Pravaz: “En poesía, Chubut no tiene nada que envidiarle al resto del mundo”

Un diálogo a fondo con el poeta, que desgrana los aspectos esenciales de su profesión, el arte y la cultura. Según él, la poesía chubutense atraviesa su mejor momento. “Chubut es una provincia pródiga en buenas artes", dice.

Mano a mano con el poeta Sergio Pravaz. Hombre polifacético, periodista, melómano y amante del cine.
27 AGO 2022 - 17:03 | Actualizado 29 AGO 2022 - 10:13

Por Martín Tacón / Redacción Jornada

Todos lo conocen como el hombre de la poesía. En su biblioteca, Sergio Pravaz es uno más con sus libros. Se camufla con el entorno en su oficina de letras –así la llama. Luce como el escritor que es: el bigote que cultiva desde la juventud, los anteojos y el acento cordobés que lleva como un sello de identidad. Nos recibe en su casa de Playa Unión y nos abre la puerta de su estudio, su ámbito de trabajo y placer. Dice que pasa mucho tiempo ahí, corrigiendo material y viejos textos. Leyendo y mirando el techo. “Pensando –dice–. El acto de estar con uno mismo reflexionado, algo que no nos enseñan y genera tirria, es muy importante”.

Es su espacio de soledad. “Soy gregario y me gusta la multitud, pero esta es una actividad que requiere cierto aislamiento”. Disfruta los bares, que a menudo utiliza como oficinas móviles. “Los he transitado durante toda mi vida y he aprendido a aislarme, no me molesta el ruido de la máquina de café o los diálogos incidentales”.

Para un escritor que se precie, dice, es importante aprender a estar con uno mismo. Tiempo atrás fumaba en pipa. Era un hábito que tuvo que sacrificar por el bien de su salud. “Tengo otros fetiches –apunta–: escucho jazz y rocanrol. Los tres pilares formativos que tuve en mi vida han sido la literatura, la música y el cine. Aún pertenezco y sigo aprendiendo de ellos”. Los valores fundamentales que ha necesitado en su vida tanto en el periodismo como en la literatura los ha encontrado en esas tres ramas del arte. Es autodidacta. La educación formal para él fue una muy entretenida forma de perder el tiempo.

Hombre polifacético, periodista y escritor, se define como “un tipo que siempre intenta el poema”. A veces, lo logra. “De los cientos de poemas que escribí a lo largo de mi vida, si tuviese que hacer una selección para llevar a una isla desierta elegiría cinco o seis”.

No le gusta juzgar su propia obra. Dice que eso es trabajo de los críticos. Destaca sin embargo uno de sus poemas: una composición larga dedicada a la ciudad de Rawson cuando cumplió 150 años. Se titula “Cantata de los dos puentes”. Estuvo 9 meses trabajando en ese poema. “Tuve que estudiar qué diablos es una cantata –bromea– y cuáles son los requisitos formales. Como soy obsesivo y me gusta estudiar, me fui al medioevo con la forma musical. Son textos para decir que deben tener motivos sociales, fauna, flora, regionales y personales”.

Cualquier tema lo apasiona para escribir. “La poesía es una llave, una pinza, una tenaza, una caja de herramientas para encarar cualquier tipo de tema”, dice. Sus héroes literarios, del cine y de la música han sido motivos de sus poemas. El amor, el sexo y el erotismo, la cuestión social y política, de todo ello se empapa. “Yo soy las lecturas que tengo –afirma–. Cortázar es muy importante para mí porque yo me formé con él”. Señala su biblioteca. Todos sus profesores están ahí, en sus libros. “Juntar libros es un lindo fetiche. Si tengo una cuestión técnica que resolver la voy a encontrar ahí. Voy a César Vallejo o a Oliverio Girondo, a Rimbaud o a Gelman, y ellos algo me van a decir”.

No se mezcla con sus maestros. Los libros que escribió no tienen un lugar en su biblioteca. Duermen puertas adentro de un mueble al otro lado de la oficina de letras. “Hay una cuestión prosaica. Uno nunca termina de vender y los libros se acumulan”. No haber leído todos los libros no le pesa ni le da pudor. La vida no alcanza para leer todo, dice.

