Se cosecha lo que se siembra

El editorial de “El Día G”.

27 JUL 2016 - 21:24 | Actualizado

Por Esteban Gallo.

Martín Buzzi ha sido y es un personaje atípico de la política. Quizá la condición movimientista del justicialismo sea la razón que justifique la inserción en el Partido de una persona que no responde a ninguna de sus características particulares.

No se trata solo de una cuestión estética. Es cierto que si lo hacemos desfilar a Buzzi por el medio de dos filas compuestas por cien personas de cada lado, no habría uno solo que pudiera encontrarle un gesto que lo ligara al peronismo. Pero más importante que “la facha” son la ideología y la acción. Y en esos aspectos que son los que verdaderamente definen a un dirigente político, no hay un ápice del exgobernador que pueda vincularse con la idiosincrasia y las prácticas del partido que fundó el General. No es que sólo no parece peronista, no habla, ni piensa ni actúa como un peronista. Bueno, durante mucho tiempo un sector del partido que lo hostigaba, mostraba por las redes sociales su ficha de afiliación al radicalismo. Tuvo la suerte de que los radicales tampoco quisieron hacerse cargo nunca de ese correligionario arrepentido.

No obstante, en sus años de gobernador hizo un gran esfuerzo para camuflar su personalidad y mostrarse como un dirigente popular, con llegada a las masas. Hay imágenes sobreactuadas del exgobernador sacándose la remera, besando a niños o abrazando abuelos, quedando muchas veces al borde del papelón y en otras ocasiones perdido en el laberinto del ridículo, del que no se sale.

Sin embargo, su pragmatismo, la dosis de suerte que todo hombre debe tener en la vida y alguna que otra cualidad estratégica, le permitieron avanzar hacia conquistas impensadas. Fíjense que hasta los dirigentes más avezados del dasnevismo, incluido el propio líder del sector, sucumbieron ante las artes de seducción del exministro de la Producción hasta convertirlo en candidato a la Gobernación.

Hoy los dasnevistas hacen cola para “pegarle” y razones no les faltan, pero les cuesta hacerse cargo del personaje que construyeron y consolidaron.

Ahora, seis meses después de haber dejado el gobierno, Martín Buzzi sale a gritar a los cuatros vientos que es un perseguido político.

El núcleo duro del dasnevismo salió a atenderlo con los tapones de punta. Para colmo de males para Buzzi, no recibió ni una sola voz de apoyo ni siquiera de quienes otrora fueron sus colaboradores más cercanos. Es entendible, el exgobernador no despierta ninguna pasión y además, muchos de los que estuvieron cerca de su figura ya no tienen intención de mirar para atrás sino de acomodarse en otros espacios del peronismo con mayor y mejor proyección.

La realidad es que Buzzi se quedó solo porque está cosechando lo que sembró en estos cuatro años de liderazgo político. Abandonó a Das Neves a pocos días de asumir la Gobernación pegando un salto al kirchnerismo sin ponerse colorado. En la pelea interna por sobrevivir combatió a muchos de sus aliados políticos como Norberto Yauhar o Gustavo Mac Karthy y se encargó de correr del medio a todo aquel que estuviera en condiciones de constituir un caudal electoral propio.

Un grupo de esbirros (todo el que ejerce el poder cuenta con adulones) le hizo creer que era la reencarnación de Maquiavelo y él se hizo la idea de que era una versión masculina de Cercei Lannister, que se comía a todos sus oponentes como chicos crudos en esta guerra de tronos de la política chubutense. No solo se creyó que era “el más capito” de los estrategas sino que además pensó que su manera inescrupulosa de moverse en el poder iba a quedar en el olvido de sus excompañeros maltratados.

Pero un día apareció un peronista de verdad como Das Neves y lo sacó del gobierno con los votos de la gente. Y hoy Buzzi se encuentra solo, sin apoyos de ningún lado, cosechando su siembra, inventándose la historia del perseguido político a la que no adhiere un solo ciudadano chubutense.

Mientras se acerca el juicio por su participación en el conflicto de Alpesca, intenta mostrarse como una víctima inocente en medio de una supuesta cacería de brujas por parte de un sector de la justicia que lo persigue con ganas de devorárselo. La realidad indica que el exmandatario y su inefable ladera Gabriela Dufour no pudieron anotarse un solo poroto en lo referente a la política pesquera de la provincia. Por supuesto que lo de Alpesca fue una obra maestra del terror, con barcos hundidos en temporales ignorados y préstamos otorgados irregularmente con plata de los chubutenses que nunca vamos a recuperar. Quizás el exgobernador intente que se lo valore por su candoroso rol de Celestino, que tanto pregonó, cada vez que aparecía “un novio” para Alpesca. La justicia de Chubut tendrá que actuar en este caso y lo apropiado es que fiscales y jueces lo hagan sin ningún tipo de presión de ninguna de las partes interesadas.

Mientras tanto, Martín Buzzi grita, denuncia y patalea ante quien se le cruza enfrente. El problema es que nadie le cree. Los chubutenses, que saben con meridiana claridad quién es quién en la política, lo acusa de haber dejado fundida la provincia en cuatro años de desmanejo económico, de no haber defendido los intereses provinciales y de haber prometido cosas que nunca cumplió.

Y cuando el pueblo te baja el pulgar, no hay lloriqueo, ni fábula, ni cuentito que valga.

