Jair Bolsonaro culpa a sus rivales gobernadores por la inflación en alimentos y combustibles

El presidente de Brasil atribuyó hoy el alza de la inflación y el descontrol de precios de la canasta básica de alimentos, de la garrafa de gas y de los combustibles a los impuestos regionales que cobran los gobernadores y a las cuarentenas adoptadas para combatir la pandemia de coronavirus, en medio de críticas a su modelo económico por parte del sector financiero, uno de los pilares de su gestión.

24 AGO 2021 - 15:09 | Actualizado

"Todo esto es consecuencia de quedarse adentro de casa por la pandemia, no es mi culpa, yo me opuse a eso", dijo Bolsonaro a radio Farol, de Alagoas.

Lo hizo al desentenderse del peor momento económico de su gobierno, con un índice de desempleo del 14,7%. que incluye aumento de la tasa de interés, dólar por encima de los 5 reales y un precio récord del litro de nafta, que llegó a los 7,20 reales (132 pesos) incluso en estados petroleros por excelencia, como Río de Janeiro.

Además, la canasta básica de alimentos mensual ya equivale a un salario mínimo, 1.100 reales (20.412 pesos o 209 dólares) según la estadística del Departamento de Estadística Intersindical (Diesse) y de la fundación de defensa del consumidor, Procon.

En los últimos 12 meses, el aumento de la canasta básica de alimentos fue del 22%, el 14,2% de la energía eléctrica y 83% el alza del aceite de soja.

Al mismo tiempo, el ministro de Economía, Paulo Guedes, reconoció que está dentro de lo esperado que Brasil duplique el índice de inflación para 2021, algo que atribuyó a la "anticipación de la campaña electoral" de 2022, intentando vincular la disparada del precio de los alimentos al favoritismo en las encuestas del opositor expresidente Luiz Lula da Silva, líder del Partido de los Trabajadores (PT).

La inflación acumulada en 12 meses es del 9 por ciento mientras que el centro de la meta del sistema del Banco Central brasileño desde la inclusión del Plan Real en 1994 es de 3,75%, con una tolerancia hasta el 5,25 por ciento.

El Índice de Precios al Consumidor Amplio (IPCA, el índice oficial) del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística avanzó 0,96% en julio, el mayor valor mensual desde 2002.

"Estados Unidos tiene prevista una inflación del 7, nosotros estamos jugando el mismo juego", afirmó Guedes, mientras crecen las críticas de sectores neoliberales al gobierno por haber prometido aumentar el costo de los planes sociales para 2022, cuando Bolsonaro intentará ser reelecto, renegociando las deudas sentencias por la justicia contra el Estado.

El diario más influyente del país, Folha de Sao Paulo, crítico de la forma pero no del rumbo económico del Gobierno, calificó esta situación como el "Costo Bolsonaro", es decir, que agentes del mercado financiero que apoyan el rumbo económico del Gobierno de Brasil desconfían de un aumento del gasto publico con ayuda social de cara a la reelección de 2022.

Guedes explicó que es necesaria una ley para compensar el aumento del gasto para no romper el techo del gasto, la ley sancionada por el expresidente Michel Temer que durante 20 años impide el aumento del presupuesto, salvo por la inflación.

Bolsonaro ha visto su imagen erosionarse con la pandemia y la falta de capacidad del salario frente a la inflación.

"Yo bajé todos los impuestos federales, la culpa es de los gobernadores, que no quieren renunciar a cobrar impuestos. El litro de nafta está en 7 reales por culpa del aumento de los estados, un valor extorsivo", dijo Bolsonaro a una radio de Alagoas.

La garrafa de gas hogareño subió a 130 reales en algunas regiones de Brasil, llevando a comunidades carentes como las favelas a reincorporar las cocinas a leña.

Bolsonaro descartó involucrarse en la política de precios de Petrobras, la petrolera estatal presionada por sus accionistas privados a repudiar posibles intentos de subsidios al precio de los combustibles, una discusión que intentó dar el ala desarrollista del gobierno, sin éxito.