La literatura chubutense

¿Existe una literatura chubutense? A Sergio Pravaz no le gusta esta pregunta, pero reconoce el valor de las/los poetas emergentes como diamantes en bruto. “Chubut es una provincia pródiga en buenas artes –dice–. Hay menos narradores y mayor cantidad de poetas. Hay muy buenos músicos y pintores, y gente en la danza y el folclore. Lo que yo más conozco es la poesía y hay muy buenos y muy buenas poetas. En Rawson debe haber siete u ocho mujeres ejerciendo la poesía, editando sus libros, haciendo talleres, interviniendo en las redes sociales, yendo a encuentros, dando notas a la prensa”.

Muchas de esas mujeres son alumnas suyas. Patricia Arza, Agustina Maidana, Graciela Barreda, Adriana Rodríguez de Sousa, Brenda Yaniez, María Núñez, son algunas de las exponentes locales que han puesto la poesía en un lugar de privilegio. “Es un fenómeno, yo no sé si Trelew, Comodoro, Esquel o Madryn tienen tantas mujeres haciendo poesía como tiene Rawson”. Su análisis es que la gente se está acercando más al arte. “El arte, si bien nunca ofrece respuestas, sí da un acompañamiento que genera interrogantes. Uno aprende a pensar cuando se vincula con el arte y aprende a comprender las preguntas que se tiene que hacer. Las respuestas llegarán después con la vida”.

Recuerda que algún tiempo atrás la escritora y editora Julia Chaktoura en un relevo contabilizó a más de 300 personas dedicadas a la narrativa y a la poesía en la provincia. “El desgranamiento natural que el tiempo va a hacer con eso, con que nos queden cinco narradores y poetas en el futuro, que sean de calidad, estamos bien pagados”.

¿Qué lugar tiene el poeta hoy en este mundo? “Lugares hay muchos –responde–. Las redes sociales son un lugar muy activo para interactuar. Históricamente siempre se ha leído poca poesía. Siempre ha sido difícil editar porque las grandes editoriales no editan poesía, salvo los clásicos o lo que genere una garantía de buen negocio. Si vas hoy con tu libro a cualquier editorial establecida, no te van a dar bola, te van a mirar como un marciano o como un indigente de las letras. Porque la poesía es la niña pobre de la literatura, pero hace tres mil años que se ejerce”.

Mal, a los ponchazos, con ediciones de autor y reducidas, las obras poéticas vagan por el mundo y gozan de buena salud. “No sé a qué responde la buena poesía que hay en Chubut. He recorrido el mundo con el ámbito de la poesía y nosotros no tenemos nada que envidiarle a nadie. En las grandes ciudades el nivel de tensión que requiere para vivir te seca la cabeza. Hay una poesía de la nada. Pero en las comunidades pequeñas, como hay en la Patagonia, en el Litoral o en el norte, se está dando la buena poesía”.

Hay fundamentos ocultos y están en la tierra que habitamos: Patagonia, fuente inagotable de inspiración. “Es por la existencia de los no límites –teoriza–. Si mirás para allá ves el mar, das vuelta la cabeza y es la meseta. No hay que desnucarse para ver la noche estrellada maravillosa. Es increíble la expansión de la conciencia que genera este paisaje”.

Pravaz pone énfasis en las nuevas plataformas digitales como medios idóneos y responsables del surgimiento de la buena poesía. “Una intervención en estos espacios garantiza más miradas y adeptos que una salida en cualquier radio y diario”.

Las máscaras delescritor

Tiempo atrás estudió a todos los clásicos rusos, ingleses, norteamericanos y latinoamericanos con la intención de especializarse en narrativa breve. Pero fue en su llegada a Chubut, en el año 88, cuando una parte de la condición que le produjo la migración y la readaptación de su vida cambió por completo su actividad literaria. “Acá me di cuenta lo que sufría intentando la narrativa y lo que disfrutaba escribiendo poesía. La poesía es la herramienta a través de la cual yo participo del mundo”.

