Entrenando al máximo pero en familia

Lucas Matthysse ya se instaló con su equipo en Las Vegas y cuenta las horas para volver a pelear. Con equipo nuevo, entorno familiar; motivado y buscando una versión superadora. Este sábado enfrentará a Emmanuel Taylor, en el marco del festival que tiene la pelea central Canelo-Chávez.

Matthysse y Taylor, por primera vez cara a cara.
02 MAY 2017 - 21:06 | Actualizado

Volver no siempre es empezar de nuevo. Y mucho menos cuando la frase se hilvana en una previa boxística como la de Lucas Martín Matthysse. Volverá pero hasta ahí, sin haberse ido del todo. Dejando siempre la puerta abierta de la gloria pendiente. Sabiendo que le quedan algunas cuentas por saldar en el primer mundo de las piñas y que tiene aún encendida la llama de la ambición.

Hay un Lucas distinto, eso sí. Más “casero” en algún sentido pero igualmente profesional.

Después de mucho tiempo volverá a sentirse trelewense en un ring de Las Vegas y este no es para él un detalle cualquiera. Y no porque Junín no haya sido su lugar en el mundo alguna vez. En su rincón habrá caras conocidas como la de su padre Mario Edgardo o su cuñado Mario “Mauko” Narvaes, dos expeleadores que en la Patagonia llevan apellidos pesados. Y que confluyen más allá del parentesco.

En todo este tiempo Matthysse buscó esa familiaridad para volver a tomarle el “gustito” a los desafíos. Entendió que estar lejos de sus afectos le sirvió hasta ahí y decidió probarse a sí mismo, la efectividad de su propio “librito”. Nada mejor que gente “del palo”, bien cercana para poner la cabeza en cero y empezar a exigirle al cuerpo que empiece a recuperar la memoria.

Lucas jamás se olvidó de boxear. Nunca archivó los guantes y las botitas en el cofre y se resistió a firmar la ficha de entrada al archivo porque en lo más profundo de su corazón, entiende que hay máquina para seguir dando batalla.

El cariño cercano de tener a su sobrino Ezequiel, una joyita que volverá a desembarcar en los Estados Unidos, también le suma a ese escenario cálido que Matthysse siempre soñó en un gimnasio: no sólo rigor, rutina, concentración sino también distensión, calidez, buena onda y mucha presencia en redes sociales. Quizás era eso lo que requería “el” momento del peleador y con buen criterio, Mario Arano interpretó. Ni mejor, ni peor. Otro equipo. Nada mejor que la propia sangre para entender la transpiración, alivianar el esfuerzo y darle a cada entrenamiento, un plus.

Equipo “made in Trelew” no significa resignar nada. Cuando fue necesario se instaló en un campamento en Indio, California poniéndose en manos de un técnico mexicano de predicamento, que puede pulirlo y servirle en bandeja la mejor estrategia ante el rival que cuadre. Joel Díaz parece tener esa llave para descifrar cualquier táctica y además, “afinar” el estilo de Matthysse como un mecánico experto poniendo a punto un motor.

Lucas no perdió tiempo, lo reinvirtió. Recuperó el famoso “ojo de tigre” y el hambre de gloria que supo tener. Reaparecerá en una megavelada, con el PPV a pleno y muchas miradas puestas en su rendimiento. En el T-Mobile de Las Vegas y frente al difícil estadounidense Emmanuel Taylor, el menor de la familia de boxeadores comenzará otra etapa a los 34 años sabiendo que entre los miles de mexicanos enfervorizados por el duelo estelar entre Canelo-Chávez, ya se ha ganado el respeto.

La vida –y el boxeo- siempre dan segundas oportunidades. Y Lucas Matthysse está en eso. Disfrutando de su trabajo como nunca antes; capitalizando la experiencia acumulada y listo para volver a hacer ruido en las grandes ligas. Pidiendo por Pacquiao, Thurman y de nuevo por Danny García, su “piedra en el zapato” si es que todo se da como debiera.

Lo boxístico se verá ya que el chubutense podría mostrar algunas facetas renovadas. Más suelto y plantado en la división welter; deberá sustentar su plan con una mayor dosis de velocidad y potencia. Y mostrar las variantes que hasta ahora fueron su sello: aplicar la técnica para sorprender, boxear con estilo cuando haga falta y pelear con inteligencia sin dejarse llevar por el instinto.

