Germinal: una historia de amor simple y desenfrenado

Debajo de la garita de la vieja cárcel, en pleno centro de la incipiente ciudad, la historia se posó en Rawson para no irse jamás.

Otro gran momento. De esta manera se entregaban los premios a los jugadores, escalera de por medio.
02 SEP 2017 - 21:45 | Actualizado

Ese día, un domingo (casualidad) 3 de septiembre de 1922, nacía el Club Atlético Germinal. Daba luz al mundo, nada más ni nada menos que Germinal. El sencillo, el simple, el complejo, el caótico, el anarquista, el humilde, el opulento, el contradictorio, el humano.

Fueron 19. Sí. 19 soñadores que decidieron desandar un nuevo camino porque no le gustaba como venía la mano en la institución que lo cobijaba, “la Sportiva”. Y a su nueva criatura la llamaron con un nombre que revela su razón de ser. Rebelde, a contramano de todo y de todos, con esperanzas largas y bolsillos cortos. Historia romántica como todas las causas perdidas. Una historia de amor, simple y desenfrenado. Como debe ser el amor.

Quizás fue aquella rebeldía que los convocó, la realidad que los motorizaba o el simple hecho de fundar un club para jugar a la pelota; lo cierto que el espíritu anárquico que siempre fue una característica medular tuvo su encuentro con la historia el mismo día que se creó Germinal. Y fue para siempre. Si 19 personas que querían separarse de una entidad para conformar otra nunca se pusieron de acuerdo unánimemente para armar la primera comisión directiva y mucho menos el nombre. Menos van a coincidir cuando su árbol genealógico creció a límites insospechados tras 95 años de vida.

Ese día, el mundo comenzaba a sorprenderse con el Fascismo italiano de Benito Mussolini que ingresaba a Roma junto a 35.000 compatriotas suyos tras una marcha de un mes y la notable folklorista Chabuca Granda celebraba sus primeros dos años de vida.

De cuna proletaria y anarquista de sentimiento, Germinal vivió (y vive) invariablemente al borde de lo novelesco, pues nunca es fácil separar cuál es la realidad y qué hechos, al parecer imaginarios, son verdaderos.

En los pies del que juega y siente están las respuestas a ese misterio, en aquel puño revoleado al aire –típico gesto de arenga y aprobación, para los demás o para sí mismo- de los arriba y los de abajo está el sustento cierto de la esperanza.

Muchas veces la indiferencia de su gente se transformó en impaciencia, descortesía y olvido. Sin embargo, este aniversario puede ser la bisagra hacia el futuro. Germinal lo espera. Todos nosotros lo necesitamos.

Tiene un presidente con lo que tiene que tener y bien puestos. Jorge Durán, el hijo de Enrique y el hermano de “Cachi” no necesita presentación alguna en el universo verdiblanco y tampoco dar explicación alguna. Su historia, familiar y personal, lo avala. Estuvo (y está) siempre. En la época de glorias y en la de cenizas. Tomó un club devastado y lo equilibró y lo sacó a andar. A veces con flaquezas, muchas erguido, pero siempre erguido, ético, enhiesto y conmovido. En esta nueva etapa, incluso la de su madurez humana, dará, sin duda alguna, el enorme salto que Germinal espera. Desde lo institucional y lo deportivo. Se espera, para el bien de todos, que no lo dejen solo y lo apoyen, no sólo ese ejército de fieles a una divisa que creció con el verde de la esperanza y el blanco de la pureza; sino gran parte de una comunidad a la que representa de la mejor manera posible que ya viene precedida de dolorosas miserias y ansía sin pudor una realidad grandiosa.

¿Por qué? Porque Rawson ha perdido, invariablemente y en muchos aspectos de lunes a sábado; pero sabe, bien que sabe, que el domingo gana. Y la llave tiene sólo un nombre: Germinal.

Como la trágica historia de Emile Zola, su ilusión no repara en tiempos ni en magnitudes de emprendimiento. A Germinal siempre lo motivaron los desafíos rayanos a la imposibilidad y su fe, esa que mueve a multitudes no quiere quedar archivada en plazo fijo.

Dicen que el tiempo puede con casi todo, menos con la memoria. ¿Cuántos años? Muchos. En realidad…95. Tantos y tan intensos que le permitieron al club nacer y morir varias veces. Volar, caer y volver a subir. Sabe, Germinal, como nadie, que el final feliz depende de él y como es una constante en su vida, seguramente, tendrá este nuevo capítulo un prólogo y un epílogo tormentoso.

Como esa historia la que se encarga de agregar páginas desde la perspectiva que ofrece el tiempo.