Cambió por completo el ejercicio de su profesión y tomó a la poesía como su estandarte. No obstante su relación con la narrativa es próspera en cuanto a la redacción de crónicas y ensayos. Escribe, reescribe y corrige. No le cree a Cortázar ni a Gelman cuando decían que no corregían sus textos. “Los procesos de trabajo se dan y cada uno busca sus propias técnicas, pero yo si bien trabajo mucho y por eso se me acumula, creo que en la fuerza del trabajo. No creo en la inspiración. Y el arte, como cualquier ocupación humana, requiere de mucho trabajo y vocación”.

Su paso por la música fue fugaz durante su juventud. Ya no toca la guitarra como antes, y es por la anécdota de un músico acusado de no conocer las notas musicales en la que se inspiró para titular su poemario “El guitarrista no sabía música”. Es casi autorreferencial. Fue su abuela Leonor quien lo introdujo en el mundo del pensamiento, la cultura, el cine y la música. “El cruce que se puede dar es maravilloso. La crónica es un locro donde metés todo y hago el cruce literario con el cine y la música”.

Lleva años trabajando en el Poder Judicial. ¿Cómo se conjuga la rigidez del trabajo estatal con la creatividad necesaria en la literatura? “Los seres humanos tenemos muchas máscaras para lidiar en el día y durante la vida. Ejercí mi profesión en una institución pública, hice periodismo institucional. Hace 35 años vivo en Chubut y vivo de lo que escribo. Partes de prensa, libros, gacetillas, discursos”. Es una práctica de estilo y aprende a indagar en otros terrenos. “Tengo pasión por todo lo que hago. Soy un orgulloso empleado público, eso que tiene tan mala prensa. El Estado es una cosa muy importante y trabajar dentro implica una responsabilidad mayor”.

Vive de lo que escribe, pero sabe que es una surte de la que no todo escritor goza. “No se puede vivir de la escritura –dice rotundamente–. En Argentina es prácticamente imposible. No es que no convenga, no se puede directamente. Por eso hay un cruce maravilloso entre periodismo y literatura. También se puede desde la docencia. Son mundos que generan aprendizajes y se proveen”.

Cree necesaria la doble vida, y dice con orgullo: “El periodismo es mi vida. Si yo volviera a nacer veinte veces, veinte veces haría lo mismo: intentar escribir”.

Mano a mano con el poeta Sergio Pravaz. Hombre polifacético, periodista, melómano y amante del cine.
27 AGO 2022 - 17:03

Por Martín Tacón / Redacción Jornada

Todos lo conocen como el hombre de la poesía. En su biblioteca, Sergio Pravaz es uno más con sus libros. Se camufla con el entorno en su oficina de letras –así la llama. Luce como el escritor que es: el bigote que cultiva desde la juventud, los anteojos y el acento cordobés que lleva como un sello de identidad. Nos recibe en su casa de Playa Unión y nos abre la puerta de su estudio, su ámbito de trabajo y placer. Dice que pasa mucho tiempo ahí, corrigiendo material y viejos textos. Leyendo y mirando el techo. “Pensando –dice–. El acto de estar con uno mismo reflexionado, algo que no nos enseñan y genera tirria, es muy importante”.

Es su espacio de soledad. “Soy gregario y me gusta la multitud, pero esta es una actividad que requiere cierto aislamiento”. Disfruta los bares, que a menudo utiliza como oficinas móviles. “Los he transitado durante toda mi vida y he aprendido a aislarme, no me molesta el ruido de la máquina de café o los diálogos incidentales”.

Para un escritor que se precie, dice, es importante aprender a estar con uno mismo. Tiempo atrás fumaba en pipa. Era un hábito que tuvo que sacrificar por el bien de su salud. “Tengo otros fetiches –apunta–: escucho jazz y rocanrol. Los tres pilares formativos que tuve en mi vida han sido la literatura, la música y el cine. Aún pertenezco y sigo aprendiendo de ellos”. Los valores fundamentales que ha necesitado en su vida tanto en el periodismo como en la literatura los ha encontrado en esas tres ramas del arte. Es autodidacta. La educación formal para él fue una muy entretenida forma de perder el tiempo.

