Por Esteban Gallo
Desde su presentación en Dolavon, la Lista “Celeste y Blanca” no dejó de dar pasos firmes para recuperar el espacio de poder que supo exhibir el peronismo en la provincia. Lo hace apuntando al corazón de la militancia, con los lineamientos que un sector marginado del Partido demanda hace mucho tiempo.
“Renovación y unidad partidaria”, “terminar con la mesa chica”, “abrir el Partido a todos los afiliados” “apostar a un justicialismo de puertas abiertas”. El mensaje fue un soplo de aire fresco porque es lo que el grueso del peronismo exige a su dirigencia.
Los resultados de la mala praxis partidaria están a la vista. Alejamiento y dispersión de miles de militantes, falta de empatía con los temas que desviven a los chubutenses y resultados electorales bochornosos. Primero, la elección de diputados nacionales de 2013 que el actual gobernador ganó por paliza con el sello prestado del PACH y luego, la derrota de Martín Buzzi ante Mario Das Neves, quien debió formar un nuevo partido y competir con una boleta corta, sin candidato a Presidente, en comicios polarizados por Macri y Scioli.
Más allá del extraordinario caudal electoral del líder de Chubut Somos Todos, el papelón de los popes del justicialismo fue mayúsculo, aunque pareciera que son los únicos que no se han dado cuenta de lo que sucedió.
La semana pasada hubo un hecho político que no pasó desapercibido. La decisión de Marcelo Gallichio de abandonar el bloque del Frente para la Victoria en Puerto Madryn y formar el bloque del PJ Lista Celeste y Blanca es la demostración irrefutable de que el sector naciente vino para marcar la cancha en todos los frentes.
La decisión no parece la postura de un dirigente díscolo, que sufre de bipolaridad política, sino de un hombre dispuesto a provocar un sacudón que despierte a un peronismo abúlico, carente de respuestas ante los requerimientos de sus afiliados y de la sociedad. Algunas fuentes aseguran que no pasarán muchos días para que Gallichio tenga compañía y apuntan a una mujer vinculada al sindicalismo que podría patear el tablero. Y sostienen que lo de Madryn se trasladará a otros puntos y los nuevos posicionamientos llegarán a la Legislatura.
La Celeste y Blanca no dio pasos en falso. La reunión de Epuyén tuvo una importancia mayúscula porque con la incorporación de “Tony” Reato y “Corcho” Currilén, se aseguró presencia cordillerana. No son dos cuatro de copas, la militancia y trayectoria de los intendentes de Epuyén y El Maitén está fuera de discusión y también la importancia de esas referencias en la Cordillera, más ahora, con Rafael Williams alejado de lo partidario.
Del otro lado, los dirigentes que ostentan la formalidad de la representación partidaria se muestran en estado de abandono. Sólo se escuchó la voz del intendente de Comodoro Rivadavia, Carlos Linares, quien hizo público su deseo de ser candidato a gobernador. Una aspiración que debe ser respetada pero que aparece como personal más que como un proyecto que aglutine a los peronistas. También como una apetencia distante, porque lo que está en juego es quién se queda con la conducción del Partido Justicialista. Tras ese objetivo, la Celeste y Blanca pegó primero, que equivale a pegar dos veces. Comodoro tiene peso propio y Linares también pero en este esquema partidario, para alcanzar la Presidencia no alcanza con hacer pie solo en una ciudad. Un dato para entenderlo: el departamento Rawson (que incluye la capital y a Trelew) tiene más afiliados peronistas que el de Escalante, al que pertenece Comodoro, por lo tanto el Valle aporta al Consejo Provincial, que elige a las autoridades, más integrantes que los que otorga la ciudad petrolera.
La Celeste y Blanca forma una estructura con acuerdos sólidos en todo Chubut: dirigentes de fuste, intendentes con gran caudal electoral, concejales apreciados por la comunidad, gremios poderosos, militantes excluidos que ahora encuentran su espacio. Desde que llegaron, no paran de hacer ruido. No el de la carreta vacía, el que producen las personas o algunos grupos cuando necesitan camuflar su oquedad de contenido. Por ahora, es un sonido armonioso y sin fisuras, de un sector que pretende ser protagonista decisivo de la vida política de la provincia.#
Por Esteban Gallo
Desde su presentación en Dolavon, la Lista “Celeste y Blanca” no dejó de dar pasos firmes para recuperar el espacio de poder que supo exhibir el peronismo en la provincia. Lo hace apuntando al corazón de la militancia, con los lineamientos que un sector marginado del Partido demanda hace mucho tiempo.