La petrolera anunció aumentos mensuales de acuerdo al precio internacional.

La petrolera fundada en 1953 por el expresidente Getulio Vargas, suicidado en medio de una intentona golpista un 24 de agosto de 1954, se encuentra en fase de desinversión y venta de activos a privados.

Lula da Silva fustigó la política de precios liberados de los combustibles: "Cuando vean el precio del combustible o a una madre de familia sin dinero para comprar una garrafa de gas, recuerden que este país necesita ser del tamaño de los sueños de Getulio. Y no del tamaño de la pesadilla de Guedes y Bolsonaro".

En diálogo con Télam, Joelson Sampaio, profesor de Economía de la universidad Fundación Getulio Vargas (FGV), afirmó que la tendencia mundial es de una inflación elevada generada por una época de aumento del precio de los alimentos pero en el caso de Brasil existen ruidos politicos, en medio de disputas de poder y discursos de autogolpe en el bolsonarismo.

"Vemos que los países emergentes tienen una vulnerabilidad mayor a esta inflación, sumado a que en Brasil se ha agregado una variable porque se ha acelerado la política y los agentes económicos están elevando la percepción de riesgo. Son dos cosas, el aumento de la inflación sobre todo en los hogares de menores ingresos y la incertidumbre de la política", evaluó.

Según datos de la FGV Social, el ingreso promedio cayó 11 por ciento en el primer trimestre de 2021 frente al mismo período de 2020, un valor que se derrumba 21% cuando se toma a la mitad más pobre del país.

De acuerdo al estudio de la FGV, desde agosto de 2020 unas 32 millones de personas dejaron la clase media baja, llamada en Brasil de Clase C, que fue la estrella del consumo en los años de Lula (2003-2010), para ubicarse e las clases E y D.

Entre fin de 2020 y julio de 2021, la reprobación de Bolsonaro aumentó de de 32% a 51%, de acuerdo a Datafolha.

No es casual, por ello, que en una gira política por el nordeste, la región más pobre del país, el expresidente Lula comenzó su precampaña defendiendo la agricultura familiar como regulador de los precios internos de los alimentos.

24 AGO 2021 - 15:09

"Todo esto es consecuencia de quedarse adentro de casa por la pandemia, no es mi culpa, yo me opuse a eso", dijo Bolsonaro a radio Farol, de Alagoas.

Lo hizo al desentenderse del peor momento económico de su gobierno, con un índice de desempleo del 14,7%. que incluye aumento de la tasa de interés, dólar por encima de los 5 reales y un precio récord del litro de nafta, que llegó a los 7,20 reales (132 pesos) incluso en estados petroleros por excelencia, como Río de Janeiro.

Además, la canasta básica de alimentos mensual ya equivale a un salario mínimo, 1.100 reales (20.412 pesos o 209 dólares) según la estadística del Departamento de Estadística Intersindical (Diesse) y de la fundación de defensa del consumidor, Procon.

En los últimos 12 meses, el aumento de la canasta básica de alimentos fue del 22%, el 14,2% de la energía eléctrica y 83% el alza del aceite de soja.

Al mismo tiempo, el ministro de Economía, Paulo Guedes, reconoció que está dentro de lo esperado que Brasil duplique el índice de inflación para 2021, algo que atribuyó a la "anticipación de la campaña electoral" de 2022, intentando vincular la disparada del precio de los alimentos al favoritismo en las encuestas del opositor expresidente Luiz Lula da Silva, líder del Partido de los Trabajadores (PT).

La inflación acumulada en 12 meses es del 9 por ciento mientras que el centro de la meta del sistema del Banco Central brasileño desde la inclusión del Plan Real en 1994 es de 3,75%, con una tolerancia hasta el 5,25 por ciento.

El Índice de Precios al Consumidor Amplio (IPCA, el índice oficial) del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística avanzó 0,96% en julio, el mayor valor mensual desde 2002.

