El Bolsón: los hombres de la calle que piden “solidaridad, empatía y un trabajo” a sus vecinos

Una docena de ellos duerme en el hogar de tránsito Emaus, inaugurado recientemente, pero su calvario comienza cuando se cierra la puerta a las nueve y deben salir a la calle a pasar el día en medio de lluvias intensas, nevadas, heladas o jornadas bajo cero, ya que recién al anochecer pueden volver para recibir una cena caliente, un baño reparador y una cama limpia.

21 JUL 2022 - 17:46 | Actualizado 21 JUL 2022 - 17:52

Entre los hombres en condición de calle en El Bolsón hay carpinteros, albañiles, músicos, artesanos y múltiples oficios, aunque “por distintas razones la vida nos llevó a esta situación, en la que nadie quiere estar”, muchas veces ligadas al alcoholismo o la drogadicción, reconocen.

Con todo, valoran que “también somos gente y pedimos que la sociedad nos conozca un poco más, quizás después nos den un trabajo y la oportunidad de superarnos”.

Su primer recurso a la mañana es cobijarse bajo el alero de la parada de colectivos de la plaza Pagano. Allí comparten el banco con los turistas y lugareños que esperan para subir a esquiar al cerro Perito Moreno, una paradoja que junta los dos extremos sociales de una misma comunidad.

“Salimos a recorrer el pueblo porque no tenemos un espacio físico donde resguardarnos o un lugar dónde trabajar”, señaló Pablo, un carpintero con 30 años de residencia en Mallín Ahogado, quien trata de conseguir una jubilación luego de que un árbol se le cayó encima y lo dejó postrado en silla de ruedas hasta el año pasado. Como si fuera poco, hace tres años un incendio destruyó su casa.

Enseguida agradeció “al padre Jorge Peixotto y al voluntariado de Emaus por su hospitalidad, al igual que a Laura Rojas (la secretaria de Desarrollo Social del municipio), quien nos da una terrible mano en estas circunstancias”. Cabe recordar que en años anteriores, varios de ellos dormían bajo un puente o en condiciones de extrema precariedad.
“También estamos hablando con gente de la Universidad Nacional de Río Negro y con un par de políticos porque nuestra urgencia es conseguir un galponcito para pasar la tarde, aunque sea durante estos dos meses que quedan del invierno”, agregó.

Acerca del derrotero de cada jornada, graficó que “buena parte del tiempo estamos en la guardia del hospital, pero es un peligro porque estamos expuestos al Covid y a otras enfermedades. Generalmente, aparece la policía a pedirnos que nos vayamos. Lo mismo nos ha pasado cuando quisimos estar en una galería para pasar la tormenta: se acercó una señora y muy amablemente nos pidió el banco dónde estábamos sentados, argumentando que era un edificio de paso”.

“Si nos dan un trabajo –insistió-, dejamos el lugar en el hogar para otros que lo necesitan, ya que podríamos ganar una platita y alquilar una pieza. Así, son entre ocho y diez horas que estamos dando vueltas en la calle, lo que también nos lleva a la depresión. Para almorzar, cada uno se las rebusca: a veces comemos en algún comedor comunitario o el sacerdote nos acerca una vianda, pero es un invierno muy crudo”, recalcó.

Según revelaron, “en esta misma condición, hay muchas otras personas. Incluso mujeres, pero ellas tienen otras alternativas para pasar el invierno”.

Fríos y mojados

A su lado, Bruno (con una discapacidad motora) reflejó “la bronca de tener que estar todo el día sin ocupación, muertos de frío y mojados. En mi caso, me ayudan mis psicólogos del hospital y además voy al taller de Narcóticos Anónimos de El Altillo (espacio municipal de contención a personas que sufren la problemática del consumo de drogas), pero el resto del tiempo ando pidiendo comida porque mi mamá me sacó de su casa. Encima, cuando vamos a pedir una changa, la sociedad nos rechaza”.

El músico

A su turno, Agustín dijo que “soy músico y constructor, pero en esta época el clima no me permite trabajar. Con la guitarra, algunos pesitos casi siempre aparecen, aunque lo ideal sería contar con un espacio donde poder brindar algún taller. Dejé mi currículum por todos lados, espero que alguien me llame”.

