“Quiero pensar que está mejor al lado de Dios”

Susana Pires ya no tiene lágrimas. Pero sí fuerzas para luchar por justicia. A su hijo Emmanuel lo mataron dos cazadores de guanacos, padre e hijo. Están acusados de homicidio simple. Ella cuenta como son estos días a 3 meses de la tragedia. “Mi vida se fue con él”, dice. Y cree que no fue un accidente.

01 MAR 2015 - 22:53 | Actualizado

Por Carlos Guajardo / Especial para Jornada

-¿Por qué cree que no fue un accidente?

-Si uno está en el lugar donde ocurrió, se da cuenta de que nadie puede disparar hacia el mar. Les tiraron a los chicos. Como madre, no tengo dudas.

-¿Y por qué dispararon?

-Creo que les molestaba el ruido que estaban haciendo. No sé, es lo que creo.

-¿Fue un asesinato?

-Claro. Esta gente estaba haciendo algo más que cazar. El tipo de vida que llevaban no es de dos personas de común denominador. Hay antecedentes que los describen. Hicieron lo peor que se le puede hacer a una persona.

-¿Emma se pudo haber salvado?

-Por el tiro que recibió tal vez no. Pero ellos huyeron, no fueron capaces de ayudarlo. Tampoco de venir a mi casa, a hablar conmigo, a explicarme. Aunque esto es inexplicable. Me arrebataron la vida de mi hijo. Y la mía también.

-¿Cree que quienes están detenidos tienen protección?

-No lo puedo afirmar. Tengo que creer en la justicia. No me queda otra.

Susana Pires se muestra entera. Ya no le quedan lágrimas pero sí fuerzas para luchar para que se haga justicia por la muerte de su hijo. Es la madre de Emmanuel Pueblas Pires, el chico que recibió un balazo en la nuca mientras estaba con unos amigos en el paraje denominado El Sombrerito, en Rawson.

La bala que le perforó el casco protector que usaba para andar en cuatri, partió de una carabina 350 que estaban utilizando Oscar Naya y su hijo Eduardo. Oscar es expolicía y Eduardo está actualmente en la fuerza. Cazaban guanacos cuando uno de los disparos terminó con la vida de Emmanuel, que tenía 16 años. Ahora, los dos están presos con seis meses de preventiva mientras se realice la investigación. Pero vale la pena recordar que después del hecho habían quedado libres.

La muerte de Emma movilizó a Rawson como nunca antes alguna circunstancia lo había hecho. El chico era muy querido. Y además, al día siguiente de su muerte iba a ser consagrado como escolta de la bandera en la Escuela 776 de Playa Unión. Susana se mantuvo en silencio todo este tiempo. Desde aquella fatídica tarde del 9 de diciembre. Habló con Jornada. Como pudo. Con todo su dolor a cuestas.

-Yo lo llamé a las 5 de la tarde para que vuelva. Teníamos que ir a comprar la ropa para el acto del día siguiente en que iba a ser escolta de la bandera. “Vieji, ya salgo para allá”, me dijo. Fue lo último que hablé con él. Media hora después lo mataron.

-¿Qué hizo después?

-Volví a llamarlo pero ya no me contestaba. Entonces salí a buscarlo a un paraje más cercano. No sabía que estaban en El Sombrerito. Cuando decido volver veo que vienen por la ruta ambulancia, patrulleros, camionetas. No sé por qué pero en ese momento supe que algo le había pasado a Emma.

-¿Cómo se enteró?

-Cuando fui a la casa de la madre de uno de los chicos que estaba con él. En ese momento empecé a morir. Me di cuenta de que lo había perdido aún sin saber del todo la verdad. Lloraba, temblaba. No podía hablar.

-¿Cómo fueron los días siguientes?

-No sé si estoy en condiciones de recordarlo. Emma se llevó mi vida con él.

-¿Y cómo se sigue adelante?

