Caso Suárez: el sumario concluyó que en su visita al “Mai” violó tres normas

La investigación administrativa consideró probado que hubo besos entre el preso y la magistrada. Y que “puso en jaque” su deber de imparcialidad. En la ciudad petrolera estaba de turno pero cuando la necesitaron dijo estar “enferma”.

Cerquita. Una imagen de las cámaras de seguridad en el momento el contacto íntimo entre “Mai” Bustos y la jueza que lo condenó.
18 ABR 2022 - 21:24 | Actualizado 25 ABR 2022 - 8:23

El Superior Tribunal de Justicia le envió al Consejo de la Magistratura las conclusiones del sumario a la jueza de Comodoro Rivadavia Mariel Suárez. Su colega Flavia Trincheri, que investigó el caso, consideró probado que la magistrada se encontró dos veces con Cristian “Mai” Bustos en el Instituto Penitenciario Provincial, y que se besaron.
También advirtió que la jueza estaba de turno en la ciudad petrolera y que para eludir presidir una audiencia de control de detención dijo estar enferma cuando en realidad había viajado al Valle.
De acuerdo al sumario al que accedió Jornada, el 29 de diciembre de 2021 Suárez exhibió su credencial para ingresar fuera del horario de visitas al penal de ruta 3 para visitar al Bustos, condenado a prisión perpetua un día antes por un Tribunal que ella presidía. El objetivo era entrevistarlo para un libro.
El encuentro se desarrolló de modo “deslucido y desajustado” al cargo de juez. En el recinto había sillas y escritorio pero se sentaron juntos en el piso, muy cerca. “Mientras conversaban, se besaban: él acarició su cabello y la Dra. tomó fotografías tipo selfie de ambos con un celular”.
Al día siguiente se vieron de nuevo. “Ya conociendo el lugar se sentaron en sillas en una ubicación tal que no podía ser tomada por las cámaras”. A Suárez debieron advertirle que se ubique en un lugar a la vista.
Ni la defensora de Bustos, Valeria Ponce, ni el fiscal de la causa, Fidel González, sabían de estos encuentros a solas. Todavía Suárez tiene a su cargo la causa del “Mai”.
Trincheri le imputó violar el artículo 10 inciso B del Reglamento lnterno General: “Observar una conducta decorosa compatible con la dignidad de la función judicial”; el artículo 13 de la Ley de Ética de la función pública: «Deber de conducirse apropiadamente en público” y el artículo 17 del Código de Procedimientos Penal: “Igualdad entre las partes e imparcialidad”.
La sumariante advirtió al Superior que Suárez estuvo dos días en Trelew al mismo tiempo que era jueza de turno en Comodoro. No pidió licencia ni reemplazo. En su ausencia debía celebrarse una audiencia con un detenido pero Suárez “se habría conducido de manera engañosa”: dijo estar enferma y en realidad, a las 8.24 del 30 de diciembre estaba en el Valle para ingresar al IPP “llevando adelante tareas académicas que no justificaban de manera alguna que se alejara de su función”.
El jefe de turno que la recibió el 29 de diciembre contó que Suárez se reunió con el “Mai” en el sector de Aulas.
En las cámaras el oficial vio un saludo “no habitual”: se toman de la cintura, se dan un beso en la mejilla y se sientan en el suelo detrás de un escritorio. Se acercan “demasiado uno al otro, presumiendo que se dan un beso”. Observó abrazos, caricias de pelo y selfies.
