Luego de dos días de requisas descontroladas, imputan por torturas a varios agentes de la U-6

Se trata de 31 penitenciarios, incluyendo al jefe del penal, que mantuvieron encerrado a un pabellón entero durante horas, sin motivo alguno. Según Fiscalía hubo golpizas de todo tipo y la secuencia terminó con el suicidio de un preso que se prendió fuego. Advierten sobre abandono de persona.

16 NOV 2014 - 22:10 | Actualizado

Por Rolando Tobarez.

Entre jefes y empleados, el fiscal federal Fernando Gélvez pidió la indagatoria de 31 agentes de la Unidad 6 de Rawson a quienes acusa de torturas y abandono de persona en ese penal. Los hechos de violencia extrema ocurrieron los días 13 y 14 de febrero de este año, con requisas descontroladas y el caso de Juan Carlos Moreno, un preso que se prendió fuego en su celda luego de que le negaran un llamado a sus familiares.

La extensa imputación incluye el testimonio de varios internos y las conclusiones del propio fiscal. Según la reconstrucción, la tarde del 13 de febrero la requisa sancionó a cuatro internos del Pabellón 15, por fabricar facas cortando una ventana. Era día de visita y se supone que esas armas caseras eran para los internos que recibían gente.

Al grito de “hijos de puta”, los agentes de casco y escudo entraron pegándoles al resto de los presos. Hubo piñas, patadas en los tobillos, palazos. Celda por celda. Pese al castigo y como ya habían retirado a los sancionados, el resto pensó que les darían “la abierta”. En la jerga, dejarlos salir.

Pero siguieron encerrados. Empezaron a gritar y golpear las puertas. No querían perderse la visita. El personal los insultaba o les tiraba gas pimienta por las mirillas. Estarían adentro (“engomados”) hasta que algún jefe ordenara otra cosa. Por la noche les dejaron la comida en el piso y cenaron en sus celdas.

Llegó la noche y un preso se hartó: Germán Moralez reclamaba hablar 5 minutos con su familia. Quiere ser donante de su madre, que tiene cáncer de riñón y de bronquios. Su hermana, de útero. “En la U-6 nadie se preocupa por él, lo tendrían que haber llevado a Buenos Aires para ver si es compatible con la mamá y no lo llevan”, dijo un preso. En cambio, lo cargaban, se reían y le tiraban gas pimienta.

Moralez se repuso del ardor en la cara y logró abrir la celda por su cuenta con un plástico de botella. Se paró en la reja y les gritó que estaban jugando con él. Le pedían que se callara. Salió al pasillo del pabellón y se puso a hablar por teléfono con su hermana, como si nada. Le cortó rápido porque “se va a armar quilombo, después te llamo”.

Un guardia le dijo “Engomate solo”. No podía: las puertas se cierran de afuera. “Moralez prendió fuego un colchón, lo llevó a la reja de entrada al pabellón y quiso desengomar a varios”. El humo oscureció todo. La requisa llegó y golpeó a todo interno que tuviera su celda abierta. De nuevo, palazos, patadas, piñas.

Se oyeron unos 30 escopetazos de Winchester. Moralez les gritó que no tiren, que no tenía una faca. Se levantó la remera para mostrarlo. Igual recibió varios disparos en oídos, garganta, cuello, hombros y piernas. Los presos gritaban para que no le siguieran pegando. “El médico se quejaba de la hora que lo habían hecho trabajar. Está vestido de rojo (es el único que tiene traje de este color) flaco, alto, canoso y con cabello corto”.

Desde el techo dos tiradores rompieron los vidrios a escopetazos. Otros dos tiraban desde la reja. Los presos se defendían con termos y ollas. “El jefe de turno estaba cegados pegándolesy la requisa le decía ´Ya está, jefe, déjelo´”.

A Moralez y otros dos que quisieron ayudarlo cuando estaba al borde del desmayo los llevaron sancionados. Le lesionaron gravemente el ojo derecho y le sembraron de perdigones una oreja. A otro le quebraron la muñeca y dedos. En la sección requisa les siguieron pegando con palos en las plantas de los pies. “Yo decía que me sigan pegando pero que me dieran Sabutamol para poder respirar porque tengo problemas de pulmones por el humo del gas pimienta y las patadas en las costillas”, contó. Un enfermero pidió que los golpes pararan.

