Néstor, el hombre que cambió la historia

A una década de su desaparición física, una recopilación periodística y fotográfica de algunas de sus tantas visitas a Chubut. El día de 1998 que le dijo a algunos trelewenses que quería ser Presidente. Su relación con Mario Das Neves. Y el increíble camino hasta llegar a la Casa Rosada, contado por un compañero de ruta: Alberto Fernández.

24 OCT 2020 - 17:45 | Actualizado

Néstor Carlos Kirchner Ostoic fue el 54º presidente de la Nación Argentina. Se desempeñó desde el 25 de mayo de 2003 hasta el 10 de diciembre de 2007. Sucedió a Eduardo Duhalde, quien debía completar el mandato inconcluso de Fernando De la Rúa pero renunció antes de tiempo, por lo que ejerció su mandato en los cuatro años correspondientes además de los pocos meses restantes del mandato inconcluso del expresidente radical.
Kirchner fue sucedido en el 2007 por su esposa Cristina Fernández. En consecuencia, se convirtió en el primer Primer Caballero de la historia argentina. Antes había sido intendente de Río Gallegos (1987-1991) y gobernador de la provincia de Santa Cruz (1991-2003). En 2009 fue elegido diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires, con mandato desde el 10 de diciembre de 2009 hasta el 10 de diciembre de 2013, que quedó inconcluso.
Desde el 4 de mayo de 2010 se desempeñó como secretario general de la Unasur. También presidió el Partido Justicialista, cargo al que renunció el 29 de junio de 2009 y volvió a ocupar el 11 de noviembre de 2009 cuando asumió de modo oficial el 10 de marzo de 2010.
Kirchner nació en Río Gallegos el 25 de febrero de 1950. Su padre, también Néstor, era un trabajador postal descendiente de inmigrantes suizos; su madre, María Ostoic, chilena descendiente de inmigrantes croatas.
Realizó sus estudios primarios y secundarios en escuelas públicas locales. Egresó del Colegio Nacional República de Guatemala.
Desde temprana edad participó en el movimiento justicialista como miembro de la Juventud Peronista.
A principios de la década del setenta, estudió Derecho en la Universidad Nacional de La Plata y recibió su diploma de abogado en 1976. En el mismo año, luego del inicio del “Proceso de Reorganización Nacional”, la peor dictadura militar sufrida por el pueblo argentino, abandonó La Plata junto con su esposa, Cristina Fernández, para retornar a Río Gallegos para dedicarse a ejercer su profesión, alejándose así de la actividad política.
En 1977, durante la Dictadura, fue puesto en prisión durante dos noches junto al diputado Rafael Flores. Una vez terminado el gobierno militar y con el retorno de la democracia, en 1983, Kirchner se convirtió en funcionario del gobierno provincial.
Desde finales de ese año hasta julio de 1984 fue presidente de la Caja de Previsión Social de la provincia, pero fue forzado a renunciar por el entonces gobernador Arturo Puricelli, a causa de una disputa sobre política financiera. Este incidente lo hizo conocido en el ámbito local y constituyó el paso inicial de su carrera política.
En 1986 alcanzó el apoyo interno necesario para obtener la candidatura a intendente de Río Gallegos. Triunfó por escaso margen en las elecciones del 6 de septiembre de 1987.
Al mismo tiempo, su compañero de partido Ricardo del Val fue electo gobernador, con lo que el peronismo se afianzó en la provincia de Santa Cruz. Pero tres años después, De Val fue destituido mediante un juicio político impulsado por el propio peronismo, y luego de dos interinatos (José Granero y Héctor “Chicho” García), finalmente llegaron las elecciones de 1991 mediante las cuales Néstor asumió la gobernación, que ocuparía hasta el 24 de mayo de 2003.

Desde la Patagonia olvidada

La situación con vistas a las elecciones presidenciales de 2003, tras el interinato de Duhalde y el caos dejado por la Alianza, se presentaban confusas. Varios líderes del PJ aspiraban a la candidatura: el propio Kirchner, que contaba con pocas fuerzas propias para definir una elección interna; el ex presidente Carlos Menem; y los gobernadores de las provincias de Córdoba, José Manuel de la Sota; de Salta, Juan Carlos Romero; y de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá.
Las internas para definir el candidato se anunciaron primero para noviembre de 2002, y luego se postergaron a febrero de 2003. Tras la deserción de Carlos Reutemann (su famosa frase “vi algo que no me gustó” quedó en la historia) y también de De la Sota, Duhalde anunció el 15 de enero de 2003 su apoyo a la precandidatura de Néstor.

El candidato Pingüino

Con este espaldarazo, Kirchner se situó en una posición mucho más favorable. Sin embargo, la situación interna del PJ no estaba resuelta y si bien el apoyo de Duhalde era significativo, no garantizaba de por sí que Kirchner resultara el candidato presidencial. Por otra parte, las fricciones de una elección interna tan cercana a la elección nacional, prevista para el 27 de abril, podrían provocar un deterioro en las expectativas del justicialismo de obtener una victoria.
Así, el 24 de enero, y con el argumento de que los tres aspirantes que quedaban en carrera (Kirchner, Rodríguez Saá y Menem, que había incorporado al salteño Romero como candidato a vicepresidente) presentaban programas contrapuestos, el congreso del PJ tomó una decisión inédita: suspender la elección interna y permitir a todos los precandidatos el uso de los símbolos partidarios comunes para presentarse a la elección general. En la práctica, significaba que iban a enfrentarse como si perteneciesen a partidos distintos.

Popularidad

Kirchner arrancó su campaña en una posición desfavorable. Las encuestas lo ubicaban por detrás de los otros candidatos del PJ y de Ricardo López Murphy, el candidato de la derecha. Sin embargo, la popularidad de Kirchner comenzó a crecer impulsando un programa de perfil socialdemócrata con el que buscaba diferenciarse de las políticas aplicadas durante los gobiernos de Menem y De la Rúa.
En las elecciones del 27 de abril de 2003, el Frente para la Victoria (encabezado por Kirchner) obtuvo sólo un 22% de los votos, resultando superado por Menem (“Alianza Frente por la Lealtad -UCD), que obtuvo el 24,3%. Por lo que ambos deberían disputar una segunda vuelta (ballotage). Que nunca ocurrió porque el riojano abandonó la carrera presidencial.
Después de la primera ronda, Kirchner visitó al presidente del Brasil, “Lula” da Silva, y al de Chile, Ricardo Lagos, ante quienes ratificó sus intenciones de fortalecer el Mercosur, tal como lo había prometido en el Plan de Gobierno que había presentado poco tiempo antes de las elecciones, y declaró que mantenía con orgullo las convicciones políticas que había sostenido en el pasado.

La “Acadé”, su otra pasión

Kirchner era hincha fanático de Racing de Avellaneda y hasta aseguraba que con el fútbol “sufría más que con la política”.
La pasión que sentía Néstor por Racing lo llevó a involucrarse con la institución académica hasta en los momentos donde pretendía mantenerse al margen. En 2006 el equipo atravesaba un muy mal momento y el ex presidente le envió un “mensaje” al entonces gerenciador, Fernando Marín, que decía “estoy al borde de pasarme a la oposición”, mientras que a sus íntimos les confesaba sus deseos de “rajarlo”.

Dos años más tarde, el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, desplazó al entonces interventor de Racing, Nicolás Dilernia, y no fueron pocos los que vieron la mano de Kirchner detrás de la llegada de Héctor García Cuerva.
Kirchner tampoco perdió oportunidad de motivar a los jugadores de Racing; en 2009, el equipo sufría por el promedio del descenso y, entonces, prometió que entregaría cuatro plasmas si le ganaban a Boca. El Racing dirigido por Ricardo Caruso Lombardi goleó 3-0 al xeneize y el expresidente cumplió su promesa.
“Con el fútbol sufro más que con la política”, repitió Néstor aquel día, y todos le creyeron. Porque está claro que no se puede ser hincha de la Academia sin conocer en detalle el manual del sufrimiento.#


Crónica de una visita a Chubut que hizo mucho ruido y demostró su enorme habilidad política


Conferencia. Néstor, rodeado de Eliceche y Yauhar, hablando con la prensa en el Aeropuerto de Madryn.


