Un padre indignado: el profesor acusado de grooming se declaró culpable

El padre de la alumna de 15 años que denunció a Juan Ángel Paz (izq.) por acoso sexual vía internet habló con Jornada. El profesor no irá preso porque la pena es excarcelable.

09 JUN 2015 - 22:41 | Actualizado

Por Lorena Leeming / Twitter: @loreleeming

El caso conmocionó Chubut. Juan Ángel Paz, el exdocente en escuelas de 28 de Julio y Dolavon declaró ante la justicia en juicio abreviado lo contrario de lo que bregó públicamente al ser acusado de acoso sexual vía internet (“Grooming”) en perjuicio de una niña de 14 años, exalumna suya. Admitió ser responsable.

La acusación remite situaciones perversas y obscenas. El juez dictará sentencia en tres días. La Fiscalía pidió dos años de prisión. “Admitió absolutamente todo. Me dan ganas de poner carteles con la palabra ´Culpable´, así como puso él cuando dijo que era inocente”, expresó Edgardo, el papá de la chica.

El año pasado, tras la denuncia, el profesor estuvo detenido un mes. Cuando la Policía fue a buscarlo a su casa negó los cargos y dijo que su cuenta de Facebook (por la que mandaba mensajes) había sido hackeada.

Paz

Paz era profesor de Tecnología y Ciencias Naturales de la Escuela Tir Halen y vicedirector de la Nº 781 de Dolavon. Había llegado desde Tucumán. No tenía mucha vida social y sus vínculos se subordinaban al alumnado.

Cuando allanaron su domicilio encontraron armas de grueso calibre, un uniforme de policía y 200 gramos de marihuana. Las paredes estaban escritas con nombres de mujeres y varios dibujos. Policía se llevó una computadora y más de un centenar de CD´s.

Se le imputó “Grooming”. En español significa “acicalar”. Hace referencia a conductas y acciones deliberadamente emprendidas por un adulto para ganarse la amistad de un menor, creando una conexión emocional con el fin de disminuir las inhibiciones del niño y poder abusarlo sexualmente.

El modus operandi que admitió ejercer con su alumna de Dolavon es el desarrollo de actos perversos contactándola para luego intimar su relación vía internet desde la PC ubicada en su domicilio de 28 de Julio o usando las de los establecimientos educativos, en distintos horarios. Por Facebook le enviaba mensajes proponiéndole encuentros sexuales durante el período escolar en la institución educativa, indicándole horario y el lugar. Además le sugirió encuentros en su vivienda, beneficiándola a cambio con notas o trabajos, teniendo un trato preferencial respecto del resto de sus compañeros.

En otras oportunidades la contactaba a través de su celular, incluyendo conversaciones con un alto contenido sexual y solicitud de envío de fotos luego de bañarse.

Así consta en parte del texto que la fiscal Silvia Pereira desarrolló en la audiencia de ayer.

Bandera de “inocente”

Edgardo es el papá de la joven. Dijo que tras denunciar el acoso del que su hija era víctima por parte del profesor, no fue fácil en un pueblo chico como Dolavon. Hubo grupos que bregaron con insistencia por la inocencia de Paz. Fue criticado por exponer lo que sucedía porque se consideraba que “ensuciaba” a la escuela y al profesor. No le importó. Siguió con su lucha para que el caso no quede impune. Y lo consiguió.

“Estoy muy conforme con la resolución de la justicia y con el trabajo de Pereira. Todo se dio dentro de lo que se podía esperar”, dijo Edgardo al salir de la audiencia en la que se acordó la pena de dos años de prisión para Paz, el involucrado.

Asegura el hombre que al ver tantos casos de acoso virtuales que existen hoy en día, dudó de que el caso de su hija tuviera condena. “No pensé que se iba a declarar culpable. Salió por todos los medios diciendo que era inocente. Tuvo una repercusión muy grande. La gente que lo apoyaba. Salieron con banderas y en la localidad hubo gente que dudó muchísimo”, relató.