En el acta le hicieron poner “lesiones por problemas familiares”. No le dieron agua ni venda ni le limpiaron la sangre. Sólo le sacaron los perdigones. El fin de semana no lo vio un médico. Recién el lunes un oftalmólogo.

Luego del episodio con Moralez, los presos pasaron esa noche encerrados y la mañana del 14 otro interno, Juan Moreno, exigió hablar con el Servicio Social o con los psicólogos para saber de su madre enferma. No le hicieron caso. “Era un chico carenciado, de la villa, muy buen compañero, reservado, amigo de todo el pabellón, jamás va a decir nada de más ni discutir con la Policía”, dijo un testigo.

Se cortó los brazos para poder salir a hablar por teléfono. En Enfermería lo curaron y le hicieron promesas.El encierro del día 13 lo había perjudicado porque le había anunciado a su madre que la llamaría por la noche y no pudo cumplir, por el “engome”. Estaba mal porque no quería que ella se preocupe.

Esa mañana todos gritaban por “la abierta”. No había motivos para mantenerlos así. Alguien les dijo que recién el lunes podrían salir. Desde la celda dos por dos de Moreno se oyeron golpes, gritos y patadas a las puertas amenazando con cortarse el cuello o prenderse fuego. Despertó a muchos. “Dale, prendete fuego, que nos importa”, se burló la guardia. Hubo gritos como “cerrá el orto”, “gatos” y “miau miau”. El preso les gritó: “Acá se viene Cromañón”.

Un guardia del paredón externo del penal vio humo. Todo el pabellón gritó “¡Se prendió fuego el Juan!”. A Moreno ya no se lo escuchaba. La requisa tardó al menos 20 minutos para entrar con matafuegos y sacarlo de debajo de la cama. “Moríte”, le gritaba uno. No lograban sacarlo. Por el calor debieron abrir la reja con una barreta. “Lo puteaban porque pensaban que estaba parado al lado de la cama y no entraban, hasta que se dieron cuenta de que estaba todo quemado”. Lo envolvieron desmayado en una manta que se le pegaba al cuerpo. Pidieron la ambulancia a los gritos. Murió.

Entre cascos, escudos, palazos y patadas, al resto los dividieron en “porteños” y “peruanos” en dos patios. Los agentes parecían querer justificar lo ocurrido. “Se acercaban a la reja y decían que los extranjeros querían lastimar a los argentinos, que habían dicho que teníamos fierros, que nos estaban mandando en cana. A los dos grupos les dijeron lo mismo. En realidad no había problema y conviven bien”.

Había presos con las fosas nasales negras y tosían saliva tiznada. Al volver se sentía el olor a humo y a líquido de matafuego. La requisa ponía gas pimienta en el tubo del teléfono, en el aire, en la ropa, en el baño, en la comida.

Los internos declararon que incidentes así “siempre ocurren con la misma guardia, que busca constantemente el choque”. Los acusaron de romperle el televisor, el DVD, de robarles dos pelotas de fútbol enviadas por las familias y de romperles el teléfono, todo para que reaccionen y los sancionen. “Quieren que explote el pabellón porque ven que está tranquilo. No lo lograron porque varios compañeros están por salir”. #

“Sometidos a condiciones infrahumanas de detención”

El fiscal federal Fernando Gélvez interpretó que en los tres episodios consecutivos en el penal capitalino hubo abusos de autoridad, y conductas “arbitrarias, violentas e irracionales” de los agentes del penal rawsense.

Por ejemplo, el aislamiento ilegal de los presos. “Afectó sus comunicaciones telefónicas, entre ellos, y las distintas actividades que podrían haber desarrollado ese día. No existió razón alguna para proceder así”.

Encerrados sin motivo

Las sanciones a los cuatro internos separados del Pabellón 15 habría sido porque estuvieron “cortando fierro”. No hubo una pelea entre internos, o un conflicto que se pudiera solucionar con un encierro prolongado lo resolviera o lo previniera. “Nada de esto pudo haber ocurrido ni ocurrió. No había ningún inconveniente entre extranjeros y argentinos, o entre paisanos y porteños”.