Mario es un amigo, yo tengo mucho respeto por él y jamás van a escuchar de mí una palabra altisonante ni descalificadora hacia su persona.” La frase salió de la boca de Néstor Kirchner durante una conferencia de prensa realizada en el Aeropuerto de Puerto Madryn en el anochecer del lunes 13 de julio de 2009.
Para aquel entonces, la relación entre el entonces gobernador Mario Das Neves y el kirchnerismo estaba rota. Es que el chubutense, que había gozado de una sintonía especial durante el gobierno de Néstor y la primera etapa de la gestión de Cristina Fernández, había decidido despegarse de los K tras la derrota electoral por poco margen de Néstor ante Francisco De Narváez en las parlamentarias de 2009, y se había lanzado de manera decidida la Presidencia para 2011.
Es más, muchos recuerdan los afiches de “Das Neves 2011” en las calles porteñas la misma noche que Kirchner salía a dar una conferencia de prensa tras la ajustada derrota en las parlamentarias con el candidato de pelo colorado que tuvo un paso tan fulgurante como fugaz entre el electorado antiperonista y de derecha.

“Viene Néstor”

Aquel frío lunes de mediados de julio de 2009, Chubut se convirtió en un virtual hervidero. A primera hora de la tarde, la versión digital de Jornada adelantó en exclusiva que el expresidente tenía previsto arribar a Chubut ese mismo día.
Inmediatamente, la información se esparció por los celulares de los más altos funcionarios del Gobierno provincial y no costó casi nada que el gobernador Das Neves y buena parte de su Gobierno estallaran –primero en privado y después en público- y entonces se multiplicaran las llamadas telefónicas para tratar de evitar su llegada a la provincia.
El entonces intendente de Puerto Madryn, Carlos Eliceche, fue el destinatario de todas las presiones. El propio Das Neves le ordenó no recibir a Kirchner. Después de algunas cavilaciones, Eliceche entendió que era poco menos que una ingratitud no recibir a un expresidente en una ciudad muy cara a los afectos de Kirchner y Cristina, que durante muchos años la eligieron para vacacionar y la visitaron oficialmente en varias oportunidades. “Cuando él dice que es un amigo, es una hipocresía: yo no soy su amigo. Él ha sido Presidente y yo, gobernador. Pero que no me adjudique ninguna amistad”, respondió Das Neves enfurecido un día después de la visita.
La relación entre ellos (y luego de la muerte de Néstor, con la propia Cristina), nunca más volvió a ser la de antes. Algo se había roto para siempre.

La grieta chubutense

La de julio de 2009 fue una visita relámpago. Néstor había llegado en el Tango 10, un avión oficial utilizado en su condición de Primer Caballero. Venía de Santa Cruz y su llegada a territorio chubutense hizo estallar la dura interna local entre el dasnevismo y quienes se alineaban con Néstor y Cristina, que ya iba por el segundo año de mandato y comenzaba a sufrir los costos de la “grieta” post “Ley 125”.
Das Neves era precandidato a presidente por el Peronismo Federal, el peronismo “no K”, aunque finalmente se tuvo que conformar con ser candidato a vicepresidente en la fórmula encabezada por Eduardo Duhalde, en las elecciones de 2011 en las que Cristina (un año después de la muerte de Néstor) arrasó con el 54% de los votos.
Aquella noche de 2009, los dirigentes locales entre los que se destacaban Norberto Yauhar, subsecretario de Pesca, y propio Eliceche, habían preparado un salón del Rayentray Hotel para agasajarlo. Pero Néstor cambió los planes y pidió ir a comer a su restaurante favorito de Madryn, ese al que iban con Cristina desde sus años en Santa Cruz: la cantina El Náutico, en donde entre los cientos de fotos de visitantes ilustres que cuelgan en sus paredes, hay una destacada para el primer patagónico que llegó a la Presidencia de la Nación.
Afuera hubo algunos que pincharon las cubiertas de la camioneta de Yauhar en la que andaba Néstor, pero no pudieron evitar que la visita terminara por detonar la histórica mala relación política (y muchas veces personal) entre Das Neves y Eliceche: “Es un expresidente y presidente del PJ, yo lo voy a recibir”, le dijo por teléfono el intendente al gobernador.
Aquel gesto de Yauhar y Eliceche de recibirlo en un territorio hostil tuvo retribuciones políticas, esas que Néstor siempre tuvo con los que él consideraba leales: Eliceche terminó siendo el candidato a gobernador del Frente para la Victoria en 2011, que perdió por escaso margen con la fórmula dasnevista Martín Buzzi-César Gustavo Mac Karthy (que antes de asumir dieron un salto mortal al kirchnerismo); y Yauhar siguió ocupando cargos relevantes en la gestión de Cristina, coronando su paso por la gestión nacional como ministro de Agricultura en el segundo mandato de CFK.#


El día que le levantó la mano a un radical


Octubre de 2003. Néstor levanta el brazo del gobernador Lizurume.


Hubo otra visita de Kirchner a Madryn que generó revuelo. Fue el viernes 31 de octubre de 2003: él ya era presidente pero en Chubut aún no se había elegido gobernador.
En su paso por la ciudad, pronunció por primera vez una frase de cabecera: “La Patagonia no será más el patio trasero de la Argentina.”
Pero tuvo otros gestos políticos fuertes: llevó en el Tango 01 a Mario Das Neves, el candidato del PJ, pero durante el acto le levantó el brazo a José Luis Lizurume, el entonces gobernador y candidato radical, que además era su amigo.


Tres animales políticos y una relación compleja


Das Neves, Kirchner y Cristina en diciembrfe de 2007, cuando la relación entre ellos era inmejorable.


Ambos vivían para la política todos los días del año y a cada hora. A Das Neves, muchas veces, lo traicionaba su carácter, sobre todo en público. Néstor tampoco era sencillo, pero en público jamás le dispensó al chubutense una crítica como las que recibió.
Todo el mundo recuerda la relación de amistad personal y política que los unió. En diciembre de 2007, por ejemplo, tras ganar la reelección como gobernador, Das Neves recibió a los Kirchner (Cristina era presidenta electa) en Rawson. Un gesto del matrimonio que no solían tener con muchos.
Lo que también muchos recuerdan es que Das Neves tenía un “enemigo íntimo” en el entorno de los Kirchner: Alberto Fernández, el actual Presidente y jefe de Gabinete de los Kirchner. La relación nunca fue buena ni mejoró con el paso del tiempo.
También en 2007, Das Neves le regaló a Kirchner una frase que luego el santacruceño gastó cambiándole el destinatario por Clarín: “¿Qué les pasa radicales? ¿Están nerviosos?”, repetía el chubutense por entonces. En septiembre de aquel año, dirigiéndose a “mi amigo Néstor Kirchner” y a “la futura presidenta” Cristina Fernández les prometió “una avalancha de votos” para ellos en Chubut en las elecciones que se realizarían el 28 de octubre. Y cumplió.

“No jodan con Mario”

Muchos recuerdan que en alguna reunión en donde estaban los Kirchner cuando alguien criticaba con dureza a Das Neves por alguna crítica feroz contra el kirchnerismo, había alguien que levantaba la voz para calmar a los enojados: la propia Cristina, que si bien muchas veces detestaba el estilo agresivo de Das Neves, más de una vez dijo ante su marido y funcionarios importantes: “No jodan tanto con Mario, que al final es el único que siempre vota con nosotros”.
La expresidenta nunca olvidó que mientras Julio Cobos se dio vuelta con el “no positivo”, el chubutense apoyó con sus diputados en aquella dura derrota parlementaria por la 125.#


Un discurso encendido en el Teatro Español


El Teatro trelewense a pleno para escuchar al entonces gobernador.


Para 1998, Néstor Kirchner era bastante conocido en Chubut porque no perdía oportunidad de visitar Comodoro, Trelew o Puerto Madryn, ya sea por cuestiones personales o políticas. Así fue que en 1998 decidió viajar a Trelew para acompañar el lanzamiento local de La Corriente Peronista, la agrupación que había creado un par de años antes junto a Cristina para diferenciarse del menemismo.
En Chubut, La Corriente se largó con apoyo de la Lista Verde, una línea interna que lideraba el empresario José Arrechea, de muy buena relación con Kirchner. Así fue que tras un encuentro en el Gimnasio de La Bancaria, Néstor cerró un acto en el Teatro Español, colmado de peronistas que escucharon atentos a un flaco alto que decía que quería ser Presidente.
En el palco, junto a Kirchner, estuvieron -además de Arrechea-, José “Pepe” Salvini, un íntimo de Néstor; y también dirigentes locales como Alberto Parada, Carlos Sáenz y una joven diputada provincial de aquel entonces, Argentina “Ica” Martínez.#


El camino a la Presidencia, contado en primera persona por Alberto Fernández


Dupla poderosa. Néstor Kirchner y Alberto Fernández, cuando uno gobernaba el país y el otro el Gabinete.