Fue así: populosos grupos con profesores y alumnos de las localidades en que Paz trabajaba salieron con carteles y pancartas desacreditando las confesiones de la menor. Hasta hubo duras críticas a los medios por poner en tela de juicio la inocencia del profesor.

“Estaban muy de su lado. Ahora se dan cuenta de que es culpable. Que tiene que cumplir una condena. Espero que con el transcurso de los años no se olviden y que no lo pongan frente a menores de vuelta”, pidió Edgardo.

La mala experiencia con su hija tuvo un elemento positivo: el diálogo que revela tener en su familia. Con sus hijos hablan mucho. “Siempre estamos con ellos. A veces casi por demás. En la sociedad de hoy hay que estar muy atentos. No me gustan los padres que dejan a los chicos a la buena de Dios, ya sea por temas laborales o por cuestiones de familia. Se ve a muchos chicos solos. Cuando pasa algo, por lo general es tarde”, indicó.

Con la tranquilidad de la condena, Edgardo dio un mensaje a los padres de adolescentes. Les recomendó mucha comunicación. “Muchísima. Acá es la madre la que más cercana estuvo. Así nos enteramos”, ejemplificó. No obstante, advirtió que queda mucho para hacer en los colegios. Alegó que los directores no tienen muchas armas para la resolución de conflictos. “Se lavan las manos y se encierran en lo de ellos. No miran para afuera. En el sector educativo nosotros no tuvimos respuestas”, aseguró.

Cuando sucedió el hecho se lo intimó para llevar pruebas al Ministerio de Educación. “Primero, no te prestan atención, luego te intiman para llevar información”, reveló. Consideró que tendría que haber otro tipo de mirada con respecto al seguimiento sobre profesores, sobre a quien ponen delante de los chicos. “Se nombran así porque no hay suficientes docentes. Que se empiece a hacer hincapié en educación”, recomendó.

No fue fácil interpretar en su familia lo que sucedía: que justamente el acosador sea el propio profesor. Explica que donde se crió y en función de los valores que le transmite a sus hijos, “el profesor tiene preponderancia en los chicos. Les decimos siempre que se lo respete, que no se le lleve la contra, que lo escuchen, que les está enseñando”, indicó con pésame en la voz. Así están criados sus hijos: les enseña a no discutir ni pelearse con los educadores.

“Mi hija cuando sucedió esto tenía 14 años. Era chica, tímida, de no tener muchos amigos. No como las hermanas. Todas tienen distinta personalidad. Ella es la más cerrada. Primero, fue una especie de juego. Luego llegaron mensajes más subidos. Le dio miedo. No quería ir al colegio. No sabíamos por qué. Al tercer día le dije que contara. Fuimos al colegio. Hablamos con el director y se ofreció a hablar con sus superiores”.

El acoso de Paz era por varias vías: Facebook, mensajes al teléfono y llamadas. “El resto salió en todos los medios. No era mi intención la difusión. Se hizo muy grande y molestó mucho a la comunidad”.

Lo ridículo de la situación y de la poca solidaridad de los habitantes del pueblo lo sintetizó Edgardo: “Llegaron a decir que ensuciaban el colegio. Como diciendo `Lo hubieses hecho sin que se muestre ni la localidad ni la foto´. Dije discúlpenme, no estoy de acuerdo”, aseveró.

“Admitió todo”

A más de un año de la denuncia, su hija “está bien”. Estaba un poco nerviosa por la audiencia y no fue a la escuela. Paz “admitió todo, los mensajes y lo que quería hacer con mi hija”. Explicó la importancia de la condena y de la confesión. “En la audiencia no me miró. No pidió disculpas ni nada parecido. Igual no se las iba a aceptar. No había mucho para hablar”. En catarsis, Edgardo enfatizó: “Me dan ganas de poner carteles con la palabra culpable. Así como puso él cuando dijo que era inocente”.

Sin contacto con menores

Si bien la pena es excarcelable, Paz deberá cumplir medidas de coerción como fijar domicilio en la zona anoticiando al tribunal si se ausenta; prohibición de acercamiento y todo tipo de contacto con la víctima y su familia, tanto al domicilio como a la escuela de la menor, presentación en la Oficina de Ejecución Penal dos veces por año a firmar el libro de asistencia y prohibición de trabajar con menores por el tiempo de la condena.