-Yo me aferro a la fe. Tengo que darme cuenta de que tengo que seguir. El dolor es inexplicable. Sólo lo sabe el que lo siente. Y entender el que lo vive. Tengo el apoyo de la familia. Tres hijos, dos nietos y uno en camino. Vivo por ellos. Me aferro al amor cotidiano, a la fuerza que me da Dios. A la gente que me llama y me acompaña. Estoy agradecida a ellos.

-¿Y qué piensa, qué percibe?

-Yo tengo que terminar de convencerme de que él está mejor donde está ahora. Que su partida me dejó algún mensaje que con el tiempo podré entender o descubrir. Él me dejó tantas cosas. Pero su partida no tiene que ser en vano. No quiero más Naya. No quiero más Emmanuel. Lo que me pasó es una bomba que te explota, termina con tu vida. Le pedís a Dios que te lleve con él, le pedís piedad. Nada pesa más en mi vida que la muerte de Emma.

Susana tiene otros tres hijos. Arianna de 35 años, Eduardo de 31 y Agustín de 15. También dos nietos y uno en camino. Vive en Playa Unión, en la misma casa que compartía con Emma antes de la tragedia. A dos cuadras, está la casa de la familia Naya, hoy acusados de homicidio simple.

Aquella tarde trágica los chicos paseaban en cuatri, remontando un barrilete. El barrilete se soltó y subieron por el cañadón de El Sombrerito para recuperarlo. Bajaron de los cuatri. Y frente al mar bajaron de sus motos y se pusieron a jugar, arrojándole piedras a una botella. Hasta que Emma cayó, casi de rodillas. Una bala de fusil le había ingresado por la nuca.

-Yo digo que no estamos hablando de dos buenos cazadores. Basta con mirar los antecedentes. A mí no me gusta estar mucho en el tema judicial. Pero mi lucha va a terminar cuando sienta que se hizo justicia. Yo creo que es gente que desprecia la vida de otra gente. Si van al lugar se darán cuenta que ni un chico puede disparar contra el mar en un lugar como ése. Pero hay quienes tienen otra mente, fría. Diría asesina aunque resulte fuerte.

-¿Cómo recuerda a Emmanuel?

-Era un chico respetuoso, aplicado, querido por todos. Cocinaba, se lavaba la ropa. Si se le rompían las zapatillas no me lo decía para que no tenga que comprarle otras. Aplicado en el colegio, buen amigo. Y esto no lo digo yo. Pueden preguntarle a todos los que lo conocieron. Era muy humilde. Le habían dado un diploma por mejor jugador en Bigornia y me dijo que no lo merecía. Eso lo definía.

-¿Y cómo se siente usted después de tres meses?

-Yo vivo en un infierno. Pero sé que tengo que salir. Por quienes están al lado mío. Siento culpa, bronca. Y me pregunto por qué a mí. Y por qué Dios no estaba ahí ese día. Digo, “Dios, llegaste tarde”. Pero en el fondo sé qué Dios estaba ahí. Y quiero pensar que está mejor al lado de él. Además, le evitó un sufrimiento mayor. Se lo llevó íntegro, entero, sin hacerlo sufrir. El consuelo es que Emma no era merecedor de ningún sufrimiento. Quiero que quienes lo mataron se hagan responsables. Que cumplan con la pena. Mi instinto de madre me dice que el que disparó fue el hijo y no el padre, que quiere hacerse cargo. Por ahí esto le pone un punto a su vida, la de hacer lo que quieran con la vida de los demás. Emma me dejó un mensaje. Voy a saber cuál es. Y lo voy a cumplir.

En “Eva Luna” una de sus novelas más celebradas, la escritora chilena Isabel Allende define la muerte de una manera muy particular. Dice: “Los hombres no mueren. Sólo mueren aquellos a los que se los olvida”.