Kirchner te quiere conocer”, me dijo Eduardo Valdés. Era un día de invierno de 1996 y yo había publicado un artículo en Clarín que giraba en torno a la idea de que «la palabra desregular no existía». Empezaba señalando que al escribir esa palabra en la computadora, el Word (toda una novedad de Microsoft para la época) la subrayaba con una suerte de «viborita» roja que la señalaba como mal escrita. Ese error se marcaba, sencillamente, porque esa palabra no se reconocía en el idioma español. Ninguna sociedad vive sin regulaciones y «desregular» quería decir tanto como quitar las reglas. A partir de esa idea, el artículo criticaba las políticas que habían desregulado los mercados y planteaba la necesidad de que siempre existieran normativas capaces de proteger a los más débiles.
En ese entonces, yo era vicepresidente del Grupo Banco Provincia. Néstor había leído el artículo y expresó su deseo de conocer me. Entonces, Valdés organizó una cena en el restaurante Teatriz, que con el tiempo se convertiría en nuestro lugar de encuentro.
Esa primera reunión puso en evidencia nuestras muchas coincidencias. Sentí que Néstor era el político que yo buscaba y él sintió que yo podía ayudarlo. Hablamos de todos los temas hasta la una y media de la mañana. Él era crítico de las políticas excluyentes del menemismo.
Desde ese día, cada vez que viajaba a Buenos Aires siempre me llamaba para almorzar, cenar o tan solo para compartir un café y una charla.
Al poco tiempo de conocernos llegó la campaña presidencial de Eduardo Duhalde para las elecciones de 1999. Los dos estábamos convencidos de la necesidad de acompañarlo. En los hechos, Néstor fue el único gobernador que explícitamente lo apoyó. Al mismo tiempo, Duhalde estaba preocupado por la cantidad de peronistas que dejaban nuestro espacio corriendo detrás de Chacho Álvarez. Entonces nos citó a una reunión a Julio Bárbaro, Alberto Iribarne, Jorge Argüello y a mí. Nos planteó ese problema. Me miro y me dijo: “Vos que sos amigo de todos los progres que tiene el peronismo, por qué no me ayudás a armar un grupo”. Así empezó a formarse el grupo que se reunía en el Banco Provincia y que después se convirtió en el Grupo Calafate.
Un día Néstor me dice: “Che, ¿por qué no la metés a la Flaca en ese grupo?”. Claro que las relaciones entre Cristina y Duhalde no eran la armonía perfecta. Así que decidi informárselo a Duhalde como un hecho consumado. El grupo almorzaba en el comedor del Grupo Banco Provincia. Cristina se sumó y estábamos discutiendo dónde y cómo realizar el primer encuentro. Yo proponía, como después lo hice con el Grupo Callao, que fuera cerrado, de reflexión, que no fuese fácil acceder, y quería que el primer encuentro fuera en un lugar alejado. (...) Cristina propuso hacer la primera reunión en Calafate. En ese momento, ninguno de nosotros sabía que era Calafate. Pero nos convenció.
(...) La segunda reunión del grupo fue en Tanti, Córdoba, y ahí se produjo una tensión entre Néstor y Eduardo. Porque el encuentro lo cerraba Duhalde, que llegó acompañado por el Chiche Aráoz, su jefe de campaña. Eso le molestó mucho a Néstor. La reunión era en una mesa cuadrada grande, yo estaba al lado de Duhalde, lo presente y cuando empezó a hablar, Néstor se levantó y se fue. Todos los periodistas vieron la escena.
Con disimulo dejé mi lugar y me fui detrás de Néstor, que estaba furioso. Traté de calmarlo teniendo en cuenta que estábamos terminando una campaña que pronosticaba una derrota segura. Nos fuimos a caminar y lo convencí de que volviera antes de que terminara de hablar Duhalde. Al final, se sacaron una foto juntos.
Las características de esa relación obviamente fueron muy importantes años después, en la definición de la candidatura a presidente de Néstor. En el 2000, cuando había ganado la Alianza y había tanta expectativa, nosotros pensamos que era posible que ellos reeligieran. Por lo tanto, trabajamos con el objetivo de que Néstor fuera candidato en el 2007.
Un día me llama y me dice que viene al día siguiente a Buenos Aires, que quería hablar conmigo. Nos encontramos en un bar en la plaza Vicente López, que se llamaba Opera Prima. La dueña del bar era la hija de un exmilitante montonero, Juan Añón. Íbamos siempre ahí, tenía libros y era un bar literario. Me acuerdo de que allí, Néstor volvió a repetirme algo que ya me había dicho mientras caminábamos en Tanti: “Nosotros tenemos que dejar de ser el ala progresista de un partido conservador”. Así hablaba del peronismo. Y agregó: “Creo que ahora tenemos que empezar a ser nosotros mismos, tenemos que lanzamos ya a construir nuestra fuerza. Al primero que se lo digo es a vos, porque no hay nadie más en Buenos Aires que me ayude. Si vos me decís que no, no puedo hacer nada”.
Esa misma tarde fui a ver a Duhalde a unas oficinas que tenía arriba del Café Tortoni. Le conté la conversación y le dije: “Quiero serle franco, a partir de este momento voy a trabajar con Néstor”. Nos habíamos fijado dos propósitos: queríamos ser parte de la discusión de 2003 y que Néstor fuera candidato en 2007. Duhalde me dispensó una mirada incrédula, como si Néstor y yo fuéramos dos quijotes que no entendían nada. Así, como queriendo salir rápidamente de la escena, me dijo: “Si, metele.” Me di cuenta de que me trataba como si fuera un delirante, pero sentí que me sacaba un peso de encima, porque yo le había dicho lo que tenía que decirle.

