“Pujadas estaba cosido como un matambre y tenía 16 tiros”

La mujer declaró que vivió muy de cerca la tragedia y la persecución que durante años rodeó a la familia de Mariano.

Días de miedo. Bigi vivió muy de cerca el clima de la represión pero logró salvar su vida y declaró lo que sucedió con su entorno.
23 AGO 2022 - 17:09 | Actualizado 23 AGO 2022 - 17:16

El cadáver de Mariano Pujadas tenía un rostro en paz, sereno. Así lo describió su cuñada Ana María Bigi, que declaró en Rawson. “Pero tenía 16 tiros, estaba desnudo y lo habían cosido como un matambre, como si hubiese habido una autopsia”, agregó ante el silencio del recinto del Cine de Rawson. Habían abierto el cajón para verificar el cuerpo. El dato coincidió con los dichos de Miguel Marileo, el funebrero que encajonó los cuerpos

A Pujadas lo velaron en la granja familiar de Córdoba. “El entierro fue impresionante porque la ruta desbordaba de gente hasta llegar al cementerio y el campo estaba frente al Liceo Militar”, recordó. Bigi fue pareja de José, hermano de Mariano. Por teléfono, Vaca Narvaja padre les avisó de los fusilamientos. “José atendió, se sentó y quedó pálido, fue una situación muy rara y confusa. Dijo que algo había pasado y que habían matado a Mariano”. Una semana antes la radio les había avisado del intento de fuga.

En agosto del 75 estaba separada de José. Igual la perseguían. “Hubo más de 10 allanamientos en mi casa pero por una suerte particular no estuve en ninguno. Molestaban todo el tiempo”.
La noche del 13 de agosto del 75 un grupo militar entró a la granja de los Pujadas. Se los llevaron de madrugada: eran Josefa y José María, los padres; sus hijos José, María José y Víctor; la esposa de José y la beba de ambos, María Eugenia. “Nos matan”, se dijeron los más jóvenes apenas los subieron al auto. Víctor, de 11 años, y María Eugenia, de 3 meses, se salvaron. La esposa de José quedó hemipléjica y murió en 1985.

A Josefa le rompieron la cabeza de un culatazo, la ahorcaron y la subieron muerta al coche. José María padre murió último y vio cómo vejaban a su familia. Los torturaron y arrojaron sus cuerpos en el pozo de un viejo aljibe, con tiros de gracia. Tiraron granadas pero sus cuerpos quedaron reconocibles. Un busto de Mariano fue a parar al inodoro y un cuadro con su rostro quedó pintarrajeado por un tal Comando Libertadores de América. Los velaron en la granja.
“Quise ir enseguida pero mi papá me convenció de que era muy peligroso. Seguro que los mataron, me decía. Llamé varias veces por teléfono y me atendían voces desconocidas. Me dio miedo”, relató entre lágrimas.

Antes de esto los tres sobrevivientes de Trelew habían visitado la granja disfrazados de turistas para hablar. “Su relato es el conocido: varios murieron desangrados y no los atendieron, los hicieron salir de las celdas, formar y mirar al piso. Y empezaron a tirar. Berger creyó que era otro simulacro de fusilamiento con balas de fogueo pero al ver caer a Mariano se dio cuenta de que eran balas de verdad”.

Bigi escapó a Italia y le costó vivir sin terror. “A los Pujadas les perdí el rastro porque así habíamos quedado, no traté de comunicarme. Tenía hasta temor de hablar por teléfono por si alguien escuchaba”. Nadie de la familia de Mariano se quedó en el país. “Vine muchas veces a Trelew, la última 15 días antes de la fuga. Nos abrieron el comedor del penal y fue muy emotivo. Todo lo que sucedió después tuvo conexión con la Masacre –admitió ante el tribunal-. Hubo muchas consecuencias para todos y Pujadas era una mala palabra”.#

Días de miedo. Bigi vivió muy de cerca el clima de la represión pero logró salvar su vida y declaró lo que sucedió con su entorno.
23 AGO 2022 - 17:09

El cadáver de Mariano Pujadas tenía un rostro en paz, sereno. Así lo describió su cuñada Ana María Bigi, que declaró en Rawson. “Pero tenía 16 tiros, estaba desnudo y lo habían cosido como un matambre, como si hubiese habido una autopsia”, agregó ante el silencio del recinto del Cine de Rawson. Habían abierto el cajón para verificar el cuerpo. El dato coincidió con los dichos de Miguel Marileo, el funebrero que encajonó los cuerpos

A Pujadas lo velaron en la granja familiar de Córdoba. “El entierro fue impresionante porque la ruta desbordaba de gente hasta llegar al cementerio y el campo estaba frente al Liceo Militar”, recordó. Bigi fue pareja de José, hermano de Mariano. Por teléfono, Vaca Narvaja padre les avisó de los fusilamientos. “José atendió, se sentó y quedó pálido, fue una situación muy rara y confusa. Dijo que algo había pasado y que habían matado a Mariano”. Una semana antes la radio les había avisado del intento de fuga.

En agosto del 75 estaba separada de José. Igual la perseguían. “Hubo más de 10 allanamientos en mi casa pero por una suerte particular no estuve en ninguno. Molestaban todo el tiempo”.
La noche del 13 de agosto del 75 un grupo militar entró a la granja de los Pujadas. Se los llevaron de madrugada: eran Josefa y José María, los padres; sus hijos José, María José y Víctor; la esposa de José y la beba de ambos, María Eugenia. “Nos matan”, se dijeron los más jóvenes apenas los subieron al auto. Víctor, de 11 años, y María Eugenia, de 3 meses, se salvaron. La esposa de José quedó hemipléjica y murió en 1985.

A Josefa le rompieron la cabeza de un culatazo, la ahorcaron y la subieron muerta al coche. José María padre murió último y vio cómo vejaban a su familia. Los torturaron y arrojaron sus cuerpos en el pozo de un viejo aljibe, con tiros de gracia. Tiraron granadas pero sus cuerpos quedaron reconocibles. Un busto de Mariano fue a parar al inodoro y un cuadro con su rostro quedó pintarrajeado por un tal Comando Libertadores de América. Los velaron en la granja.
“Quise ir enseguida pero mi papá me convenció de que era muy peligroso. Seguro que los mataron, me decía. Llamé varias veces por teléfono y me atendían voces desconocidas. Me dio miedo”, relató entre lágrimas.

Antes de esto los tres sobrevivientes de Trelew habían visitado la granja disfrazados de turistas para hablar. “Su relato es el conocido: varios murieron desangrados y no los atendieron, los hicieron salir de las celdas, formar y mirar al piso. Y empezaron a tirar. Berger creyó que era otro simulacro de fusilamiento con balas de fogueo pero al ver caer a Mariano se dio cuenta de que eran balas de verdad”.

Bigi escapó a Italia y le costó vivir sin terror. “A los Pujadas les perdí el rastro porque así habíamos quedado, no traté de comunicarme. Tenía hasta temor de hablar por teléfono por si alguien escuchaba”. Nadie de la familia de Mariano se quedó en el país. “Vine muchas veces a Trelew, la última 15 días antes de la fuga. Nos abrieron el comedor del penal y fue muy emotivo. Todo lo que sucedió después tuvo conexión con la Masacre –admitió ante el tribunal-. Hubo muchas consecuencias para todos y Pujadas era una mala palabra”.#


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