Editorial / La derrota cultural del peronismo

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Todos unidos. Los candidatos de Todos en Comodoro, con una estética impuesta desde Buenos Aires.
21 AGO 2021 - 20:24 | Actualizado

En 2008, el candidato del Partido Demócrata Barak Obama dio inicio, en la por entonces incipiente era de la comunicación digital, a una manera disruptiva de comunicación política en redes sociales. Si bien es cierto que la personalidad de Obama influyó en gran medida en un ideario de esperanza e igualdad que los norteamericanos estaban anhelando, llegó a ser presidente de los Estados Unidos a partir de una campaña electoral cuyo eslogan central fue la frase (título de una canción) “Yes we can” (Sí, podemos), demostrando que una comunicación política estratégica en redes sociales podía lograr adeptos si se sabe qué comunicar, cuándo y cómo en una arena de disputa común entre los candidatos que se conoce como “la economía de la atención”.

Desde ese tiempo a esta parte las campañas electorales y la política digital se han ido profesionalizando en la medida en que los procesos electorales así lo van necesitando. Los equipos y asesores en comunicación digital son parte del círculo más cercano a los candidatos y candidatas. Es entonces que los equipos técnicos aconsejan definir, como prioritario, a qué público o “target” apuntar. Es decir, quiénes serán los destinarios de los mensajes segmentados mediante una bien estructurada estrategia de contenidos digitales.

En los tiempos de la “Big Data”, la inteligencia artificial y las redes sociales, sumado a las problemáticas propias que impuso la pandemia, el viejo cara a cara, puerta por puerta o el más reciente timbreo, se ha ido trasladando cada vez en mayor medida a “militar” las redes.

Es tan cierto como comprobable que esos formatos con su dinámica en tiempo real se encuentran totalmente incorporados en la realidad de la campaña 2021 en Chubut, generando una suerte de significativa uniformidad. Es por ello que todos los candidatos de los distintos espacios políticos muestran más o menos lo mismo: falta de contenido; fotos sin sentido colectivo; visitas a emprendimientos productivos individuales, aislados de una política integral; y carentes de propuestas legislativas que tiendan a modificar y mejorar la realidad.

Ahora bien, tampoco se trata de militar la vieja frase que asegura que “todo tiempo pasado fue mejor”. La era de las redes sociales, la comunicación política, los contenidos digitales y los mensajes segmentados, no invalidan sino que deberían complementar una práctica que, por ejemplo, el peronismo ha hecho propia a lo largo de todo su historia y que tiende a sintetizar en propuestas concretas, de cara al electorado, las necesidades de los habitantes y en consecuencia ofrecer soluciones. Todo esto parece estar ausente cuando restan tres semanas para las elecciones primarias.

El peronismo chubutense ha permeado a imitar las estrategias electorales de sus adversarios. Es decir, de otras fuerzas políticas (particularmente de aquellas que representan las ideas de la derecha liberal), al vaciar de contenido su rica tradición política y presentar a sus candidatos “sin pasado”.

Una especial atención merece la indisimulada manera de asimilar la estética del oponente para intentar seducir al electorado. No por las propuestas y las ideas, sino desde la banalidad superflua de una estética custodiada por los consultores de turno. Estos hechos pueden (y, tal vez, deban) ser analizados como el preludio de una derrota mucho más profunda que un resultado electoral adverso. La peor derrota no es la de las urnas sino la derrota cultural.

La dirigencia peronista chubutense ha admitido con pasmosa pasividad la imposición de la lógica liberal en su “moderna” expresión política. Hiperconcentración de las decisiones partidarias en una minúscula élite; desmovilización y vaciamiento de la estructura partidaria; desideologización y despolitización del mensaje; imágenes neutras y pulcras hasta la exasperación; candidatos sin historia.

En resumen, un partido fuera de su propia historia. Esa es ya una derrota cultural inevitable, más allá del resultado en las urnas.