La candidatura

Cuando empezábamos a trabajar con Néstor, todo se precipitó. Se agudizó la crisis, la renuncia de De la Rúa, la semana de los cinco presidentes. Asumió Rodríguez Saá con el compromiso de llamar a elecciones en noventa días. Y ahí decidimos con Néstor que él debía ser candidato. Pero no se animaba a decirlo, porque éramos muy débiles. En ese momento, Rodríguez Saá le propuso ser el jefe de Gabinete y Néstor tenía que ir a la Casa Rosada. Entonces lo acompaño hasta la Plaza de Mayo y le digo: “Es muy importante que tengamos presente que cuando salgas, los periodistas te van a preguntar qué hablaste con Rodríguez Saá. Me dice que no iba a comentar nada de la oferta y que diría que habían hablado del futuro de la Argentina. Entonces le digo que después lo iban a interpelar sobre si en las próximas elecciones iba a ser candidato. Como tantas veces, tuvimos una discusión, él pensaba que no se lo iban a preguntar. A mí me parecía importante que cuando se lo consultaran, Néstor anunciara claramente su candidatura.
Me dijo que lo esperara en el café que está en diagonal al Cabildo, y se fue a verlo a Rodríguez Saá. Al terminar su reunión, los medios lo abordaron para hacerle un reportaje. En la segunda pregunta ocurrió lo esperado: Usted va a ser candidato a presidente?, indagó el periodista.
Néstor tragó saliva y dijo lacónicamente: “Sí, yo voy a ser candidato”. Al rato, llega al bar, me da una palmada en la espalda y dice: “¿Me viste?”. Y justo en ese momento la placa roja de Crónica anuncia: Kirchner será candidato a presidente. Yo lo miré y le dije: “Muy bien, ahora sí podemos empezar a construir”. Y me respondió: “Vamos a comer con la Flaca, vamos a comer con la Flaca”.
Cuando llegamos, Cristina nos recibió de mal talante. Le dijo a Néstor que del ridículo no se volvía, en clara alusión al lanzamiento de su candidatura. A mí me responsabilizó porque le iba a hacer perder a Néstor la provincia y por haberlo metido en ese berenjenal. La señora que trabajaba en la casa había preparado milanesas con papas fritas. Cristina se levantó y nos dejó comiendo solos. Y allí quedamos, como dos pibes almorzando en penitencia.
Ahí empezamos. Asumió Duhalde. Al poco tiempo le ofreció ser jefe de Gabinete; yo quería que aceptara, porque estaba pensando en la elección y a Néstor no lo conocía nadie. Tenía un 23% de conocimiento en todo el país. Cristina me decía que estaba loco, que era sacrificarlo, que iba a ser su final político. A la noche, Néstor me dijo que iba a decir que sí. Cuando se levantó, había decidido decir que no.
(...) Mandé a hacer una serie de encuestas. Todas me indicaban que nosotros teníamos entre 9 y 12 puntos. Menem tenía 25, Carrió alrededor de 16, Rodríguez Saá tenía 13 o 14 puntos. Lo llamé a Néstor y le dije que necesitaba dos horas en la Casa de Santa Cruz, y que nadie nos interrumpiera. La reunión se concretó y duró una tarde entera. Le mostré todos los datos. Yo le decía que la única solución era que nos uniéramos a alguien. Obviamente, Menem o López Murphy estaban descartados. Nos quedaban Rodríguez Saá y Carrió. Pero las encuestas mostraban que si nos uníamos al puntano, solo funcionaria si Néstor era el candidato a presidente. Porque si era Rodríguez Saá, todos nuestros votos se irían con Carrió, que representaba un voto progresista en aquel momento. Entonces, Néstor me dice que la única opción era hablar con Carrió.
Ante tal planteo decidí mostrarle una carta que hasta entonces me había reservado. Recurrí a una encuesta de Analía del Franco que tenía un dato importante. El 26% de los bonaerenses votaría a Duhalde si fuera candidato. Si el dato era correcto, teníamos que hacer un acuerdo con el entonces presidente para que ese 26% lo votara a Néstor. Él no quería, decía que con Duhalde no se podía hablar. Yo le decía que si nos aliábamos con Carrió, nos íbamos a pelear a los diez minutos, y además estaba seguro de que no aceptaría. Entonces me dijo: “Probá lo de Carrió y sólo si eso no sale, fijate lo de Duhalde, pero me tenés informado todo el tiempo”.
Entonces lo llamé a “Balito” Romá y le expliqué. Me respondió en el momento que una alianza con Carrió era imposible. Le respondí: “Vos sólo consultalo y mañana decime que no, es todo lo que necesito. Yo rogaba que me dijeran que no. Y efectivamente, al día siguiente me dijo que no, así que la diputada chaqueña estaba descartada. Lo llamé a Néstor, le conté que Carrió no quería saber nada con nosotros, así que teníamos que trabajar la posibilidad de hacer un acuerdo con Duhalde, que había empujado a Reutemann, quien no aceptó. En ese momento estaba empujando a De la Sota, que según la opinión de Duhalde, “no movía el amperímetro”. Entonces lo fui a ver a la Casa Rosada y me dijo que quería hablar con Néstor, que le dé garantías de que iba a dejar de criticarlo. “Viste cómo es el Flaco... es un loco”, sostuvo. Le dije que las garantías que pedía se las daba yo. Y me propone hacer una reunión con Néstor en Casa de Gobierno para poder conversar.
Cuando le conté a Néstor, no quiso saber nada: “¿Yo voy a ir a verlo? Ni loco”. Y yo le decía: “Pero es el presidente”. Nada que hacer. Entonces vuelvo a verlo a Duhalde; le digo: “Mire, Néstor está encantado de hablar con usted, pero no en Casa de Gobierno porque están todos los periodistas”. “¿Y a donde quiere verme?”, me pregunta. “Y bueno -le digo- podría ser en la casa de él o en la mía”. “Pero querido -me dice- soy el presidente, si me subo a un auto y voy a su casa, en cinco minutos está lleno de periodistas, es imposible; si le jode, que vaya a Olivos y que entre por Libertador”.
Me fui preocupado, no sabía si Duhalde se había quedado molesto. Pero no, al día siguiente me pidió que fuera a verlo. Entré a su despacho y me senté en el escritorio frente a él mientras mandaba a llamar a Toledo, que era el responsable de Obras Públicas. Le preguntó en qué estado estaba el acuerdo para hacer obras en la Patagonia. “Está listo”, dijo Toledo. Entonces, Duhalde anuncia: “Vamos a hacer un acto en el quincho de Olivos, con todos los gobernadores e intendentes de la Patagonia”.
(...) Y así fue. Lo acompañe a Néstor. Después del acto, ellos dos se reunieron a solas y yo me quedé afuera esperando. Cuando terminó la reunión, nos subimos al auto con Néstor y le pregunté cómo le había ido. Él desconfiaba mucho de Duhalde, no salió conforme. Pero apenas estábamos saliendo por la calle Villate, sonó el teléfono y era el secretario del presidente: “¿Dice el Negro que mañana vengas a desayunar con él”. Entonces le dije a Néstor: “Menos mal que Duhalde no nos iba a tener en cuenta, me parece que está mal tu termómetro”.
Al día siguiente me recibió en el living, Estaba recostado en un sillón, con una corbata sin hacer y me contó que estaba por llegar Mariano Grondona a hacerle un reportaje. Entonces me dijo: “Estoy en el peor de todos los mundos. Hay dos candidatos que si ganan, me quieren matar. Se refería a Menem y a Rodríguez Saá. El que más me gusta a mí no quiere aceptar”. Ese era Reutemann. “El que me queda como opción no mueve el amperímetro”, por De la Sota. “Y el quinto no para de criticarme”.
Lo miré y le dije: “Entonces le queda un candidato”. “Pero no para de criticarme”, respondió. “Bueno, yo me comprometo a que deje de criticarlo”. “Vos sos la garantía”, me dijo. Se dio vuelta y sacó una carpeta. Era su proyecto para que se autorizara a que el PJ tuviera más de un candidato a la presidencia. Eso se iba a presentar en el congreso del PJ, porque él quería evitar la interna, ya que allí Menem tenía todas las posibilidades de ganar. “Estos son los neolemas -me dijo-, hay que llegar a la segunda vuelta porque Menem está primero”.
(...) Y así fuimos a la elección. El plan era salir segundos e ir al ballottage. Y así fue, salimos segundos. Las encuestas decían que arrasábamos en el ballottage. El 14 de mayo teníamos una cena con periodistas. Cerca del mediodía me llama Claudio Escribano y me dice: “Lo llamo para liberarlo, no va a hacer falta que vengan. Yo no entendía, le respondí que si iríamos. “No van a poder venir porque en unas horas Menem va a anunciar que se baja de la candidatura, así que van a estar ocupados con otros temas, lo haremos más adelante”.
Me sentí muy desorientado. Estaba a pocas cuadras de la casa de Néstor, en un mercadito. Me pregunté si no sería una operación. Entonces lo llamé a Nicolás de Vedia, que era la mano derecha de Eduardo Menem, y me confirmó que era cierto. “Se baja porque lo van a liquidar y él prefiere quedarse diciendo ‘nunca perdi’, se va a anunciar a las 17”.
Apenas corté lo llamé a Néstor y le dije: “Néstor, ya sos Presidente”. “¿De qué hablás?”, me dice. Le conté y le expliqué que teníamos que cambiar todo lo que teníamos previsto. “Venite para acá”, me dijo. Llegué a las corridas y le grité: “¡Presidente!” Néstor estaba serio, empezó a lanzar insultos contra Menem. Cristina también. “Nos privó de la victoria y nos obliga a asumir con el 22% de los votos”. Y yo les decía: “Ya está, ya llegamos, el resto lo tenemos que construir nosotros”.
(...) Néstor propuso que almorcemos y que después Cristina y yo preparásemos el discurso. Le propuse a Cristina que fuéramos a mi estudio para usar la computadora y la impresora, porque en la casa de Néstor no había nada. Era un texto muy duro afirmando que Menem había roto las reglas de la democracia y la República. Recuerdo que Cristina quería ser más dura y yo trataba de aliviar un poco las palabras. Ella ponía fuego y yo intentaba bajar un poco los decibeles.
Al día siguiente, Escribano publicó un artículo diciendo que si fuera Kirchner, echaría a quien le hubiera escrito ese discurso. Y Néstor decía: “Los voy a echar a ustedes dos”. Y se reía.#

(Extracto del capítulo “Historias de Néstor Kirchner, mi Presidente”, del libro “Néstor, el hombre que cambió todo”, de Jorge “Topo” Devoto / Editorial Planeta.


Tecka, octubre de 2006. Das Neves y Kirchner inaugurando el Gasoducto Patagonico, una de las obras emblemáticas de la gestión presidencial en benficio de los chubutenses.


Cara a cara contra el alambrado. Una postal reiterada de Néstor en sus once visitas oficiales a Chubut.


