Buenos Aires, CABA y Córdoba.

Para el Chusoto arcionista, con Massoni en Senadores y el ministro Fabián Puratich en Diputados, hay chances de competir. El primero podría captar mucho voto no peronista, inclusive el de radicales disgustado con un eventual resultado en la interna de Juntos por el Cambio. A Puratich, un peronista cercano al Gobierno nacional, le sobra conocimiento en el electorado, después de un año y medio de recorrer la provincia y los medios a caballo de la pandemia.

Los que conocen el paño aseguran que la falta de interés, el enojo con buena parte de la clase política y la falta de sanciones serias a quienes violan la obligación de ir a votar, son una combinación casi perfecta para que el electorado sea este año una incógnita mayor a lo habitual.

Hay mucho en juego en el futuro de Chubut como para que el desinterés o el enojo primen por sobre la obligación de ir a las urnas a expresar el apoyo o la queja con sentido cívico.


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