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09 JUN 2015 - 22:41

Por Lorena Leeming / Twitter: @loreleeming

El caso conmocionó Chubut. Juan Ángel Paz, el exdocente en escuelas de 28 de Julio y Dolavon declaró ante la justicia en juicio abreviado lo contrario de lo que bregó públicamente al ser acusado de acoso sexual vía internet (“Grooming”) en perjuicio de una niña de 14 años, exalumna suya. Admitió ser responsable.

La acusación remite situaciones perversas y obscenas. El juez dictará sentencia en tres días. La Fiscalía pidió dos años de prisión. “Admitió absolutamente todo. Me dan ganas de poner carteles con la palabra ´Culpable´, así como puso él cuando dijo que era inocente”, expresó Edgardo, el papá de la chica.

El año pasado, tras la denuncia, el profesor estuvo detenido un mes. Cuando la Policía fue a buscarlo a su casa negó los cargos y dijo que su cuenta de Facebook (por la que mandaba mensajes) había sido hackeada.

Paz

Paz era profesor de Tecnología y Ciencias Naturales de la Escuela Tir Halen y vicedirector de la Nº 781 de Dolavon. Había llegado desde Tucumán. No tenía mucha vida social y sus vínculos se subordinaban al alumnado.

Cuando allanaron su domicilio encontraron armas de grueso calibre, un uniforme de policía y 200 gramos de marihuana. Las paredes estaban escritas con nombres de mujeres y varios dibujos. Policía se llevó una computadora y más de un centenar de CD´s.

Se le imputó “Grooming”. En español significa “acicalar”. Hace referencia a conductas y acciones deliberadamente emprendidas por un adulto para ganarse la amistad de un menor, creando una conexión emocional con el fin de disminuir las inhibiciones del niño y poder abusarlo sexualmente.

El modus operandi que admitió ejercer con su alumna de Dolavon es el desarrollo de actos perversos contactándola para luego intimar su relación vía internet desde la PC ubicada en su domicilio de 28 de Julio o usando las de los establecimientos educativos, en distintos horarios. Por Facebook le enviaba mensajes proponiéndole encuentros sexuales durante el período escolar en la institución educativa, indicándole horario y el lugar. Además le sugirió encuentros en su vivienda, beneficiándola a cambio con notas o trabajos, teniendo un trato preferencial respecto del resto de sus compañeros.

En otras oportunidades la contactaba a través de su celular, incluyendo conversaciones con un alto contenido sexual y solicitud de envío de fotos luego de bañarse.

Así consta en parte del texto que la fiscal Silvia Pereira desarrolló en la audiencia de ayer.

Bandera de “inocente”

Edgardo es el papá de la joven. Dijo que tras denunciar el acoso del que su hija era víctima por parte del profesor, no fue fácil en un pueblo chico como Dolavon. Hubo grupos que bregaron con insistencia por la inocencia de Paz. Fue criticado por exponer lo que sucedía porque se consideraba que “ensuciaba” a la escuela y al profesor. No le importó. Siguió con su lucha para que el caso no quede impune. Y lo consiguió.

“Estoy muy conforme con la resolución de la justicia y con el trabajo de Pereira. Todo se dio dentro de lo que se podía esperar”, dijo Edgardo al salir de la audiencia en la que se acordó la pena de dos años de prisión para Paz, el involucrado.

Asegura el hombre que al ver tantos casos de acoso virtuales que existen hoy en día, dudó de que el caso de su hija tuviera condena. “No pensé que se iba a declarar culpable. Salió por todos los medios diciendo que era inocente. Tuvo una repercusión muy grande. La gente que lo apoyaba. Salieron con banderas y en la localidad hubo gente que dudó muchísimo”, relató.

Fue así: populosos grupos con profesores y alumnos de las localidades en que Paz trabajaba salieron con carteles y pancartas desacreditando las confesiones de la menor. Hasta hubo duras críticas a los medios por poner en tela de juicio la inocencia del profesor.