“Pingüino o pingüina”. El día que visitó Chubut y habló de su sucesión.


El día del adiós. Cristina despidiendo a su compañero de mil batallas.

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24 OCT 2020 - 17:45

Néstor Carlos Kirchner Ostoic fue el 54º presidente de la Nación Argentina. Se desempeñó desde el 25 de mayo de 2003 hasta el 10 de diciembre de 2007. Sucedió a Eduardo Duhalde, quien debía completar el mandato inconcluso de Fernando De la Rúa pero renunció antes de tiempo, por lo que ejerció su mandato en los cuatro años correspondientes además de los pocos meses restantes del mandato inconcluso del expresidente radical.
Kirchner fue sucedido en el 2007 por su esposa Cristina Fernández. En consecuencia, se convirtió en el primer Primer Caballero de la historia argentina. Antes había sido intendente de Río Gallegos (1987-1991) y gobernador de la provincia de Santa Cruz (1991-2003). En 2009 fue elegido diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires, con mandato desde el 10 de diciembre de 2009 hasta el 10 de diciembre de 2013, que quedó inconcluso.
Desde el 4 de mayo de 2010 se desempeñó como secretario general de la Unasur. También presidió el Partido Justicialista, cargo al que renunció el 29 de junio de 2009 y volvió a ocupar el 11 de noviembre de 2009 cuando asumió de modo oficial el 10 de marzo de 2010.
Kirchner nació en Río Gallegos el 25 de febrero de 1950. Su padre, también Néstor, era un trabajador postal descendiente de inmigrantes suizos; su madre, María Ostoic, chilena descendiente de inmigrantes croatas.
Realizó sus estudios primarios y secundarios en escuelas públicas locales. Egresó del Colegio Nacional República de Guatemala.
Desde temprana edad participó en el movimiento justicialista como miembro de la Juventud Peronista.
A principios de la década del setenta, estudió Derecho en la Universidad Nacional de La Plata y recibió su diploma de abogado en 1976. En el mismo año, luego del inicio del “Proceso de Reorganización Nacional”, la peor dictadura militar sufrida por el pueblo argentino, abandonó La Plata junto con su esposa, Cristina Fernández, para retornar a Río Gallegos para dedicarse a ejercer su profesión, alejándose así de la actividad política.
En 1977, durante la Dictadura, fue puesto en prisión durante dos noches junto al diputado Rafael Flores. Una vez terminado el gobierno militar y con el retorno de la democracia, en 1983, Kirchner se convirtió en funcionario del gobierno provincial.
Desde finales de ese año hasta julio de 1984 fue presidente de la Caja de Previsión Social de la provincia, pero fue forzado a renunciar por el entonces gobernador Arturo Puricelli, a causa de una disputa sobre política financiera. Este incidente lo hizo conocido en el ámbito local y constituyó el paso inicial de su carrera política.
En 1986 alcanzó el apoyo interno necesario para obtener la candidatura a intendente de Río Gallegos. Triunfó por escaso margen en las elecciones del 6 de septiembre de 1987.
Al mismo tiempo, su compañero de partido Ricardo del Val fue electo gobernador, con lo que el peronismo se afianzó en la provincia de Santa Cruz. Pero tres años después, De Val fue destituido mediante un juicio político impulsado por el propio peronismo, y luego de dos interinatos (José Granero y Héctor “Chicho” García), finalmente llegaron las elecciones de 1991 mediante las cuales Néstor asumió la gobernación, que ocuparía hasta el 24 de mayo de 2003.

Desde la Patagonia olvidada

La situación con vistas a las elecciones presidenciales de 2003, tras el interinato de Duhalde y el caos dejado por la Alianza, se presentaban confusas. Varios líderes del PJ aspiraban a la candidatura: el propio Kirchner, que contaba con pocas fuerzas propias para definir una elección interna; el ex presidente Carlos Menem; y los gobernadores de las provincias de Córdoba, José Manuel de la Sota; de Salta, Juan Carlos Romero; y de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá.
Las internas para definir el candidato se anunciaron primero para noviembre de 2002, y luego se postergaron a febrero de 2003. Tras la deserción de Carlos Reutemann (su famosa frase “vi algo que no me gustó” quedó en la historia) y también de De la Sota, Duhalde anunció el 15 de enero de 2003 su apoyo a la precandidatura de Néstor.

El candidato Pingüino

Con este espaldarazo, Kirchner se situó en una posición mucho más favorable. Sin embargo, la situación interna del PJ no estaba resuelta y si bien el apoyo de Duhalde era significativo, no garantizaba de por sí que Kirchner resultara el candidato presidencial. Por otra parte, las fricciones de una elección interna tan cercana a la elección nacional, prevista para el 27 de abril, podrían provocar un deterioro en las expectativas del justicialismo de obtener una victoria.
Así, el 24 de enero, y con el argumento de que los tres aspirantes que quedaban en carrera (Kirchner, Rodríguez Saá y Menem, que había incorporado al salteño Romero como candidato a vicepresidente) presentaban programas contrapuestos, el congreso del PJ tomó una decisión inédita: suspender la elección interna y permitir a todos los precandidatos el uso de los símbolos partidarios comunes para presentarse a la elección general. En la práctica, significaba que iban a enfrentarse como si perteneciesen a partidos distintos.

Popularidad

Kirchner arrancó su campaña en una posición desfavorable. Las encuestas lo ubicaban por detrás de los otros candidatos del PJ y de Ricardo López Murphy, el candidato de la derecha. Sin embargo, la popularidad de Kirchner comenzó a crecer impulsando un programa de perfil socialdemócrata con el que buscaba diferenciarse de las políticas aplicadas durante los gobiernos de Menem y De la Rúa.
En las elecciones del 27 de abril de 2003, el Frente para la Victoria (encabezado por Kirchner) obtuvo sólo un 22% de los votos, resultando superado por Menem (“Alianza Frente por la Lealtad -UCD), que obtuvo el 24,3%. Por lo que ambos deberían disputar una segunda vuelta (ballotage). Que nunca ocurrió porque el riojano abandonó la carrera presidencial.
Después de la primera ronda, Kirchner visitó al presidente del Brasil, “Lula” da Silva, y al de Chile, Ricardo Lagos, ante quienes ratificó sus intenciones de fortalecer el Mercosur, tal como lo había prometido en el Plan de Gobierno que había presentado poco tiempo antes de las elecciones, y declaró que mantenía con orgullo las convicciones políticas que había sostenido en el pasado.

La “Acadé”, su otra pasión

Kirchner era hincha fanático de Racing de Avellaneda y hasta aseguraba que con el fútbol “sufría más que con la política”.
La pasión que sentía Néstor por Racing lo llevó a involucrarse con la institución académica hasta en los momentos donde pretendía mantenerse al margen. En 2006 el equipo atravesaba un muy mal momento y el ex presidente le envió un “mensaje” al entonces gerenciador, Fernando Marín, que decía “estoy al borde de pasarme a la oposición”, mientras que a sus íntimos les confesaba sus deseos de “rajarlo”.

Dos años más tarde, el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, desplazó al entonces interventor de Racing, Nicolás Dilernia, y no fueron pocos los que vieron la mano de Kirchner detrás de la llegada de Héctor García Cuerva.
Kirchner tampoco perdió oportunidad de motivar a los jugadores de Racing; en 2009, el equipo sufría por el promedio del descenso y, entonces, prometió que entregaría cuatro plasmas si le ganaban a Boca. El Racing dirigido por Ricardo Caruso Lombardi goleó 3-0 al xeneize y el expresidente cumplió su promesa.
“Con el fútbol sufro más que con la política”, repitió Néstor aquel día, y todos le creyeron. Porque está claro que no se puede ser hincha de la Academia sin conocer en detalle el manual del sufrimiento.#


Crónica de una visita a Chubut que hizo mucho ruido y demostró su enorme habilidad política


Conferencia. Néstor, rodeado de Eliceche y Yauhar, hablando con la prensa en el Aeropuerto de Madryn.


