La información oficial detalla que "el análisis de las huellas confirmó que son de hace ocho millones de años, perteneciente al Mioceno Tardío, época en el que los dinosaurios estaban extinguidos" y que el ave fue denominada con el nombre científico de "Rionegrina pozosaladensis".
Se estima que el ave tenía un peso mínimo de 55 kg, por comparación con huellas de aves actuales.
"En el barro de la costa de uno de esos lagos quedaron registradas huellas de casi 40 cm de largo de un animal bípedo que muestran un apoyo en dos dedos del pie, el dedo medio y el lateral (muy parecido a los actuales avestruces africanos)".
Según la revista Scientific Reports, el ave prehistórica "Rionegrina Pozosaladensis", apoyaba mayormente dos dedos y eso lo separa de las huellas de ñandúes actuales y fósiles, que apoyan tres.
Las chuñas actuales (2-3 kilos de peso) apoyan mayormente dos dedos, por lo que también se descartan como posibles productores de esas huellas.
Las únicas aves corredoras de gran tamaño son el grupo extinguido de las "aves del terror" o fororracos, cuyo registro es bastante extenso en Argentina.
El ave se movió lentamente al momento de dejar las huellas estudiadas, probablemente había abrevado en el lago o se encontraría en busca de una presa.
Las huellas analizadas muestran un gran dedo central y otro lateral que serían el apoyo principal, a su vez tiene un dedo interno muy reducido y casi no apoyaba el talón.
Esas características del pie indican marcadas adaptaciones para la carrera, es decir era un ave corredora.
El dato se complementa con una gran garra en el dedo interno que llevaba elevada y sólo tocaba la tierra la punta de la misma.
La garra habría servido para inmovilizar a las presas, entre las que se incluyen otras aves y mamíferos pequeños antecesores de los actuales carpinchos, de acuerdo con lo que se conoce actualmente de la fauna fósil.
Finalmente, se aclaró que el trabajo fue posible por la recepción de subsidios de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
Las huellas fueron encontradas por el guarda ambiental Andrés Ulloa y durante las tareas de campo brindaron apoyo los guardas ambientales Juan Siguero, Jonatan Ferrara y el poblador local Sr. Sergio Méndez, agregó la información oficial.
La investigación estuvo a cargo de un grupo encabezado por el doctor Ricardo Melchor, con el acompañamiento de la Secretaría de Ambiente y Cambio Climático, y la Secretaría de Estado de Cultura de la provincia de Río Negro.
La información oficial detalla que "el análisis de las huellas confirmó que son de hace ocho millones de años, perteneciente al Mioceno Tardío, época en el que los dinosaurios estaban extinguidos" y que el ave fue denominada con el nombre científico de "Rionegrina pozosaladensis".
Se estima que el ave tenía un peso mínimo de 55 kg, por comparación con huellas de aves actuales.
"En el barro de la costa de uno de esos lagos quedaron registradas huellas de casi 40 cm de largo de un animal bípedo que muestran un apoyo en dos dedos del pie, el dedo medio y el lateral (muy parecido a los actuales avestruces africanos)".
Según la revista Scientific Reports, el ave prehistórica "Rionegrina Pozosaladensis", apoyaba mayormente dos dedos y eso lo separa de las huellas de ñandúes actuales y fósiles, que apoyan tres.
Las chuñas actuales (2-3 kilos de peso) apoyan mayormente dos dedos, por lo que también se descartan como posibles productores de esas huellas.
Las únicas aves corredoras de gran tamaño son el grupo extinguido de las "aves del terror" o fororracos, cuyo registro es bastante extenso en Argentina.
El ave se movió lentamente al momento de dejar las huellas estudiadas, probablemente había abrevado en el lago o se encontraría en busca de una presa.
Las huellas analizadas muestran un gran dedo central y otro lateral que serían el apoyo principal, a su vez tiene un dedo interno muy reducido y casi no apoyaba el talón.
Esas características del pie indican marcadas adaptaciones para la carrera, es decir era un ave corredora.
El dato se complementa con una gran garra en el dedo interno que llevaba elevada y sólo tocaba la tierra la punta de la misma.
La garra habría servido para inmovilizar a las presas, entre las que se incluyen otras aves y mamíferos pequeños antecesores de los actuales carpinchos, de acuerdo con lo que se conoce actualmente de la fauna fósil.
Finalmente, se aclaró que el trabajo fue posible por la recepción de subsidios de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
Las huellas fueron encontradas por el guarda ambiental Andrés Ulloa y durante las tareas de campo brindaron apoyo los guardas ambientales Juan Siguero, Jonatan Ferrara y el poblador local Sr. Sergio Méndez, agregó la información oficial.
La investigación estuvo a cargo de un grupo encabezado por el doctor Ricardo Melchor, con el acompañamiento de la Secretaría de Ambiente y Cambio Climático, y la Secretaría de Estado de Cultura de la provincia de Río Negro.