Crónicas de un histórico acto de justicia

Inolvidable. El juicio oral y público por los 16 asesinatos en la Base Zar de Trelew fue un mojón para la historia judicial argentina y un episodio que merecerá varias lecturas.
23 AGO 2022 - 18:01 | Actualizado 23 AGO 2022 - 18:41

“En los dos años que siguieron, no pasó semana alguna sin que alguien sucumbiera por haber sido ejecutor, juez, abogado, sobreviviente o defensor de esa tragedia. La destrucción de la Argentina empezó entonces, en aquella madrugada aciaga de 1972, y fue sucia, sorda, canallesca, como una pesadilla de fin de mundo”.

Tomás Eloy Martínez / “La pasión según Trelew”

El excabo Carlos Amadeo Marandino se mudó este año con su esposa Rita Delgado a una casa de la calle Presidente Perón en Paraná, Entre Ríos. Allí cumplirá su detención domiciliaria, condenado a prisión perpetua por los 16 fusilamientos del 22 de agosto de 1972. La Masacre de Trelew.
Es el último movimiento procesal que tuvo la causa. Pero el expediente no es la historia, que sigue allí, interpelándonos. Viva, alborotada. Cerrando algunas grietas y, para qué negarlo, abriendo otras.

Pasó medio siglo y era necesario un aporte. ¿Cómo se cuenta un episodio interminable? ¿Cómo se piensa una tragedia sin sobreactuar el análisis? Es tan fácil pensar que ya todo está dicho. Es tanto el riesgo de los lugares comunes.
Jornada estuvo de principio a fin. En su archivo caben desde la fuga del 15 de agosto hasta la mudanza de Marandino. El recorrido incluye cada audiencia del juicio oral y público que empezó el 7 de mayo y terminó el 15 de octubre en el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson.
La decisión fue rescatar aquellas crónicas y aquellas fotografías para una relectura. Era material construido con el apuro de un cierre de edición que ahora merece otro aire.

La mirada cambia, definitivamente: ya no son artículos compartidos con otros artículos en un diario; ya no es una cobertura atada a la rutina, que depende de que una audiencia se suspenda. Ahora son testimonios que ensamblados cuentan la verdad de aquella madrugada. Adquieren una lógica para entender la génesis, los motivos y la mecánica de la matanza.

Son textos que tienen mucho más de historia de vida que de jurisprudencia y teoría del Derecho. Son el amor, el odio, la angustia, el dolor, la justicia, la militancia, la represión puestas en palabras por sus protagonistas, en muchos casos por primera vez.
La Masacre fue el primer juicio por lesa humanidad realizado en Chubut. Y el primero que fechó el Terrorismo de Estado en 1972, cuatro años antes de la última dictadura militar. Por eso fue una arriesgada jugada jurídica. Valga el apunte para el juez federal de Rawson Hugo Sastre, que impulsó la construcción artesanal de un expediente en una causa donde no parecía haber evidencias.
Los nombres de los marinos acusados ya son historia: los capitanes Luis Emilio Sosa, Emilio Del Real, Jorge Bautista y Rubén Paccagnini, y el cabo primero Carlos Marandino.

También el tribunal: Enrique Guanziroli, Nora Cabrera de Monella y Pedro de Diego, reemplazado sobre el final por Juan Velázquez.
Quienes acusaron: los fiscales Fernando Gélvez, Horacio Arranz y Dante Vega; la querella del Centro de Estudios Legales y Sociales, en representación de las víctimas, con Eduardo Hualpa, Carolina Varsky y Daiana Fusca, y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, por la querella del Estado, con Germán Kexel y Martín Rico.

Y quienes defendieron: los penalistas Fabián Gabalachis y Gerardo Ibañez y los abogados públicos Sergio Oribones y Marcos González.
Hubo testigos que se quebraron y contaron entre lágrimas secretos profundos que atormentaron sus vidas familiares durante cuatro décadas. Era la sensación de una pequeña ciudad que demasiado tiempo se pensó tranquila bajo el “de eso no se habla” y que ahora rompía esa trama. Muchos de ellos ya no están.
Y si de secretos revelados se trata, nada más evidente que aquel sobre anónimo que llegó al Juzgado Federal de Rawson: dos fotos poco nítidas pero igual impresionantes de cuerpos acribillados, tomadas el día del episodio y con sello de la Armada Argentina. Seguramente fueron parte del sumario militar que jamás apareció. Inquieta saber que se trata del único registro directo del crimen. Moviliza entender que alguien tuvo acceso a ese material y decidió aportarlo.
Otro dato que pocos recuerdan es que mientras se juzgaba a los marinos, en el mismo recinto en otros horarios seguía el proceso contra otros militares, responsables del espionaje ilegal en la Base.

A 50 años, ¿qué queda? Sólo Marandino vive. Bautista y Paccagnini, que habían sido absueltos, murieron esperando enfrentar un segundo juicio que nunca llegó. Y el teniente Roberto Guillermo Bravo aguarda en EE.UU. saber si hace su último viaje a la Argentina para enfrentar un tribunal penal.
También queda y quedará la columna vertebral: las familias de las víctimas. Sospecharon, dieron testimonio y buscaron justicia desde el minuto cero. Es fácil deducir que no bajarán los brazos en la pulseada por el destino de Bravo.
La Masacre es la herida que nunca dejará de lamerse, un infinito objeto de interpretaciones, un relato que abre links con cada acto y cada discurso.
Siempre alguien hablará de Trelew del 72, pesadilla de fin del mundo reconvertida en un enorme acto de justicia.#

Inolvidable. El juicio oral y público por los 16 asesinatos en la Base Zar de Trelew fue un mojón para la historia judicial argentina y un episodio que merecerá varias lecturas.
23 AGO 2022 - 18:01

“En los dos años que siguieron, no pasó semana alguna sin que alguien sucumbiera por haber sido ejecutor, juez, abogado, sobreviviente o defensor de esa tragedia. La destrucción de la Argentina empezó entonces, en aquella madrugada aciaga de 1972, y fue sucia, sorda, canallesca, como una pesadilla de fin de mundo”.