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27 JUL 2016 - 21:24

Por Esteban Gallo.

Martín Buzzi ha sido y es un personaje atípico de la política. Quizá la condición movimientista del justicialismo sea la razón que justifique la inserción en el Partido de una persona que no responde a ninguna de sus características particulares.

No se trata solo de una cuestión estética. Es cierto que si lo hacemos desfilar a Buzzi por el medio de dos filas compuestas por cien personas de cada lado, no habría uno solo que pudiera encontrarle un gesto que lo ligara al peronismo. Pero más importante que “la facha” son la ideología y la acción. Y en esos aspectos que son los que verdaderamente definen a un dirigente político, no hay un ápice del exgobernador que pueda vincularse con la idiosincrasia y las prácticas del partido que fundó el General. No es que sólo no parece peronista, no habla, ni piensa ni actúa como un peronista. Bueno, durante mucho tiempo un sector del partido que lo hostigaba, mostraba por las redes sociales su ficha de afiliación al radicalismo. Tuvo la suerte de que los radicales tampoco quisieron hacerse cargo nunca de ese correligionario arrepentido.

No obstante, en sus años de gobernador hizo un gran esfuerzo para camuflar su personalidad y mostrarse como un dirigente popular, con llegada a las masas. Hay imágenes sobreactuadas del exgobernador sacándose la remera, besando a niños o abrazando abuelos, quedando muchas veces al borde del papelón y en otras ocasiones perdido en el laberinto del ridículo, del que no se sale.

Sin embargo, su pragmatismo, la dosis de suerte que todo hombre debe tener en la vida y alguna que otra cualidad estratégica, le permitieron avanzar hacia conquistas impensadas. Fíjense que hasta los dirigentes más avezados del dasnevismo, incluido el propio líder del sector, sucumbieron ante las artes de seducción del exministro de la Producción hasta convertirlo en candidato a la Gobernación.

Hoy los dasnevistas hacen cola para “pegarle” y razones no les faltan, pero les cuesta hacerse cargo del personaje que construyeron y consolidaron.

Ahora, seis meses después de haber dejado el gobierno, Martín Buzzi sale a gritar a los cuatros vientos que es un perseguido político.

El núcleo duro del dasnevismo salió a atenderlo con los tapones de punta. Para colmo de males para Buzzi, no recibió ni una sola voz de apoyo ni siquiera de quienes otrora fueron sus colaboradores más cercanos. Es entendible, el exgobernador no despierta ninguna pasión y además, muchos de los que estuvieron cerca de su figura ya no tienen intención de mirar para atrás sino de acomodarse en otros espacios del peronismo con mayor y mejor proyección.

La realidad es que Buzzi se quedó solo porque está cosechando lo que sembró en estos cuatro años de liderazgo político. Abandonó a Das Neves a pocos días de asumir la Gobernación pegando un salto al kirchnerismo sin ponerse colorado. En la pelea interna por sobrevivir combatió a muchos de sus aliados políticos como Norberto Yauhar o Gustavo Mac Karthy y se encargó de correr del medio a todo aquel que estuviera en condiciones de constituir un caudal electoral propio.

Un grupo de esbirros (todo el que ejerce el poder cuenta con adulones) le hizo creer que era la reencarnación de Maquiavelo y él se hizo la idea de que era una versión masculina de Cercei Lannister, que se comía a todos sus oponentes como chicos crudos en esta guerra de tronos de la política chubutense. No solo se creyó que era “el más capito” de los estrategas sino que además pensó que su manera inescrupulosa de moverse en el poder iba a quedar en el olvido de sus excompañeros maltratados.

Pero un día apareció un peronista de verdad como Das Neves y lo sacó del gobierno con los votos de la gente. Y hoy Buzzi se encuentra solo, sin apoyos de ningún lado, cosechando su siembra, inventándose la historia del perseguido político a la que no adhiere un solo ciudadano chubutense.

Mientras se acerca el juicio por su participación en el conflicto de Alpesca, intenta mostrarse como una víctima inocente en medio de una supuesta cacería de brujas por parte de un sector de la justicia que lo persigue con ganas de devorárselo. La realidad indica que el exmandatario y su inefable ladera Gabriela Dufour no pudieron anotarse un solo poroto en lo referente a la política pesquera de la provincia. Por supuesto que lo de Alpesca fue una obra maestra del terror, con barcos hundidos en temporales ignorados y préstamos otorgados irregularmente con plata de los chubutenses que nunca vamos a recuperar. Quizás el exgobernador intente que se lo valore por su candoroso rol de Celestino, que tanto pregonó, cada vez que aparecía “un novio” para Alpesca. La justicia de Chubut tendrá que actuar en este caso y lo apropiado es que fiscales y jueces lo hagan sin ningún tipo de presión de ninguna de las partes interesadas.

Mientras tanto, Martín Buzzi grita, denuncia y patalea ante quien se le cruza enfrente. El problema es que nadie le cree. Los chubutenses, que saben con meridiana claridad quién es quién en la política, lo acusa de haber dejado fundida la provincia en cuatro años de desmanejo económico, de no haber defendido los intereses provinciales y de haber prometido cosas que nunca cumplió.

Y cuando el pueblo te baja el pulgar, no hay lloriqueo, ni fábula, ni cuentito que valga.


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