Los marinos pidieron bendiciones para el tribunal y “paz para Argentina”

Sólo dos de los cinco marinos acusados aprovecharon para decir sus últimas palabras antes del fallo. Fueron muy breves y se declararon inocentes ante el tribunal. Sosa, Del Real y Paccagnini se mantuvieron en silencio.

Banquillo. Desde la izquierda, Bautista, Paccagnini, Sosa, Del Real y Marandino durante la penúltima audiencia antes del fallo en la capital.
23 AGO 2022 - 16:27 | Actualizado 23 AGO 2022 - 16:33

Que haya paz para nuestra querida República Argentina”. Eso pidió Jorge Bautista, uno de los acusados por la Masacre. “Yo soy inocente, señor juez, y que Dios lo bendiga”, susurró Carlos Mararandino, otro de los marinos imputados. Luis Sosa, Emilio Del Real y Rubén Paccagnini prefirieron el silencio. Todos tuvieron la chance de decir sus últimas palabras antes de la sentencia, en octubre de 2012.

Bautista estuvo acusado de encubrir la Masacre y para él habían pedido dos años de prisión. Sentado frente al tribunal que preside Enrique Guanziroli, el anciano aclaró que su defensor, Gerardo Ibáñez, nunca intentó retrasar las audiencias. “Tratando de no molestar a nadie, días atrás se suscitó una cuestión sobre el horario de un vuelo, que resultó equivocado y de lo cual el responsable soy: fue un error involuntario”. Es que Bautista sacó un pasaje anticipado que obligó a suspender una audiencia, lo cual enojó a los fiscales.

“Es poco lo que voy a decir –advirtió- porque previamente mi abogado desarrolló con precisión y en forma ordenada el pedido de mi absolución. Y producto del dominio de sus cualidades profesionales produjo y dio la claridad necesaria sobre mi honesto proceder”.
Según Bautista, que fue el juez militar que investigó aquella balacera, su inocencia “no ha podido debilitarse a pesar de los esfuerzos notorios de querellantes y fiscalía, cuyas réplicas finalmente resultaron prácticamente inexistentes”.

Tras pedir su absolución, dijo estar “completamente seguro de mi inocencia, que quedó palmariamente demostrada en este juicio”. Machete en mano, remató con un pedido a Dios “y a cada una de las creencias que se profesan en nuestro país: que haya paz en nuestra querida República Argentina, y que sea justicia”.
Paccagnini era el jefe de la Base Zar esa madrugada de agosto. Lo acusaron de retransmitir la orden del presidente Alejandro Lanusse de fusilar a los presos. Para él habían pedido prisión perpetua. “No tengo ninguna palabra final, señor”, dijo.

Envuelto en expectativa, ese símbolo llamado Sosa caminó lento al micrófono. Le imputaban haberles disparado a los detenidos y enfrentaba un pedido de perpetua. “¿Desea decir algo?”, le preguntó Guanziroli. Negativo, contestó con lenguaje militar.
Con una curita en su sien, siguió Del Real. También lo acusaban de apretar el gatillo y enfrentaba prisión de por vida. “No tengo nada que decir”, aclaró. Es el único de los marinos que nunca habló, ni siquiera en la etapa de instrucción.
Bajito, con su eterno chaleco inflable rojo, se plantó Marandino, que casi no deja hablar al juez. “En primera instancia doy gracias a Dios que hoy estoy con vida acá y poder hacer mi testimonio y contar esto”, dijo, apurado por terminar. “Yo no tengo nada que ver con los hechos; sí me presenté voluntariamente y estoy acá y en este día para dar testimonio de lo que se me acusa”. El cabo retirado ratificó: “Soy inocente, señor juez, nada más. Que Dios lo bendiga”. Luego todos se retiraron para aguardar el veredicto. #

Banquillo. Desde la izquierda, Bautista, Paccagnini, Sosa, Del Real y Marandino durante la penúltima audiencia antes del fallo en la capital.
23 AGO 2022 - 16:27

Que haya paz para nuestra querida República Argentina”. Eso pidió Jorge Bautista, uno de los acusados por la Masacre. “Yo soy inocente, señor juez, y que Dios lo bendiga”, susurró Carlos Mararandino, otro de los marinos imputados. Luis Sosa, Emilio Del Real y Rubén Paccagnini prefirieron el silencio. Todos tuvieron la chance de decir sus últimas palabras antes de la sentencia, en octubre de 2012.

Bautista estuvo acusado de encubrir la Masacre y para él habían pedido dos años de prisión. Sentado frente al tribunal que preside Enrique Guanziroli, el anciano aclaró que su defensor, Gerardo Ibáñez, nunca intentó retrasar las audiencias. “Tratando de no molestar a nadie, días atrás se suscitó una cuestión sobre el horario de un vuelo, que resultó equivocado y de lo cual el responsable soy: fue un error involuntario”. Es que Bautista sacó un pasaje anticipado que obligó a suspender una audiencia, lo cual enojó a los fiscales.

“Es poco lo que voy a decir –advirtió- porque previamente mi abogado desarrolló con precisión y en forma ordenada el pedido de mi absolución. Y producto del dominio de sus cualidades profesionales produjo y dio la claridad necesaria sobre mi honesto proceder”.
Según Bautista, que fue el juez militar que investigó aquella balacera, su inocencia “no ha podido debilitarse a pesar de los esfuerzos notorios de querellantes y fiscalía, cuyas réplicas finalmente resultaron prácticamente inexistentes”.

Tras pedir su absolución, dijo estar “completamente seguro de mi inocencia, que quedó palmariamente demostrada en este juicio”. Machete en mano, remató con un pedido a Dios “y a cada una de las creencias que se profesan en nuestro país: que haya paz en nuestra querida República Argentina, y que sea justicia”.
Paccagnini era el jefe de la Base Zar esa madrugada de agosto. Lo acusaron de retransmitir la orden del presidente Alejandro Lanusse de fusilar a los presos. Para él habían pedido prisión perpetua. “No tengo ninguna palabra final, señor”, dijo.

Envuelto en expectativa, ese símbolo llamado Sosa caminó lento al micrófono. Le imputaban haberles disparado a los detenidos y enfrentaba un pedido de perpetua. “¿Desea decir algo?”, le preguntó Guanziroli. Negativo, contestó con lenguaje militar.
Con una curita en su sien, siguió Del Real. También lo acusaban de apretar el gatillo y enfrentaba prisión de por vida. “No tengo nada que decir”, aclaró. Es el único de los marinos que nunca habló, ni siquiera en la etapa de instrucción.
Bajito, con su eterno chaleco inflable rojo, se plantó Marandino, que casi no deja hablar al juez. “En primera instancia doy gracias a Dios que hoy estoy con vida acá y poder hacer mi testimonio y contar esto”, dijo, apurado por terminar. “Yo no tengo nada que ver con los hechos; sí me presenté voluntariamente y estoy acá y en este día para dar testimonio de lo que se me acusa”. El cabo retirado ratificó: “Soy inocente, señor juez, nada más. Que Dios lo bendiga”. Luego todos se retiraron para aguardar el veredicto. #


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