Una cabo de la Sección Visitas dijo que la jueza entró con computadora, su celular, caramelos, sanguchitos y un budín. Su jefe de turno le comentó que “estuvieron muy cercanos, parecía que se estaban besando y por tal motivo, los filmó”. Se labró un acta.
Un subcomisario a cargo de los internos declaró en el sumario que sabía que Suárez iría para una entrevista para un libro. Él facilitó un espacio acorde para tomar apuntes. Luego su jefe de turno le informó situaciones con Bustos que “no son acordes”. Acordaron elevar un informe a Políticas Penitenciarias.
Otra cabo del sector Visitas testimonió que ese 29 le llevaba los partes de las visitas a su jefe, que miraba las cámaras. Ella se detuvo a observarlas y vieron “una situación rara”: sentados en el piso y Bustos acariciando el pelo de la jueza, le da un beso.
Ya el 30 de diciembre, este subcomisario recibió a la jueza, que llevaba facturas para el “Mai”. Le advirtió que ya existía un informe porque “habían estado a los besos” y que estaba filmada. Y que si iba a trabajar en un libro, que su visita sea sólo para eso. La jueza negó todo y deslizó que el preso “le tomó aprecio”. El policía insistió: “Si es una visita sentimental y tiene relación con él, haga el pedido de visita como corresponde”. Le pidió usar las sillas porque sentarse en el suelo “no es acorde al lugar”. Si se observaba una “situación rara” cortaría la visita.
Suárez entró al aula con Bustos pero en un punto ciego para las cámaras. Finalmente los obligan a sentarse donde podían ser vistos. Sólo tomaron apuntes.
Trincheri concluyó que la conducta de Suárez “está reñida con la ética judicial que se exige a los jueces”.
La sumariante no cuestionó “su actividad narrativa ni que Bustos y su historia personal, sean su fuente de inspiración”. Pero para ingresar al penal por un tema ajeno a su trabajo se valió de su condición de magistrada.
Aunque el 30 de diciembre le advirtieron, “desafió el aviso al colocarse dentro del recinto en un lugar donde no son tomados por las cámaras, ocasionando un llamado de atención”.
Trincheri destacó: “La jueza utilizó para su labor de escritora un momento procesal por demás inoportuno que puso en jaque su imparcialidad frente a las partes y la sociedad toda”. Se involucró personalmente.
“Los jueces tienen actividad jurisdiccional y una vida personal que deben armonizar en lo público con su función. La sociedad necesita tranquilidad espiritual al observar qué hacen de su vida pública aquellos que deciden sobre la suya; demandan probidad en su actividad extra judicial”, advirtió la sumariante. Un juez debe saber que “se le exigirá un plus en su desenvolvimiento, una exigencia mayor que si se tratara de un ciudadano que no decide sobre la vida de las personas”.
Con su conducta, Suárez “renunció a su rol jurisdiccional, el cual no había fenecido y que siempre debe prevalecer respecto de cualquier otra tarea que desee desempeñar”.
Sabiendo que la filmaban “vulneró las normas de seguridad, se sentó en el piso con un interno recientemente condenado por ella y tuvo estrechos acercamientos físicos, muestras de confianza y afición”.
Estos gestos “están reñidos con su función judicial, sumado a que se valió de su cargo público para lograr su cometido. La finalidad de la visita era como entrevistadora para la redacción de un libro, bastaba ingresar como letrada o profesional con inquietudes narrativas y; si deseaba tales acercamientos, solicitar un ámbito de privacidad, en tiempo y forma”.#

