Grooming: ¿Vos decís que estás a salvo?

Reflexiones de derecho informático, por Guillermo Zamora.

11 JUN 2016 - 20:14 | Actualizado

No es algo que me produce particular felicidad el escribir sobre temas que considero “de moda”, y antes que se enojen les aclaro que lo considero así porque el grooming es ahora un tema que todos quieren hablar y tratar, pero lamentablemente se tiene ganas de hablar y tratar cuando pasan hechos terribles, como lo de la chiquita de Bahía Blanca o no hace mucho tiempo la de Puerto Madryn, hechos que nos conmueven, pero que cuando pasa su furor desaparecen. Si bien ya he publicado otras columnas donde explico que es el grooming, nunca está de más recordar los conceptos. Gooming: “El que, por medio de comunicaciones electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de datos, contactare a una persona menor de edad, con el propósito de cometer cualquier delito contra la integridad sexual de la misma”.

Artículo 131 del Código Penal Argentino reformado por la Ley 26.904 de noviembre de 2013. Dicho en otras palabras, es cuando un adulto contacta a un menor con fines sexuales. No es fue mala idea la regulación de este delito, lo que ha sido malo -desde mi personal punto de vista- es la sanción que se aplica, que es de 6 meses a 4 años, máxime si lo comparamos con el delito de corrupción de menores que tiene una gran similitud con esta figura donde según la edad, y las formas elegidas para llevar adelante el mismo, las penas que van desde 3 a 10 años de mínima y de 6 a 15 de máxima incluso si la edad del menor es inferior a los 13 años.

Con esto quiero señalar algo simple: se sanciona con menor intensidad si el hecho es cometido con tecnología, por lo que no se aplicaría la pena por la conducta del delincuente sino por la forma en que lleva a cabo la misma, lo cual está muy mal.

Hasta aquí solo me he referido a la parte legal. Saben los que me han escuchado o leído que no suelo referirme a esos aspectos nada más.

No pretendo aquí sentar cátedra de nada, ni es mi intención transmitir conceptos estrictamente jurídicos, sino algo un poco más allá que va de la mano de reflexiones personales compartidas.

Como primer paso, quisiera preguntarle a los padres, ¿Ustedes saben que redes sociales usan sus hijos? ¿Saben que más del 80 % de los menores de 16 años ya no usa Facebook como principal método de comunicación? ¿Saben qué es Instagram o Snapchat o Tinder? ¿Tienen idea con quienes conversan sus hijos a diario por allí? Conocen a sus compañeros de escuela (por lo menos los más amigos), pero tienen idea ¿quién más “escucha” a sus hijos preadolescentes sus problemas de amor?, ¿Se les ocurre pensar alguna vez si a los 12/13/14/15/16 años están preparados para la avalancha de información que representa internet?.

Me refiero a la buena y la mala, porque el saber siempre es maravilloso, el tema es cómo se digiera ese saber, y si la mente de nuestros hijos está lista para procesar. Entiéndase que no hago referencia a si son tontos o no; no lo son, estoy seguro de eso, me refiero a madurez intelectual, a que son chicos, a que al igual que nosotros a su edad no estábamos preparados para entender todas y cada una de las cosas que nos llegaban a nuestras mentes, ojos, nariz y oídos.

No pretendo ponerme en súper padre o dar lecciones de moral y civismo de nada, sólo que por la profesión oigo y veo casos que duelen, duelen mucho, se los aseguro; y estoy convencido que es algo que nadie desea ver pasar a sus hijos. Hay una frase que repito en todas y cada de las oportunidades que tengo de charlar con chicos y adultos: “Hay gente mala”, una verdad de perogrullo, lo sé, pero verdad al fin. Esa gente mala está en la calle cuando los tientan con droga, cuando los envuelve aprovechándose de sus debilidades más notorias, esas que se potencian por la edad, por las inseguridades, por “nuestras” debilidades. No digo que no confiemos en ellos, digo que no confiemos en los otros, estemos atentos, charlemos, estemos atentos a sus cambios de conductas y hábitos, seamos padres, no amigos, a los amigos se los buscan ellos solos, no hace falta que lo seamos nosotros, no necesitan un compinche, necesiten una voz de la conciencia que les señale el norte, que les separe la “paja del trigo”.

Mi reflexión final es simple, para serles muy sincero, me parece más inteligente de nuestra parte que nuestros hijos se enojen un rato con nosotros por ser preguntones, por interiorizarnos que hacen y por dónde navegan, por ser curiosos de sus cosas, por salir de nuestra modorra y comodidad, que enojarme toda la vida conmigo mismo y lamentar hechos como las de las chiquitas de Bahía Blanca y Puerto Madryn, porque quédense bien tranquilos que la diferencia entre ellas y nuestros hijos está en que quizás tuvimos más suerte, nada más. Ah…! esta columna era de grooming, es decir de nenes muertos por delincuentes que los contactaron a través de internet, celular o cualquier otra tecnología de la que a veces la gente se niega a aprender.#

(*) Guillermo Zamora es abogado (M.P. 1653-Tw), director de la

Red Iberoamericana ElDerecho

Informatico.com y presidente de la Asociación de Derecho

Informático de Argentina (ADIAr).