Mario es un amigo, yo tengo mucho respeto por él y jamás van a escuchar de mí una palabra altisonante ni descalificadora hacia su persona.” La frase salió de la boca de Néstor Kirchner durante una conferencia de prensa realizada en el Aeropuerto de Puerto Madryn en el anochecer del lunes 13 de julio de 2009.
Para aquel entonces, la relación entre el entonces gobernador Mario Das Neves y el kirchnerismo estaba rota. Es que el chubutense, que había gozado de una sintonía especial durante el gobierno de Néstor y la primera etapa de la gestión de Cristina Fernández, había decidido despegarse de los K tras la derrota electoral por poco margen de Néstor ante Francisco De Narváez en las parlamentarias de 2009, y se había lanzado de manera decidida la Presidencia para 2011.
Es más, muchos recuerdan los afiches de “Das Neves 2011” en las calles porteñas la misma noche que Kirchner salía a dar una conferencia de prensa tras la ajustada derrota en las parlamentarias con el candidato de pelo colorado que tuvo un paso tan fulgurante como fugaz entre el electorado antiperonista y de derecha.

“Viene Néstor”

Aquel frío lunes de mediados de julio de 2009, Chubut se convirtió en un virtual hervidero. A primera hora de la tarde, la versión digital de Jornada adelantó en exclusiva que el expresidente tenía previsto arribar a Chubut ese mismo día.
Inmediatamente, la información se esparció por los celulares de los más altos funcionarios del Gobierno provincial y no costó casi nada que el gobernador Das Neves y buena parte de su Gobierno estallaran –primero en privado y después en público- y entonces se multiplicaran las llamadas telefónicas para tratar de evitar su llegada a la provincia.
El entonces intendente de Puerto Madryn, Carlos Eliceche, fue el destinatario de todas las presiones. El propio Das Neves le ordenó no recibir a Kirchner. Después de algunas cavilaciones, Eliceche entendió que era poco menos que una ingratitud no recibir a un expresidente en una ciudad muy cara a los afectos de Kirchner y Cristina, que durante muchos años la eligieron para vacacionar y la visitaron oficialmente en varias oportunidades. “Cuando él dice que es un amigo, es una hipocresía: yo no soy su amigo. Él ha sido Presidente y yo, gobernador. Pero que no me adjudique ninguna amistad”, respondió Das Neves enfurecido un día después de la visita.
La relación entre ellos (y luego de la muerte de Néstor, con la propia Cristina), nunca más volvió a ser la de antes. Algo se había roto para siempre.

La grieta chubutense

La de julio de 2009 fue una visita relámpago. Néstor había llegado en el Tango 10, un avión oficial utilizado en su condición de Primer Caballero. Venía de Santa Cruz y su llegada a territorio chubutense hizo estallar la dura interna local entre el dasnevismo y quienes se alineaban con Néstor y Cristina, que ya iba por el segundo año de mandato y comenzaba a sufrir los costos de la “grieta” post “Ley 125”.
Das Neves era precandidato a presidente por el Peronismo Federal, el peronismo “no K”, aunque finalmente se tuvo que conformar con ser candidato a vicepresidente en la fórmula encabezada por Eduardo Duhalde, en las elecciones de 2011 en las que Cristina (un año después de la muerte de Néstor) arrasó con el 54% de los votos.
Aquella noche de 2009, los dirigentes locales entre los que se destacaban Norberto Yauhar, subsecretario de Pesca, y propio Eliceche, habían preparado un salón del Rayentray Hotel para agasajarlo. Pero Néstor cambió los planes y pidió ir a comer a su restaurante favorito de Madryn, ese al que iban con Cristina desde sus años en Santa Cruz: la cantina El Náutico, en donde entre los cientos de fotos de visitantes ilustres que cuelgan en sus paredes, hay una destacada para el primer patagónico que llegó a la Presidencia de la Nación.
Afuera hubo algunos que pincharon las cubiertas de la camioneta de Yauhar en la que andaba Néstor, pero no pudieron evitar que la visita terminara por detonar la histórica mala relación política (y muchas veces personal) entre Das Neves y Eliceche: “Es un expresidente y presidente del PJ, yo lo voy a recibir”, le dijo por teléfono el intendente al gobernador.
Aquel gesto de Yauhar y Eliceche de recibirlo en un territorio hostil tuvo retribuciones políticas, esas que Néstor siempre tuvo con los que él consideraba leales: Eliceche terminó siendo el candidato a gobernador del Frente para la Victoria en 2011, que perdió por escaso margen con la fórmula dasnevista Martín Buzzi-César Gustavo Mac Karthy (que antes de asumir dieron un salto mortal al kirchnerismo); y Yauhar siguió ocupando cargos relevantes en la gestión de Cristina, coronando su paso por la gestión nacional como ministro de Agricultura en el segundo mandato de CFK.#


El día que le levantó la mano a un radical


Octubre de 2003. Néstor levanta el brazo del gobernador Lizurume.


Hubo otra visita de Kirchner a Madryn que generó revuelo. Fue el viernes 31 de octubre de 2003: él ya era presidente pero en Chubut aún no se había elegido gobernador.
En su paso por la ciudad, pronunció por primera vez una frase de cabecera: “La Patagonia no será más el patio trasero de la Argentina.”
Pero tuvo otros gestos políticos fuertes: llevó en el Tango 01 a Mario Das Neves, el candidato del PJ, pero durante el acto le levantó el brazo a José Luis Lizurume, el entonces gobernador y candidato radical, que además era su amigo.


Tres animales políticos y una relación compleja


Das Neves, Kirchner y Cristina en diciembrfe de 2007, cuando la relación entre ellos era inmejorable.


Ambos vivían para la política todos los días del año y a cada hora. A Das Neves, muchas veces, lo traicionaba su carácter, sobre todo en público. Néstor tampoco era sencillo, pero en público jamás le dispensó al chubutense una crítica como las que recibió.
Todo el mundo recuerda la relación de amistad personal y política que los unió. En diciembre de 2007, por ejemplo, tras ganar la reelección como gobernador, Das Neves recibió a los Kirchner (Cristina era presidenta electa) en Rawson. Un gesto del matrimonio que no solían tener con muchos.
Lo que también muchos recuerdan es que Das Neves tenía un “enemigo íntimo” en el entorno de los Kirchner: Alberto Fernández, el actual Presidente y jefe de Gabinete de los Kirchner. La relación nunca fue buena ni mejoró con el paso del tiempo.
También en 2007, Das Neves le regaló a Kirchner una frase que luego el santacruceño gastó cambiándole el destinatario por Clarín: “¿Qué les pasa radicales? ¿Están nerviosos?”, repetía el chubutense por entonces. En septiembre de aquel año, dirigiéndose a “mi amigo Néstor Kirchner” y a “la futura presidenta” Cristina Fernández les prometió “una avalancha de votos” para ellos en Chubut en las elecciones que se realizarían el 28 de octubre. Y cumplió.

“No jodan con Mario”

Muchos recuerdan que en alguna reunión en donde estaban los Kirchner cuando alguien criticaba con dureza a Das Neves por alguna crítica feroz contra el kirchnerismo, había alguien que levantaba la voz para calmar a los enojados: la propia Cristina, que si bien muchas veces detestaba el estilo agresivo de Das Neves, más de una vez dijo ante su marido y funcionarios importantes: “No jodan tanto con Mario, que al final es el único que siempre vota con nosotros”.
La expresidenta nunca olvidó que mientras Julio Cobos se dio vuelta con el “no positivo”, el chubutense apoyó con sus diputados en aquella dura derrota parlementaria por la 125.#


Un discurso encendido en el Teatro Español


El Teatro trelewense a pleno para escuchar al entonces gobernador.


Para 1998, Néstor Kirchner era bastante conocido en Chubut porque no perdía oportunidad de visitar Comodoro, Trelew o Puerto Madryn, ya sea por cuestiones personales o políticas. Así fue que en 1998 decidió viajar a Trelew para acompañar el lanzamiento local de La Corriente Peronista, la agrupación que había creado un par de años antes junto a Cristina para diferenciarse del menemismo.
En Chubut, La Corriente se largó con apoyo de la Lista Verde, una línea interna que lideraba el empresario José Arrechea, de muy buena relación con Kirchner. Así fue que tras un encuentro en el Gimnasio de La Bancaria, Néstor cerró un acto en el Teatro Español, colmado de peronistas que escucharon atentos a un flaco alto que decía que quería ser Presidente.
En el palco, junto a Kirchner, estuvieron -además de Arrechea-, José “Pepe” Salvini, un íntimo de Néstor; y también dirigentes locales como Alberto Parada, Carlos Sáenz y una joven diputada provincial de aquel entonces, Argentina “Ica” Martínez.#


El camino a la Presidencia, contado en primera persona por Alberto Fernández


Dupla poderosa. Néstor Kirchner y Alberto Fernández, cuando uno gobernaba el país y el otro el Gabinete.