El PJ local se apresta a enfrentar una elección sin representar proyectos colectivos (ausencia sindical, cámaras empresarias/servicios) sin propuestas concretas y funcional a un esquema que sus adversarios políticos han deseado y propiciado (sin éxito) durante años: vaciar de contenido político al peronismo. Eso que algunos llaman cultura, dogma, mística, liturgia o ritual peronista.

Escenario dividido

En un escenario electoral dividido en tercios, donde una mínima diferencia implica estar adentro o afuera, donde cualquier analista político más o menos serio aconsejaría fidelizar el voto peronista y transitar las organizaciones partidarias (Consejos de Localidad, agrupaciones, sindicatos, etcétera), la “conducción” del PJ Chubut ha optado por el camino inverso.

Además, el peronismo chubutense cuenta con otra situación difícil de resolver: a nivel nacional, gran parte de la estrategia electoral está centrada en la exitosa campaña de vacunación contra el Covid (de hecho, en la Provincia de Buenos Aires decidieron jugar de candidato a Daniel Gollan, el eficiente ministro de Salud de Axel Kicillof), algo que en estas tierras representa el candidato de Chubut Primero, Fabián Puratich.

En los últimos días, además, el intendente de Comodoro Rivadavia, Juan Pablo Luque, salió de su zona de confort para ponerse al hombro la campaña de Todos, cerrando con sus discursos los actos realizados en varias partes de la provincia, en donde abundan las palabras pero faltan ideas y militancia.

Luque decidió empezar a jugar su candidatura a gobernador para 2023 y levanta las manos de Carlos Linares, Florencia Papaiani y Rafael De Bernardi como propias. Del otro lado, el vicegobernador Ricardo Sastre ha elegido ceder ese protagonismo y concentra en Puerto Madryn todo el apoyo a su candidata a diputada nacional, Eugenia Alianello.

Pase lo que pase, habrá un extenso pedido de exámenes de ADN para buscar al “padre de la criatura”.

En el éxito puede ser un escenario divertido. Pero en la derrota, se sabe, las facturas son pesadas y pueden dejar fuera de carrera al más pintado.

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Todos unidos. Los candidatos de Todos en Comodoro, con una estética impuesta desde Buenos Aires.
21 AGO 2021 - 20:24

En 2008, el candidato del Partido Demócrata Barak Obama dio inicio, en la por entonces incipiente era de la comunicación digital, a una manera disruptiva de comunicación política en redes sociales. Si bien es cierto que la personalidad de Obama influyó en gran medida en un ideario de esperanza e igualdad que los norteamericanos estaban anhelando, llegó a ser presidente de los Estados Unidos a partir de una campaña electoral cuyo eslogan central fue la frase (título de una canción) “Yes we can” (Sí, podemos), demostrando que una comunicación política estratégica en redes sociales podía lograr adeptos si se sabe qué comunicar, cuándo y cómo en una arena de disputa común entre los candidatos que se conoce como “la economía de la atención”.

Desde ese tiempo a esta parte las campañas electorales y la política digital se han ido profesionalizando en la medida en que los procesos electorales así lo van necesitando. Los equipos y asesores en comunicación digital son parte del círculo más cercano a los candidatos y candidatas. Es entonces que los equipos técnicos aconsejan definir, como prioritario, a qué público o “target” apuntar. Es decir, quiénes serán los destinarios de los mensajes segmentados mediante una bien estructurada estrategia de contenidos digitales.

En los tiempos de la “Big Data”, la inteligencia artificial y las redes sociales, sumado a las problemáticas propias que impuso la pandemia, el viejo cara a cara, puerta por puerta o el más reciente timbreo, se ha ido trasladando cada vez en mayor medida a “militar” las redes.

Es tan cierto como comprobable que esos formatos con su dinámica en tiempo real se encuentran totalmente incorporados en la realidad de la campaña 2021 en Chubut, generando una suerte de significativa uniformidad. Es por ello que todos los candidatos de los distintos espacios políticos muestran más o menos lo mismo: falta de contenido; fotos sin sentido colectivo; visitas a emprendimientos productivos individuales, aislados de una política integral; y carentes de propuestas legislativas que tiendan a modificar y mejorar la realidad.