Hombre polifacético, periodista y escritor, se define como “un tipo que siempre intenta el poema”. A veces, lo logra. “De los cientos de poemas que escribí a lo largo de mi vida, si tuviese que hacer una selección para llevar a una isla desierta elegiría cinco o seis”.

No le gusta juzgar su propia obra. Dice que eso es trabajo de los críticos. Destaca sin embargo uno de sus poemas: una composición larga dedicada a la ciudad de Rawson cuando cumplió 150 años. Se titula “Cantata de los dos puentes”. Estuvo 9 meses trabajando en ese poema. “Tuve que estudiar qué diablos es una cantata –bromea– y cuáles son los requisitos formales. Como soy obsesivo y me gusta estudiar, me fui al medioevo con la forma musical. Son textos para decir que deben tener motivos sociales, fauna, flora, regionales y personales”.

Cualquier tema lo apasiona para escribir. “La poesía es una llave, una pinza, una tenaza, una caja de herramientas para encarar cualquier tipo de tema”, dice. Sus héroes literarios, del cine y de la música han sido motivos de sus poemas. El amor, el sexo y el erotismo, la cuestión social y política, de todo ello se empapa. “Yo soy las lecturas que tengo –afirma–. Cortázar es muy importante para mí porque yo me formé con él”. Señala su biblioteca. Todos sus profesores están ahí, en sus libros. “Juntar libros es un lindo fetiche. Si tengo una cuestión técnica que resolver la voy a encontrar ahí. Voy a César Vallejo o a Oliverio Girondo, a Rimbaud o a Gelman, y ellos algo me van a decir”.

No se mezcla con sus maestros. Los libros que escribió no tienen un lugar en su biblioteca. Duermen puertas adentro de un mueble al otro lado de la oficina de letras. “Hay una cuestión prosaica. Uno nunca termina de vender y los libros se acumulan”. No haber leído todos los libros no le pesa ni le da pudor. La vida no alcanza para leer todo, dice.

La literatura chubutense

¿Existe una literatura chubutense? A Sergio Pravaz no le gusta esta pregunta, pero reconoce el valor de las/los poetas emergentes como diamantes en bruto. “Chubut es una provincia pródiga en buenas artes –dice–. Hay menos narradores y mayor cantidad de poetas. Hay muy buenos músicos y pintores, y gente en la danza y el folclore. Lo que yo más conozco es la poesía y hay muy buenos y muy buenas poetas. En Rawson debe haber siete u ocho mujeres ejerciendo la poesía, editando sus libros, haciendo talleres, interviniendo en las redes sociales, yendo a encuentros, dando notas a la prensa”.

Muchas de esas mujeres son alumnas suyas. Patricia Arza, Agustina Maidana, Graciela Barreda, Adriana Rodríguez de Sousa, Brenda Yaniez, María Núñez, son algunas de las exponentes locales que han puesto la poesía en un lugar de privilegio. “Es un fenómeno, yo no sé si Trelew, Comodoro, Esquel o Madryn tienen tantas mujeres haciendo poesía como tiene Rawson”. Su análisis es que la gente se está acercando más al arte. “El arte, si bien nunca ofrece respuestas, sí da un acompañamiento que genera interrogantes. Uno aprende a pensar cuando se vincula con el arte y aprende a comprender las preguntas que se tiene que hacer. Las respuestas llegarán después con la vida”.

Recuerda que algún tiempo atrás la escritora y editora Julia Chaktoura en un relevo contabilizó a más de 300 personas dedicadas a la narrativa y a la poesía en la provincia. “El desgranamiento natural que el tiempo va a hacer con eso, con que nos queden cinco narradores y poetas en el futuro, que sean de calidad, estamos bien pagados”.

¿Qué lugar tiene el poeta hoy en este mundo? “Lugares hay muchos –responde–. Las redes sociales son un lugar muy activo para interactuar. Históricamente siempre se ha leído poca poesía. Siempre ha sido difícil editar porque las grandes editoriales no editan poesía, salvo los clásicos o lo que genere una garantía de buen negocio. Si vas hoy con tu libro a cualquier editorial establecida, no te van a dar bola, te van a mirar como un marciano o como un indigente de las letras. Porque la poesía es la niña pobre de la literatura, pero hace tres mil años que se ejerce”.