"Estados Unidos tiene prevista una inflación del 7, nosotros estamos jugando el mismo juego", afirmó Guedes, mientras crecen las críticas de sectores neoliberales al gobierno por haber prometido aumentar el costo de los planes sociales para 2022, cuando Bolsonaro intentará ser reelecto, renegociando las deudas sentencias por la justicia contra el Estado.

El diario más influyente del país, Folha de Sao Paulo, crítico de la forma pero no del rumbo económico del Gobierno, calificó esta situación como el "Costo Bolsonaro", es decir, que agentes del mercado financiero que apoyan el rumbo económico del Gobierno de Brasil desconfían de un aumento del gasto publico con ayuda social de cara a la reelección de 2022.

Guedes explicó que es necesaria una ley para compensar el aumento del gasto para no romper el techo del gasto, la ley sancionada por el expresidente Michel Temer que durante 20 años impide el aumento del presupuesto, salvo por la inflación.

Bolsonaro ha visto su imagen erosionarse con la pandemia y la falta de capacidad del salario frente a la inflación.

"Yo bajé todos los impuestos federales, la culpa es de los gobernadores, que no quieren renunciar a cobrar impuestos. El litro de nafta está en 7 reales por culpa del aumento de los estados, un valor extorsivo", dijo Bolsonaro a una radio de Alagoas.

La garrafa de gas hogareño subió a 130 reales en algunas regiones de Brasil, llevando a comunidades carentes como las favelas a reincorporar las cocinas a leña.

Bolsonaro descartó involucrarse en la política de precios de Petrobras, la petrolera estatal presionada por sus accionistas privados a repudiar posibles intentos de subsidios al precio de los combustibles, una discusión que intentó dar el ala desarrollista del gobierno, sin éxito.

La petrolera anunció aumentos mensuales de acuerdo al precio internacional.

La petrolera fundada en 1953 por el expresidente Getulio Vargas, suicidado en medio de una intentona golpista un 24 de agosto de 1954, se encuentra en fase de desinversión y venta de activos a privados.

Lula da Silva fustigó la política de precios liberados de los combustibles: "Cuando vean el precio del combustible o a una madre de familia sin dinero para comprar una garrafa de gas, recuerden que este país necesita ser del tamaño de los sueños de Getulio. Y no del tamaño de la pesadilla de Guedes y Bolsonaro".

En diálogo con Télam, Joelson Sampaio, profesor de Economía de la universidad Fundación Getulio Vargas (FGV), afirmó que la tendencia mundial es de una inflación elevada generada por una época de aumento del precio de los alimentos pero en el caso de Brasil existen ruidos politicos, en medio de disputas de poder y discursos de autogolpe en el bolsonarismo.

"Vemos que los países emergentes tienen una vulnerabilidad mayor a esta inflación, sumado a que en Brasil se ha agregado una variable porque se ha acelerado la política y los agentes económicos están elevando la percepción de riesgo. Son dos cosas, el aumento de la inflación sobre todo en los hogares de menores ingresos y la incertidumbre de la política", evaluó.

Según datos de la FGV Social, el ingreso promedio cayó 11 por ciento en el primer trimestre de 2021 frente al mismo período de 2020, un valor que se derrumba 21% cuando se toma a la mitad más pobre del país.

De acuerdo al estudio de la FGV, desde agosto de 2020 unas 32 millones de personas dejaron la clase media baja, llamada en Brasil de Clase C, que fue la estrella del consumo en los años de Lula (2003-2010), para ubicarse e las clases E y D.

Entre fin de 2020 y julio de 2021, la reprobación de Bolsonaro aumentó de de 32% a 51%, de acuerdo a Datafolha.

No es casual, por ello, que en una gira política por el nordeste, la región más pobre del país, el expresidente Lula comenzó su precampaña defendiendo la agricultura familiar como regulador de los precios internos de los alimentos.


NOTICIAS RELACIONADAS