Todavía hoy, al revivir a Germinal en blanco y negro, su historia estremece, conmueve y emociona. Porque ¿qué es Germinal? Es la patria de la infancia, es el patio de la abuela. Es su cancha, su olor, su color, el sonido de su gente. Una sociedad de códigos invulnerables. Se reconocen por el estilo, por el desarraigo, hasta por la manera de decir. Es, en síntesis y de nuevo, una historia de amor simple y desenfrenado. Como debe ser el amor.#

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Otro gran momento. De esta manera se entregaban los premios a los jugadores, escalera de por medio.
02 SEP 2017 - 21:45

Ese día, un domingo (casualidad) 3 de septiembre de 1922, nacía el Club Atlético Germinal. Daba luz al mundo, nada más ni nada menos que Germinal. El sencillo, el simple, el complejo, el caótico, el anarquista, el humilde, el opulento, el contradictorio, el humano.

Fueron 19. Sí. 19 soñadores que decidieron desandar un nuevo camino porque no le gustaba como venía la mano en la institución que lo cobijaba, “la Sportiva”. Y a su nueva criatura la llamaron con un nombre que revela su razón de ser. Rebelde, a contramano de todo y de todos, con esperanzas largas y bolsillos cortos. Historia romántica como todas las causas perdidas. Una historia de amor, simple y desenfrenado. Como debe ser el amor.

Quizás fue aquella rebeldía que los convocó, la realidad que los motorizaba o el simple hecho de fundar un club para jugar a la pelota; lo cierto que el espíritu anárquico que siempre fue una característica medular tuvo su encuentro con la historia el mismo día que se creó Germinal. Y fue para siempre. Si 19 personas que querían separarse de una entidad para conformar otra nunca se pusieron de acuerdo unánimemente para armar la primera comisión directiva y mucho menos el nombre. Menos van a coincidir cuando su árbol genealógico creció a límites insospechados tras 95 años de vida.

Ese día, el mundo comenzaba a sorprenderse con el Fascismo italiano de Benito Mussolini que ingresaba a Roma junto a 35.000 compatriotas suyos tras una marcha de un mes y la notable folklorista Chabuca Granda celebraba sus primeros dos años de vida.

De cuna proletaria y anarquista de sentimiento, Germinal vivió (y vive) invariablemente al borde de lo novelesco, pues nunca es fácil separar cuál es la realidad y qué hechos, al parecer imaginarios, son verdaderos.

En los pies del que juega y siente están las respuestas a ese misterio, en aquel puño revoleado al aire –típico gesto de arenga y aprobación, para los demás o para sí mismo- de los arriba y los de abajo está el sustento cierto de la esperanza.

Muchas veces la indiferencia de su gente se transformó en impaciencia, descortesía y olvido. Sin embargo, este aniversario puede ser la bisagra hacia el futuro. Germinal lo espera. Todos nosotros lo necesitamos.

Tiene un presidente con lo que tiene que tener y bien puestos. Jorge Durán, el hijo de Enrique y el hermano de “Cachi” no necesita presentación alguna en el universo verdiblanco y tampoco dar explicación alguna. Su historia, familiar y personal, lo avala. Estuvo (y está) siempre. En la época de glorias y en la de cenizas. Tomó un club devastado y lo equilibró y lo sacó a andar. A veces con flaquezas, muchas erguido, pero siempre erguido, ético, enhiesto y conmovido. En esta nueva etapa, incluso la de su madurez humana, dará, sin duda alguna, el enorme salto que Germinal espera. Desde lo institucional y lo deportivo. Se espera, para el bien de todos, que no lo dejen solo y lo apoyen, no sólo ese ejército de fieles a una divisa que creció con el verde de la esperanza y el blanco de la pureza; sino gran parte de una comunidad a la que representa de la mejor manera posible que ya viene precedida de dolorosas miserias y ansía sin pudor una realidad grandiosa.

¿Por qué? Porque Rawson ha perdido, invariablemente y en muchos aspectos de lunes a sábado; pero sabe, bien que sabe, que el domingo gana. Y la llave tiene sólo un nombre: Germinal.

Como la trágica historia de Emile Zola, su ilusión no repara en tiempos ni en magnitudes de emprendimiento. A Germinal siempre lo motivaron los desafíos rayanos a la imposibilidad y su fe, esa que mueve a multitudes no quiere quedar archivada en plazo fijo.

Dicen que el tiempo puede con casi todo, menos con la memoria. ¿Cuántos años? Muchos. En realidad…95. Tantos y tan intensos que le permitieron al club nacer y morir varias veces. Volar, caer y volver a subir. Sabe, Germinal, como nadie, que el final feliz depende de él y como es una constante en su vida, seguramente, tendrá este nuevo capítulo un prólogo y un epílogo tormentoso.

Como esa historia la que se encarga de agregar páginas desde la perspectiva que ofrece el tiempo.

Todavía hoy, al revivir a Germinal en blanco y negro, su historia estremece, conmueve y emociona. Porque ¿qué es Germinal? Es la patria de la infancia, es el patio de la abuela. Es su cancha, su olor, su color, el sonido de su gente. Una sociedad de códigos invulnerables. Se reconocen por el estilo, por el desarraigo, hasta por la manera de decir. Es, en síntesis y de nuevo, una historia de amor simple y desenfrenado. Como debe ser el amor.#


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