Tomás Eloy Martínez / “La pasión según Trelew”

El excabo Carlos Amadeo Marandino se mudó este año con su esposa Rita Delgado a una casa de la calle Presidente Perón en Paraná, Entre Ríos. Allí cumplirá su detención domiciliaria, condenado a prisión perpetua por los 16 fusilamientos del 22 de agosto de 1972. La Masacre de Trelew.
Es el último movimiento procesal que tuvo la causa. Pero el expediente no es la historia, que sigue allí, interpelándonos. Viva, alborotada. Cerrando algunas grietas y, para qué negarlo, abriendo otras.

Pasó medio siglo y era necesario un aporte. ¿Cómo se cuenta un episodio interminable? ¿Cómo se piensa una tragedia sin sobreactuar el análisis? Es tan fácil pensar que ya todo está dicho. Es tanto el riesgo de los lugares comunes.
Jornada estuvo de principio a fin. En su archivo caben desde la fuga del 15 de agosto hasta la mudanza de Marandino. El recorrido incluye cada audiencia del juicio oral y público que empezó el 7 de mayo y terminó el 15 de octubre en el Cine Teatro “José Hernández” de Rawson.
La decisión fue rescatar aquellas crónicas y aquellas fotografías para una relectura. Era material construido con el apuro de un cierre de edición que ahora merece otro aire.

La mirada cambia, definitivamente: ya no son artículos compartidos con otros artículos en un diario; ya no es una cobertura atada a la rutina, que depende de que una audiencia se suspenda. Ahora son testimonios que ensamblados cuentan la verdad de aquella madrugada. Adquieren una lógica para entender la génesis, los motivos y la mecánica de la matanza.

Son textos que tienen mucho más de historia de vida que de jurisprudencia y teoría del Derecho. Son el amor, el odio, la angustia, el dolor, la justicia, la militancia, la represión puestas en palabras por sus protagonistas, en muchos casos por primera vez.
La Masacre fue el primer juicio por lesa humanidad realizado en Chubut. Y el primero que fechó el Terrorismo de Estado en 1972, cuatro años antes de la última dictadura militar. Por eso fue una arriesgada jugada jurídica. Valga el apunte para el juez federal de Rawson Hugo Sastre, que impulsó la construcción artesanal de un expediente en una causa donde no parecía haber evidencias.
Los nombres de los marinos acusados ya son historia: los capitanes Luis Emilio Sosa, Emilio Del Real, Jorge Bautista y Rubén Paccagnini, y el cabo primero Carlos Marandino.

También el tribunal: Enrique Guanziroli, Nora Cabrera de Monella y Pedro de Diego, reemplazado sobre el final por Juan Velázquez.
Quienes acusaron: los fiscales Fernando Gélvez, Horacio Arranz y Dante Vega; la querella del Centro de Estudios Legales y Sociales, en representación de las víctimas, con Eduardo Hualpa, Carolina Varsky y Daiana Fusca, y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, por la querella del Estado, con Germán Kexel y Martín Rico.

Y quienes defendieron: los penalistas Fabián Gabalachis y Gerardo Ibañez y los abogados públicos Sergio Oribones y Marcos González.
Hubo testigos que se quebraron y contaron entre lágrimas secretos profundos que atormentaron sus vidas familiares durante cuatro décadas. Era la sensación de una pequeña ciudad que demasiado tiempo se pensó tranquila bajo el “de eso no se habla” y que ahora rompía esa trama. Muchos de ellos ya no están.
Y si de secretos revelados se trata, nada más evidente que aquel sobre anónimo que llegó al Juzgado Federal de Rawson: dos fotos poco nítidas pero igual impresionantes de cuerpos acribillados, tomadas el día del episodio y con sello de la Armada Argentina. Seguramente fueron parte del sumario militar que jamás apareció. Inquieta saber que se trata del único registro directo del crimen. Moviliza entender que alguien tuvo acceso a ese material y decidió aportarlo.
Otro dato que pocos recuerdan es que mientras se juzgaba a los marinos, en el mismo recinto en otros horarios seguía el proceso contra otros militares, responsables del espionaje ilegal en la Base.

A 50 años, ¿qué queda? Sólo Marandino vive. Bautista y Paccagnini, que habían sido absueltos, murieron esperando enfrentar un segundo juicio que nunca llegó. Y el teniente Roberto Guillermo Bravo aguarda en EE.UU. saber si hace su último viaje a la Argentina para enfrentar un tribunal penal.
También queda y quedará la columna vertebral: las familias de las víctimas. Sospecharon, dieron testimonio y buscaron justicia desde el minuto cero. Es fácil deducir que no bajarán los brazos en la pulseada por el destino de Bravo.
La Masacre es la herida que nunca dejará de lamerse, un infinito objeto de interpretaciones, un relato que abre links con cada acto y cada discurso.
Siempre alguien hablará de Trelew del 72, pesadilla de fin del mundo reconvertida en un enorme acto de justicia.#


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