En respuesta a los comentarios sobre “los vicios en que suelen caer las personas en situación de calle”, reconoció que “por una parte es cierto, porque termina siendo el refugio de aquellos que no encuentran una salida y emplean esas estrategias para pasar el día. Es verdad, nos pueden llegar a ver tomando un vino, pero no somos borrachos. Somos inteligentes y tenemos la capacidad de auto superarnos, solo necesitamos que alguien nos dé la oportunidad”, concluyó.

21 JUL 2022 - 17:46

Entre los hombres en condición de calle en El Bolsón hay carpinteros, albañiles, músicos, artesanos y múltiples oficios, aunque “por distintas razones la vida nos llevó a esta situación, en la que nadie quiere estar”, muchas veces ligadas al alcoholismo o la drogadicción, reconocen.

Con todo, valoran que “también somos gente y pedimos que la sociedad nos conozca un poco más, quizás después nos den un trabajo y la oportunidad de superarnos”.

Su primer recurso a la mañana es cobijarse bajo el alero de la parada de colectivos de la plaza Pagano. Allí comparten el banco con los turistas y lugareños que esperan para subir a esquiar al cerro Perito Moreno, una paradoja que junta los dos extremos sociales de una misma comunidad.

“Salimos a recorrer el pueblo porque no tenemos un espacio físico donde resguardarnos o un lugar dónde trabajar”, señaló Pablo, un carpintero con 30 años de residencia en Mallín Ahogado, quien trata de conseguir una jubilación luego de que un árbol se le cayó encima y lo dejó postrado en silla de ruedas hasta el año pasado. Como si fuera poco, hace tres años un incendio destruyó su casa.

Enseguida agradeció “al padre Jorge Peixotto y al voluntariado de Emaus por su hospitalidad, al igual que a Laura Rojas (la secretaria de Desarrollo Social del municipio), quien nos da una terrible mano en estas circunstancias”. Cabe recordar que en años anteriores, varios de ellos dormían bajo un puente o en condiciones de extrema precariedad.
“También estamos hablando con gente de la Universidad Nacional de Río Negro y con un par de políticos porque nuestra urgencia es conseguir un galponcito para pasar la tarde, aunque sea durante estos dos meses que quedan del invierno”, agregó.

Acerca del derrotero de cada jornada, graficó que “buena parte del tiempo estamos en la guardia del hospital, pero es un peligro porque estamos expuestos al Covid y a otras enfermedades. Generalmente, aparece la policía a pedirnos que nos vayamos. Lo mismo nos ha pasado cuando quisimos estar en una galería para pasar la tormenta: se acercó una señora y muy amablemente nos pidió el banco dónde estábamos sentados, argumentando que era un edificio de paso”.

“Si nos dan un trabajo –insistió-, dejamos el lugar en el hogar para otros que lo necesitan, ya que podríamos ganar una platita y alquilar una pieza. Así, son entre ocho y diez horas que estamos dando vueltas en la calle, lo que también nos lleva a la depresión. Para almorzar, cada uno se las rebusca: a veces comemos en algún comedor comunitario o el sacerdote nos acerca una vianda, pero es un invierno muy crudo”, recalcó.

Según revelaron, “en esta misma condición, hay muchas otras personas. Incluso mujeres, pero ellas tienen otras alternativas para pasar el invierno”.

Fríos y mojados

A su lado, Bruno (con una discapacidad motora) reflejó “la bronca de tener que estar todo el día sin ocupación, muertos de frío y mojados. En mi caso, me ayudan mis psicólogos del hospital y además voy al taller de Narcóticos Anónimos de El Altillo (espacio municipal de contención a personas que sufren la problemática del consumo de drogas), pero el resto del tiempo ando pidiendo comida porque mi mamá me sacó de su casa. Encima, cuando vamos a pedir una changa, la sociedad nos rechaza”.

El músico

A su turno, Agustín dijo que “soy músico y constructor, pero en esta época el clima no me permite trabajar. Con la guitarra, algunos pesitos casi siempre aparecen, aunque lo ideal sería contar con un espacio donde poder brindar algún taller. Dejé mi currículum por todos lados, espero que alguien me llame”.

En respuesta a los comentarios sobre “los vicios en que suelen caer las personas en situación de calle”, reconoció que “por una parte es cierto, porque termina siendo el refugio de aquellos que no encuentran una salida y emplean esas estrategias para pasar el día. Es verdad, nos pueden llegar a ver tomando un vino, pero no somos borrachos. Somos inteligentes y tenemos la capacidad de auto superarnos, solo necesitamos que alguien nos dé la oportunidad”, concluyó.


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