La guinda por Perón

16 SEP 2015 - 16:03 | Actualizado

El barrio Presidente Perón de Puerto Madryn está lejos del mar. De casas bajas, algunas inconclusas, lo habita gente humilde, trabajadora, a la que no le sobra mucho salvo esperanzas y ganas de vivir. Allí se trabaja todo el año, incluido el verano, y no se sabe mucho más sobre las playas que los turistas que invaden la ciudad todo el tiempo. El verano castiga las calles polvorientas con su calor seco y el invierno, cuando las noches oscuras son más oscuras por el alumbrado mínimo, azota con sus vientos desde el sur.

Los chicos del barrio Perón saben de estas cosas, crecen con esas realidades, cobijados por el sacrificio y abrigados por esa manta corta de la necesidad, palpable, tangible, siempre presente.

Un par de sábados atrás un grupo de estos chicos se presentó a jugar en Gaiman, con Draig Goch, en su primer partido como rugbiers representando al barrio. No fue la primera vez: con Parque, una idea formidable que cuenta con el guiño de la Unión Argentina de Rugby y el apoyo del municipio, ya tenían experiencias similares. Pero por primera vez salieron a la cancha arropados por la representación de origen: Perón Rugby Club, o algo así, pues todo es tan reciente que aún no hay un nombre institucionalizado.

“Hay un grupo que está comandado por Facundo que inició la actividad de rugby donde está la pista de atletismo. Y nosotros, el año pasado, le propusimos hacer un muestreo de rugby en dos barrios, en donde teníamos actividad”, cuenta Diego González, titular de deportes de la comuna.

Facundo es Facundo Cortajerena, rugbier de toda la vida: jugó hasta los 37 años en Puerto Madryn Rugby Club y, como ocurre habitualmente, una vez retirado siguió ligado a la actividad. La idea nació hace algo más de un año. “Desde el 2014 conformamos el Parque Central, que está al lado de la pista de atletismo. Queríamos mejorar la accesibilidad al rugby, los espacios en los que enseñamos generalmente están desmejorados y buscamos que se activen como espacios deportivos. Como ocurre ahí, al lado de la pista de atletismo”, explica.

La idea prendió desde el principio, demoliendo cualquier prejuicio. Se trata de grupos sociales que saben de necesidades, con carencias de distintos tipos. Y acaso la falta de contención constituya una de ellas. “Nos dimos cuenta de que gustaba lo que enseñábamos, entonces tomamos la decisión de llevar el rugby al barrio”, recuerda Facundo, no sin revelar que para ello hubo que hacer un trabajo de difusión primero y de docencia después: explicar de qué se trataba, seguramente derribar temores por las características propias del juego, charlar con los vecinos, concurrir a la escuela para llevar folletería. “Que vayan y prueben a ver si les pica”.

Esta misma semana la experiencia se replicó, ahora en el barrio Pujol. Es que el éxito acompañó la iniciativa, y sin distinción de edades ni sexo: “Arrancamos hace cuatro meses y ya tenemos no menos de 60 chicos por entrenamiento, de los 6 años a los 17. La idea inicial era hasta 13 pero se acercaron muchos juveniles con la inquietud y la verdad es que nos interesa que se inserten al juego. Todos los equipos son mixtos”, dice Facundo, que no está solo porque lo acompaña un grupo del que también forman parte los profes Flavio Pacheco, Javier Aguinaga, Alberto De las Heras, Andrés Morel, Marcelo Melo y Anahí Campos.

El entusiasmo fue general, con los chicos aprendiendo a jugar con la guinda y con los padres, contagiados por esas ganas. Así armaron una cancha en un terreno que antes era un basural, y allí practican. “El día que nosotros estábamos por hacer el encuentro para inaugurar la cancha yo venía insistiendo con Obras Públicas para que lo nivelen, pasé a las siete de la tarde y había chicos solos jugando, sin el profe, como que habían incorporado ya el deporte”, recuerda ahora Daniel González, cuyo acompañamiento desde Deportes Municipal resulta clave para el éxito de esta historia.

Por ahora los chicos que hacen sus primeros pasos en el barrio Presidente Perón nutren al club Parque, pero Facundo no descarta la idea de armar un cuadro propio si las cosas siguen en esta senda.

Esta semana se colocó la iluminación para extender los horarios de entrenamiento: aquel pedazo de tierra pleno de basura, todo un foco infeccioso, es hoy una cancha iluminada con chicos que aprenden del rugby y de su filosofía tan particular, esa que tanto ponderan quienes alguna vez se pusieron una camiseta para practicar este deporte.

Estos chicos quieren aprender, jugar y también ganar. Pero esta historia no se trata de una serie de partidos, ni de sus resultados; como esta crónica no se inspira en la casuística deportiva, ni en los campeonatos.

