Una imagen...

04 SEP 2015 - 11:35 | Actualizado

¡No te metas!.
En estos ocho meses de 2015, unas 350 mil personas cruzaron con desesperación el Mediterráneo, el 35% de ellos niños. Y en ese intento murieron al menos unos 2 mil migrantes. En general son refugiados que huyen a través e Turquía de los conflictos de Medio Oriente y África. Hace poco más de un día apareció en el mundo una foto impactante: un pequeño –llamado Aylan, después se supo- ahogado en la playa tras el naufragio de dos embarcaciones ocupada por sirios que escapaban del drama de su país. La mayoría de los grandes diarios del mundo la publicó en su portada y en general lo hizo como tema principal. Disparó muchas discusiones, para adentro de las redacciones primero y hacia afuera después. Y hubo quienes criticaron la decisión editorial de difundirla.

En rigor, lo único criticable de toda la historia es el drama que provocó la muerte de este niño, y de otros 2 mil seres humanos más, y la posición política de Europa frente a esa situación.

La foto fue tomada por Nilufer Demir, fotógrafa de la agencia turca Dogan, y en pocas palabras derribó desde la crudeza las críticas por su decisión de enfocar y retratar lo que estaba sucediendo: “No podía hacer nada por él. Lo único que podía hacer es que su grito fuera oído en el mundo, y lo hice con su fotografía“, dijo.

Pocas horas después de conocida la imagen en todo el mundo, los países de Europa acordaron abrir sus fronteras y hasta se impusieron cupos para recibir a los refugiados, que se van de sus hogares por la simple razón de que esa es la única forma de escaparle a la muerte, aun cuando siempre exista la posibilidad de morir en el intento, como le tocó al pequeño Aylan, a su hermano y a su mamá.

Esa imagen, cruda, real, desnuda e impactante pudo más que miles de palabras volcadas en editoriales críticas, en discursos de ocasión y en reuniones pomposas de políticos de alto nivel en estrados internacionales; y logró lo que no se había podido lograr hasta allí: que Europa se haga cargo de su responsabilidad ante los migrantes y les abriera sus puertas.

Se zanjó así toda discusión y se derribó para siempre el prejuicio, más bien pacato, sobre la necesidad de publicar la foto. “Preferiría que este niño viviera, y que la imagen no existiera”, dijo ayer Nilufer.

Todos podrían haber hecho la vista gorda y reemplazar la foto por otro editorial –uno más- crítico sobre la política de inmigración europea cuando se trata de refugiados. Todos podrían haber barrido la basura por debajo de la alfombra. Todos podrían haber tomado la opción de no meterse. Pero todos –o casi todos- hicieron lo que había que hacer.

La foto había que publicarla.

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04 SEP 2015 - 11:35

¡No te metas!.
En estos ocho meses de 2015, unas 350 mil personas cruzaron con desesperación el Mediterráneo, el 35% de ellos niños. Y en ese intento murieron al menos unos 2 mil migrantes. En general son refugiados que huyen a través e Turquía de los conflictos de Medio Oriente y África. Hace poco más de un día apareció en el mundo una foto impactante: un pequeño –llamado Aylan, después se supo- ahogado en la playa tras el naufragio de dos embarcaciones ocupada por sirios que escapaban del drama de su país. La mayoría de los grandes diarios del mundo la publicó en su portada y en general lo hizo como tema principal. Disparó muchas discusiones, para adentro de las redacciones primero y hacia afuera después. Y hubo quienes criticaron la decisión editorial de difundirla.

En rigor, lo único criticable de toda la historia es el drama que provocó la muerte de este niño, y de otros 2 mil seres humanos más, y la posición política de Europa frente a esa situación.

La foto fue tomada por Nilufer Demir, fotógrafa de la agencia turca Dogan, y en pocas palabras derribó desde la crudeza las críticas por su decisión de enfocar y retratar lo que estaba sucediendo: “No podía hacer nada por él. Lo único que podía hacer es que su grito fuera oído en el mundo, y lo hice con su fotografía“, dijo.

Pocas horas después de conocida la imagen en todo el mundo, los países de Europa acordaron abrir sus fronteras y hasta se impusieron cupos para recibir a los refugiados, que se van de sus hogares por la simple razón de que esa es la única forma de escaparle a la muerte, aun cuando siempre exista la posibilidad de morir en el intento, como le tocó al pequeño Aylan, a su hermano y a su mamá.

Esa imagen, cruda, real, desnuda e impactante pudo más que miles de palabras volcadas en editoriales críticas, en discursos de ocasión y en reuniones pomposas de políticos de alto nivel en estrados internacionales; y logró lo que no se había podido lograr hasta allí: que Europa se haga cargo de su responsabilidad ante los migrantes y les abriera sus puertas.

Se zanjó así toda discusión y se derribó para siempre el prejuicio, más bien pacato, sobre la necesidad de publicar la foto. “Preferiría que este niño viviera, y que la imagen no existiera”, dijo ayer Nilufer.

Todos podrían haber hecho la vista gorda y reemplazar la foto por otro editorial –uno más- crítico sobre la política de inmigración europea cuando se trata de refugiados. Todos podrían haber barrido la basura por debajo de la alfombra. Todos podrían haber tomado la opción de no meterse. Pero todos –o casi todos- hicieron lo que había que hacer.

La foto había que publicarla.


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