Por Rolando Tobarez / Twitter: @rtobarez
No tengo nada que ver y jamás en mi vida tuve problemas con la droga ni tuve un antecedente con nada que se le parezca”. Lo dijo Juan Burgos, el marplatense acusado de asociarse con los españoles Alfredo Aranda Barberá y Salvador Parra Gómez para formar una empresa fantasma que a punto estuvo de exportar 110 kilos de cocaína disimulada en un cargamento de langostinos entre la Ciudad Feliz, Puerto Madryn y España.
Burgos fue el único de los cinco acusados que aceptó contestar no sólo las preguntas del Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia, sino también del fiscal Teodoro Nürnberg y de todos los defensores. Habló más de una hora, cara a cara con los jueces.
Como no podían estar presentes, Aranda fue llevado a otra habitación del Casino de Oficiales de la Unidad 6 de Rawson mientras que Omar “Cura” Segundo, Alejandro Pennisi y Nicolás Seoane charlaron y matearon en la antesala.
Burgos está acusado por comercio y transporte de estupefacientes. Es yesero de profesión pero en temporada cubría francos en taxis en Mar del Plata, para tener otra entrada de dinero. “Mi declaración siempre será la misma porque me baso en la verdad, no hay otra manera de que pueda declarar”, dijo. Tiene tercer grado primario y es creyente en la Iglesia de Dios.
Conoció a Parra cuando lo llevó a Pinamar. Era el 12 de octubre de 2012, Día de la Raza. El español, su esposa y otro matrimonio querían disfrutar de la paella gigante en esa villa balnearia. “Al regreso me pidió el celular y con el tiempo me empezó a llamar para saber cómo era mi vida en Mar del Plata y cómo sostenía a mi familia; entablamos una relación pero no una amistad”.
Burgos lo llevó seguido a varios lugares hasta que el español le propuso asociarse en una empresa, que se llamaría “Mar Pesca Azul Argentina”. El imputado le dijo al tribunal que “accedí por necesidad laboral, jamás supe de droga ni que él era traficante. La acusación dice que yo estaba de acuerdo y que sabía, pero soy un hombre de trabajo y así me lo inculcaron mis padres”.
Los jueces Enrique Guanziroli, Nora Cabrera de Monella y Luis Alberto Giménez hicieron varias preguntas. Burgos contó que discutió la oferta con su mujer, embarazada de su hijo Juan Cruz. “Somos una familia humilde y era una oportunidad laboral importante, no para ser millonario. Nunca fui socio de él más allá de los papeles”.
Aceptó en diciembre de 2012. Dijo que su trabajo era sólo manejar una camioneta para carga y descarga de pescado en las plantas y contactarse con empresarios del rubro -que Parra le indicaba- para coordinar entrevistas. No manejaba agenda ni dinero.
“Parra y Aranda Barberá se presentaban como socios”, le dijo al TOF. “Lo mío no iba más allá de eso y mi sueldo era de 4 mil pesos mensuales. Tenía cero experiencia en la pesca, sólo ganas de progresar; lo tomé como un buen desafío para darle bienestar a mi familia y ni siquiera pensando en mí”.
Burgos insistió con que “jamás en mi vida vi droga ni la acondicioné ni nada que se le parezca ni que tenga que ver. Jamás la manipulé ni vi nada raro cuando estuve con este hombre”.
La última operación fue en una planta propiedad de un tal Gabino Pérez, que alquilaba la cámara de frío a los españoles, quienes tenían acceso al lugar. Allí subieron a la camioneta el cargamento para depositarlo en otra empresa, Letter Alimentos. Eran las cajas de langostinos que seguirían hacia la pesquera Poseidón.
Desde dónde llegó el pescado a la planta de Gabino es un misterio. “Lo dejamos en la puerta de Letter para que se descargue, me fui y no accedí ni supe más nada. Fue el único movimiento de langostino”, contó Burgos, que vagamente recordó cajas con el dibujo de un langostino.
Aseguró que jamás llevó nada a Buenos Aires o a Chubut. “La camioneta era vieja”, justificó. Era una Dodge 1.500 blanca con caja térmica, mientras Parra alquilaba un Volkswagen Gol.
