Comarca Andina: las nuevas generaciones toman la posta de los productores de fruta fina

La actividad comenzó recién en 1980, introducida por los “nuevos colonos” que llegaron a la región.

08 NOV 2021 - 17:29 | Actualizado

La producción de fruta fina en la Comarca Andina comenzó recién por la década de 1980, introducida principalmente por los “nuevos colonos” que llegaban de las grandes ciudades a cambiar su estilo de vida. Compraron chacras a las familias pioneras y diversificaron los cultivos tradicionales de papa, avena y zapallos con la siembra de frutillas, frambuesas, arándanos y otros berrys. Claro, los antiguos ya tenían plantados los cerezos, guindos, saucos. En tanto, la rosa mosqueta ganaba lugar y se convertía en plaga.

Ahora, aquellos productores van dejando lugar a sus hijos y nietos, que han crecido, se han ido a estudiar y vuelven con la premisa de formar su hogar en los mismos valles cordilleranos.

Al respecto, el ingeniero Javier Mariño (Inta), graficó ayer que “estamos desarrollando un programa de asistencia técnica de Cambio Rural, con la característica de incluir a muchos de estos jóvenes, dedicados a producir fruta fina en la Comarca Andina. En general, toman la posta de sus padres en los mismos cultivos de varias décadas, más algunas superficies nuevas que ellos van consolidando”.

En coincidencia, “comienzan a aparecer nuevas variedades de frambuesas. En el Inta se ensayaron nueve especies y ya hay productores que están comenzando a renovar sus plantas. Históricamente, en la zona se hacían ‘Autumn Bliss’ y ‘Jonoman’ (de doble y simple floración), pero ahora están innovando y trabajando además en nuevas formas de comercialización”, graficó.

Según explicó, la fruta fina “es un producto muy delicado después de la cosecha. Hay varios productores que están buscando otras alternativas y mejores condiciones para llegar al mercado demandante. Principalmente, mayor seguridad en la post cosecha. El riego más grande es la venta en fresco, ya que debe salir rápidamente. De lo contrario, la fruta se pasa y pierde valor”.

Sumó que también “hay todo un proceso de congelamiento y transformación con el objetivo de sacarle una mayor rentabilidad”.

En respuesta a las condiciones para la temporada que se aproxima, Mariño graficó “que estamos recorriendo las chacras y no hubo inconvenientes en la floración y cuajado de los frutos, lo que garantiza un buen rendimiento”.

Entre los problemas a resolver, mencionó “el abastecimiento del agua para riego, toda vez que la región está con emergencia hídrica, pero también tenemos emergencia energética. Muchas chacras están con el riesgo de que se corte la luz: la fruta que se cosecha tiene que pasar a frío en forma inmediata y eso no está garantizado. Si no hay estabilidad, pasa a ser una dificultad de difícil resolución”, anticipó.

Al respecto, precisó que “hubo dos o tres reuniones de la Mesa de Desarrollo de la Comarca Andina, desde donde salieron notas hacia las autoridades pidiendo algunas medidas concretas y con la premisa de proteger al sector productivo y al turismo, ya que afecta a todos”.

Asimismo, recordó que “la semana pasada tuvimos varios días sin energía eléctrica. La Cooperativa Agrícola tiene cuatro reefers (contenedores refrigerados) con fruta adentro y es alto el riesgo de perderla”.

350 productores

Acerca de la superficie cultivada con frutas finas en la zona, indicó que “probablemente haya un aumento de producción, toda vez que hay chacras que se han vendido y han introducido nuevas especies. Aproximadamente, hay unas 250/280 hectáreas sembradas, con un promedio anual de cosecha de unas mil toneladas, concentradas entre unos 350 pequeños productores”.

Entre los temas de sanidad vegetal, el técnico consultado resaltó que “desde el gobierno del Chubut se conformó el Coprosave, en conjunto con los municipios, Inta y el Colegio de Ingenieros, con el fin de hacer un seguimiento de la “mosca de los frutos” (Drosophila Suzukii), que presenta su problemática dentro de la producción de fruta fina, con la premisa de poder manejar la plaga”.