En algunos casos los internos sólo fueron revisados por enfermeros y no por los médicos.

Fuego causal

En cuanto al incendio que mató a Moreno, hubo “acciones y omisiones”. Ni siquiera abrieron su celda para saber cómo estaba y evitar su amenaza de quemarse.

Según el escrito, es obligación de los penitenciarios garantizar la integridad física de las personas bajo su guarda. No lo hicieron: no cumplieron con el Sistema de Seguridad y Protección contra Siniestros, ni se observó un Brigada de Protección contra Siniestros ni se cumplió con las “Pautas de Procedimiento Institucional ante Incendios u otros Siniestros”, entre otras formalidades.

Además, hay diferencias muy gruesas y evidentes entre lo que investigó el fiscal y las actuaciones del Servicio Penitenciario Federal. “Se observan diferencias cruciales en la construcción de los hechos (…) Es llamativo y discordante”.

Según la versión del penal, “un solo funcionario penitenciario habría portado arma de fuego con postas de balas de goma durante el procedimiento en que fueran heridos Moralez y Tedesco que sólo habría efectuado en dos ocasiones un disparo intimidatorio al piso. Tal informe es mendaz, ya que Moralez presentaba siete impactos de balas de goma y Tedesco dos”.

Brutales y crueles

En este escenario, para el fiscal están probados los “tratos brutales o crueles que a mi criterio constituyeron los graves sufrimientos físicos y psíquicos se cometieron”. Las requisas “no se cumplieron adecuadamente, ya que golpearon a varios internos, además de maltratarlos física y psicológicamente”. A los presos se los sometió a padecimientos innecesarios que “desconoció toda condición humana, negando sus dignidades”.

Ni al baño

Los privaron de visitas familiares y hasta de ir al baño: hicieron lo suyo en las celdas y “afectó la asepsia y las condiciones de higiene”. En este cuadro, “fueron sometidos dolosamente a condiciones infrahumanas de detención y el encierro ilegítimo los hacía más vulnerables a las arbitrariedades de los agentes penitenciarios con el correr de las horas, ya que hubo personas heridas de distinta manera con balas de goma que no eran disparadas para intimidar, sino por el contrario para lastimar a quien se pusiera enfrente”. Lo razonable y de sentido común hubiese sido permitir que Moralez y Moreno hablaran con sus madres, aún manteniendo el encierro del resto de los internos. #

Quiénes son los agentes acusados

El pedido de indagatoria de la Fiscalía Federal de Rawson incluye al actual director de la Unidad 6, quien ya cumplía esa función los días 13 y 14 de febrero: el prefecto Juan de la Cruz Céspedes, a quien se le imputa no haber evitado las torturas.

Gélvez pidió indagar al jefe de la Sección Requisa, Natalio Guttlein; Alfredo Cañete, jefe de turno de Requisa; Miguel Navarro Díaz, encargado general; Mauro Epul, encargado de Requisa; Ricardo García; Gastón Alejos; David Leyes; Julio Acevedo; Patricio Melgarejo; Javier Calderón; Ariel Saucedo; Lucas Andrade; David Sánchez; Walter Diocaretz; Jorge Curín; Patricia Sbardella (encargada de reja) y Alejandro Pereyra. A todos les imputa coautoría de torturas.

El fiscal también imputó a Miguel Segundo, Franco Álvarez, Daniel Molina y Marcelo Bovero. También al personal de División Interna tal por caso el jefe de turno y Adjutor Principal Carlos Requelme; inspector de servicio Emilio Selg; encargado de sector, Juan Acuña, y celador del pabellón, César Godoy, por el mismo delito.

Fin de lista

El listado de pedido de indagatorias termina con el celador del Pabellón N° 15, Marcos Panileff, y el resto de las autoridades y empleados de la seguridad interna: inspector o jefe de turno Alberto Espínola; segundo jefe de seguridad interna, Ariel Fernández; inspector de servicio, Rizaldo Peña, y encargado de sector “D”, Nelson Chaparro, por presunto abandono de persona vinculado a la muerte de Juan Moreno.