Las más leídas

11 JUN 2016 - 20:14

No es algo que me produce particular felicidad el escribir sobre temas que considero “de moda”, y antes que se enojen les aclaro que lo considero así porque el grooming es ahora un tema que todos quieren hablar y tratar, pero lamentablemente se tiene ganas de hablar y tratar cuando pasan hechos terribles, como lo de la chiquita de Bahía Blanca o no hace mucho tiempo la de Puerto Madryn, hechos que nos conmueven, pero que cuando pasa su furor desaparecen. Si bien ya he publicado otras columnas donde explico que es el grooming, nunca está de más recordar los conceptos. Gooming: “El que, por medio de comunicaciones electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de datos, contactare a una persona menor de edad, con el propósito de cometer cualquier delito contra la integridad sexual de la misma”.

Artículo 131 del Código Penal Argentino reformado por la Ley 26.904 de noviembre de 2013. Dicho en otras palabras, es cuando un adulto contacta a un menor con fines sexuales. No es fue mala idea la regulación de este delito, lo que ha sido malo -desde mi personal punto de vista- es la sanción que se aplica, que es de 6 meses a 4 años, máxime si lo comparamos con el delito de corrupción de menores que tiene una gran similitud con esta figura donde según la edad, y las formas elegidas para llevar adelante el mismo, las penas que van desde 3 a 10 años de mínima y de 6 a 15 de máxima incluso si la edad del menor es inferior a los 13 años.

Con esto quiero señalar algo simple: se sanciona con menor intensidad si el hecho es cometido con tecnología, por lo que no se aplicaría la pena por la conducta del delincuente sino por la forma en que lleva a cabo la misma, lo cual está muy mal.

Hasta aquí solo me he referido a la parte legal. Saben los que me han escuchado o leído que no suelo referirme a esos aspectos nada más.

No pretendo aquí sentar cátedra de nada, ni es mi intención transmitir conceptos estrictamente jurídicos, sino algo un poco más allá que va de la mano de reflexiones personales compartidas.

Como primer paso, quisiera preguntarle a los padres, ¿Ustedes saben que redes sociales usan sus hijos? ¿Saben que más del 80 % de los menores de 16 años ya no usa Facebook como principal método de comunicación? ¿Saben qué es Instagram o Snapchat o Tinder? ¿Tienen idea con quienes conversan sus hijos a diario por allí? Conocen a sus compañeros de escuela (por lo menos los más amigos), pero tienen idea ¿quién más “escucha” a sus hijos preadolescentes sus problemas de amor?, ¿Se les ocurre pensar alguna vez si a los 12/13/14/15/16 años están preparados para la avalancha de información que representa internet?.

Me refiero a la buena y la mala, porque el saber siempre es maravilloso, el tema es cómo se digiera ese saber, y si la mente de nuestros hijos está lista para procesar. Entiéndase que no hago referencia a si son tontos o no; no lo son, estoy seguro de eso, me refiero a madurez intelectual, a que son chicos, a que al igual que nosotros a su edad no estábamos preparados para entender todas y cada una de las cosas que nos llegaban a nuestras mentes, ojos, nariz y oídos.

No pretendo ponerme en súper padre o dar lecciones de moral y civismo de nada, sólo que por la profesión oigo y veo casos que duelen, duelen mucho, se los aseguro; y estoy convencido que es algo que nadie desea ver pasar a sus hijos. Hay una frase que repito en todas y cada de las oportunidades que tengo de charlar con chicos y adultos: “Hay gente mala”, una verdad de perogrullo, lo sé, pero verdad al fin. Esa gente mala está en la calle cuando los tientan con droga, cuando los envuelve aprovechándose de sus debilidades más notorias, esas que se potencian por la edad, por las inseguridades, por “nuestras” debilidades. No digo que no confiemos en ellos, digo que no confiemos en los otros, estemos atentos, charlemos, estemos atentos a sus cambios de conductas y hábitos, seamos padres, no amigos, a los amigos se los buscan ellos solos, no hace falta que lo seamos nosotros, no necesitan un compinche, necesiten una voz de la conciencia que les señale el norte, que les separe la “paja del trigo”.

Mi reflexión final es simple, para serles muy sincero, me parece más inteligente de nuestra parte que nuestros hijos se enojen un rato con nosotros por ser preguntones, por interiorizarnos que hacen y por dónde navegan, por ser curiosos de sus cosas, por salir de nuestra modorra y comodidad, que enojarme toda la vida conmigo mismo y lamentar hechos como las de las chiquitas de Bahía Blanca y Puerto Madryn, porque quédense bien tranquilos que la diferencia entre ellas y nuestros hijos está en que quizás tuvimos más suerte, nada más. Ah…! esta columna era de grooming, es decir de nenes muertos por delincuentes que los contactaron a través de internet, celular o cualquier otra tecnología de la que a veces la gente se niega a aprender.#

(*) Guillermo Zamora es abogado (M.P. 1653-Tw), director de la

Red Iberoamericana ElDerecho

Informatico.com y presidente de la Asociación de Derecho

Informático de Argentina (ADIAr).


NOTICIAS RELACIONADAS