Kirchner te quiere conocer”, me dijo Eduardo Valdés. Era un día de invierno de 1996 y yo había publicado un artículo en Clarín que giraba en torno a la idea de que «la palabra desregular no existía». Empezaba señalando que al escribir esa palabra en la computadora, el Word (toda una novedad de Microsoft para la época) la subrayaba con una suerte de «viborita» roja que la señalaba como mal escrita. Ese error se marcaba, sencillamente, porque esa palabra no se reconocía en el idioma español. Ninguna sociedad vive sin regulaciones y «desregular» quería decir tanto como quitar las reglas. A partir de esa idea, el artículo criticaba las políticas que habían desregulado los mercados y planteaba la necesidad de que siempre existieran normativas capaces de proteger a los más débiles.
En ese entonces, yo era vicepresidente del Grupo Banco Provincia. Néstor había leído el artículo y expresó su deseo de conocer me. Entonces, Valdés organizó una cena en el restaurante Teatriz, que con el tiempo se convertiría en nuestro lugar de encuentro.
Esa primera reunión puso en evidencia nuestras muchas coincidencias. Sentí que Néstor era el político que yo buscaba y él sintió que yo podía ayudarlo. Hablamos de todos los temas hasta la una y media de la mañana. Él era crítico de las políticas excluyentes del menemismo.
Desde ese día, cada vez que viajaba a Buenos Aires siempre me llamaba para almorzar, cenar o tan solo para compartir un café y una charla.
Al poco tiempo de conocernos llegó la campaña presidencial de Eduardo Duhalde para las elecciones de 1999. Los dos estábamos convencidos de la necesidad de acompañarlo. En los hechos, Néstor fue el único gobernador que explícitamente lo apoyó. Al mismo tiempo, Duhalde estaba preocupado por la cantidad de peronistas que dejaban nuestro espacio corriendo detrás de Chacho Álvarez. Entonces nos citó a una reunión a Julio Bárbaro, Alberto Iribarne, Jorge Argüello y a mí. Nos planteó ese problema. Me miro y me dijo: “Vos que sos amigo de todos los progres que tiene el peronismo, por qué no me ayudás a armar un grupo”. Así empezó a formarse el grupo que se reunía en el Banco Provincia y que después se convirtió en el Grupo Calafate.
Un día Néstor me dice: “Che, ¿por qué no la metés a la Flaca en ese grupo?”. Claro que las relaciones entre Cristina y Duhalde no eran la armonía perfecta. Así que decidi informárselo a Duhalde como un hecho consumado. El grupo almorzaba en el comedor del Grupo Banco Provincia. Cristina se sumó y estábamos discutiendo dónde y cómo realizar el primer encuentro. Yo proponía, como después lo hice con el Grupo Callao, que fuera cerrado, de reflexión, que no fuese fácil acceder, y quería que el primer encuentro fuera en un lugar alejado. (...) Cristina propuso hacer la primera reunión en Calafate. En ese momento, ninguno de nosotros sabía que era Calafate. Pero nos convenció.
(...) La segunda reunión del grupo fue en Tanti, Córdoba, y ahí se produjo una tensión entre Néstor y Eduardo. Porque el encuentro lo cerraba Duhalde, que llegó acompañado por el Chiche Aráoz, su jefe de campaña. Eso le molestó mucho a Néstor. La reunión era en una mesa cuadrada grande, yo estaba al lado de Duhalde, lo presente y cuando empezó a hablar, Néstor se levantó y se fue. Todos los periodistas vieron la escena.
Con disimulo dejé mi lugar y me fui detrás de Néstor, que estaba furioso. Traté de calmarlo teniendo en cuenta que estábamos terminando una campaña que pronosticaba una derrota segura. Nos fuimos a caminar y lo convencí de que volviera antes de que terminara de hablar Duhalde. Al final, se sacaron una foto juntos.
Las características de esa relación obviamente fueron muy importantes años después, en la definición de la candidatura a presidente de Néstor. En el 2000, cuando había ganado la Alianza y había tanta expectativa, nosotros pensamos que era posible que ellos reeligieran. Por lo tanto, trabajamos con el objetivo de que Néstor fuera candidato en el 2007.
Un día me llama y me dice que viene al día siguiente a Buenos Aires, que quería hablar conmigo. Nos encontramos en un bar en la plaza Vicente López, que se llamaba Opera Prima. La dueña del bar era la hija de un exmilitante montonero, Juan Añón. Íbamos siempre ahí, tenía libros y era un bar literario. Me acuerdo de que allí, Néstor volvió a repetirme algo que ya me había dicho mientras caminábamos en Tanti: “Nosotros tenemos que dejar de ser el ala progresista de un partido conservador”. Así hablaba del peronismo. Y agregó: “Creo que ahora tenemos que empezar a ser nosotros mismos, tenemos que lanzamos ya a construir nuestra fuerza. Al primero que se lo digo es a vos, porque no hay nadie más en Buenos Aires que me ayude. Si vos me decís que no, no puedo hacer nada”.
Esa misma tarde fui a ver a Duhalde a unas oficinas que tenía arriba del Café Tortoni. Le conté la conversación y le dije: “Quiero serle franco, a partir de este momento voy a trabajar con Néstor”. Nos habíamos fijado dos propósitos: queríamos ser parte de la discusión de 2003 y que Néstor fuera candidato en 2007. Duhalde me dispensó una mirada incrédula, como si Néstor y yo fuéramos dos quijotes que no entendían nada. Así, como queriendo salir rápidamente de la escena, me dijo: “Si, metele.” Me di cuenta de que me trataba como si fuera un delirante, pero sentí que me sacaba un peso de encima, porque yo le había dicho lo que tenía que decirle.