Resta que el juez federal Hugo Sastre decida si el pedido corresponde y le ponga fecha a los testimonios.

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16 NOV 2014 - 22:10

Por Rolando Tobarez.

Entre jefes y empleados, el fiscal federal Fernando Gélvez pidió la indagatoria de 31 agentes de la Unidad 6 de Rawson a quienes acusa de torturas y abandono de persona en ese penal. Los hechos de violencia extrema ocurrieron los días 13 y 14 de febrero de este año, con requisas descontroladas y el caso de Juan Carlos Moreno, un preso que se prendió fuego en su celda luego de que le negaran un llamado a sus familiares.

La extensa imputación incluye el testimonio de varios internos y las conclusiones del propio fiscal. Según la reconstrucción, la tarde del 13 de febrero la requisa sancionó a cuatro internos del Pabellón 15, por fabricar facas cortando una ventana. Era día de visita y se supone que esas armas caseras eran para los internos que recibían gente.

Al grito de “hijos de puta”, los agentes de casco y escudo entraron pegándoles al resto de los presos. Hubo piñas, patadas en los tobillos, palazos. Celda por celda. Pese al castigo y como ya habían retirado a los sancionados, el resto pensó que les darían “la abierta”. En la jerga, dejarlos salir.

Pero siguieron encerrados. Empezaron a gritar y golpear las puertas. No querían perderse la visita. El personal los insultaba o les tiraba gas pimienta por las mirillas. Estarían adentro (“engomados”) hasta que algún jefe ordenara otra cosa. Por la noche les dejaron la comida en el piso y cenaron en sus celdas.

Llegó la noche y un preso se hartó: Germán Moralez reclamaba hablar 5 minutos con su familia. Quiere ser donante de su madre, que tiene cáncer de riñón y de bronquios. Su hermana, de útero. “En la U-6 nadie se preocupa por él, lo tendrían que haber llevado a Buenos Aires para ver si es compatible con la mamá y no lo llevan”, dijo un preso. En cambio, lo cargaban, se reían y le tiraban gas pimienta.

Moralez se repuso del ardor en la cara y logró abrir la celda por su cuenta con un plástico de botella. Se paró en la reja y les gritó que estaban jugando con él. Le pedían que se callara. Salió al pasillo del pabellón y se puso a hablar por teléfono con su hermana, como si nada. Le cortó rápido porque “se va a armar quilombo, después te llamo”.

Un guardia le dijo “Engomate solo”. No podía: las puertas se cierran de afuera. “Moralez prendió fuego un colchón, lo llevó a la reja de entrada al pabellón y quiso desengomar a varios”. El humo oscureció todo. La requisa llegó y golpeó a todo interno que tuviera su celda abierta. De nuevo, palazos, patadas, piñas.

Se oyeron unos 30 escopetazos de Winchester. Moralez les gritó que no tiren, que no tenía una faca. Se levantó la remera para mostrarlo. Igual recibió varios disparos en oídos, garganta, cuello, hombros y piernas. Los presos gritaban para que no le siguieran pegando. “El médico se quejaba de la hora que lo habían hecho trabajar. Está vestido de rojo (es el único que tiene traje de este color) flaco, alto, canoso y con cabello corto”.

Desde el techo dos tiradores rompieron los vidrios a escopetazos. Otros dos tiraban desde la reja. Los presos se defendían con termos y ollas. “El jefe de turno estaba cegados pegándolesy la requisa le decía ´Ya está, jefe, déjelo´”.

A Moralez y otros dos que quisieron ayudarlo cuando estaba al borde del desmayo los llevaron sancionados. Le lesionaron gravemente el ojo derecho y le sembraron de perdigones una oreja. A otro le quebraron la muñeca y dedos. En la sección requisa les siguieron pegando con palos en las plantas de los pies. “Yo decía que me sigan pegando pero que me dieran Sabutamol para poder respirar porque tengo problemas de pulmones por el humo del gas pimienta y las patadas en las costillas”, contó. Un enfermero pidió que los golpes pararan.

