Por estos días, decenas de comedores y merenderos solidarios se preparan en cada barrio de El Bolsón para asistir a los más necesitados. Las iglesias evangélicas concentran a un verdadero “ejército de voluntarios” que cada mediodía y tarde despliegan un operativo singular para preparar las viandas calientes que se distribuyen por las casas de las familias seleccionadas o se sirven directamente en cada lugar.
Luego de recordar que “tenemos una ordenanza que reglamenta el funcionamiento de los comedores comunitarios”, el jefe comunal detalló que “trabajamos en conjunto con muchos pastores evangélicos, además de grupos barriales o familias que han tomado la iniciativa. El año pasado colaboramos con más de 40 núcleos alimentarios para tratar de amortiguar la crisis, al menos con un plato de comida, una merienda o la contención que necesitan tantos vecinos”.
Precisó enseguida que en esta oportunidad “también vamos a direccionar los recursos disponibles” a través del área de Desarrollo Social.
Anticipó reuniones la otra semana con las cámaras empresariales y gremios de la región “con la premisa fundamental de mantener empleos y trabajar en la generación de nuevos. Es un compromiso que vamos a asumir junto con los comerciantes, que incluye un plan para mantener el circulante financiero y provocar el efecto multiplicador activo que debe mantenerse en el ámbito local”.
Con todo, apostó al turismo “como dinamizador de nuestra economía. Estamos trabajando en promocionar el invierno, instalando nuestros atractivos en las diferentes ferias y eventos del sector”. Agregó como alternativa laboral “los puestos que genera la obra pública que se está ejecutando con fondos del Plan Castello”, aunque reconoció que “disminuyen en esta época del año por una cuestión lógica estacional y obliga a una veda invernal”.
Por su parte, la secretaria de Desarrollo Social, Laura Rojas, confirmó que la realidad económica obligó a la comuna a “adelantar desde fines de abril la entrega de leña y garrafas a más de mil familias carenciadas”.
“No es que haya aumentado la pobreza, lo que notamos es que los mismos trabajadores que años anteriores tenían la posibilidad de hacer changas durante el verano, ahora no la tuvieron en función de la baja temporada turística que hubo en toda la región”, argumentó. “Asistimos a más de 30 familias por día por alimentos y haciendo todo el esfuerzo posible para poder llegar a todos los lugares”. Además de la ayuda del municipio, los merenderos y comedores barriales se sostienen con el aporte de negocios o ciudadanos anónimos.
“Unos cuantos vecinos siempre arriman algún paquete de fideos, arroz o lo que sea, todo sirve. No pertenezco a la iglesia pero encontré un grupo maravilloso de gente dispuesta a ayudar a sus hermanos más necesitados”, resaltó Cecilia, una comerciante del centro de la ciudad que en cada invierno se suma al grupo que cocina solidariamente en el centro comunitario del barrio Usina bajo la tutela del pastor Joel Higueras (Clínica del alma). “Toda colaboración es bienvenida, porque hay gente que la necesita. La recompensa viene de arriba, la Biblia dice que es mejor dar que recibir”, valora el religioso.
Una veintena de mujeres y hombres de todos los estratos sociales, jóvenes y niños de la iglesia se convocan cada tarde para pelar cebollas, zanahorias y papas; otros pican la poca carne que pudieron comprar entre todos. Las gigantescas ollas comienzan a despedir sus vapores y “ese olorcito a comida casera que se hace con mucho amor, porque llegará a muchos niños y será su único alimento del día”, asegura la jefa de cocina.
Por estos días, decenas de comedores y merenderos solidarios se preparan en cada barrio de El Bolsón para asistir a los más necesitados. Las iglesias evangélicas concentran a un verdadero “ejército de voluntarios” que cada mediodía y tarde despliegan un operativo singular para preparar las viandas calientes que se distribuyen por las casas de las familias seleccionadas o se sirven directamente en cada lugar.
Luego de recordar que “tenemos una ordenanza que reglamenta el funcionamiento de los comedores comunitarios”, el jefe comunal detalló que “trabajamos en conjunto con muchos pastores evangélicos, además de grupos barriales o familias que han tomado la iniciativa. El año pasado colaboramos con más de 40 núcleos alimentarios para tratar de amortiguar la crisis, al menos con un plato de comida, una merienda o la contención que necesitan tantos vecinos”.
Precisó enseguida que en esta oportunidad “también vamos a direccionar los recursos disponibles” a través del área de Desarrollo Social.
Anticipó reuniones la otra semana con las cámaras empresariales y gremios de la región “con la premisa fundamental de mantener empleos y trabajar en la generación de nuevos. Es un compromiso que vamos a asumir junto con los comerciantes, que incluye un plan para mantener el circulante financiero y provocar el efecto multiplicador activo que debe mantenerse en el ámbito local”.
Con todo, apostó al turismo “como dinamizador de nuestra economía. Estamos trabajando en promocionar el invierno, instalando nuestros atractivos en las diferentes ferias y eventos del sector”. Agregó como alternativa laboral “los puestos que genera la obra pública que se está ejecutando con fondos del Plan Castello”, aunque reconoció que “disminuyen en esta época del año por una cuestión lógica estacional y obliga a una veda invernal”.
Por su parte, la secretaria de Desarrollo Social, Laura Rojas, confirmó que la realidad económica obligó a la comuna a “adelantar desde fines de abril la entrega de leña y garrafas a más de mil familias carenciadas”.
“No es que haya aumentado la pobreza, lo que notamos es que los mismos trabajadores que años anteriores tenían la posibilidad de hacer changas durante el verano, ahora no la tuvieron en función de la baja temporada turística que hubo en toda la región”, argumentó. “Asistimos a más de 30 familias por día por alimentos y haciendo todo el esfuerzo posible para poder llegar a todos los lugares”. Además de la ayuda del municipio, los merenderos y comedores barriales se sostienen con el aporte de negocios o ciudadanos anónimos.
“Unos cuantos vecinos siempre arriman algún paquete de fideos, arroz o lo que sea, todo sirve. No pertenezco a la iglesia pero encontré un grupo maravilloso de gente dispuesta a ayudar a sus hermanos más necesitados”, resaltó Cecilia, una comerciante del centro de la ciudad que en cada invierno se suma al grupo que cocina solidariamente en el centro comunitario del barrio Usina bajo la tutela del pastor Joel Higueras (Clínica del alma). “Toda colaboración es bienvenida, porque hay gente que la necesita. La recompensa viene de arriba, la Biblia dice que es mejor dar que recibir”, valora el religioso.
Una veintena de mujeres y hombres de todos los estratos sociales, jóvenes y niños de la iglesia se convocan cada tarde para pelar cebollas, zanahorias y papas; otros pican la poca carne que pudieron comprar entre todos. Las gigantescas ollas comienzan a despedir sus vapores y “ese olorcito a comida casera que se hace con mucho amor, porque llegará a muchos niños y será su único alimento del día”, asegura la jefa de cocina.