Emmanuel va a vivir en el permanente recuerdo de su madre, su familia, sus amigos.Nunca lo van a olvidar.#

Torturas

En abril de 1977, el entonces oficial Oscar Naya y el agente Ramón Adel Páez fueron acusados de someter a vejámenes y torturar a 9 indígenas de la localidad de Ricardo Rojas. Pertenecían a la comunidad de El Chalía. El hecho fue condenado hasta por el obispo de entonces. Y fue reflejado por la edición del diario Crónica del 5 de abril. “Tomé contacto con la gente de El Chalía. Y voy a viajar para hablar con ellos. También es parte de mi lucha”, dijo Susana.

“Que nadie más use la camiseta de Emma”

Nosotros queremos que se haga justicia. Sentimos que nos arrebataron a Emma. Tenemos bronca. Lo recordamos cada día, él está acá con nosotros. Se nos fue un amigo, una gran persona”. Francisco Casado, Vittorio Mazza, Facundo Gajardo y Facundo Cayuqueo todavía conservan su mirada adolescente. Jugaban en Bigornia con Emmanuel. Y dos días antes de su muerte habían compartido un campamento. Hablaron con Jornada quebrados por la emoción.

“Se nota su ausencia. Era un compañero muy responsable. Además, si tenía que decirte algo de frente, te lo decía. Muy humilde, muy directo. Nosotros estamos muy tristes, de verdad. Y no queremos que su muerte quede impune. La justicia tiene que actuar con todo el rigor. Lo mataron y quienes lo hicieron tiene que pagar por eso”.

Lágrimas

Emma jugaba de ala en la categoría M16. Llevaba la camiseta número 6. “Queremos que ese número no lo use más nadie”, dijeron los chicos. Además contaron que Emma estaba entusiasmado por el viaje que algunas categorías de Bigornia van a realizar a Europa. “Entrenaba como un loco. Ya era un `animal´ en los entrenamientos pero ahora se le notaba más. Nunca renunció a jugar. Tenía un problema en las piernas y entonces calentaba primero en la casa. Llegó a jugar con una lesión en el hombro”.

Cuando Jornada llegó al club los chicos estaban en el gimnasio. Y costó hacerlos hablar. No porque no quisieran recordar a su amigo. Todo lo contrario.

Es que pensaban que las lágrimas les iban a ganar a las palabras.

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01 MAR 2015 - 22:53

Por Carlos Guajardo / Especial para Jornada

-¿Por qué cree que no fue un accidente?

-Si uno está en el lugar donde ocurrió, se da cuenta de que nadie puede disparar hacia el mar. Les tiraron a los chicos. Como madre, no tengo dudas.

-¿Y por qué dispararon?

-Creo que les molestaba el ruido que estaban haciendo. No sé, es lo que creo.

-¿Fue un asesinato?

-Claro. Esta gente estaba haciendo algo más que cazar. El tipo de vida que llevaban no es de dos personas de común denominador. Hay antecedentes que los describen. Hicieron lo peor que se le puede hacer a una persona.

-¿Emma se pudo haber salvado?

-Por el tiro que recibió tal vez no. Pero ellos huyeron, no fueron capaces de ayudarlo. Tampoco de venir a mi casa, a hablar conmigo, a explicarme. Aunque esto es inexplicable. Me arrebataron la vida de mi hijo. Y la mía también.

-¿Cree que quienes están detenidos tienen protección?

-No lo puedo afirmar. Tengo que creer en la justicia. No me queda otra.

Susana Pires se muestra entera. Ya no le quedan lágrimas pero sí fuerzas para luchar para que se haga justicia por la muerte de su hijo. Es la madre de Emmanuel Pueblas Pires, el chico que recibió un balazo en la nuca mientras estaba con unos amigos en el paraje denominado El Sombrerito, en Rawson.

La bala que le perforó el casco protector que usaba para andar en cuatri, partió de una carabina 350 que estaban utilizando Oscar Naya y su hijo Eduardo. Oscar es expolicía y Eduardo está actualmente en la fuerza. Cazaban guanacos cuando uno de los disparos terminó con la vida de Emmanuel, que tenía 16 años. Ahora, los dos están presos con seis meses de preventiva mientras se realice la investigación. Pero vale la pena recordar que después del hecho habían quedado libres.

