Decisión crucial y necesaria

El editorial de “El Día G”.

04 OCT 2016 - 22:29 | Actualizado

Por Esteban Gallo

La discusión sobre el futuro de la minería volvió a instalarse con fuerza, a partir del encuentro que Mario Das Neves mantuvo con el ministro de Energía Juan José Aranguren y referentes del sector industrial que propician la realización de emprendimientos mineros en la provincia. Entre ellos, está el proyecto de extracción de plata de Pan American Silver, en la meseta de Chubut, con una inversión estimada en mil millones de dólares. El interés del gobierno de Macri por la concreción de esta iniciativa se sustenta en la necesidad imperiosa de fomentar inversiones que generen puestos de trabajo y en el ingreso de dinero a las alicaídas arcas nacionales.

Las declaraciones del gobernador generaron una receptividad positiva en los sectores que apuestan al desarrollo de la actividad minera. Sin eufemismos, el mandatario señaló que “el destino de la minería en Chubut lo deciden los chubutenses”.

En este marco, los intendentes y pobladores de la Meseta aguardan con expectativa que se habilite la herramienta que les de la facultad de decidir qué es lo más conveniente para los intereses y el futuro de la región en la que viven.

Hace un tiempo atrás, vecinos y jefes comunales de las localidades involucradas, hicieron público el “Manifiesto de la Meseta”, a través del cual reclamaron enfáticamente la autorización para realizar actividades mineras en sus pueblos ya que consideran que se trata de “la única alternativa económica viable” para poder revertir “la migración y el abandono”.

Quedó pendiente la realización de un plebiscito para que los pobladores de las localidades donde potencialmente se concretaría el Proyecto Navidad se expresen sobre la conveniencia o no de avanzar con el proceso de industrialización de los minerales.

Los pobladores de la meseta chubutense reclaman la potestad de ser ellos los que decidan qué es lo más conveniente para la región. Y al requerimiento le asiste la lógica. Están reclamando hacer uso de la misma facultad que tuvieron otros lugares de la provincia cuando eligieron el perfil de ciudad que querían y el camino que preferían transitar en materia de desarrollo económico.

Comparaciones

Cuando los esquelenses resolvieron en un plebiscito rechazar el desarrollo de la actividad minera, no le pidieron autorización a las otras localidades de Chubut ni las incluyeron en la compulsa popular. Los cordilleranos optaron por descartar la instalación de actividades que pudieran impactar en sus bellezas naturales .Y como tenía que ser, esa voluntad mayoritaria y contundente se respetó a rajatabla.

Cuando los comodorenses decidieron apostar de lleno al petróleo para transformarse en la ciudad más poderosa de la provincia no enviaron notas de consulta a las poblaciones del Valle, la Costa o la Cordillera. Nadie puede negar que la industria petrolera provoca un impacto en el medio ambiente, pero a nadie se le ocurriría tampoco cuestionar la elección que los habitantes de Comodoro hicieron en el siglo pasado.

Cuando Madryn le abrió los brazos a la industria del aluminio con la instalación de Aluar en la década del 70, avanzó con firmeza hacia esa dirección, interpretando que el desarrollo industrial iba a ser la puerta que los conduciría al crecimiento. Y no le pidió permiso a las ciudades vecinas ni a los habitantes de otros pueblos de la región.

Mismos derechos

De la misma manera, los ciudadanos de Gastre, Gan Gan, Paso de Indios y Telsen, gozan de las mismas atribuciones que tuvieron el resto de las ciudades que forjaron su destino con absoluta libertad y sin intromisiones ajenas. Este es un momento clave para los pobladores de la Meseta y son ellos, los que viven en el desamparo y el olvido, los que tienen que elegir hacia dónde van y qué quieren ser. No se puede subestimar el derecho que les asiste de resolver sobre el futuro y el destino de sus pobladores.

La proclamación de que “en Chubut no hay pueblos chicos ni pueblos grandes” sólo tendrá sustento si es acompañada con decisiones que coloquen inexorablemente en un plano de igualdad a los individuos que viven en grandes urbes con los que residen en las localidades más pequeñas.

En la decisión crucial que definirá la conveniencia o no de avanzar con el desarrollo minero en la Meseta, la última palabra debe quedar en manos de sus habitantes. Y nadie debería tomarse la atribución de vulnerar ese derecho.