Ahora bien, tampoco se trata de militar la vieja frase que asegura que “todo tiempo pasado fue mejor”. La era de las redes sociales, la comunicación política, los contenidos digitales y los mensajes segmentados, no invalidan sino que deberían complementar una práctica que, por ejemplo, el peronismo ha hecho propia a lo largo de todo su historia y que tiende a sintetizar en propuestas concretas, de cara al electorado, las necesidades de los habitantes y en consecuencia ofrecer soluciones. Todo esto parece estar ausente cuando restan tres semanas para las elecciones primarias.

El peronismo chubutense ha permeado a imitar las estrategias electorales de sus adversarios. Es decir, de otras fuerzas políticas (particularmente de aquellas que representan las ideas de la derecha liberal), al vaciar de contenido su rica tradición política y presentar a sus candidatos “sin pasado”.

Una especial atención merece la indisimulada manera de asimilar la estética del oponente para intentar seducir al electorado. No por las propuestas y las ideas, sino desde la banalidad superflua de una estética custodiada por los consultores de turno. Estos hechos pueden (y, tal vez, deban) ser analizados como el preludio de una derrota mucho más profunda que un resultado electoral adverso. La peor derrota no es la de las urnas sino la derrota cultural.

La dirigencia peronista chubutense ha admitido con pasmosa pasividad la imposición de la lógica liberal en su “moderna” expresión política. Hiperconcentración de las decisiones partidarias en una minúscula élite; desmovilización y vaciamiento de la estructura partidaria; desideologización y despolitización del mensaje; imágenes neutras y pulcras hasta la exasperación; candidatos sin historia.

En resumen, un partido fuera de su propia historia. Esa es ya una derrota cultural inevitable, más allá del resultado en las urnas.

El PJ local se apresta a enfrentar una elección sin representar proyectos colectivos (ausencia sindical, cámaras empresarias/servicios) sin propuestas concretas y funcional a un esquema que sus adversarios políticos han deseado y propiciado (sin éxito) durante años: vaciar de contenido político al peronismo. Eso que algunos llaman cultura, dogma, mística, liturgia o ritual peronista.

Escenario dividido

En un escenario electoral dividido en tercios, donde una mínima diferencia implica estar adentro o afuera, donde cualquier analista político más o menos serio aconsejaría fidelizar el voto peronista y transitar las organizaciones partidarias (Consejos de Localidad, agrupaciones, sindicatos, etcétera), la “conducción” del PJ Chubut ha optado por el camino inverso.

Además, el peronismo chubutense cuenta con otra situación difícil de resolver: a nivel nacional, gran parte de la estrategia electoral está centrada en la exitosa campaña de vacunación contra el Covid (de hecho, en la Provincia de Buenos Aires decidieron jugar de candidato a Daniel Gollan, el eficiente ministro de Salud de Axel Kicillof), algo que en estas tierras representa el candidato de Chubut Primero, Fabián Puratich.

En los últimos días, además, el intendente de Comodoro Rivadavia, Juan Pablo Luque, salió de su zona de confort para ponerse al hombro la campaña de Todos, cerrando con sus discursos los actos realizados en varias partes de la provincia, en donde abundan las palabras pero faltan ideas y militancia.

Luque decidió empezar a jugar su candidatura a gobernador para 2023 y levanta las manos de Carlos Linares, Florencia Papaiani y Rafael De Bernardi como propias. Del otro lado, el vicegobernador Ricardo Sastre ha elegido ceder ese protagonismo y concentra en Puerto Madryn todo el apoyo a su candidata a diputada nacional, Eugenia Alianello.

Pase lo que pase, habrá un extenso pedido de exámenes de ADN para buscar al “padre de la criatura”.

En el éxito puede ser un escenario divertido. Pero en la derrota, se sabe, las facturas son pesadas y pueden dejar fuera de carrera al más pintado.


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