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08 NOV 2021 - 17:29

La producción de fruta fina en la Comarca Andina comenzó recién por la década de 1980, introducida principalmente por los “nuevos colonos” que llegaban de las grandes ciudades a cambiar su estilo de vida. Compraron chacras a las familias pioneras y diversificaron los cultivos tradicionales de papa, avena y zapallos con la siembra de frutillas, frambuesas, arándanos y otros berrys. Claro, los antiguos ya tenían plantados los cerezos, guindos, saucos. En tanto, la rosa mosqueta ganaba lugar y se convertía en plaga.

Ahora, aquellos productores van dejando lugar a sus hijos y nietos, que han crecido, se han ido a estudiar y vuelven con la premisa de formar su hogar en los mismos valles cordilleranos.

Al respecto, el ingeniero Javier Mariño (Inta), graficó ayer que “estamos desarrollando un programa de asistencia técnica de Cambio Rural, con la característica de incluir a muchos de estos jóvenes, dedicados a producir fruta fina en la Comarca Andina. En general, toman la posta de sus padres en los mismos cultivos de varias décadas, más algunas superficies nuevas que ellos van consolidando”.

En coincidencia, “comienzan a aparecer nuevas variedades de frambuesas. En el Inta se ensayaron nueve especies y ya hay productores que están comenzando a renovar sus plantas. Históricamente, en la zona se hacían ‘Autumn Bliss’ y ‘Jonoman’ (de doble y simple floración), pero ahora están innovando y trabajando además en nuevas formas de comercialización”, graficó.

Según explicó, la fruta fina “es un producto muy delicado después de la cosecha. Hay varios productores que están buscando otras alternativas y mejores condiciones para llegar al mercado demandante. Principalmente, mayor seguridad en la post cosecha. El riego más grande es la venta en fresco, ya que debe salir rápidamente. De lo contrario, la fruta se pasa y pierde valor”.

Sumó que también “hay todo un proceso de congelamiento y transformación con el objetivo de sacarle una mayor rentabilidad”.

En respuesta a las condiciones para la temporada que se aproxima, Mariño graficó “que estamos recorriendo las chacras y no hubo inconvenientes en la floración y cuajado de los frutos, lo que garantiza un buen rendimiento”.

Entre los problemas a resolver, mencionó “el abastecimiento del agua para riego, toda vez que la región está con emergencia hídrica, pero también tenemos emergencia energética. Muchas chacras están con el riesgo de que se corte la luz: la fruta que se cosecha tiene que pasar a frío en forma inmediata y eso no está garantizado. Si no hay estabilidad, pasa a ser una dificultad de difícil resolución”, anticipó.

Al respecto, precisó que “hubo dos o tres reuniones de la Mesa de Desarrollo de la Comarca Andina, desde donde salieron notas hacia las autoridades pidiendo algunas medidas concretas y con la premisa de proteger al sector productivo y al turismo, ya que afecta a todos”.

Asimismo, recordó que “la semana pasada tuvimos varios días sin energía eléctrica. La Cooperativa Agrícola tiene cuatro reefers (contenedores refrigerados) con fruta adentro y es alto el riesgo de perderla”.

350 productores

Acerca de la superficie cultivada con frutas finas en la zona, indicó que “probablemente haya un aumento de producción, toda vez que hay chacras que se han vendido y han introducido nuevas especies. Aproximadamente, hay unas 250/280 hectáreas sembradas, con un promedio anual de cosecha de unas mil toneladas, concentradas entre unos 350 pequeños productores”.

Entre los temas de sanidad vegetal, el técnico consultado resaltó que “desde el gobierno del Chubut se conformó el Coprosave, en conjunto con los municipios, Inta y el Colegio de Ingenieros, con el fin de hacer un seguimiento de la “mosca de los frutos” (Drosophila Suzukii), que presenta su problemática dentro de la producción de fruta fina, con la premisa de poder manejar la plaga”.


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