Aranda volvió a España por su madre enferma y luego el que desapareció fue Parra. “Con el tiempo comenzó a ponerse nervioso y a tratarme mal, de un modo muy diferente. Yo no entendía por qué y cuando se fue, inicié acciones legales porque de un día para el otro me quedé sin trabajo”.
“Yo no tenía ningún pago extra de nadie. Me levantaba, hacía mi trabajo y volvía a mi casa. Andaba en la calle con la camioneta o los españoles me llamaban para ir a su casa. Si necesitaba nafta o pinchaba les presentaba la factura”.
Abandonado, Burgos trabajó como yesero en Pinamar hasta que lo buscó y lo detuvo la Policía Federal. “No allanaron. Vinieron en buenos términos y el efectivo me planteó la situación: `Yo tendría que venir y allanarte tu casa pero sé que tenés hijos ahí dentro, necesito que vengas conmigo´. Le dije que no había problema ni nada que esconder; jamás voy a oponerme a nada”.
Burgos admitió haber presenciado una reunión de negocios de Pennisi con Parra, en La Fuente de Oro, conocido local marplatense. No intervino y entendió poco. Y dijo que por su parte charló con Pennisi por teléfono pero sólo por pedido del español. A Seoane y Segundo no los conoce.
Sobre su rol en “Mar Pesca Azul Argentina”, aseguró que “no sabía cuál era mi participación y nunca supe cuál era mi lugar en la empresa, si bien estaban los papeles, no entendí lo que firmé y no sabía de qué se trataba. Nunca supe que era socio”.
“No tenía idea de la magnitud de lo que era –insistió-. Sólo entendí que debía firmar papeles para trabajar. Moralmente para mí siempre fui empleado, nunca un socio porque no tuve ganancias sino un sueldo”.
En la audiencia le mostraron cajas y etiquetas del operativo en la pesquera de Madryn. No los reconoció. “Nunca presté atención a estas cosas porque no era mi trabajo”, argumentó. “Siempre sostendré lo mismo y sé que la justicia de Dios vendrá sobre mi vida. Soy totalmente inocente ante quien sea”. #
Por Rolando Tobarez / Twitter: @rtobarez
No tengo nada que ver y jamás en mi vida tuve problemas con la droga ni tuve un antecedente con nada que se le parezca”. Lo dijo Juan Burgos, el marplatense acusado de asociarse con los españoles Alfredo Aranda Barberá y Salvador Parra Gómez para formar una empresa fantasma que a punto estuvo de exportar 110 kilos de cocaína disimulada en un cargamento de langostinos entre la Ciudad Feliz, Puerto Madryn y España.
Burgos fue el único de los cinco acusados que aceptó contestar no sólo las preguntas del Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia, sino también del fiscal Teodoro Nürnberg y de todos los defensores. Habló más de una hora, cara a cara con los jueces.
Como no podían estar presentes, Aranda fue llevado a otra habitación del Casino de Oficiales de la Unidad 6 de Rawson mientras que Omar “Cura” Segundo, Alejandro Pennisi y Nicolás Seoane charlaron y matearon en la antesala.
Burgos está acusado por comercio y transporte de estupefacientes. Es yesero de profesión pero en temporada cubría francos en taxis en Mar del Plata, para tener otra entrada de dinero. “Mi declaración siempre será la misma porque me baso en la verdad, no hay otra manera de que pueda declarar”, dijo. Tiene tercer grado primario y es creyente en la Iglesia de Dios.
Conoció a Parra cuando lo llevó a Pinamar. Era el 12 de octubre de 2012, Día de la Raza. El español, su esposa y otro matrimonio querían disfrutar de la paella gigante en esa villa balnearia. “Al regreso me pidió el celular y con el tiempo me empezó a llamar para saber cómo era mi vida en Mar del Plata y cómo sostenía a mi familia; entablamos una relación pero no una amistad”.
Burgos lo llevó seguido a varios lugares hasta que el español le propuso asociarse en una empresa, que se llamaría “Mar Pesca Azul Argentina”. El imputado le dijo al tribunal que “accedí por necesidad laboral, jamás supe de droga ni que él era traficante. La acusación dice que yo estaba de acuerdo y que sabía, pero soy un hombre de trabajo y así me lo inculcaron mis padres”.