La muerte de Emma movilizó a Rawson como nunca antes alguna circunstancia lo había hecho. El chico era muy querido. Y además, al día siguiente de su muerte iba a ser consagrado como escolta de la bandera en la Escuela 776 de Playa Unión. Susana se mantuvo en silencio todo este tiempo. Desde aquella fatídica tarde del 9 de diciembre. Habló con Jornada. Como pudo. Con todo su dolor a cuestas.

-Yo lo llamé a las 5 de la tarde para que vuelva. Teníamos que ir a comprar la ropa para el acto del día siguiente en que iba a ser escolta de la bandera. “Vieji, ya salgo para allá”, me dijo. Fue lo último que hablé con él. Media hora después lo mataron.

-¿Qué hizo después?

-Volví a llamarlo pero ya no me contestaba. Entonces salí a buscarlo a un paraje más cercano. No sabía que estaban en El Sombrerito. Cuando decido volver veo que vienen por la ruta ambulancia, patrulleros, camionetas. No sé por qué pero en ese momento supe que algo le había pasado a Emma.

-¿Cómo se enteró?

-Cuando fui a la casa de la madre de uno de los chicos que estaba con él. En ese momento empecé a morir. Me di cuenta de que lo había perdido aún sin saber del todo la verdad. Lloraba, temblaba. No podía hablar.

-¿Cómo fueron los días siguientes?

-No sé si estoy en condiciones de recordarlo. Emma se llevó mi vida con él.

-¿Y cómo se sigue adelante?

-Yo me aferro a la fe. Tengo que darme cuenta de que tengo que seguir. El dolor es inexplicable. Sólo lo sabe el que lo siente. Y entender el que lo vive. Tengo el apoyo de la familia. Tres hijos, dos nietos y uno en camino. Vivo por ellos. Me aferro al amor cotidiano, a la fuerza que me da Dios. A la gente que me llama y me acompaña. Estoy agradecida a ellos.

-¿Y qué piensa, qué percibe?

-Yo tengo que terminar de convencerme de que él está mejor donde está ahora. Que su partida me dejó algún mensaje que con el tiempo podré entender o descubrir. Él me dejó tantas cosas. Pero su partida no tiene que ser en vano. No quiero más Naya. No quiero más Emmanuel. Lo que me pasó es una bomba que te explota, termina con tu vida. Le pedís a Dios que te lleve con él, le pedís piedad. Nada pesa más en mi vida que la muerte de Emma.

Susana tiene otros tres hijos. Arianna de 35 años, Eduardo de 31 y Agustín de 15. También dos nietos y uno en camino. Vive en Playa Unión, en la misma casa que compartía con Emma antes de la tragedia. A dos cuadras, está la casa de la familia Naya, hoy acusados de homicidio simple.

Aquella tarde trágica los chicos paseaban en cuatri, remontando un barrilete. El barrilete se soltó y subieron por el cañadón de El Sombrerito para recuperarlo. Bajaron de los cuatri. Y frente al mar bajaron de sus motos y se pusieron a jugar, arrojándole piedras a una botella. Hasta que Emma cayó, casi de rodillas. Una bala de fusil le había ingresado por la nuca.

-Yo digo que no estamos hablando de dos buenos cazadores. Basta con mirar los antecedentes. A mí no me gusta estar mucho en el tema judicial. Pero mi lucha va a terminar cuando sienta que se hizo justicia. Yo creo que es gente que desprecia la vida de otra gente. Si van al lugar se darán cuenta que ni un chico puede disparar contra el mar en un lugar como ése. Pero hay quienes tienen otra mente, fría. Diría asesina aunque resulte fuerte.

-¿Cómo recuerda a Emmanuel?