“Renovación y unidad partidaria”, “terminar con la mesa chica”, “abrir el Partido a todos los afiliados” “apostar a un justicialismo de puertas abiertas”. El mensaje fue un soplo de aire fresco porque es lo que el grueso del peronismo exige a su dirigencia.
Los resultados de la mala praxis partidaria están a la vista. Alejamiento y dispersión de miles de militantes, falta de empatía con los temas que desviven a los chubutenses y resultados electorales bochornosos. Primero, la elección de diputados nacionales de 2013 que el actual gobernador ganó por paliza con el sello prestado del PACH y luego, la derrota de Martín Buzzi ante Mario Das Neves, quien debió formar un nuevo partido y competir con una boleta corta, sin candidato a Presidente, en comicios polarizados por Macri y Scioli.
Más allá del extraordinario caudal electoral del líder de Chubut Somos Todos, el papelón de los popes del justicialismo fue mayúsculo, aunque pareciera que son los únicos que no se han dado cuenta de lo que sucedió.
La semana pasada hubo un hecho político que no pasó desapercibido. La decisión de Marcelo Gallichio de abandonar el bloque del Frente para la Victoria en Puerto Madryn y formar el bloque del PJ Lista Celeste y Blanca es la demostración irrefutable de que el sector naciente vino para marcar la cancha en todos los frentes.
La decisión no parece la postura de un dirigente díscolo, que sufre de bipolaridad política, sino de un hombre dispuesto a provocar un sacudón que despierte a un peronismo abúlico, carente de respuestas ante los requerimientos de sus afiliados y de la sociedad. Algunas fuentes aseguran que no pasarán muchos días para que Gallichio tenga compañía y apuntan a una mujer vinculada al sindicalismo que podría patear el tablero. Y sostienen que lo de Madryn se trasladará a otros puntos y los nuevos posicionamientos llegarán a la Legislatura.
La Celeste y Blanca no dio pasos en falso. La reunión de Epuyén tuvo una importancia mayúscula porque con la incorporación de “Tony” Reato y “Corcho” Currilén, se aseguró presencia cordillerana. No son dos cuatro de copas, la militancia y trayectoria de los intendentes de Epuyén y El Maitén está fuera de discusión y también la importancia de esas referencias en la Cordillera, más ahora, con Rafael Williams alejado de lo partidario.
Del otro lado, los dirigentes que ostentan la formalidad de la representación partidaria se muestran en estado de abandono. Sólo se escuchó la voz del intendente de Comodoro Rivadavia, Carlos Linares, quien hizo público su deseo de ser candidato a gobernador. Una aspiración que debe ser respetada pero que aparece como personal más que como un proyecto que aglutine a los peronistas. También como una apetencia distante, porque lo que está en juego es quién se queda con la conducción del Partido Justicialista. Tras ese objetivo, la Celeste y Blanca pegó primero, que equivale a pegar dos veces. Comodoro tiene peso propio y Linares también pero en este esquema partidario, para alcanzar la Presidencia no alcanza con hacer pie solo en una ciudad. Un dato para entenderlo: el departamento Rawson (que incluye la capital y a Trelew) tiene más afiliados peronistas que el de Escalante, al que pertenece Comodoro, por lo tanto el Valle aporta al Consejo Provincial, que elige a las autoridades, más integrantes que los que otorga la ciudad petrolera.
La Celeste y Blanca forma una estructura con acuerdos sólidos en todo Chubut: dirigentes de fuste, intendentes con gran caudal electoral, concejales apreciados por la comunidad, gremios poderosos, militantes excluidos que ahora encuentran su espacio. Desde que llegaron, no paran de hacer ruido. No el de la carreta vacía, el que producen las personas o algunos grupos cuando necesitan camuflar su oquedad de contenido. Por ahora, es un sonido armonioso y sin fisuras, de un sector que pretende ser protagonista decisivo de la vida política de la provincia.#