Los jueces Enrique Guanziroli, Nora Cabrera de Monella y Luis Alberto Giménez hicieron varias preguntas. Burgos contó que discutió la oferta con su mujer, embarazada de su hijo Juan Cruz. “Somos una familia humilde y era una oportunidad laboral importante, no para ser millonario. Nunca fui socio de él más allá de los papeles”.
Aceptó en diciembre de 2012. Dijo que su trabajo era sólo manejar una camioneta para carga y descarga de pescado en las plantas y contactarse con empresarios del rubro -que Parra le indicaba- para coordinar entrevistas. No manejaba agenda ni dinero.
“Parra y Aranda Barberá se presentaban como socios”, le dijo al TOF. “Lo mío no iba más allá de eso y mi sueldo era de 4 mil pesos mensuales. Tenía cero experiencia en la pesca, sólo ganas de progresar; lo tomé como un buen desafío para darle bienestar a mi familia y ni siquiera pensando en mí”.
Burgos insistió con que “jamás en mi vida vi droga ni la acondicioné ni nada que se le parezca ni que tenga que ver. Jamás la manipulé ni vi nada raro cuando estuve con este hombre”.
La última operación fue en una planta propiedad de un tal Gabino Pérez, que alquilaba la cámara de frío a los españoles, quienes tenían acceso al lugar. Allí subieron a la camioneta el cargamento para depositarlo en otra empresa, Letter Alimentos. Eran las cajas de langostinos que seguirían hacia la pesquera Poseidón.
Desde dónde llegó el pescado a la planta de Gabino es un misterio. “Lo dejamos en la puerta de Letter para que se descargue, me fui y no accedí ni supe más nada. Fue el único movimiento de langostino”, contó Burgos, que vagamente recordó cajas con el dibujo de un langostino.
Aseguró que jamás llevó nada a Buenos Aires o a Chubut. “La camioneta era vieja”, justificó. Era una Dodge 1.500 blanca con caja térmica, mientras Parra alquilaba un Volkswagen Gol.
Aranda volvió a España por su madre enferma y luego el que desapareció fue Parra. “Con el tiempo comenzó a ponerse nervioso y a tratarme mal, de un modo muy diferente. Yo no entendía por qué y cuando se fue, inicié acciones legales porque de un día para el otro me quedé sin trabajo”.
“Yo no tenía ningún pago extra de nadie. Me levantaba, hacía mi trabajo y volvía a mi casa. Andaba en la calle con la camioneta o los españoles me llamaban para ir a su casa. Si necesitaba nafta o pinchaba les presentaba la factura”.
Abandonado, Burgos trabajó como yesero en Pinamar hasta que lo buscó y lo detuvo la Policía Federal. “No allanaron. Vinieron en buenos términos y el efectivo me planteó la situación: `Yo tendría que venir y allanarte tu casa pero sé que tenés hijos ahí dentro, necesito que vengas conmigo´. Le dije que no había problema ni nada que esconder; jamás voy a oponerme a nada”.
Burgos admitió haber presenciado una reunión de negocios de Pennisi con Parra, en La Fuente de Oro, conocido local marplatense. No intervino y entendió poco. Y dijo que por su parte charló con Pennisi por teléfono pero sólo por pedido del español. A Seoane y Segundo no los conoce.
Sobre su rol en “Mar Pesca Azul Argentina”, aseguró que “no sabía cuál era mi participación y nunca supe cuál era mi lugar en la empresa, si bien estaban los papeles, no entendí lo que firmé y no sabía de qué se trataba. Nunca supe que era socio”.
“No tenía idea de la magnitud de lo que era –insistió-. Sólo entendí que debía firmar papeles para trabajar. Moralmente para mí siempre fui empleado, nunca un socio porque no tuve ganancias sino un sueldo”.
En la audiencia le mostraron cajas y etiquetas del operativo en la pesquera de Madryn. No los reconoció. “Nunca presté atención a estas cosas porque no era mi trabajo”, argumentó. “Siempre sostendré lo mismo y sé que la justicia de Dios vendrá sobre mi vida. Soy totalmente inocente ante quien sea”. #