En el acta le hicieron poner “lesiones por problemas familiares”. No le dieron agua ni venda ni le limpiaron la sangre. Sólo le sacaron los perdigones. El fin de semana no lo vio un médico. Recién el lunes un oftalmólogo.

Luego del episodio con Moralez, los presos pasaron esa noche encerrados y la mañana del 14 otro interno, Juan Moreno, exigió hablar con el Servicio Social o con los psicólogos para saber de su madre enferma. No le hicieron caso. “Era un chico carenciado, de la villa, muy buen compañero, reservado, amigo de todo el pabellón, jamás va a decir nada de más ni discutir con la Policía”, dijo un testigo.

Se cortó los brazos para poder salir a hablar por teléfono. En Enfermería lo curaron y le hicieron promesas.El encierro del día 13 lo había perjudicado porque le había anunciado a su madre que la llamaría por la noche y no pudo cumplir, por el “engome”. Estaba mal porque no quería que ella se preocupe.

Esa mañana todos gritaban por “la abierta”. No había motivos para mantenerlos así. Alguien les dijo que recién el lunes podrían salir. Desde la celda dos por dos de Moreno se oyeron golpes, gritos y patadas a las puertas amenazando con cortarse el cuello o prenderse fuego. Despertó a muchos. “Dale, prendete fuego, que nos importa”, se burló la guardia. Hubo gritos como “cerrá el orto”, “gatos” y “miau miau”. El preso les gritó: “Acá se viene Cromañón”.

Un guardia del paredón externo del penal vio humo. Todo el pabellón gritó “¡Se prendió fuego el Juan!”. A Moreno ya no se lo escuchaba. La requisa tardó al menos 20 minutos para entrar con matafuegos y sacarlo de debajo de la cama. “Moríte”, le gritaba uno. No lograban sacarlo. Por el calor debieron abrir la reja con una barreta. “Lo puteaban porque pensaban que estaba parado al lado de la cama y no entraban, hasta que se dieron cuenta de que estaba todo quemado”. Lo envolvieron desmayado en una manta que se le pegaba al cuerpo. Pidieron la ambulancia a los gritos. Murió.

Entre cascos, escudos, palazos y patadas, al resto los dividieron en “porteños” y “peruanos” en dos patios. Los agentes parecían querer justificar lo ocurrido. “Se acercaban a la reja y decían que los extranjeros querían lastimar a los argentinos, que habían dicho que teníamos fierros, que nos estaban mandando en cana. A los dos grupos les dijeron lo mismo. En realidad no había problema y conviven bien”.

Había presos con las fosas nasales negras y tosían saliva tiznada. Al volver se sentía el olor a humo y a líquido de matafuego. La requisa ponía gas pimienta en el tubo del teléfono, en el aire, en la ropa, en el baño, en la comida.

Los internos declararon que incidentes así “siempre ocurren con la misma guardia, que busca constantemente el choque”. Los acusaron de romperle el televisor, el DVD, de robarles dos pelotas de fútbol enviadas por las familias y de romperles el teléfono, todo para que reaccionen y los sancionen. “Quieren que explote el pabellón porque ven que está tranquilo. No lo lograron porque varios compañeros están por salir”. #

“Sometidos a condiciones infrahumanas de detención”

El fiscal federal Fernando Gélvez interpretó que en los tres episodios consecutivos en el penal capitalino hubo abusos de autoridad, y conductas “arbitrarias, violentas e irracionales” de los agentes del penal rawsense.

Por ejemplo, el aislamiento ilegal de los presos. “Afectó sus comunicaciones telefónicas, entre ellos, y las distintas actividades que podrían haber desarrollado ese día. No existió razón alguna para proceder así”.

Encerrados sin motivo

Las sanciones a los cuatro internos separados del Pabellón 15 habría sido porque estuvieron “cortando fierro”. No hubo una pelea entre internos, o un conflicto que se pudiera solucionar con un encierro prolongado lo resolviera o lo previniera. “Nada de esto pudo haber ocurrido ni ocurrió. No había ningún inconveniente entre extranjeros y argentinos, o entre paisanos y porteños”.