Sirve para saber que, si hay pasión y decisión, siempre se puede.

Los obstáculos no existen.

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16 SEP 2015 - 16:03

El barrio Presidente Perón de Puerto Madryn está lejos del mar. De casas bajas, algunas inconclusas, lo habita gente humilde, trabajadora, a la que no le sobra mucho salvo esperanzas y ganas de vivir. Allí se trabaja todo el año, incluido el verano, y no se sabe mucho más sobre las playas que los turistas que invaden la ciudad todo el tiempo. El verano castiga las calles polvorientas con su calor seco y el invierno, cuando las noches oscuras son más oscuras por el alumbrado mínimo, azota con sus vientos desde el sur.

Los chicos del barrio Perón saben de estas cosas, crecen con esas realidades, cobijados por el sacrificio y abrigados por esa manta corta de la necesidad, palpable, tangible, siempre presente.

Un par de sábados atrás un grupo de estos chicos se presentó a jugar en Gaiman, con Draig Goch, en su primer partido como rugbiers representando al barrio. No fue la primera vez: con Parque, una idea formidable que cuenta con el guiño de la Unión Argentina de Rugby y el apoyo del municipio, ya tenían experiencias similares. Pero por primera vez salieron a la cancha arropados por la representación de origen: Perón Rugby Club, o algo así, pues todo es tan reciente que aún no hay un nombre institucionalizado.

“Hay un grupo que está comandado por Facundo que inició la actividad de rugby donde está la pista de atletismo. Y nosotros, el año pasado, le propusimos hacer un muestreo de rugby en dos barrios, en donde teníamos actividad”, cuenta Diego González, titular de deportes de la comuna.

Facundo es Facundo Cortajerena, rugbier de toda la vida: jugó hasta los 37 años en Puerto Madryn Rugby Club y, como ocurre habitualmente, una vez retirado siguió ligado a la actividad. La idea nació hace algo más de un año. “Desde el 2014 conformamos el Parque Central, que está al lado de la pista de atletismo. Queríamos mejorar la accesibilidad al rugby, los espacios en los que enseñamos generalmente están desmejorados y buscamos que se activen como espacios deportivos. Como ocurre ahí, al lado de la pista de atletismo”, explica.

La idea prendió desde el principio, demoliendo cualquier prejuicio. Se trata de grupos sociales que saben de necesidades, con carencias de distintos tipos. Y acaso la falta de contención constituya una de ellas. “Nos dimos cuenta de que gustaba lo que enseñábamos, entonces tomamos la decisión de llevar el rugby al barrio”, recuerda Facundo, no sin revelar que para ello hubo que hacer un trabajo de difusión primero y de docencia después: explicar de qué se trataba, seguramente derribar temores por las características propias del juego, charlar con los vecinos, concurrir a la escuela para llevar folletería. “Que vayan y prueben a ver si les pica”.

Esta misma semana la experiencia se replicó, ahora en el barrio Pujol. Es que el éxito acompañó la iniciativa, y sin distinción de edades ni sexo: “Arrancamos hace cuatro meses y ya tenemos no menos de 60 chicos por entrenamiento, de los 6 años a los 17. La idea inicial era hasta 13 pero se acercaron muchos juveniles con la inquietud y la verdad es que nos interesa que se inserten al juego. Todos los equipos son mixtos”, dice Facundo, que no está solo porque lo acompaña un grupo del que también forman parte los profes Flavio Pacheco, Javier Aguinaga, Alberto De las Heras, Andrés Morel, Marcelo Melo y Anahí Campos.

El entusiasmo fue general, con los chicos aprendiendo a jugar con la guinda y con los padres, contagiados por esas ganas. Así armaron una cancha en un terreno que antes era un basural, y allí practican. “El día que nosotros estábamos por hacer el encuentro para inaugurar la cancha yo venía insistiendo con Obras Públicas para que lo nivelen, pasé a las siete de la tarde y había chicos solos jugando, sin el profe, como que habían incorporado ya el deporte”, recuerda ahora Daniel González, cuyo acompañamiento desde Deportes Municipal resulta clave para el éxito de esta historia.

Por ahora los chicos que hacen sus primeros pasos en el barrio Presidente Perón nutren al club Parque, pero Facundo no descarta la idea de armar un cuadro propio si las cosas siguen en esta senda.

Esta semana se colocó la iluminación para extender los horarios de entrenamiento: aquel pedazo de tierra pleno de basura, todo un foco infeccioso, es hoy una cancha iluminada con chicos que aprenden del rugby y de su filosofía tan particular, esa que tanto ponderan quienes alguna vez se pusieron una camiseta para practicar este deporte.

Estos chicos quieren aprender, jugar y también ganar. Pero esta historia no se trata de una serie de partidos, ni de sus resultados; como esta crónica no se inspira en la casuística deportiva, ni en los campeonatos.

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