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Cerquita. Una imagen de las cámaras de seguridad en el momento el contacto íntimo entre “Mai” Bustos y la jueza que lo condenó.
18 ABR 2022 - 21:24

El Superior Tribunal de Justicia le envió al Consejo de la Magistratura las conclusiones del sumario a la jueza de Comodoro Rivadavia Mariel Suárez. Su colega Flavia Trincheri, que investigó el caso, consideró probado que la magistrada se encontró dos veces con Cristian “Mai” Bustos en el Instituto Penitenciario Provincial, y que se besaron.
También advirtió que la jueza estaba de turno en la ciudad petrolera y que para eludir presidir una audiencia de control de detención dijo estar enferma cuando en realidad había viajado al Valle.
De acuerdo al sumario al que accedió Jornada, el 29 de diciembre de 2021 Suárez exhibió su credencial para ingresar fuera del horario de visitas al penal de ruta 3 para visitar al Bustos, condenado a prisión perpetua un día antes por un Tribunal que ella presidía. El objetivo era entrevistarlo para un libro.
El encuentro se desarrolló de modo “deslucido y desajustado” al cargo de juez. En el recinto había sillas y escritorio pero se sentaron juntos en el piso, muy cerca. “Mientras conversaban, se besaban: él acarició su cabello y la Dra. tomó fotografías tipo selfie de ambos con un celular”.
Al día siguiente se vieron de nuevo. “Ya conociendo el lugar se sentaron en sillas en una ubicación tal que no podía ser tomada por las cámaras”. A Suárez debieron advertirle que se ubique en un lugar a la vista.
Ni la defensora de Bustos, Valeria Ponce, ni el fiscal de la causa, Fidel González, sabían de estos encuentros a solas. Todavía Suárez tiene a su cargo la causa del “Mai”.
Trincheri le imputó violar el artículo 10 inciso B del Reglamento lnterno General: “Observar una conducta decorosa compatible con la dignidad de la función judicial”; el artículo 13 de la Ley de Ética de la función pública: «Deber de conducirse apropiadamente en público” y el artículo 17 del Código de Procedimientos Penal: “Igualdad entre las partes e imparcialidad”.
La sumariante advirtió al Superior que Suárez estuvo dos días en Trelew al mismo tiempo que era jueza de turno en Comodoro. No pidió licencia ni reemplazo. En su ausencia debía celebrarse una audiencia con un detenido pero Suárez “se habría conducido de manera engañosa”: dijo estar enferma y en realidad, a las 8.24 del 30 de diciembre estaba en el Valle para ingresar al IPP “llevando adelante tareas académicas que no justificaban de manera alguna que se alejara de su función”.
El jefe de turno que la recibió el 29 de diciembre contó que Suárez se reunió con el “Mai” en el sector de Aulas.
En las cámaras el oficial vio un saludo “no habitual”: se toman de la cintura, se dan un beso en la mejilla y se sientan en el suelo detrás de un escritorio. Se acercan “demasiado uno al otro, presumiendo que se dan un beso”. Observó abrazos, caricias de pelo y selfies.
Una cabo de la Sección Visitas dijo que la jueza entró con computadora, su celular, caramelos, sanguchitos y un budín. Su jefe de turno le comentó que “estuvieron muy cercanos, parecía que se estaban besando y por tal motivo, los filmó”. Se labró un acta.
Un subcomisario a cargo de los internos declaró en el sumario que sabía que Suárez iría para una entrevista para un libro. Él facilitó un espacio acorde para tomar apuntes. Luego su jefe de turno le informó situaciones con Bustos que “no son acordes”. Acordaron elevar un informe a Políticas Penitenciarias.
Otra cabo del sector Visitas testimonió que ese 29 le llevaba los partes de las visitas a su jefe, que miraba las cámaras. Ella se detuvo a observarlas y vieron “una situación rara”: sentados en el piso y Bustos acariciando el pelo de la jueza, le da un beso.
Ya el 30 de diciembre, este subcomisario recibió a la jueza, que llevaba facturas para el “Mai”. Le advirtió que ya existía un informe porque “habían estado a los besos” y que estaba filmada. Y que si iba a trabajar en un libro, que su visita sea sólo para eso. La jueza negó todo y deslizó que el preso “le tomó aprecio”. El policía insistió: “Si es una visita sentimental y tiene relación con él, haga el pedido de visita como corresponde”. Le pidió usar las sillas porque sentarse en el suelo “no es acorde al lugar”. Si se observaba una “situación rara” cortaría la visita.
Suárez entró al aula con Bustos pero en un punto ciego para las cámaras. Finalmente los obligan a sentarse donde podían ser vistos. Sólo tomaron apuntes.
Trincheri concluyó que la conducta de Suárez “está reñida con la ética judicial que se exige a los jueces”.
La sumariante no cuestionó “su actividad narrativa ni que Bustos y su historia personal, sean su fuente de inspiración”. Pero para ingresar al penal por un tema ajeno a su trabajo se valió de su condición de magistrada.
Aunque el 30 de diciembre le advirtieron, “desafió el aviso al colocarse dentro del recinto en un lugar donde no son tomados por las cámaras, ocasionando un llamado de atención”.
Trincheri destacó: “La jueza utilizó para su labor de escritora un momento procesal por demás inoportuno que puso en jaque su imparcialidad frente a las partes y la sociedad toda”. Se involucró personalmente.
“Los jueces tienen actividad jurisdiccional y una vida personal que deben armonizar en lo público con su función. La sociedad necesita tranquilidad espiritual al observar qué hacen de su vida pública aquellos que deciden sobre la suya; demandan probidad en su actividad extra judicial”, advirtió la sumariante. Un juez debe saber que “se le exigirá un plus en su desenvolvimiento, una exigencia mayor que si se tratara de un ciudadano que no decide sobre la vida de las personas”.
Con su conducta, Suárez “renunció a su rol jurisdiccional, el cual no había fenecido y que siempre debe prevalecer respecto de cualquier otra tarea que desee desempeñar”.
Sabiendo que la filmaban “vulneró las normas de seguridad, se sentó en el piso con un interno recientemente condenado por ella y tuvo estrechos acercamientos físicos, muestras de confianza y afición”.
Estos gestos “están reñidos con su función judicial, sumado a que se valió de su cargo público para lograr su cometido. La finalidad de la visita era como entrevistadora para la redacción de un libro, bastaba ingresar como letrada o profesional con inquietudes narrativas y; si deseaba tales acercamientos, solicitar un ámbito de privacidad, en tiempo y forma”.#


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