Quizás haya un nuevo Lucas. Mejorado. Aggiornado a un nuevo rincón que sabrá sacarle el máximo de su rendimiento y con la cabeza ya no tan cargada de presiones sabiendo que el sur queda acá nomás, a la vuelta.

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Matthysse y Taylor, por primera vez cara a cara.
02 MAY 2017 - 21:06

Volver no siempre es empezar de nuevo. Y mucho menos cuando la frase se hilvana en una previa boxística como la de Lucas Martín Matthysse. Volverá pero hasta ahí, sin haberse ido del todo. Dejando siempre la puerta abierta de la gloria pendiente. Sabiendo que le quedan algunas cuentas por saldar en el primer mundo de las piñas y que tiene aún encendida la llama de la ambición.

Hay un Lucas distinto, eso sí. Más “casero” en algún sentido pero igualmente profesional.

Después de mucho tiempo volverá a sentirse trelewense en un ring de Las Vegas y este no es para él un detalle cualquiera. Y no porque Junín no haya sido su lugar en el mundo alguna vez. En su rincón habrá caras conocidas como la de su padre Mario Edgardo o su cuñado Mario “Mauko” Narvaes, dos expeleadores que en la Patagonia llevan apellidos pesados. Y que confluyen más allá del parentesco.

En todo este tiempo Matthysse buscó esa familiaridad para volver a tomarle el “gustito” a los desafíos. Entendió que estar lejos de sus afectos le sirvió hasta ahí y decidió probarse a sí mismo, la efectividad de su propio “librito”. Nada mejor que gente “del palo”, bien cercana para poner la cabeza en cero y empezar a exigirle al cuerpo que empiece a recuperar la memoria.

Lucas jamás se olvidó de boxear. Nunca archivó los guantes y las botitas en el cofre y se resistió a firmar la ficha de entrada al archivo porque en lo más profundo de su corazón, entiende que hay máquina para seguir dando batalla.

El cariño cercano de tener a su sobrino Ezequiel, una joyita que volverá a desembarcar en los Estados Unidos, también le suma a ese escenario cálido que Matthysse siempre soñó en un gimnasio: no sólo rigor, rutina, concentración sino también distensión, calidez, buena onda y mucha presencia en redes sociales. Quizás era eso lo que requería “el” momento del peleador y con buen criterio, Mario Arano interpretó. Ni mejor, ni peor. Otro equipo. Nada mejor que la propia sangre para entender la transpiración, alivianar el esfuerzo y darle a cada entrenamiento, un plus.

Equipo “made in Trelew” no significa resignar nada. Cuando fue necesario se instaló en un campamento en Indio, California poniéndose en manos de un técnico mexicano de predicamento, que puede pulirlo y servirle en bandeja la mejor estrategia ante el rival que cuadre. Joel Díaz parece tener esa llave para descifrar cualquier táctica y además, “afinar” el estilo de Matthysse como un mecánico experto poniendo a punto un motor.

Lucas no perdió tiempo, lo reinvirtió. Recuperó el famoso “ojo de tigre” y el hambre de gloria que supo tener. Reaparecerá en una megavelada, con el PPV a pleno y muchas miradas puestas en su rendimiento. En el T-Mobile de Las Vegas y frente al difícil estadounidense Emmanuel Taylor, el menor de la familia de boxeadores comenzará otra etapa a los 34 años sabiendo que entre los miles de mexicanos enfervorizados por el duelo estelar entre Canelo-Chávez, ya se ha ganado el respeto.

La vida –y el boxeo- siempre dan segundas oportunidades. Y Lucas Matthysse está en eso. Disfrutando de su trabajo como nunca antes; capitalizando la experiencia acumulada y listo para volver a hacer ruido en las grandes ligas. Pidiendo por Pacquiao, Thurman y de nuevo por Danny García, su “piedra en el zapato” si es que todo se da como debiera.

Lo boxístico se verá ya que el chubutense podría mostrar algunas facetas renovadas. Más suelto y plantado en la división welter; deberá sustentar su plan con una mayor dosis de velocidad y potencia. Y mostrar las variantes que hasta ahora fueron su sello: aplicar la técnica para sorprender, boxear con estilo cuando haga falta y pelear con inteligencia sin dejarse llevar por el instinto.

Quizás haya un nuevo Lucas. Mejorado. Aggiornado a un nuevo rincón que sabrá sacarle el máximo de su rendimiento y con la cabeza ya no tan cargada de presiones sabiendo que el sur queda acá nomás, a la vuelta.


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