"Colita" se fue, eligieron creer y la encontraron después de siete meses

La historia de la perrita que desapareció en uno de sus "clics mentales". Hugo y Marlín solamente querían saber que estuviera bien contra familia. Mantuvieron la fe, nunca dejaron de buscarla y tuvieron su recompensa

27 ABR 2024 - 20:09 | Actualizado 29 ABR 2024 - 10:20

Por Lisandro Aguirregabiría / Redacción Jornada

Hugo y Marilin solo quería que Colita estuviera bien con otra familia, tomara su medicación y fuera feliz.

Después de siete meses de angustia, solo deseaban que tuviera una segunda vida, que no repitiera la historia de su madre, que un día se fue casa y no apareció más.

Colita es una perrita de 12 años que sufre trastornos mentales, su mente hace clic, se acelera, deja de ser la perra tranquila que todos conocen y se vuelve hiperactiva.

El 24 de septiembre del año pasado, en el barrio Sutiaga de Trelew, la mente de Colita hizo clic, la puerta de la casa estaba abierta, salió a la calle y nunca más la vieron.

Hugo y Marilin, los dueños, sabían que otra familia pudo haberse encariñado con ella y ni siquiera esperaban que se las devolvieran.

Ellos solo querían cerrar el círculo, saber que no había caído a una canal ni la habían atropellado. Querían Colita estuviera bien cuidada.

Se pusieron en campaña, pegaron afiches por toda la cuidad y viralizaron la historia de Colita en grupos de búsqueda de mascotas.

La aventura era difícil pero no imposible: pasaron siete meses sin que supieran nada de ella. Hugo y Marilin, aun así, no perdían la esperanza de encontrarla.

Hace unas semanas, Hugo había dicho a Jornada “si alguna persona mayor se encariñó con Colita queremos saber cómo está, si toma la medicación. No se lo vamos a ir a sacar si lo tiene hace siete meses y está bien cuidado”.

EL REGALO MÁS ESPERADO

Una vecina del barrio Santa Mónica, cuyo nombre no se sabe, un día caluroso de enero salió a la vereda y vio a una perrita algo desorientada. La mujer decidió rescatarla y darle un hogar.

La señora no tiene redes sociales, así que las chances de que se enterara de que la estaban buscando no eran muy alentadoras.

Mientras tanto, Marilin y Hugo seguían pateando la calle, golpeando puertas, hablando con vecinos, pegando carteles en los postes de luz.

Habían trazado un mapa de los barrios donde era más factible que ocurriese el milagro.

Si no había aparecido un cuerpo en un canal o en una calle, era posible que Colita estuviera a salvo en alguna casa. Pero, ¿cuántas posibilidades había de encontrarla?

Cuando la búsqueda parecía imposible, entró en escena en Clara, una vecina a la que le parecía que había visto una perrita similar en el barrio Santa Mónica.

Marilin y Hugo habían dado con perritas parecidas a Colita, pero ninguna de estas era. Tampoco se daban por vencidos.

Abrigando una luz de esperanza, ellos pegaron los carteles por el barrio Santa Mónica, y ahí fue que el universo empezó a mover sus hilos invisibles.

Una señora del barrio, que es vecina de la mujer que tenía Colita, reconoció a la perra en las fotos.

Hugo y Marilin fueron a tocarle timbre a la señora y, cuando abrió la puerta, allí estaba la perrita bien cuidada y alimentada, aunque sus “clics mentales” siguieron agravándose.

Colita al principio no los reconoció -sigue un poco perdida-, pero el veterinario les confirmó que no cabe ninguna duda que es ella.

Lo que no se sabe es qué pasó en esos meses en que la perra se fue de casa hasta que la señora la rescató.

Pero eso ya no importaba.

De tanto creer Colita se hizo realidad.

27 ABR 2024 - 20:09

Por Lisandro Aguirregabiría / Redacción Jornada

Hugo y Marilin solo quería que Colita estuviera bien con otra familia, tomara su medicación y fuera feliz.

Después de siete meses de angustia, solo deseaban que tuviera una segunda vida, que no repitiera la historia de su madre, que un día se fue casa y no apareció más.

Colita es una perrita de 12 años que sufre trastornos mentales, su mente hace clic, se acelera, deja de ser la perra tranquila que todos conocen y se vuelve hiperactiva.

El 24 de septiembre del año pasado, en el barrio Sutiaga de Trelew, la mente de Colita hizo clic, la puerta de la casa estaba abierta, salió a la calle y nunca más la vieron.

Hugo y Marilin, los dueños, sabían que otra familia pudo haberse encariñado con ella y ni siquiera esperaban que se las devolvieran.

Ellos solo querían cerrar el círculo, saber que no había caído a una canal ni la habían atropellado. Querían Colita estuviera bien cuidada.

Se pusieron en campaña, pegaron afiches por toda la cuidad y viralizaron la historia de Colita en grupos de búsqueda de mascotas.

La aventura era difícil pero no imposible: pasaron siete meses sin que supieran nada de ella. Hugo y Marilin, aun así, no perdían la esperanza de encontrarla.

Hace unas semanas, Hugo había dicho a Jornada “si alguna persona mayor se encariñó con Colita queremos saber cómo está, si toma la medicación. No se lo vamos a ir a sacar si lo tiene hace siete meses y está bien cuidado”.

EL REGALO MÁS ESPERADO

Una vecina del barrio Santa Mónica, cuyo nombre no se sabe, un día caluroso de enero salió a la vereda y vio a una perrita algo desorientada. La mujer decidió rescatarla y darle un hogar.

La señora no tiene redes sociales, así que las chances de que se enterara de que la estaban buscando no eran muy alentadoras.

Mientras tanto, Marilin y Hugo seguían pateando la calle, golpeando puertas, hablando con vecinos, pegando carteles en los postes de luz.

Habían trazado un mapa de los barrios donde era más factible que ocurriese el milagro.

Si no había aparecido un cuerpo en un canal o en una calle, era posible que Colita estuviera a salvo en alguna casa. Pero, ¿cuántas posibilidades había de encontrarla?

Cuando la búsqueda parecía imposible, entró en escena en Clara, una vecina a la que le parecía que había visto una perrita similar en el barrio Santa Mónica.

Marilin y Hugo habían dado con perritas parecidas a Colita, pero ninguna de estas era. Tampoco se daban por vencidos.

Abrigando una luz de esperanza, ellos pegaron los carteles por el barrio Santa Mónica, y ahí fue que el universo empezó a mover sus hilos invisibles.

Una señora del barrio, que es vecina de la mujer que tenía Colita, reconoció a la perra en las fotos.

Hugo y Marilin fueron a tocarle timbre a la señora y, cuando abrió la puerta, allí estaba la perrita bien cuidada y alimentada, aunque sus “clics mentales” siguieron agravándose.

Colita al principio no los reconoció -sigue un poco perdida-, pero el veterinario les confirmó que no cabe ninguna duda que es ella.

Lo que no se sabe es qué pasó en esos meses en que la perra se fue de casa hasta que la señora la rescató.

Pero eso ya no importaba.

De tanto creer Colita se hizo realidad.


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