En algunos casos los internos sólo fueron revisados por enfermeros y no por los médicos.

Fuego causal

En cuanto al incendio que mató a Moreno, hubo “acciones y omisiones”. Ni siquiera abrieron su celda para saber cómo estaba y evitar su amenaza de quemarse.

Según el escrito, es obligación de los penitenciarios garantizar la integridad física de las personas bajo su guarda. No lo hicieron: no cumplieron con el Sistema de Seguridad y Protección contra Siniestros, ni se observó un Brigada de Protección contra Siniestros ni se cumplió con las “Pautas de Procedimiento Institucional ante Incendios u otros Siniestros”, entre otras formalidades.

Además, hay diferencias muy gruesas y evidentes entre lo que investigó el fiscal y las actuaciones del Servicio Penitenciario Federal. “Se observan diferencias cruciales en la construcción de los hechos (…) Es llamativo y discordante”.

Según la versión del penal, “un solo funcionario penitenciario habría portado arma de fuego con postas de balas de goma durante el procedimiento en que fueran heridos Moralez y Tedesco que sólo habría efectuado en dos ocasiones un disparo intimidatorio al piso. Tal informe es mendaz, ya que Moralez presentaba siete impactos de balas de goma y Tedesco dos”.

Brutales y crueles

En este escenario, para el fiscal están probados los “tratos brutales o crueles que a mi criterio constituyeron los graves sufrimientos físicos y psíquicos se cometieron”. Las requisas “no se cumplieron adecuadamente, ya que golpearon a varios internos, además de maltratarlos física y psicológicamente”. A los presos se los sometió a padecimientos innecesarios que “desconoció toda condición humana, negando sus dignidades”.

Ni al baño

Los privaron de visitas familiares y hasta de ir al baño: hicieron lo suyo en las celdas y “afectó la asepsia y las condiciones de higiene”. En este cuadro, “fueron sometidos dolosamente a condiciones infrahumanas de detención y el encierro ilegítimo los hacía más vulnerables a las arbitrariedades de los agentes penitenciarios con el correr de las horas, ya que hubo personas heridas de distinta manera con balas de goma que no eran disparadas para intimidar, sino por el contrario para lastimar a quien se pusiera enfrente”. Lo razonable y de sentido común hubiese sido permitir que Moralez y Moreno hablaran con sus madres, aún manteniendo el encierro del resto de los internos. #

Quiénes son los agentes acusados

El pedido de indagatoria de la Fiscalía Federal de Rawson incluye al actual director de la Unidad 6, quien ya cumplía esa función los días 13 y 14 de febrero: el prefecto Juan de la Cruz Céspedes, a quien se le imputa no haber evitado las torturas.

Gélvez pidió indagar al jefe de la Sección Requisa, Natalio Guttlein; Alfredo Cañete, jefe de turno de Requisa; Miguel Navarro Díaz, encargado general; Mauro Epul, encargado de Requisa; Ricardo García; Gastón Alejos; David Leyes; Julio Acevedo; Patricio Melgarejo; Javier Calderón; Ariel Saucedo; Lucas Andrade; David Sánchez; Walter Diocaretz; Jorge Curín; Patricia Sbardella (encargada de reja) y Alejandro Pereyra. A todos les imputa coautoría de torturas.

El fiscal también imputó a Miguel Segundo, Franco Álvarez, Daniel Molina y Marcelo Bovero. También al personal de División Interna tal por caso el jefe de turno y Adjutor Principal Carlos Requelme; inspector de servicio Emilio Selg; encargado de sector, Juan Acuña, y celador del pabellón, César Godoy, por el mismo delito.

Fin de lista

El listado de pedido de indagatorias termina con el celador del Pabellón N° 15, Marcos Panileff, y el resto de las autoridades y empleados de la seguridad interna: inspector o jefe de turno Alberto Espínola; segundo jefe de seguridad interna, Ariel Fernández; inspector de servicio, Rizaldo Peña, y encargado de sector “D”, Nelson Chaparro, por presunto abandono de persona vinculado a la muerte de Juan Moreno.

Resta que el juez federal Hugo Sastre decida si el pedido corresponde y le ponga fecha a los testimonios.


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