¿Qué opinarían las iniciadoras de las reuniones Tupperware de los años 50 al saber que hoy, en vez de envases herméticos de plástico u ollas, sobre la mesa de la cocina circula lencería erótica o juguetes sexuales? Sin duda querrían asistir.
“Los encuentros convocan mujeres entre los 20 y los 68 años”, describió Andrea, asesora de Tuppersex que coordina reuniones en Trelew. “Por ahí le incomoda más a la mujer de 40 y la señora de 70 es la que se destapa, es la peor de todas”, mencionó sonriendo.
Andrea comenzó con las demostraciones hace cuatro meses, después de cerrar la lencería Sexy Playground que atendió por varios años. “Nosotros veníamos con la idea de las reuniones Tuppersex y una chica invitó a un par de personas. Las tres se transformaron en seis y después en una docena, y así”, recordó la consultora. “La convocatoria siempre ha sido de boca en boca y de un encuentro siempre sale otro”, aclaró.
La dueña de casa es la encargada de organizar la reunión, destinada exclusivamente para mujeres. Puede realizarse en un living, una cocina, un garage o un quincho, según se quiera.
Andrea cuenta que el sábado después de las 16 es el momento más usual para los encuentros, que son “a la canasta”, y pueden incluir desde mate y bizcochos hasta cerveza.
“Las mujeres van a ver de qué se trata, pero una vez que se engancharon no hay manera de pararlas. Una reunión de dos horas o dos horas y media se transforma en tres horas o más”, expresó. “Una vez que se rompe el hielo empiezan a ver los catálogos, a probarse las prendas, hay juegos y la anfitriona recibe un premio”, agregó.
La consultora describió que el grupo “se junta a pasar un rato lindo. Para la que no se anima a entrar a un sex shop está bueno porque le llevamos las cosas a su casa. Te das el lujo de vestirte, probar y preguntar. Y siempre hay una que es la más corajuda”, mencionó.
En materia de precios, así como de productos, hay para todos los gustos: en los artículos de lencería las prendas oscilan entre los 10 hasta los 160 pesos, que es lo que puede costar un corset armado. En referencia a los sex toys (juguetes sexuales), la base pueden ser 80 pesos, teniendo en cuenta que hay para elegir entre nacionales e importados.
“Los precios que nosotros manejamos son mucho más baratos que los de plaza”, aclaró Andrea.
Por su parte Miguel expresó: “Hay miles de razones por las cuales una mujer no entra a un sex shop, pero hay una por la cual nosotros le llevamos el sex shop a la casa: hacer que esa persona se anime a vivir una vida sexual más intensa, porque a veces se trata pero no se puede”, explicó. “Nosotros lo llevamos disfrazado de ‘te voy a visitar’. Y le damos a la persona la posibilidad de estar en contacto, porque se puede tocar un estimulador o probar una prenda sin compromiso”, agregó.
Hasta el momento las reuniones se habían organizado de boca en boca, pero recientemente los vendedores comenzaron a publicitarlo. “Tuvimos muchas llamadas. La verdad es que no esperábamos tanta repercusión”, mencionó Miguel. “Y la mayoría de los fueron hombres, porque como quizá la mujer no se anima, lo manda a él”, contó.
La pareja advirtió que la reserva es absoluta. “Así como cuando teníamos el local, en las reuniones de Tuppersex pasa lo mismo: de la puerta para afuera no nos conocemos. Si el cliente o la clienta saludan, yo saludo. Si no, hago que no lo conozco”, concluyó Andrea.#
¿Qué opinarían las iniciadoras de las reuniones Tupperware de los años 50 al saber que hoy, en vez de envases herméticos de plástico u ollas, sobre la mesa de la cocina circula lencería erótica o juguetes sexuales? Sin duda querrían asistir.
“Los encuentros convocan mujeres entre los 20 y los 68 años”, describió Andrea, asesora de Tuppersex que coordina reuniones en Trelew. “Por ahí le incomoda más a la mujer de 40 y la señora de 70 es la que se destapa, es la peor de todas”, mencionó sonriendo.
Andrea comenzó con las demostraciones hace cuatro meses, después de cerrar la lencería Sexy Playground que atendió por varios años. “Nosotros veníamos con la idea de las reuniones Tuppersex y una chica invitó a un par de personas. Las tres se transformaron en seis y después en una docena, y así”, recordó la consultora. “La convocatoria siempre ha sido de boca en boca y de un encuentro siempre sale otro”, aclaró.
La dueña de casa es la encargada de organizar la reunión, destinada exclusivamente para mujeres. Puede realizarse en un living, una cocina, un garage o un quincho, según se quiera.
Andrea cuenta que el sábado después de las 16 es el momento más usual para los encuentros, que son “a la canasta”, y pueden incluir desde mate y bizcochos hasta cerveza.
“Las mujeres van a ver de qué se trata, pero una vez que se engancharon no hay manera de pararlas. Una reunión de dos horas o dos horas y media se transforma en tres horas o más”, expresó. “Una vez que se rompe el hielo empiezan a ver los catálogos, a probarse las prendas, hay juegos y la anfitriona recibe un premio”, agregó.
La consultora describió que el grupo “se junta a pasar un rato lindo. Para la que no se anima a entrar a un sex shop está bueno porque le llevamos las cosas a su casa. Te das el lujo de vestirte, probar y preguntar. Y siempre hay una que es la más corajuda”, mencionó.
En materia de precios, así como de productos, hay para todos los gustos: en los artículos de lencería las prendas oscilan entre los 10 hasta los 160 pesos, que es lo que puede costar un corset armado. En referencia a los sex toys (juguetes sexuales), la base pueden ser 80 pesos, teniendo en cuenta que hay para elegir entre nacionales e importados.
“Los precios que nosotros manejamos son mucho más baratos que los de plaza”, aclaró Andrea.
Por su parte Miguel expresó: “Hay miles de razones por las cuales una mujer no entra a un sex shop, pero hay una por la cual nosotros le llevamos el sex shop a la casa: hacer que esa persona se anime a vivir una vida sexual más intensa, porque a veces se trata pero no se puede”, explicó. “Nosotros lo llevamos disfrazado de ‘te voy a visitar’. Y le damos a la persona la posibilidad de estar en contacto, porque se puede tocar un estimulador o probar una prenda sin compromiso”, agregó.
Hasta el momento las reuniones se habían organizado de boca en boca, pero recientemente los vendedores comenzaron a publicitarlo. “Tuvimos muchas llamadas. La verdad es que no esperábamos tanta repercusión”, mencionó Miguel. “Y la mayoría de los fueron hombres, porque como quizá la mujer no se anima, lo manda a él”, contó.
La pareja advirtió que la reserva es absoluta. “Así como cuando teníamos el local, en las reuniones de Tuppersex pasa lo mismo: de la puerta para afuera no nos conocemos. Si el cliente o la clienta saludan, yo saludo. Si no, hago que no lo conozco”, concluyó Andrea.#