-Era un chico respetuoso, aplicado, querido por todos. Cocinaba, se lavaba la ropa. Si se le rompían las zapatillas no me lo decía para que no tenga que comprarle otras. Aplicado en el colegio, buen amigo. Y esto no lo digo yo. Pueden preguntarle a todos los que lo conocieron. Era muy humilde. Le habían dado un diploma por mejor jugador en Bigornia y me dijo que no lo merecía. Eso lo definía.

-¿Y cómo se siente usted después de tres meses?

-Yo vivo en un infierno. Pero sé que tengo que salir. Por quienes están al lado mío. Siento culpa, bronca. Y me pregunto por qué a mí. Y por qué Dios no estaba ahí ese día. Digo, “Dios, llegaste tarde”. Pero en el fondo sé qué Dios estaba ahí. Y quiero pensar que está mejor al lado de él. Además, le evitó un sufrimiento mayor. Se lo llevó íntegro, entero, sin hacerlo sufrir. El consuelo es que Emma no era merecedor de ningún sufrimiento. Quiero que quienes lo mataron se hagan responsables. Que cumplan con la pena. Mi instinto de madre me dice que el que disparó fue el hijo y no el padre, que quiere hacerse cargo. Por ahí esto le pone un punto a su vida, la de hacer lo que quieran con la vida de los demás. Emma me dejó un mensaje. Voy a saber cuál es. Y lo voy a cumplir.

En “Eva Luna” una de sus novelas más celebradas, la escritora chilena Isabel Allende define la muerte de una manera muy particular. Dice: “Los hombres no mueren. Sólo mueren aquellos a los que se los olvida”.

Emmanuel va a vivir en el permanente recuerdo de su madre, su familia, sus amigos.Nunca lo van a olvidar.#

Torturas

En abril de 1977, el entonces oficial Oscar Naya y el agente Ramón Adel Páez fueron acusados de someter a vejámenes y torturar a 9 indígenas de la localidad de Ricardo Rojas. Pertenecían a la comunidad de El Chalía. El hecho fue condenado hasta por el obispo de entonces. Y fue reflejado por la edición del diario Crónica del 5 de abril. “Tomé contacto con la gente de El Chalía. Y voy a viajar para hablar con ellos. También es parte de mi lucha”, dijo Susana.

“Que nadie más use la camiseta de Emma”

Nosotros queremos que se haga justicia. Sentimos que nos arrebataron a Emma. Tenemos bronca. Lo recordamos cada día, él está acá con nosotros. Se nos fue un amigo, una gran persona”. Francisco Casado, Vittorio Mazza, Facundo Gajardo y Facundo Cayuqueo todavía conservan su mirada adolescente. Jugaban en Bigornia con Emmanuel. Y dos días antes de su muerte habían compartido un campamento. Hablaron con Jornada quebrados por la emoción.

“Se nota su ausencia. Era un compañero muy responsable. Además, si tenía que decirte algo de frente, te lo decía. Muy humilde, muy directo. Nosotros estamos muy tristes, de verdad. Y no queremos que su muerte quede impune. La justicia tiene que actuar con todo el rigor. Lo mataron y quienes lo hicieron tiene que pagar por eso”.

Lágrimas

Emma jugaba de ala en la categoría M16. Llevaba la camiseta número 6. “Queremos que ese número no lo use más nadie”, dijeron los chicos. Además contaron que Emma estaba entusiasmado por el viaje que algunas categorías de Bigornia van a realizar a Europa. “Entrenaba como un loco. Ya era un `animal´ en los entrenamientos pero ahora se le notaba más. Nunca renunció a jugar. Tenía un problema en las piernas y entonces calentaba primero en la casa. Llegó a jugar con una lesión en el hombro”.

Cuando Jornada llegó al club los chicos estaban en el gimnasio. Y costó hacerlos hablar. No porque no quisieran recordar a su amigo. Todo lo contrario.

Es que pensaban que las lágrimas les iban a ganar a las palabras.


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