De vez en cuando la vida te besa en la boca

09 JUL 2015 - 16:21 | Actualizado

Por Carlos Hughes

carloshughes@grupojornada.com

En Twitter: @carloshughestre

Eduardo Sepúlveda hizo de todo. En el deporte y en la vida. Jugó al fútbol en Germinal, corrió en bicicleta, hizo atletismo y también se le animó al agua para participar en competencias de triatlón. Fue policía federal pero cuando su hijo comenzó a destacarse en el deporte se las ingenió para aportar a la carrera desde el oficio de herrero por fuera deluniforme, en los “tiempos libres”.

Tenía pasión por la actividad física, que no abandonó sino hasta su muerte. Estaba casado y tenía dos hijos, varón y nena, que son mellizos.

El nene, del mismo nombre, heredó ese amor por el deporte y también su apodo, “Balo”, que aun hoy lleva con el eterno diminutivo. La elección fue el ciclismo y la apuesta dura, económicamente difícil.

Ya como promesa en su categoría, la Cooperativa de Rawson le regaló su primera gran bicicleta para la alta competencia. Eduardo la guardó un par de semanas y el día que organizaron el cumpleaños número 15 de la hija se la entregó a Balito; y rompió en un llanto desconsolado.

En octubre de 2007 Balito Sepúlveda, con esa bicicleta, repitió el campeonato argentino infanto juvenil, consagrándose en Bragado, provincia de Buenos Aires. Pocas horas después se vería cara a cara con la tragedia. Volvían a Rawson cuando el vehículo dio varios vuelcos a pocos quilómetros de General Conesa, en Río Negro y su papá, que manejaba, perdió la vida producto de los estragos del accidente. Él quedó internado, con algunos golpes menores, pero la herida abierta para siempre.

Ocho años después, del otro lado del océano, Eduardo “Balito” Sepúlveda se prepara para convertirse en las próximas horas en el primer chubutense –y probablemente primer argentino- en comandar un equipo oficial en el Tour de Francia, la competencia ciclística más importante del mundo.

El universo te compensa, a veces, de manera extraña.

El Balo se jugó la vida para que llegara este momento. Ahí debe estar, sonriendo, desde las alturas.

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09 JUL 2015 - 16:21

Por Carlos Hughes

carloshughes@grupojornada.com

En Twitter: @carloshughestre

Eduardo Sepúlveda hizo de todo. En el deporte y en la vida. Jugó al fútbol en Germinal, corrió en bicicleta, hizo atletismo y también se le animó al agua para participar en competencias de triatlón. Fue policía federal pero cuando su hijo comenzó a destacarse en el deporte se las ingenió para aportar a la carrera desde el oficio de herrero por fuera deluniforme, en los “tiempos libres”.

Tenía pasión por la actividad física, que no abandonó sino hasta su muerte. Estaba casado y tenía dos hijos, varón y nena, que son mellizos.

El nene, del mismo nombre, heredó ese amor por el deporte y también su apodo, “Balo”, que aun hoy lleva con el eterno diminutivo. La elección fue el ciclismo y la apuesta dura, económicamente difícil.

Ya como promesa en su categoría, la Cooperativa de Rawson le regaló su primera gran bicicleta para la alta competencia. Eduardo la guardó un par de semanas y el día que organizaron el cumpleaños número 15 de la hija se la entregó a Balito; y rompió en un llanto desconsolado.

En octubre de 2007 Balito Sepúlveda, con esa bicicleta, repitió el campeonato argentino infanto juvenil, consagrándose en Bragado, provincia de Buenos Aires. Pocas horas después se vería cara a cara con la tragedia. Volvían a Rawson cuando el vehículo dio varios vuelcos a pocos quilómetros de General Conesa, en Río Negro y su papá, que manejaba, perdió la vida producto de los estragos del accidente. Él quedó internado, con algunos golpes menores, pero la herida abierta para siempre.

Ocho años después, del otro lado del océano, Eduardo “Balito” Sepúlveda se prepara para convertirse en las próximas horas en el primer chubutense –y probablemente primer argentino- en comandar un equipo oficial en el Tour de Francia, la competencia ciclística más importante del mundo.

El universo te compensa, a veces, de manera extraña.

El Balo se jugó la vida para que llegara este momento. Ahí debe estar, sonriendo, desde las alturas.


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