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04 OCT 2016 - 22:29

Por Esteban Gallo

La discusión sobre el futuro de la minería volvió a instalarse con fuerza, a partir del encuentro que Mario Das Neves mantuvo con el ministro de Energía Juan José Aranguren y referentes del sector industrial que propician la realización de emprendimientos mineros en la provincia. Entre ellos, está el proyecto de extracción de plata de Pan American Silver, en la meseta de Chubut, con una inversión estimada en mil millones de dólares. El interés del gobierno de Macri por la concreción de esta iniciativa se sustenta en la necesidad imperiosa de fomentar inversiones que generen puestos de trabajo y en el ingreso de dinero a las alicaídas arcas nacionales.

Las declaraciones del gobernador generaron una receptividad positiva en los sectores que apuestan al desarrollo de la actividad minera. Sin eufemismos, el mandatario señaló que “el destino de la minería en Chubut lo deciden los chubutenses”.

En este marco, los intendentes y pobladores de la Meseta aguardan con expectativa que se habilite la herramienta que les de la facultad de decidir qué es lo más conveniente para los intereses y el futuro de la región en la que viven.

Hace un tiempo atrás, vecinos y jefes comunales de las localidades involucradas, hicieron público el “Manifiesto de la Meseta”, a través del cual reclamaron enfáticamente la autorización para realizar actividades mineras en sus pueblos ya que consideran que se trata de “la única alternativa económica viable” para poder revertir “la migración y el abandono”.

Quedó pendiente la realización de un plebiscito para que los pobladores de las localidades donde potencialmente se concretaría el Proyecto Navidad se expresen sobre la conveniencia o no de avanzar con el proceso de industrialización de los minerales.

Los pobladores de la meseta chubutense reclaman la potestad de ser ellos los que decidan qué es lo más conveniente para la región. Y al requerimiento le asiste la lógica. Están reclamando hacer uso de la misma facultad que tuvieron otros lugares de la provincia cuando eligieron el perfil de ciudad que querían y el camino que preferían transitar en materia de desarrollo económico.

Comparaciones

Cuando los esquelenses resolvieron en un plebiscito rechazar el desarrollo de la actividad minera, no le pidieron autorización a las otras localidades de Chubut ni las incluyeron en la compulsa popular. Los cordilleranos optaron por descartar la instalación de actividades que pudieran impactar en sus bellezas naturales .Y como tenía que ser, esa voluntad mayoritaria y contundente se respetó a rajatabla.

Cuando los comodorenses decidieron apostar de lleno al petróleo para transformarse en la ciudad más poderosa de la provincia no enviaron notas de consulta a las poblaciones del Valle, la Costa o la Cordillera. Nadie puede negar que la industria petrolera provoca un impacto en el medio ambiente, pero a nadie se le ocurriría tampoco cuestionar la elección que los habitantes de Comodoro hicieron en el siglo pasado.

Cuando Madryn le abrió los brazos a la industria del aluminio con la instalación de Aluar en la década del 70, avanzó con firmeza hacia esa dirección, interpretando que el desarrollo industrial iba a ser la puerta que los conduciría al crecimiento. Y no le pidió permiso a las ciudades vecinas ni a los habitantes de otros pueblos de la región.

Mismos derechos

De la misma manera, los ciudadanos de Gastre, Gan Gan, Paso de Indios y Telsen, gozan de las mismas atribuciones que tuvieron el resto de las ciudades que forjaron su destino con absoluta libertad y sin intromisiones ajenas. Este es un momento clave para los pobladores de la Meseta y son ellos, los que viven en el desamparo y el olvido, los que tienen que elegir hacia dónde van y qué quieren ser. No se puede subestimar el derecho que les asiste de resolver sobre el futuro y el destino de sus pobladores.

La proclamación de que “en Chubut no hay pueblos chicos ni pueblos grandes” sólo tendrá sustento si es acompañada con decisiones que coloquen inexorablemente en un plano de igualdad a los individuos que viven en grandes urbes con los que residen en las localidades más pequeñas.

En la decisión crucial que definirá la conveniencia o no de avanzar con el desarrollo minero en la Meseta, la última palabra debe quedar en manos de sus habitantes. Y nadie debería tomarse la atribución de vulnerar ese derecho.