“Estaban muy de su lado. Ahora se dan cuenta de que es culpable. Que tiene que cumplir una condena. Espero que con el transcurso de los años no se olviden y que no lo pongan frente a menores de vuelta”, pidió Edgardo.

La mala experiencia con su hija tuvo un elemento positivo: el diálogo que revela tener en su familia. Con sus hijos hablan mucho. “Siempre estamos con ellos. A veces casi por demás. En la sociedad de hoy hay que estar muy atentos. No me gustan los padres que dejan a los chicos a la buena de Dios, ya sea por temas laborales o por cuestiones de familia. Se ve a muchos chicos solos. Cuando pasa algo, por lo general es tarde”, indicó.

Con la tranquilidad de la condena, Edgardo dio un mensaje a los padres de adolescentes. Les recomendó mucha comunicación. “Muchísima. Acá es la madre la que más cercana estuvo. Así nos enteramos”, ejemplificó. No obstante, advirtió que queda mucho para hacer en los colegios. Alegó que los directores no tienen muchas armas para la resolución de conflictos. “Se lavan las manos y se encierran en lo de ellos. No miran para afuera. En el sector educativo nosotros no tuvimos respuestas”, aseguró.

Cuando sucedió el hecho se lo intimó para llevar pruebas al Ministerio de Educación. “Primero, no te prestan atención, luego te intiman para llevar información”, reveló. Consideró que tendría que haber otro tipo de mirada con respecto al seguimiento sobre profesores, sobre a quien ponen delante de los chicos. “Se nombran así porque no hay suficientes docentes. Que se empiece a hacer hincapié en educación”, recomendó.

No fue fácil interpretar en su familia lo que sucedía: que justamente el acosador sea el propio profesor. Explica que donde se crió y en función de los valores que le transmite a sus hijos, “el profesor tiene preponderancia en los chicos. Les decimos siempre que se lo respete, que no se le lleve la contra, que lo escuchen, que les está enseñando”, indicó con pésame en la voz. Así están criados sus hijos: les enseña a no discutir ni pelearse con los educadores.

“Mi hija cuando sucedió esto tenía 14 años. Era chica, tímida, de no tener muchos amigos. No como las hermanas. Todas tienen distinta personalidad. Ella es la más cerrada. Primero, fue una especie de juego. Luego llegaron mensajes más subidos. Le dio miedo. No quería ir al colegio. No sabíamos por qué. Al tercer día le dije que contara. Fuimos al colegio. Hablamos con el director y se ofreció a hablar con sus superiores”.

El acoso de Paz era por varias vías: Facebook, mensajes al teléfono y llamadas. “El resto salió en todos los medios. No era mi intención la difusión. Se hizo muy grande y molestó mucho a la comunidad”.

Lo ridículo de la situación y de la poca solidaridad de los habitantes del pueblo lo sintetizó Edgardo: “Llegaron a decir que ensuciaban el colegio. Como diciendo `Lo hubieses hecho sin que se muestre ni la localidad ni la foto´. Dije discúlpenme, no estoy de acuerdo”, aseveró.

“Admitió todo”

A más de un año de la denuncia, su hija “está bien”. Estaba un poco nerviosa por la audiencia y no fue a la escuela. Paz “admitió todo, los mensajes y lo que quería hacer con mi hija”. Explicó la importancia de la condena y de la confesión. “En la audiencia no me miró. No pidió disculpas ni nada parecido. Igual no se las iba a aceptar. No había mucho para hablar”. En catarsis, Edgardo enfatizó: “Me dan ganas de poner carteles con la palabra culpable. Así como puso él cuando dijo que era inocente”.

Sin contacto con menores

Si bien la pena es excarcelable, Paz deberá cumplir medidas de coerción como fijar domicilio en la zona anoticiando al tribunal si se ausenta; prohibición de acercamiento y todo tipo de contacto con la víctima y su familia, tanto al domicilio como a la escuela de la menor, presentación en la Oficina de Ejecución Penal dos veces por año a firmar el libro de asistencia y prohibición de trabajar con menores por el tiempo de la condena.


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