20 MAY 2024 - 9:08 | Actualizado 20 MAY 2024 - 15:26

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

Podcast: Paloma Caria

Heroína

Un 12 de julio de 1780, nacía la máxima heroína de la escena nacional. Había nacido rica. Murió en la miseria más absoluta y fue enterrada en una fosa común. Cien años después fue exhumada y reconocida. Criolla, mezcla de sangre española y aborigen peleó por los sin nombre y los sin tierra. Por los nadies. Y por la Patria; esa que aún busca su destino de grandeza a pesar de propios y ajenos.

De una familia acomodada del esquilmado Potosí quedó huérfana a los 7. Sus familiares la enviaron a un convento, ya sea por su rebeldía o por la codicia de estos. O por ambas. Las monjas la echaron a los 17 por sus ideas libertarias y porque quería tener sexo. Volvió a su finca y se enamoró de quién fuera el compañero de sus días y sus noches, Manuel Padilla con quién tuvo cinco hijos.

De piel cobre, esta amazona fue una experta en todo tipo de armas. Luchó junto a Belgrano en el Ejército del Norte y las pocas victorias de aquel fueron gran parte gracias a ella que condujo un ejército de diez mil hombres y mujeres a los que llamó “Leales”. Fue clave –también- en la organización del éxodo jujeño.
Por la liberación de la gran patria Latinoamericana, pagó un altísimo precio: la vida de su esposo y cuatro de sus hijos. Al primero lo fue a buscar (y lo recuperó) a sangre y fuego y al galope de su alazán cuando le cortaron la cabeza y a los últimos los enterró cavando sus tumbas con sus propias manos y en medio de gritos desgarradores.

Peleó en las montoneras junto a Guemes de quién se dice fue su amante y bajo la jerarquía de teniente coronel. El fallecimiento del salteño fue una herida de la que no se pudo recuperar. Traicionada, torturada, discriminada y sus tierras confiscadas, vivió la última etapa de su vida con una miserable pensión (a la que luego se la sacaron) de coronel de un ejército inexistente y olvidada por la historia oficial, y por la única hija que le quedaba viva que se la había dado a otra mujer para que no la asesinaran.

Con el último aliento declaró: “Sobre mi deplorable y lastimera suerte, juzgo inútil recorrer mi historia en el curso de la Revolución. (…) Sólo el sagrado amor a la patria me ha hecho soportable la pérdida de un marido e hijos sobre cuyas tumbas había jurado vengar sus muertes y seguir sus ejemplos; más el cielo que señala ya el término de los tiranos, mediante la invencible espada de los pueblos oprimidos”.
Murió un 25 de mayo (como confirmando que no hay casualidades, si causalidades) de 1862 en Sucre -un compañero de batallas- a los 82 años y por un siglo fue ignorada. Sus restos fueron buscados y hallados para pasar a la inmortalidad. Fue reconocida como mariscal del ejército boliviano y generala en el argentino.
Juana Azurduy.

Con unos ovarios como dos camiones Scania y con una historia trágica sin igual, vale un lugar común para ella: Perdón por tan poco y tanto olvido. Gracias por tanto. Flor del Alto Perú.

20 MAY 2024 - 9:08

Por Juan Miguel Bigrevich / Redacción Jornada

Podcast: Paloma Caria

Heroína

Un 12 de julio de 1780, nacía la máxima heroína de la escena nacional. Había nacido rica. Murió en la miseria más absoluta y fue enterrada en una fosa común. Cien años después fue exhumada y reconocida. Criolla, mezcla de sangre española y aborigen peleó por los sin nombre y los sin tierra. Por los nadies. Y por la Patria; esa que aún busca su destino de grandeza a pesar de propios y ajenos.

De una familia acomodada del esquilmado Potosí quedó huérfana a los 7. Sus familiares la enviaron a un convento, ya sea por su rebeldía o por la codicia de estos. O por ambas. Las monjas la echaron a los 17 por sus ideas libertarias y porque quería tener sexo. Volvió a su finca y se enamoró de quién fuera el compañero de sus días y sus noches, Manuel Padilla con quién tuvo cinco hijos.

De piel cobre, esta amazona fue una experta en todo tipo de armas. Luchó junto a Belgrano en el Ejército del Norte y las pocas victorias de aquel fueron gran parte gracias a ella que condujo un ejército de diez mil hombres y mujeres a los que llamó “Leales”. Fue clave –también- en la organización del éxodo jujeño.
Por la liberación de la gran patria Latinoamericana, pagó un altísimo precio: la vida de su esposo y cuatro de sus hijos. Al primero lo fue a buscar (y lo recuperó) a sangre y fuego y al galope de su alazán cuando le cortaron la cabeza y a los últimos los enterró cavando sus tumbas con sus propias manos y en medio de gritos desgarradores.

Peleó en las montoneras junto a Guemes de quién se dice fue su amante y bajo la jerarquía de teniente coronel. El fallecimiento del salteño fue una herida de la que no se pudo recuperar. Traicionada, torturada, discriminada y sus tierras confiscadas, vivió la última etapa de su vida con una miserable pensión (a la que luego se la sacaron) de coronel de un ejército inexistente y olvidada por la historia oficial, y por la única hija que le quedaba viva que se la había dado a otra mujer para que no la asesinaran.

Con el último aliento declaró: “Sobre mi deplorable y lastimera suerte, juzgo inútil recorrer mi historia en el curso de la Revolución. (…) Sólo el sagrado amor a la patria me ha hecho soportable la pérdida de un marido e hijos sobre cuyas tumbas había jurado vengar sus muertes y seguir sus ejemplos; más el cielo que señala ya el término de los tiranos, mediante la invencible espada de los pueblos oprimidos”.
Murió un 25 de mayo (como confirmando que no hay casualidades, si causalidades) de 1862 en Sucre -un compañero de batallas- a los 82 años y por un siglo fue ignorada. Sus restos fueron buscados y hallados para pasar a la inmortalidad. Fue reconocida como mariscal del ejército boliviano y generala en el argentino.
Juana Azurduy.

Con unos ovarios como dos camiones Scania y con una historia trágica sin igual, vale un lugar común para ella: Perdón por tan poco y tanto olvido. Gracias por tanto. Flor del Alto Perú.


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