La candidatura

Cuando empezábamos a trabajar con Néstor, todo se precipitó. Se agudizó la crisis, la renuncia de De la Rúa, la semana de los cinco presidentes. Asumió Rodríguez Saá con el compromiso de llamar a elecciones en noventa días. Y ahí decidimos con Néstor que él debía ser candidato. Pero no se animaba a decirlo, porque éramos muy débiles. En ese momento, Rodríguez Saá le propuso ser el jefe de Gabinete y Néstor tenía que ir a la Casa Rosada. Entonces lo acompaño hasta la Plaza de Mayo y le digo: “Es muy importante que tengamos presente que cuando salgas, los periodistas te van a preguntar qué hablaste con Rodríguez Saá. Me dice que no iba a comentar nada de la oferta y que diría que habían hablado del futuro de la Argentina. Entonces le digo que después lo iban a interpelar sobre si en las próximas elecciones iba a ser candidato. Como tantas veces, tuvimos una discusión, él pensaba que no se lo iban a preguntar. A mí me parecía importante que cuando se lo consultaran, Néstor anunciara claramente su candidatura.
Me dijo que lo esperara en el café que está en diagonal al Cabildo, y se fue a verlo a Rodríguez Saá. Al terminar su reunión, los medios lo abordaron para hacerle un reportaje. En la segunda pregunta ocurrió lo esperado: Usted va a ser candidato a presidente?, indagó el periodista.
Néstor tragó saliva y dijo lacónicamente: “Sí, yo voy a ser candidato”. Al rato, llega al bar, me da una palmada en la espalda y dice: “¿Me viste?”. Y justo en ese momento la placa roja de Crónica anuncia: Kirchner será candidato a presidente. Yo lo miré y le dije: “Muy bien, ahora sí podemos empezar a construir”. Y me respondió: “Vamos a comer con la Flaca, vamos a comer con la Flaca”.
Cuando llegamos, Cristina nos recibió de mal talante. Le dijo a Néstor que del ridículo no se volvía, en clara alusión al lanzamiento de su candidatura. A mí me responsabilizó porque le iba a hacer perder a Néstor la provincia y por haberlo metido en ese berenjenal. La señora que trabajaba en la casa había preparado milanesas con papas fritas. Cristina se levantó y nos dejó comiendo solos. Y allí quedamos, como dos pibes almorzando en penitencia.
Ahí empezamos. Asumió Duhalde. Al poco tiempo le ofreció ser jefe de Gabinete; yo quería que aceptara, porque estaba pensando en la elección y a Néstor no lo conocía nadie. Tenía un 23% de conocimiento en todo el país. Cristina me decía que estaba loco, que era sacrificarlo, que iba a ser su final político. A la noche, Néstor me dijo que iba a decir que sí. Cuando se levantó, había decidido decir que no.
(...) Mandé a hacer una serie de encuestas. Todas me indicaban que nosotros teníamos entre 9 y 12 puntos. Menem tenía 25, Carrió alrededor de 16, Rodríguez Saá tenía 13 o 14 puntos. Lo llamé a Néstor y le dije que necesitaba dos horas en la Casa de Santa Cruz, y que nadie nos interrumpiera. La reunión se concretó y duró una tarde entera. Le mostré todos los datos. Yo le decía que la única solución era que nos uniéramos a alguien. Obviamente, Menem o López Murphy estaban descartados. Nos quedaban Rodríguez Saá y Carrió. Pero las encuestas mostraban que si nos uníamos al puntano, solo funcionaria si Néstor era el candidato a presidente. Porque si era Rodríguez Saá, todos nuestros votos se irían con Carrió, que representaba un voto progresista en aquel momento. Entonces, Néstor me dice que la única opción era hablar con Carrió.
Ante tal planteo decidí mostrarle una carta que hasta entonces me había reservado. Recurrí a una encuesta de Analía del Franco que tenía un dato importante. El 26% de los bonaerenses votaría a Duhalde si fuera candidato. Si el dato era correcto, teníamos que hacer un acuerdo con el entonces presidente para que ese 26% lo votara a Néstor. Él no quería, decía que con Duhalde no se podía hablar. Yo le decía que si nos aliábamos con Carrió, nos íbamos a pelear a los diez minutos, y además estaba seguro de que no aceptaría. Entonces me dijo: “Probá lo de Carrió y sólo si eso no sale, fijate lo de Duhalde, pero me tenés informado todo el tiempo”.
Entonces lo llamé a “Balito” Romá y le expliqué. Me respondió en el momento que una alianza con Carrió era imposible. Le respondí: “Vos sólo consultalo y mañana decime que no, es todo lo que necesito. Yo rogaba que me dijeran que no. Y efectivamente, al día siguiente me dijo que no, así que la diputada chaqueña estaba descartada. Lo llamé a Néstor, le conté que Carrió no quería saber nada con nosotros, así que teníamos que trabajar la posibilidad de hacer un acuerdo con Duhalde, que había empujado a Reutemann, quien no aceptó. En ese momento estaba empujando a De la Sota, que según la opinión de Duhalde, “no movía el amperímetro”. Entonces lo fui a ver a la Casa Rosada y me dijo que quería hablar con Néstor, que le dé garantías de que iba a dejar de criticarlo. “Viste cómo es el Flaco... es un loco”, sostuvo. Le dije que las garantías que pedía se las daba yo. Y me propone hacer una reunión con Néstor en Casa de Gobierno para poder conversar.
Cuando le conté a Néstor, no quiso saber nada: “¿Yo voy a ir a verlo? Ni loco”. Y yo le decía: “Pero es el presidente”. Nada que hacer. Entonces vuelvo a verlo a Duhalde; le digo: “Mire, Néstor está encantado de hablar con usted, pero no en Casa de Gobierno porque están todos los periodistas”. “¿Y a donde quiere verme?”, me pregunta. “Y bueno -le digo- podría ser en la casa de él o en la mía”. “Pero querido -me dice- soy el presidente, si me subo a un auto y voy a su casa, en cinco minutos está lleno de periodistas, es imposible; si le jode, que vaya a Olivos y que entre por Libertador”.
Me fui preocupado, no sabía si Duhalde se había quedado molesto. Pero no, al día siguiente me pidió que fuera a verlo. Entré a su despacho y me senté en el escritorio frente a él mientras mandaba a llamar a Toledo, que era el responsable de Obras Públicas. Le preguntó en qué estado estaba el acuerdo para hacer obras en la Patagonia. “Está listo”, dijo Toledo. Entonces, Duhalde anuncia: “Vamos a hacer un acto en el quincho de Olivos, con todos los gobernadores e intendentes de la Patagonia”.
(...) Y así fue. Lo acompañe a Néstor. Después del acto, ellos dos se reunieron a solas y yo me quedé afuera esperando. Cuando terminó la reunión, nos subimos al auto con Néstor y le pregunté cómo le había ido. Él desconfiaba mucho de Duhalde, no salió conforme. Pero apenas estábamos saliendo por la calle Villate, sonó el teléfono y era el secretario del presidente: “¿Dice el Negro que mañana vengas a desayunar con él”. Entonces le dije a Néstor: “Menos mal que Duhalde no nos iba a tener en cuenta, me parece que está mal tu termómetro”.
Al día siguiente me recibió en el living, Estaba recostado en un sillón, con una corbata sin hacer y me contó que estaba por llegar Mariano Grondona a hacerle un reportaje. Entonces me dijo: “Estoy en el peor de todos los mundos. Hay dos candidatos que si ganan, me quieren matar. Se refería a Menem y a Rodríguez Saá. El que más me gusta a mí no quiere aceptar”. Ese era Reutemann. “El que me queda como opción no mueve el amperímetro”, por De la Sota. “Y el quinto no para de criticarme”.
Lo miré y le dije: “Entonces le queda un candidato”. “Pero no para de criticarme”, respondió. “Bueno, yo me comprometo a que deje de criticarlo”. “Vos sos la garantía”, me dijo. Se dio vuelta y sacó una carpeta. Era su proyecto para que se autorizara a que el PJ tuviera más de un candidato a la presidencia. Eso se iba a presentar en el congreso del PJ, porque él quería evitar la interna, ya que allí Menem tenía todas las posibilidades de ganar. “Estos son los neolemas -me dijo-, hay que llegar a la segunda vuelta porque Menem está primero”.
(...) Y así fuimos a la elección. El plan era salir segundos e ir al ballottage. Y así fue, salimos segundos. Las encuestas decían que arrasábamos en el ballottage. El 14 de mayo teníamos una cena con periodistas. Cerca del mediodía me llama Claudio Escribano y me dice: “Lo llamo para liberarlo, no va a hacer falta que vengan. Yo no entendía, le respondí que si iríamos. “No van a poder venir porque en unas horas Menem va a anunciar que se baja de la candidatura, así que van a estar ocupados con otros temas, lo haremos más adelante”.
Me sentí muy desorientado. Estaba a pocas cuadras de la casa de Néstor, en un mercadito. Me pregunté si no sería una operación. Entonces lo llamé a Nicolás de Vedia, que era la mano derecha de Eduardo Menem, y me confirmó que era cierto. “Se baja porque lo van a liquidar y él prefiere quedarse diciendo ‘nunca perdi’, se va a anunciar a las 17”.
Apenas corté lo llamé a Néstor y le dije: “Néstor, ya sos Presidente”. “¿De qué hablás?”, me dice. Le conté y le expliqué que teníamos que cambiar todo lo que teníamos previsto. “Venite para acá”, me dijo. Llegué a las corridas y le grité: “¡Presidente!” Néstor estaba serio, empezó a lanzar insultos contra Menem. Cristina también. “Nos privó de la victoria y nos obliga a asumir con el 22% de los votos”. Y yo les decía: “Ya está, ya llegamos, el resto lo tenemos que construir nosotros”.
(...) Néstor propuso que almorcemos y que después Cristina y yo preparásemos el discurso. Le propuse a Cristina que fuéramos a mi estudio para usar la computadora y la impresora, porque en la casa de Néstor no había nada. Era un texto muy duro afirmando que Menem había roto las reglas de la democracia y la República. Recuerdo que Cristina quería ser más dura y yo trataba de aliviar un poco las palabras. Ella ponía fuego y yo intentaba bajar un poco los decibeles.
Al día siguiente, Escribano publicó un artículo diciendo que si fuera Kirchner, echaría a quien le hubiera escrito ese discurso. Y Néstor decía: “Los voy a echar a ustedes dos”. Y se reía.#

(Extracto del capítulo “Historias de Néstor Kirchner, mi Presidente”, del libro “Néstor, el hombre que cambió todo”, de Jorge “Topo” Devoto / Editorial Planeta.


Tecka, octubre de 2006. Das Neves y Kirchner inaugurando el Gasoducto Patagonico, una de las obras emblemáticas de la gestión presidencial en benficio de los chubutenses.


Cara a cara contra el alambrado. Una postal reiterada de Néstor en sus once visitas oficiales a Chubut.


“Pingüino o pingüina”. El día que visitó Chubut y habló de su sucesión.


El día del adiós. Cristina despidiendo a su compañero de mil batallas.


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