Mal, a los ponchazos, con ediciones de autor y reducidas, las obras poéticas vagan por el mundo y gozan de buena salud. “No sé a qué responde la buena poesía que hay en Chubut. He recorrido el mundo con el ámbito de la poesía y nosotros no tenemos nada que envidiarle a nadie. En las grandes ciudades el nivel de tensión que requiere para vivir te seca la cabeza. Hay una poesía de la nada. Pero en las comunidades pequeñas, como hay en la Patagonia, en el Litoral o en el norte, se está dando la buena poesía”.

Hay fundamentos ocultos y están en la tierra que habitamos: Patagonia, fuente inagotable de inspiración. “Es por la existencia de los no límites –teoriza–. Si mirás para allá ves el mar, das vuelta la cabeza y es la meseta. No hay que desnucarse para ver la noche estrellada maravillosa. Es increíble la expansión de la conciencia que genera este paisaje”.

Pravaz pone énfasis en las nuevas plataformas digitales como medios idóneos y responsables del surgimiento de la buena poesía. “Una intervención en estos espacios garantiza más miradas y adeptos que una salida en cualquier radio y diario”.

Las máscaras delescritor

Tiempo atrás estudió a todos los clásicos rusos, ingleses, norteamericanos y latinoamericanos con la intención de especializarse en narrativa breve. Pero fue en su llegada a Chubut, en el año 88, cuando una parte de la condición que le produjo la migración y la readaptación de su vida cambió por completo su actividad literaria. “Acá me di cuenta lo que sufría intentando la narrativa y lo que disfrutaba escribiendo poesía. La poesía es la herramienta a través de la cual yo participo del mundo”.

Cambió por completo el ejercicio de su profesión y tomó a la poesía como su estandarte. No obstante su relación con la narrativa es próspera en cuanto a la redacción de crónicas y ensayos. Escribe, reescribe y corrige. No le cree a Cortázar ni a Gelman cuando decían que no corregían sus textos. “Los procesos de trabajo se dan y cada uno busca sus propias técnicas, pero yo si bien trabajo mucho y por eso se me acumula, creo que en la fuerza del trabajo. No creo en la inspiración. Y el arte, como cualquier ocupación humana, requiere de mucho trabajo y vocación”.

Su paso por la música fue fugaz durante su juventud. Ya no toca la guitarra como antes, y es por la anécdota de un músico acusado de no conocer las notas musicales en la que se inspiró para titular su poemario “El guitarrista no sabía música”. Es casi autorreferencial. Fue su abuela Leonor quien lo introdujo en el mundo del pensamiento, la cultura, el cine y la música. “El cruce que se puede dar es maravilloso. La crónica es un locro donde metés todo y hago el cruce literario con el cine y la música”.

Lleva años trabajando en el Poder Judicial. ¿Cómo se conjuga la rigidez del trabajo estatal con la creatividad necesaria en la literatura? “Los seres humanos tenemos muchas máscaras para lidiar en el día y durante la vida. Ejercí mi profesión en una institución pública, hice periodismo institucional. Hace 35 años vivo en Chubut y vivo de lo que escribo. Partes de prensa, libros, gacetillas, discursos”. Es una práctica de estilo y aprende a indagar en otros terrenos. “Tengo pasión por todo lo que hago. Soy un orgulloso empleado público, eso que tiene tan mala prensa. El Estado es una cosa muy importante y trabajar dentro implica una responsabilidad mayor”.

Vive de lo que escribe, pero sabe que es una surte de la que no todo escritor goza. “No se puede vivir de la escritura –dice rotundamente–. En Argentina es prácticamente imposible. No es que no convenga, no se puede directamente. Por eso hay un cruce maravilloso entre periodismo y literatura. También se puede desde la docencia. Son mundos que generan aprendizajes y se proveen”.

Cree necesaria la doble vida, y dice con orgullo: “El periodismo es mi vida. Si yo volviera a nacer veinte veces, veinte veces haría lo mismo: intentar escribir”.


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